Presentación en tierras mexicanas de Los orígenes de la pretensión cristiana, un texto al que no se puede dejar de prestar atención por tratarse de un planteamiento serio y amoroso sobre la vida, sobre nuestra vida
Desde el susurro maya de un cálido Campeche, pasando por Oaxaca, tierra de la Guelaguetza (conjunto de bailes de la región), y hasta el centro del país, la ciudad de México, el mensaje de Giussani fue sembrando el camino de preguntas, preguntas y más preguntas en aquéllos que fueron alcanzados por este encuentro. Y es que los distintos momentos en quese presentó el libro fueron eventos públicos, eventos abiertos para llegar a cada persona ahí donde está, es decir, en su existencia cotidiana.
El país
Nuestro país cuenta con un 89.7% de población católica y por ello, no es extraño el cariz que le identifica como un pueblo de gran tradición religiosa. Esta característica del pueblo mexicano no fue óbice para que jóvenes y adultos se asomaran a esta propuesta con el estupor de haber encontrado algo nuevo, de haber presenciado un acontecimiento que verdaderamente tenía que ver con su vida.
La afirmación hoy de que Cristo alcanza al hombre donde quiera que éste se encuentre, después de más de 2000 años de su irrupción en la historia, pudo no ser aceptada por muchos; sin embargo, no dejó de ser una cuestión fascinante para ninguno.
Un evento “raro”
En el claustro del “Instituto de Cultura de Campeche”, 10 de diciembre de 2001, cerca de doscientas personas se reunieron para asistir a un evento “raro”. En efecto, ciertos aspectos preocupaban al director del Instituto: temores de que la presentación de Los orígenes de la pretensión cristiana por el Exmo. Sr. José Luis Amezcua Melgoza Obispo de Campeche fuera un evento “religioso”, que en un México aún cargado de una tradición laicista a pesar de los recientes cambios políticos, sonaba algo desentonado al celebrarse en un ambiente oficial.
La pretensión cristiana, es decir, la de anunciar que la respuesta hecha carne al corazón del hombre es Cristo provocó, la respuesta entusiasmada de los asistentes que no podían contener su curiosidad ante el texto de Guissani. La chispa que ese día se encendió en muchos puso de manifiesto lo poco que se le habla al hombre de cómo vivir la realidad, lo mucho que vivimos distraídos y lo regocijados que resultan nuestros corazones cuando un “evento raro” nos encara y nos pregunta por el sentido último de nuestra existencia.
En Oaxaca
En Oaxaca, el majestuoso patio colonial de la “Fundación Bustamante”, enclavada en el centro histórico de la ciudad, fue el espacio donde se atestiguó otro gran momento. Ese día 13 de febrero de 2002, el sugestivo título del libro fue referido por los tres presentadores. Se encontraban ahí tres personajes de la vida de la ciudad; tres protagonistas que están inmersos en la vida cultural, política y empresarial de este Estado mexicano: el Dr. Alfredo Jiménez Orozoco, actual Rector de la Universidad Regional del Sureste; el Lic. Rubén Vasconcelos, Historiador y ahora Cronista oficial de la ciudad; y el Contador Carlos Guzmán Gardeazábal, empresario oaxaqueño, miembro de la Cámara Nacional de la Industria y Transformación y Consejero de varias ONGs.
A través de la lectura del libro, los presentadores pudieron reconocer algo que ya apreciaban; es decir, que es vital e indispensable formar un criterio para la vida, que existe una manera de vivirla que corresponde con esa exigencia de plenitud que todos llevamos dentro, porque al final, la vida tiene un destino.
Nueva educación
Inmediatamente, se percibe que esta forma de vivir no se da automáticamente; y que requerimos de la compañía adecuada para lograrlo. De ahí que sea la presencia de Cristo la que nos ayuda a saber usar nuestro corazón y nuestras exigencias fundamentales de manera tal que correspondan con lo que siempre hemos deseado: la felicidad.
En este punto fue muy interesante destacar la figura humana de Jesús de Nazareth, que transformado en un Maestro, atrae a sus discípulos, los cautiva por su forma de ser y educar, con métodos y técnicas participativas en donde el eje central era la persona vista en su totalidad. Esta profunda reflexión no pudo desligarse del papel que actualmente juegan las Universidades en la formación de las personas. Nuestro mundo no está siendo educado humanamente y es necesario emprender un serio trabajo educativo en este tenor. Por eso aquella tarde se elevó a una sola voz la pregunta ¿cómo continuar la pretensión cristiana?
