David Forte, profesor de Derecho en la Cleveland State University e investigador de gran predicamento en Estados Unidos, dictó una conferencia en el Meeting de Rímini en el ámbito del encuentro titulado “el regreso del tío Sam”
Profesor Forte, un año después del 11 de septiembre ¿podemos decir que el sentimiento de la identidad americana ha cambiado?
Desde luego que sí. Durante diez años, hasta el 11 de septiembre, América estuvo volcada en sí misma, totalmente dedicada a sí misma. Su presidente estaba concentrado en sí mismo: Bill Clinton carecía de una “visión”, una estrategia; tanto él como su equipo estaban comprometidos con el día a día. George W. Bush no es un intelectual, pero, aparte de que sabe escoger a las personas apropiadas (Condoleeza Rice, Dick Cheney), ha entendido que aquella jornada de hace un año nos abrió las puertas de una era completamente diferente. Ahora cuenta el largo plazo, cuenta la estrategia de sistemas. Bush, como Truman, debe razonar de acuerdo con perspectivas de largo alcance. La vieja Casa Blanca tenía un calendario de meses; la actual administración, de decenios (las reformas fiscales, por ejemplo, tendrán consecuencias para dentro de diez, veinte años). La diferencia respecto al periodo “clintoniano” es que ahora estamos volviendo a entrar en el mundo, América está de nuevo en el mundo. Cuando Bush habló de una guerra larga, señaló a los americanos un nuevo compromiso, un compromiso en el mundo. Y es ahora, tal vez, cuando los americanos lo están entendiendo...
¿Lo dice también en el sentido de que el pueblo americano es consciente de que está “volviendo al mundo” tras un decenio “egoísta”?
No cabe duda de que está sucediendo algo en la conciencia popular: despunta un nuevo sentido de nacionalidad, aunque creo que para ello es necesaria una mayor capacidad simbólica. Me refiero a la bandera, al reencuentro de todos bajo este símbolo de unidad; o pienso en una bellísima campaña publicitaria no comercial titulada I’m an american (Soy un americano); son símbolos potentes sobre los que se concentrarán la capacidad de juicio y la fuerza del sentimiento. Pero cuando Bush indica la perspectiva de la guerra larga debe dar una razón adecuada para el sacrificio que pide; a eso le llamo yo capacidad simbólica. Y se precisa más de la que hay.
¿Pero es la guerra la única respuesta? ¿No existen reformulaciones y vacilaciones acerca de la guerra visto el dudoso resultado de la campaña en Afganistán?
No, la guerra no puede ser la única respuesta. Porque, además, en Afganistán la victoria en el campo no ha tenido un equivalente “simbólico” fuerte, como la captura de Osama. En todo caso, es necesario también el compromiso por difundir y consolidar la democracia en todas partes; y también una clara recuperación económica (además, Bush se jugará la reelección en la economía). Pero respecto a la cuestión de la guerra hay que ser claros. Los medios de comunicación, tanto en América como en Europa, son de izquierdas y juegan a la confusión. Y los intelectuales, especialmente los europeos, llegan hasta el cinismo. De hecho, en Europa seguís repitiendo que el mundo es más complicado de lo que piensan en América, que es difícil distinguir el bien del mal; en América decimos que el mundo es más sencillo de lo que piensan en Europa y podemos elegir entre el bien y el mal. Vosotros buscáis las razones para no actuar; nosotros buscamos razones para actuar. Esto conduce, por ejemplo, a una consideración diferente del terrorismo. Nosotros pensamos que no se puede legitimar el terrorismo nunca, por ninguna razón; es una discriminante absoluta, que viene antes de cualquier otra consideración.
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