350 chicos italianos, recién incorporados a la universidad o recién licenciados, estuvieron con los amigos americanos en la Jornada Mundial de la Juventud. Una peregrinación para pedir ayuda a la Virgen en las decisiones que deberán tomar. Los encuentros, los momentos de diversión, de esparcimiento y de reflexión movidos por misma pasión por Cristo
«... but I still haven’t found what I’m looking for..». Las voces no son precisamente las de U2, pero el efecto no queda mal, gracias a un buen trabajo de guitarra y a las ganas de cantar juntos en medio de este prado gigantesco y de los más de 600.000 jóvenes que esperan al Papa. Quién sabe si Bono ha encontrado ya lo que buscaba desde que escribió esta canción hace 16 años. Quizá debería venir aquí y mirar las camisetas amarillas de estos chicos que le imitan y que hablan con los acentos de 14 estados de EEUU. En ellas está escrito: «What you are looking for... exists».
«Vosotros queréis ser felices»
Son las camisetas oficiales de las primeras vacaciones nacionales de bachilleres de EEUU. Empezaron en los bosques del estado de Nueva York y culminaron en Toronto, en la Jornada Mundial de la Juventud. Durante un fin de semana compartieron un prado lleno de terrones y ranas con los más de 350 chicos llegados desde Italia, Kazajistán, Rusia, Méjico, Brasil, Argentina, Austria, Suiza y Egipto. Acudieron a la cita para testimoniar el mismo descubrimiento: aquello que buscas existe. Y es visible con la máxima evidencia aquí, en el Sector Amarillo, área 142 de Downsview Park, un antiguo aeropuerto en la periferia de la metrópoli de Ontario que durante dos días y una noche se convirtió en la décima ciudad de Canadá por número de habitantes. Una ciudad de peregrinos que se las ingenian para construir refugios improvisados con lonas y cartones y que desafían las tormentas del verano canadiense para ver de lejos y escuchar la voz de un Papa anciano rejuvenecido por su presencia. Por lo demás, ¿qué otro es capaz de mirar a miles de jóvenes y de captar súbitamente, con una frase, el deseo que les anima? «He escuchado vuestras voces festivas - dijo Juan Pablo II a los jóvenes en Toronto - vuestros gritos, vuestros cantos, y he percibido la espera profunda que late en vuestros corazones: ¡vosotros queréis ser felices!».
Aquello que buscas existe. Basta con echar un vistazo al área 142, una pequeña porción en medio de los 12.000 metros cuadrados de la explanada de Downsview donde destacan las pancartas de Comunione e Liberazione y Communion and Liberation USA. Una porción de pueblo que habla italiano e inglés y que tiene una forma de estar que llena de curiosidad a los “vecinos” mejicanos, que miran pasmados a esos cientos de italianos y estadounidenses que se acaban de conocer y que parecen amigos desde toda la vida. Claudio, de Florencia, “peleó” silenciosamente durante horas con los mejicanos, a base de miradas intimidatorias, para ocupar y mantener libre el espacio en donde debían instalarse los amigos de EEUU que tenían que llegar.
Mirando a Clint Eastwood...
