Milán
La inexorable positividad de lo real
Publicamos la carta de Giovanni a su padre, que trabaja en el rascacielos Pirelli, con motivo del trágico acontecimiento del 18 de abril.
«Tengo miedo de vivir la oración como la última esperanza»; le dije a Gio la tarde del 18 de abril ante el desgarro del Pirelli. Por la experiencia que vivo mi preocupación no era duda de la existencia de Cristo, sino reducirlo a una consolación. No es el fruto de un razonamiento lo que me ha llevado a decir que Cristo es lo primero en todo. Me lo habéis hecho comprender tú y tus compañeros por la forma en la que habéis vivido esta dramática circunstancia. Al final he comprendido (al menos así lo creo) lo que Giussani define como «la inexorable positividad de lo real». Y me lo has hecho comprender tú, papá, me lo has testimoniado tú, que en todo aquel caos llamaste a casa en cuanto pudiste para decir que estabas bien, y acto seguido te pusiste a trabajar, en vela toda la noche, porque más que nunca, “había que hacer”. Y me lo ha testimoniado Fiorenzo (a quién ni siquiera conozco), que llamó a casa y sin perderse en formalismos, preguntó dónde estabas porque era necesario verse para organizarse. Me lo han testimoniado de manera conmovedora mamá y María, que no corrieron “desesperadas” a buscarte, sino que se pusieron a rezar. En definitiva, papá, lo que quiero decirte es que me has hecho comprender que ante el Pirelli resquebrajado, la inexorable positividad de lo real no es decir «sí, pero al menos Dios existe». Es algo totalmente diferente, es un grupo de personas que responde inmediatamente a lo que hay que hacer. Nosotros, o por lo menos yo, nos equivocamos siempre porque nos esforzamos con nuestra razón en buscar a Cristo en las cosas que suceden, pero como mucho podemos identificarlo con lo que nos va bien. En cambio, la grandeza de Dios, precisamente inexorable, es que es la misma realidad la que sigue provocándonos. Y la libertad consiste en ponerse frente a ella, en darle respuesta. Tú no lo sabes, pero el viernes por la mañana, sobre las 9:30, fui al Pirelli y te vi junto a los demás detrás de Formigoni al que estaban entrevistando. Y vuestros rostros, después de una tragedia y de una noche en vela, eran todo lo contrario de tristes y cansados. Entonces yo pensé que mi pequeña respuesta a la realidad era ir a clase a la Escuela. Y no estaba contento porque tuviera una clase que me fuera a gustar, sino porque había clase y mi libertad consistía en ponerme delante de aquello. Bueno, lo único que se me ocurre decirte es que tengas un buen trabajo.
Giovanni
Forlí
La hierba que crece
Querido don Giussani: Había leído el libro Nacido dos veces de Giuseppe Pontiggia y se lo propuse también a mi profesora de Derecho y Economía regalándole también Huellas, que contenía una entrevista al autor. Temía su reacción, porque me parecía haber entendido que no era practicante. Pero ella conoce muchas cosas del movimiento y no sólo se entusiasmó bastante por que le hubiera dado Huellas sino que incluso me pidió alguna otra cosa para leer. Yo, contentísima, le aconsejé la carta del Papa y la suya. A la mañana siguiente me dio las gracias por habérselas dado. No soy italiana, soy de Albania, y hace un año que pertenezco a GS: dese cuenta que cuando vine a Italia ni siquiera estaba bautizada. Pero Dios ha querido que entrara en GS, que encontrara a Cristo y que recibiera también los tres sacramentos - Bautismo, Comunión y Confirmación - a los 16 años. En este breve tiempo que llevo en GS descubro muchos cambios, y cuando vuelvo los ojos al pasado veo que, como decía Cesana en Semana Santa, la hierba ha crecido muchísimo, y además es verde y hermosa. He aprendido también algo muy bonito y sobre todo útil para mi vida: aceptar la realidad tal como viene es acogerla siempre con los brazos abiertos. También mis padres, que crecieron en un ambiente completamente comunista y del cristianismo saben bien poco, están contentísimos por todo lo que me ha ocurrido y esperan que le ocurra también a mi hermano pequeño de 12 años. Qué impresionante, don Gius, que lo que una a una chica albanesa de 16 años con una persona extraordinaria como usted, que jamás se han visto, sea una sola cosa: Cristo. Dios le bendiga siempre y le ayude en cada pequeño instante de su gran tarea.