Usar la razón
En el auditorio del Centro Escolar Cedros de Ciudad de México, Jesús Carrascosa, responsable internacional de CL, nos acompañó en una presentación más del de Luigi Giussani. Su presentación se centró en desenmascarar el mito racionalista que reduce lo existente únicamente a lo que puede demostrarse de una manera tangible, haciendo a un lado el sentido último y profundo del hombre que, precisamente en función de una razón abierta, siempre está presente. Tomando en cuenta esta cuestión, Jesús Carrascosa calificó a la obra de Giussani como un texto que no es fruto de una teoría o de algo abstracto, sino producto de una experiencia.
La razón que se identifica con las preguntas profundas, con las exigencias primigenias del hombre, le obliga desde luego a vivir en una tensión. El cristianismo sale al encuentro del hombre que busca hallar respuesta a la exigencia de su razón. La capacidad racional del hombre culmina en la búsqueda del sentido último de la existencia, esto es, en el sentido religioso.
El itinerario
Usar bien la razón significa, en primer lugar, no cerrarse y contemplar nuestra realidad de hombres y mujeres como mendigos que piden encontrar eso que dé sentido a su vida. Con este criterio, podremos comprender que el método para conocer lo impone el objeto que se estudia. Si de lo que se trata es de discernir cuál es la religión verdadera, por ejemplo, estamos en un terreno que no es sujeto a prueba, pero en el cual uno necesariamente debe adquirir una certeza. Esta certeza sólo puede obtenerse cuando preguntamos a nuestro corazón y experimentamos una correspondencia.
La forma pedagógica para lograrlo es precisamente vivir con mucha atención. Cada uno debe crecer en su propia tradición y evaluar si lo que se propone tiene que ver con su “yo” profundo y consciente. El itinerario de los apóstoles para adquirir certeza de que Jesús era el Cristo siguió un método de certeza moral, de correspondencia, que les permitió saber más de sí mismos, llegando a una plenitud y alegría mayores.
Os hará libres...
El día 5 de marzo de 2002, un espacio universitario en la ciudad de México, la Universidad Iberoamericana, reunió a tres hombres de diferentes tradiciones religiosas para comentar el segundo volumen del curso básico de cristianismo. El Lic. Enrique Monvshovich, director de una escuela judía de Ciudad de México, el padre Rubén Murillo, jesuita y profesor de la Escuela de Ciencias Religiosas de la misma Universidad Iberoamericana, y el Lic. Amedeo Orlandini, profesor de Ética y Comunicación en la Iberoamericana y miembro de CL emitieron interesantes juicios sobre la obra presentada.
Destacaron que una de las preguntas más importantes que el texto plantea es a cerca de la existencia de una verdad única. En el contexto religioso, este libro obliga entonces a cada uno a expresar claramente cuál es el sustento de pertenencia a determinada tradición religiosa. Y en este punto el ponente judío, el licenciado Monvshovich, se remitió directamente al texto de Guissani para indicar:
«...si hay un delito que una religión puede cometer es el de decir “yo soy la religión, el único camino”. Es exactamente lo que pretende el cristianismo. Sería delito en cuanto que resultaría una imposición moral de la propia expresión a los demás. En consecuencia, no es injusto sentir repugnancia ante tal afirmación; lo injusto sería no preguntarse el porqué de dicha afirmación, el motivo de esta gran pretensión».
Esta radical afirmación, desde luego dejó desconcertados a todos; pero aún faltaba más.
La Verdad
Si hemos entendido bien lo que la pretensión cristiana significa, debemos asumir de la misma forma que lo que se quiere decir en última instancia es que no se puede disociar a Cristo y de La Verdad, porque si Cristo no fuera la verdad, no habría razón para seguirle. Este empeño por afirmar que Cristo es “la” Verdad, y no “mi” verdad, no debe ser mal interpretado, ya que con esto no se quiere decir que quien afirme a Cristo como La Verdad sea poseedor de ésta última; sino más bien lo que se está diciendo es que Cristo es La Verdad que no le pertenece a ningún hombre, pero de la cual todos están llamados a participar.
La cuestión de La Verdad desde una perspectiva cristiana, requiere indispensablemente de la posibilidad del diálogo; así como de la posibilidad de ir al fondo de la experiencia sin crear barreras ni censuras. Ahondar en la propia experiencia y en la del otro para así expresarse dignamente. De ahí los esfuerzos por dar cauce al ecumenismo constructivo que no deja de reconocer el esfuerzo del hombre por alcanzar ese Misterio que a todos nos ha constituido.
Católicos 89.7%; protestantes 4.9%, judíos 0.1%; otros 2.1%; no religiosos 3.2%. Cfr. Almanaque mundial 2002, Procoelsa, México, p. 456.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón