El camino hacia la trigésima edición del Meeting de Rimini, que abrirá sus puertas el próximo 23 de agosto, comenzó por todo lo alto con una presentación en París, a cargo de YVES COPPENS, científico de renombre mundial. Le pedimos que comente el lema de este año a la luz de su experiencia
Conocer “siempre” es un acontecimiento. La misma aparición del fenómeno del conocimiento sobre la faz de la Tierra, que coincide con la aparición del hombre, es el Acontecimiento con mayúscula desde el punto de vista de la historia natural. A medida que el antropólogo ahonda con sus instrumentos en tiempos que hasta hace algunas décadas parecían imposibles de explorar, se “asombra” cada vez más por lo que ve suceder en la historia del universo.
Lo afirma Yves Coppens, uno de los más importantes paleontólogos de la actualidad, descubridor entre otras cosas del famoso australopiteco Lucy, una antecesora nuestra con más de 3 millones de años. El pasado 5 de mayo presentó en la sede de la UNESCO, junto a John Waters y a monseñor Francesco Folo, representante permanente de la Santa Sede, la trigésima edición del Meeting por la amistad entre los pueblos que tendrá lugar en Rimini del 23 al 29 de agosto.
«Un acontecimiento –escribió Alain Finkielkraut– es algo que irrumpe desde fuera. Algo imprevisto. Este es el método supremo del conocimiento. Es necesario volver a dar al acontecimiento su dimensión ontológica de nuevo inicio. Lo que rompe los engranajes y desencadena un proceso es una irrupción de lo nuevo». Las observaciones de Coppens, maduradas sobre el terreno con una práctica científica de vanguardia, parecen confirmar esta intuición punto por punto.
«En la UNESCO he querido afrontar la temática que sugiere el título del Meeting –explica el paleontólogo– desde una perspectiva histórica, para mostrar que a partir del momento en el que aparece sobre la Tierra el género homo, hace unos 3 millones de años, aparece también la conciencia, que siempre está vinculada a una toma de conciencia de lo que sucede. Con ella se abre al mismo tiempo la capacidad de anticipar los eventos e incluso de una cierta libertad de acción, la posibilidad de una elección: aquello que habitualmente designamos con el término “libre albedrío”.
¿Es la conciencia un fenómeno humano?
Aparece con claridad con el hombre. Es un cambio que desde el punto de vista anatómico se traduce en el desarrollo del cerebro, que percibimos muy bien observando el crecimiento de su volumen y de su irrigación. Al mismo tiempo, vemos el comienzo de la fabricación de utensilios de segundo nivel: en vez de tomar un objeto y servirse de él, este “primer hombre” toma otro objeto para modificar, de forma deliberada, la forma del utensilio de primer nivel de modo que pueda aplicarlo a la función que le quiere atribuir. Aquí vemos claramente la aparición de la conciencia, del acto deliberado. Mi abuela materna me decía: «Puede que tú desciendas del simio, pero yo desde luego no». Lo que quería defender con esa frase era la dignidad del hombre. Esa dignidad está completamente salvada y preservada cuando caemos en la cuenta de que el paso del estadio pre-humano al humano es un salto hacia la libertad. Aunque esta afirmación debe ser matizada si tenemos en cuenta nuestros conocimientos actuales, porque el animal, y en particular el ser pre-humano, ha alcanzado ya una cierta independencia de pensamiento, una cierta forma de conocimiento.
La paleontología nos enseña que no podemos pensar en el surgimiento de la conciencia como una diferencia infundida en el animal con un acto instantáneo. ¿Podemos considerar en la actualidad este salto, que indudablemente se produjo, ante todo como un proceso que se desarrolló gradualmente?
Existe sin duda un desarrollo de la naturaleza, porque el insecto no tiene desde luego el nivel de conocimiento que tiene un mamífero, y un pequeño mamífero como el topo no tiene el nivel de un simio. Cuando se pasa del último ser pre-humano al primer ser propiamente humano se produce al mismo tiempo una continuidad y una discontinuidad. Podríamos decir, con una expresión inglesa, que more is different, es decir, “más” indica “distinto”. En algunos casos decir “más” no es como hacer una simple suma, lo que se obtiene es algo nuevo. Cuando se pasó de la molécula a la célula, hace cuatro mil millones de años, o cuando se pasa de un pre-humano como el australopiteco Lucy a un humano como el Homo habilis, se produce un cambio de status, aunque aparece ante nuestros ojos como un simple proceso de tipo cuantitativo: he aquí un caso en el que more is really different.