Agnesa
Betania
En la ciudad destruida
Samar nos manda estas líneas desde el Orfanato de Betania, donde cuida de 80 niños palestinos.
Viernes 5 de abril de 2002
Queridos amigos: Saludos de muchos cristianos. Escucharos me da mucho valor. La situación aquí es extremadamente difícil, pero creemos que no existe problema, circunstancia o situación más grande que Dios. La batalla está en sus manos. Por Él no nos rendimos. Tenemos un Salvador, un Señor que no nos deja caer. Hasta el momento todavía tenemos alimentos en nuestra despensa, pero somos una familia de 108 personas. Los comercios están vacíos y el asedio paraliza a la gente que no puede hacer compras. Muchas personas me preguntan cómo haré para alimentar a una familia tan grande en el futuro. Yo me quedo en silencio y recuerdo sólo que Jesús alimentó a una multitud en el lago Tiberíades e impuso las manos a los niños. Algunos pacifistas han intentado obtener alimentos en Ramala, pero han sido atacados con bombas lacrimógenas. La gente aquí no tiene absolutamente nada. He visitado Belén y he llorado. Parte de la ciudad está destruida e incendiada. La gente pide agua y alimentos, lamentándose de sus heridas por las que se desangran, privados como están de medicamentos. Y piden enterrar a sus muertos. Os pido que sigáis rezando por la paz. En Cristo.
Samar
Madrid
Caritativa en el túnel
Queridos amigos: Estoy saliendo del primer fin de semana en Madrid. El viernes me recogió el profesor con el que voy a trabajar, y me llevó a la Universidad Autónoma; allí empecé a comprender enseguida el estilo de vida de los españoles: el campus universitario tiene piscina, pistas de tenis y gimnasios, frecuentados también por los profesores a lo largo del día, guardería para los hijos de los profesores y sala de baile. Paso la tarde allí; después, nada más llegar al hotel contacto con Roberto (amigo milanés del movimiento) y me adentro con los transportes públicos en la ciudad. Me veo con Roberto y algunos de sus amigos madrileños que se están preparando para la caritativa y me preguntan si quiero participar. La caritativa empieza ¡a las 21:30!; me explican que consiste en preparar la cena para los pobres e ir por la calle distribuyéndola. Participo un poco perpleja; me encargo del caldo caliente y les sigo por el túnel más maloliente y abandonado que jamás haya visto, donde viven algunos de los vagabundos y de los “desesperados” de esta ciudad luminosa y agradable. Allí asisto a algo que me cuesta describir: llegan los chicos de CL, que desde hace ocho años van al hediondo túnel cada viernes por la noche, mientras la ciudad empieza a disfrutar de la movida; las cajas de cartón empiezan a agitarse surgiendo personajes increíbles, desquiciados y malolientes, cada uno con su historia, y les veo retomar la vida gracias a esta visita de los amigos. Decir que esta caritativa consiste en dar de comer a los pobres es extremadamente reductivo respecto a lo que he visto: he comprendido que esos duendes de la noche, salidos de los cartones, de los que nadie se preocupa, esperan durante toda la semana el momento en el que alguno va a dedicarles atención, a interesarse por ellos, a escucharles cuando cuentan sus historias, algunas increíbles, porque muchos de ellos eran hombres de éxito, profesionales y licenciados (hay hasta un ingeniero que habla perfectamente cuatro idiomas y que ha terminado allí después de la muerte de su mujer), que por algún motivo no han soportado el peso de la vida... Los chicos les llevan algunos cigarrillos y algo caliente para comer, de acuerdo, pero esto parecía lo más marginal la otra noche. Imaginadme allí, bien vestida, repartiendo caldo caliente y asistiendo a este encuentro de “amigos” que se abrazan, ríen y recobran vida. También yo fui abrazada y besada por estos vagabundos en calidad de huésped extranjera de la velada, aunque no estaba psicológicamente preparada para esto. Me vi implicada en discusiones de las que no entendía casi nada y pensaba: «¡Empezamos bien! ¡Si esto es el comienzo, cómo será el resto!». Me impresiona mucho la acogida y la familiaridad de los ciellini españoles, llenos de entusiasmo y dotados de una sencillez de la cual hemos perdido un poco en el camino, y... ¡seguro que no renuncian a disfrutar de la vida!