Ahora que la “colonización” se ha llevado a cabo con éxito, ahora que han llegado Chris, Doni, Elvira, Dino, el padre Rich y los chicos, las voces del pueblo de CL en medio de los papaboys mundiales hablan de los días pasados juntos antes de llegar a Toronto, del gusto por una amistad que «te hace sentir como cuando eras niño y tenías un lugar totalmente tuyo, un reino donde te sentías feliz». Palabras de Brian, de Brooklyn, 16 años, que todavía sonríe cuando piensa en cómo ha llegado a esta singular compañía. Tiene un aspecto cool, el pelo rubio todo alborotado y un piercing en la nariz. «Se lo debo a Theresa, mi novia», cuenta. «Una tarde me invitó a ver una película del oeste con sus amigos: yo odio las películas del oeste, pero fui. Se trataba de Unforgiven, con Clint Eastwood. Es increíble, pero la forma de presentar la película me dejó totalmente sorprendido». Alguien puede encontrarse con Cristo también de esta manera, a través del viejo Clint vestido de vaquero. Y al final verse con los amigos durmiendo al raso en un saco de dormir en un prado de Canadá, esperando a Juan Pablo II. «Han sido días estupendos - dice Brian - y en especial la excursión que hicimos a las cataratas del Niágara. Una amistad así es totalmente distinta de las que tengo en Brooklyn. Aquí estoy descubriendo cosas constantemente, es un carrusel de emociones. Me siento comprendido, consigo abrirme...». Le gustaría “abrirse” más y seguir hablando, pero Chris toma la guitarra, reúne un coro y cuenta a toda la explanada de Downsview, a voz en grito, quién es Brian. Han compuesto una canción sólo para él, y el bueno de Brian lo soporta sonriendo. En nuestro pueblo la música tiene un papel decisivo. Es una amistad que crece acompañada por un continuo apoyo sonoro. «Me impresiona particularmente la música - confirma Kathleen, de 17 años, procedente de Washington D.C. - sobre todo por las explicaciones que se nos han dado de los pasajes que hemos escuchado o cantado. El padre Rich nos comentó los textos de las canciones que ha escrito, diciendo que no eran obra suya: “Vienen de Otro”. Esto empiezo a comprender estando aquí: nadie me había hablado antes así, aquí hay Algo distinto». Es más o menos la misma impresión que Jim, de 16 años, trata de llevarse a su casa de Crosby, en el corazón de Minnesota, desde donde ha llegado con sus amigos McLean y John: «Es increíble irse de vacaciones con los amigos y escuchar juntos la Quinta Sinfonía de Beethoven. Es algo que jamás olvidaré. Participé en otros encuentros de carácter religioso, pero la gente parecía estar recitando siempre. En cambio, en estos días he conocido a personas que no recitan. Lo que hacen juntos es su vida verdadera ».
Presentación digital
Voces comunes, con acentos distintos, de chicos de la costa este, del Midwest y también de la costa oeste, desconocidos entre ellos hasta hace cuatro días. Al comienzo de las vacaciones se organizó una presentación digital con diapositivas de Powerpoint para permitir a todos presentarse: en una gran pantalla apareció el mapa de EEUU, con los distintos Estados que se iban coloreando para mostrar cuáles estaban representados y por quién. «Un tipo de amistad como este no es desde luego lo normal», dicen Amanda, de 17 años y Nadia, de 13, venidas desde Sacramento (California). «Hay personas que hemos conocido el lunes y de las que podemos decir que son nuestros mejores amigos».
Mirar al Papa y escuchar su reclamo participando en una realidad como esta hace percibir mejor lo que quería decir Juan Pablo II cuando explicaba a los jóvenes que «la palabra clave de la enseñanza de Jesús es un anuncio de alegría: “Bienaventurados...”».
«Yo no creo que la visita del Papa hubiera tenido el impacto personal que ha tenido en mí - dice Dino, profesor de francés en Staten Island, que acompañó a los bachilleres a Toronto - y creo que no hubiera llevado del mismo modo el sacrificio y los inconvenientes de estar bajo la lluvia si no tuviese claro que, a través de nuestro carisma, Jesús cobra un rostro y una humanidad».
De la Tierra a las Gentes
En el cercano sector de los italianos cambia la lengua, pero el ambiente es el mismo. El padre Beppe Bolis acompañó al grupo que llegaba desde Italia. La mayoría eran recién licenciados o jóvenes que acababan de acceder a la universidad. Se les había propuesto la peregrinación como ocasión para pedir a la Virgen una experiencia personal y profunda de relación con Cristo, en vista de las inminentes elecciones que tendrán que tomar en el campo del estudio, del trabajo y de la vocación. Durante algunos días, antes del fin de semana con el Papa, su casa fue la Fleming Academy de Toronto, una escuela en el centro del barrio de los judíos ortodoxos de la ciudad. Les acogió la comunidad de Canadá, junto a la cual se propuso a miles de jóvenes la exposición “De la Tierra a las Gentes”. Los paneles, instalados en uno de los pabellones donde los jóvenes de la Jornada Mundial de la Juventud pasaron buena parte de su estancia antes del traslado a Downsview, eran meta de una peregrinación continua y ocasión de encuentros.