El hombre es, por tanto, algo absolutamente nuevo dentro de la naturaleza, y al mismo tiempo está hecho de la misma materia: átomos, moléculas, células, sangre, órganos... Está hecho del mismo “barro”, habría que decir.
En efecto, así es. En el mes de marzo pronuncié una larga conferencia en la Universidad Gregoriana de Roma para demostrar que se pasó del pre-humano al humano a causa de un importante cambio climático y de la necesidad de adaptación que éste supuso. Es un paso totalmente natural. Pero al mismo tiempo, que el pre-humano sea un ser perfectamente inserto en su ecosistema no le impide dar vida a algo nuevo con respeto a su propia naturaleza, a alguien destinado a abrir un desarrollo distinto, el desarrollo cultural. En este sentido el surgimiento del hombre es en sí mismo un verdadero Acontecimiento. Entre el animal y el hombre ha cambiado algo.
¿Tenemos “pruebas” de esto?
Tenemos pruebas iniciales. Un día estaba trabajando en un yacimiento paleolítico en Etiopía llamado Melka Kunture. En los estratos más antiguos encontramos un hombre –digámoslo así– de “tipo A”, que utilizaba una serie de utensilios de tipo A y que por tanto tenía una cultura de ese nivel; al excavar en otros estratos observamos que el hombre cambiaba, evolucionaba, y encontramos allí un nuevo tipo que podemos llamar “B”, pero que seguía utilizando utensilios de tipo A: su cultura tenía un cierto retraso con respecto a su desarrollo biológico. Un poco más allá encontramos otro hombre B, con una cultura B: en un momento determinado también ella había evolucionado. Encontramos también un hombre C que vivía todavía en una cultura B, y más allá otro semejante a él que había alcanzado una cultura C, y también un hombre C con una cultura D, y luego E, F… Esto quiere decir que en un determinado momento la cultura comenzó a superar a la naturaleza, a ir más rápido que la biología. La explicación es justamente el desarrollo de la conciencia, la libertad que poco a poco toma la delantera. En la actualidad la respuesta cultural es mucho más rápida que la natural, hasta el punto de que la evolución biológica en el hombre se ha vuelto un poco perezosa.
Usted es naturalmente un científico evolucionista. Estos descubrimientos, ¿no cambian un poco nuestra forma de mirar la teoría de Darwin?
Estamos tomando conciencia del hecho de que la historia del universo es la historia de una materia que no cesa de organizarse y de complicarse. El estado del hombre actual es el estado más complicado y mejor organizado de la materia que conocemos. Cuando estudiamos la evolución del universo observamos una especie de regla universal, que se perpetúa sin solución de continuidad desde el surgimiento de la materia con el Big Bang hace unos quince mil millones de años, hasta llegar al hombre, pasando por la aparición de la vida sobre la Tierra, hace cuatro mil millones de años. El hombre existe sólo desde hace 3 millones de años. Si todo sucediera en desorden, habríamos podido tener seres muy complicados ya desde el inicio. En cambio, la evolución comienza con organismos unicelulares, después pluricelulares hace cerca de mil millones de años. Hace 400 millones de años aparecieron los peces, los mamíferos: podríamos decir que se observa un constante progreso hacia algo más complicado y más organizado. Esto es una evidencia para todos los paleontólogos.
A propósito de “evidencia”: ¿tiene todavía alguna importancia para los científicos recibir de la realidad una respuesta precisa, una confirmación o desmentido, o la tendencia es a moverse en “escenarios” casi filosóficos?
Este aspecto es absolutamente necesario para los que se dedican a la investigación. El título del Meeting se puede interpretar también en este sentido: la investigación científica es siempre un encuentro con la realidad. Y me gusta mucho el acento de un Meeting “por la amistad entre los pueblos”: «El encuentro entre los seres humanos, a nivel individual o de las poblaciones y sus culturas, es siempre un “acontecimiento” en cuanto que nos enriquece. Nos asombramos de lo que otro puede aportarnos con su cultura».
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