Costanza
Nazaret
Es difícil imaginar un hospital en Israel, en estos momentos de enfrentamiento, en el que médicos y enfermeros árabes y judíos trabajan codo con codo. En el Hospital de la Sagrada Familia de los hermanos de San Juan de Dios, cristianos, musulmanes y judíos conviven y trabajan juntos. El hospital está situado en una de las ciudades de Israel con el mayor porcentaje de árabes, como un «milagro» de convivencia y colaboración entre personas de diferente etnia, religión y sentimientos nacionales. Lo puso en marcha hace 120 años la Orden Hospitalaria. Ofrece 105 camas, servicios de urgencias, radiología, cardiología, etc. Ofrece posibles servicios a una población de 250.000 personas. Registra habitualmente 7.500 hospitalizaciones, 3.500 operaciones, 1.500 partos y 20.000 visitas ambulatorias. Se ha convertido en el principal centro para la prevención del cáncer de mama entre los árabes israelíes gracias a la donación de una judía estadounidense enviada por la Sociedad israelí para la lucha contra el cáncer. Lo que para quien viene parece un milagro, para nosotros es experiencia cotidiana. Es obvio que no faltan los problemas: el servicio del hospital requiere el equivalente a 11 millones de dólares al año, pero las entradas no cubren más de 9 ó 10. El resto lo pone los religiosos de otras actividades. Además de centro sanitario, el hospital es una insustituible fuente de renta para 300 familias, en su gran mayoría árabes, que no sabrían cómo subsistir en un área donde la tasa de desempleo es especialmente alta.
Lucía, Las Rozas
Argentina
Querido don Giussani: Desde hace tres años nos encontramos todos los sábados, por grupos de trabajadores, universitarios y secundarios, en un centro comunitario del barrio San Roque, situado en un ángulo marginal entre cruces ferroviarios, identificado como La Lona. Allí realizamos con los niños del lugar distintos gestos, en el intento de educarnos en la caritativa. Vivimos momentos recreativos, compartiendo con los niños diversos juegos y cantos, aprendiendo a rezar juntos y preparando cada año la Fiesta de Navidad, con villancicos y la representación del pesebre viviente, en la que ellos implican a sus familiares. La amistad vivida con los niños puso de manifiesto la necesidad y el pedido de algunos de un puntual apoyo a sus tareas escolares. También surgieron iniciativas de visitar a ancianos del barrio que viven solos. Los nacimientos de hermanitos de los chicos que vienen a la caritativa y la preocupación de que crezcan sanos dio lugar a una invitación a las madres a participar en charlas sobre la lactancia materna efectuadas por algunos universitarios de la escuela de comunidad de medicina.
Al volver a la caritativa, después de la interrupción por vacaciones, me sorprendió el afecto que nos tienen por haber ido a verles los sábados. Los chicos nos recibieron como se espera a un amigo que ha prometido su regreso y, al irnos, nos preguntaban: «El sábado próximo ¿vienen?». El sábado de Gloria, nos sorprendió la grandeza de un gesto, por su libertad y simplicidad: al llegar al lugar, un grupo de chicos nos pidieron que los esperáramos un momento porque estaban preparando algo para nosotros. Como siempre al comenzar la caritativa, rezamos el Ángelus y leímos un punto de El sentido de la caritativa. La sorpresa fue un regalo: un pequeño conejo de papel de hoja de cuaderno pintado con sus lápices de colores. Delante ponía “Felices Pascuas” y por detrás «Gracias por enseñarnos a jugar y a aprender». Voy a la caritativa gracias a una historia que me educa y me hace sentir abrazado con una gratitud tan fuerte como cuando recibía el abrazo de mis hijos cuando eran pequeños o como el que ahora siento de mi nieta cuando viene a mi encuentro.