El cochinillo de Paolo
En el álbum de recuerdos de los que han atravesado el océano para responder a la invitación del Papa hay muchas fotos, algunas insólitas. Está el asalto al cochinillo asado que Paolo y la comunidad de Toronto habían calculado para el doble de los presentes, y que fue devorado hasta los huesos (y más allá...). Está también la mañana de catequesis celebrada en una escuela de la ciudad con el Patriarca de Venecia, Angelo Scola, que invitó a «dejarse reconciliar con Dios». Está también la tarde bochornosa que pasaron sentados en el asfalto de un aparcamiento en la periferia de Toronto, llenando el aire de cantos de Brianza y de coplas florentinas - un extraño repertorio que algunos transeúntes canadienses se pararon a escuchar -, de canciones de los Blues Brothers y de algunas imitaciones. «El encuentro que estamos viviendo - recordó el padre Beppe - es la experiencia de la Misericordia: una realidad más grande que nosotros, que no es un sentimiento o una palabra, sino una Presencia dentro de la vida. Todo se juega en estar frente al “Tú” de Cristo». Un reclamo que daba también sentido al cansancio del día siguiente, al largo camino hacia el parque de Downsview, a la vigilia, a la incomodidad de la noche al raso. «No somos paseantes - subrayó el padre Beppe -, sino peregrinos. Actuemos de forma que todo, incluso el cansancio físico, sea ofrecido a Cristo».
Father James
Para los italianos, el encuentro con el Papa fue la boya que marcaba la mitad del recorrido que prosiguió, durante otra semana, en Nueva York. Tampoco allí, celebrando la misa en la catedral de St. Patrick con el obispo auxiliar de Río de Janeiro, mons. Filippo Santoro, o recorriendo a pie el itinerario del Vía Crucis del pasado mes de marzo desde el puente de Brooklyn hasta la Zona Cero, faltaron las emociones. ¿Cómo no quedar impresionado, por ejemplo, por un personaje como el padre James, un sacerdote de Staten Island, que ofreció su iglesia a los peregrinos llegados de Toronto? Cansados por el largo viaje, con ganas de una buena ducha y de meterse de cabeza en el saco, los chicos sacaron fuerzas, no se sabe cómo, para organizar una velada de cantos. Al final, el padre James les sorprendió: «Nunca he visto a unos jóvenes cantar y rezar de esta forma», fue su saludo de buenas noches. Después de una semana de convivencia, el padre James se despedía con palabras llenas de afecto: «Rezaré por vosotros todos los días - dijo - y por el movimiento de CL, para que cada uno pueda ser feliz al igual que me habéis hecho feliz en estos días, revitalizando mi sacerdocio».
«En la vida lo quiero todo»
Son palabras que suenan en sintonía con las que, nada más llegar a Turín, Elena envió a Lorna, en Brooklyn: «En estos días he comprendido el valor de la gracia que recibí al conocer el Movimiento. Ahora tengo un deseo inmenso: no perder jamás la compañía que he experimentado en Toronto y en Nueva York. En los rostros de los amigos he visto el rostro del Misterio y... ¡quiero seguir viéndolo! En estos días he seguido y jugado mi libertad; así he ganado cien veces más. Querría estar siempre igual de contenta, y por ello no quiero por nada del mundo perder el Movimiento. Yo, en mi vida, lo quiero todo, el todo que es Cristo que está dentro de nuestra compañía, en todos sus gestos».
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