<strong>Pato, Santa Fe
Elige
Antes de nada, quiero decir algo que jamás pensaba que podría llegar a decir: que Dios se ha hecho carne y está presente en mi vida, y no sólo ahora, sino que siempre ha estado conmigo. Hace seis años me detectaron una enfermedad que ha cambiado mi vida en muchos aspectos. Durante los primeros años me negaba a aceptarla y me rebelaba, porque no podía entender lo que me sucedía. Pero pude comprobar cómo la enfermedad me iba consumiendo poco a poco, e incluso me vencía. Yo desconocía lo duro y difícil que podía ser, y creía que con la ayuda de los médicos y de la gente que me rodeaba ya estaba todo solucionado. Pero no fue así; lo único que conseguí fue hacer daño a personas muy queridas para mí. Mi relación con Cristo era también de rebeldía; a pesar de ello, tenía la certeza de que nunca me abandonaría y que siempre estaría ahí diciéndome: «Elige, utiliza tu libertad». En todo ese tiempo cometí muchos errores, que ahuyentaron a los que estaban a mi lado. Por fin, hace un año asumí que tenía una enfermedad. Empecé de cero, pero siempre teniendo presentes lo que me decían mis amigos. Aunque sigo enferma, ahora veo las cosas desde otra perspectiva. Y con esto quiero dar las gracias, pedir perdón a aquellos a los que hice daño y rogarles que sigan pidiendo por mí. Cada uno tiene su limitación, pero tengo muy claro que nos une algo más grande: Cristo, que ha resucitado y que actúa. Él es el único que nos puede salvar de vivir en una prisión, sea como sea la circunstancia que atravesamos.
Miriam, Madrid
Criaturas nuevas
Querido don Giussani: El domingo 13 de enero, día del bautizo de Cristo, con la presencia del obispo mons. Ricardo Ezzati, se bautizaron e hicieron su primera comunión y confirmación, dos amigos: José y Adán. A José lo conocimos hace cinco años, en la cárcel de Colina 1, en la que tímidamente empezaba a participar en el coro que habíamos formado entre algunos amigos de CL y algunos internos del penal. Dos años más tarde (diciembre 1998), José sale con libertad y para sorpresa nuestra, se siguió manteniendo la amistad, e incluso se ha profundizado, ya que hace algún tiempo está haciendo Escuela de comunidad con nosotros. Cuando le preguntamos por qué quería recibir los sacramentos, nos dijo: «Para poder ser hijo de Dios». Sólo esta respuesta bastaba, el deseo y la exigencia de pertenecer a quien lo estaba llamando por su nombre. Adán en cambio es abogado, y lo conocimos en la Universidad. A pesar de haber sido compañeros de curso durante cinco años, prácticamente nunca habíamos conversado (apenas nos conocíamos de nombre). Así fue hasta que, hace ya casi tres años, un día nos tocó casualmente compartir la mesa de estudio en la biblioteca (estabamos preparando el examen de grado, cada uno por su cuenta, claro). A los pocos minutos de estar allí se produjo - de una manera completamente imprevista - un diálogo intensísimo y franco sobre nuestras vidas e historias. A partir de ese momento surgió una gran amistad. En diciembre del año pasado, luego de un retiro en el que se nos recordaron palabras suyas sobre el significado del bautismo, le preguntamos si quería bautizarse. Tras pensarlo un poco (lo piensa absolutamente todo), dijo que sí. Al justificar su decisión decía: «Yo que nací viejo desde niño, reconocía por primera vez que había algo mejor y que no lo podía obtener de forma individual o aislada». Querido don Gius, frente a estos hechos no es posible no darse cuenta de que es Otro el que lo hace todo, como nos dijo Vd. aquél 30 de mayo. Gracias por todo lo que nos ha dado. Rezamos siempre por su salud. Afectuosamente.
Romualdo, Leslie y Fernando, Santiago de Chile
Pedid
La relación con mis compañeras de trabajo es muy buena. A menudo surgen conversaciones, comentarios en los que cada una pone delante de las otras lo que vive y nos ayudamos mutuamente. Una de ellas está embarazada. Hace poco, le comunicaron que su hijo tenía dos tumores en la cabeza, que podrían remitir o no. Nada más enterarme, se lo comenté a mis amigas y a mi familia para que pidiéramos por ello. Una noche le dije que había mucha gente pidiendo por el niño. Así quedó la cosa y estuvo de baja durante una semana. A menudo me venía a la cabeza, ¿dónde está la positividad en todo esto? Me acordaba de un antiguo lema: La realidad es positiva. Recordé que la positividad es la relación con ese Dios bueno que está en nuestra vida, con Jesús. Cuando mi compañera regresó al trabajo, me abrazó y me comentó: «Me acordé mucho de lo que me dijiste aquella noche, porque al niño le han desaparecido los tumores y está normal». Algo parecido sucedió hace un mes con otra compañera. Se sospechaba que su futura sobrinita tuviese alguna enfermedad. Cuando nació se temía algún daño cerebral. Le estaban haciendo pruebas y ella no dejaba de contarme y llorar a ratos. «Pido por vosotros», le aseguré. Al cabo de varios días, llegó y me espetó: «Todo está bien; ya le dije a mi madre que Teresa pedía por ello». Después de lo que pasó, comprendo que cuando pedimos no lo hacemos sólo para que se resuelva una situación dolorosa; lo primero que hacemos es reconocer nuestra dependencia. Sólo así vivimos en paz, seguros de que todo de alguna forma es bueno. A mí esto no me lo quita nadie, ya es patrimonio de mi experiencia. Cuando fui a ver la exposición del Happening en la Universidad me impresionó, sobre todo por lo que acabo de relatar, que lo peor que nos puede suceder no es una catástrofe o una enfermedad, sino vivir sin un sentido. Ante el título de un panel: ¿...Y tú que dices?, yo hoy respondo: «Hágase en mí, según tu palabra».
Teresa, Torrelaguna
En óptima compañía
Escuchando a don Giussani y Cesana se impone la percepción de la presencia de Otro en sus vidas. El Señor actúa cumpliendo sus vidas de una forma amorosa e insospechada y esto es un hecho, frente al cual uno no puede menos que dejarse conmover y cambiar. Se muestra como algo evidente que estos dos hombres son signo de Otro más grande y por esto mismo nace un afecto mayor a ellos y a Aquel que se manifiesta en ellos. Su propio límite y las experiencias dramáticas por las que han pasado no les han desarmado, no les han abatido, como cabría esperar en cualquier hombre. Verdaderamente estos hechos son peldaños por los que paso a paso se va cumpliendo su vida. Sobre todo, brilla la certeza de que la realidad es positiva, no a pesar de las circunstancias, sino en las mismas circunstancias. El contenido de la realidad es su presencia, frente a la que cada mañana uno pide ponerse con un deseo, una pregunta y un ofrecimiento. Durante todo este tiempo me resuena en la cabeza: «Mujer, ¡no llores!», tu destino es bueno, yo te he mirado. En estos hombres verdaderamente se hace carne el recorrido de provocaciones de estos ejercicios. ¿Qué otro camino podría uno elegir, desear o imaginar?
Pablo, Madrid
¿Quién nos dará la felicidad?
Preparar juntos el Happening ha supuesto ponernos en medio de la universidad, porque nos dijo Baroncini en los ejercicios: «La certeza del encuentro se convierte en convicción cuando la ponemos en juego dentro de todo lo que hacemos». Muchos de mis amigos y yo lo hemos comprobado. ¿No es un milagro que servir minis de cerveza, explicar la exposición o hablar sobre “multiculturalismo” me haga estar más con-vencido de Cristo? Me ha impresionado darme cuenta de que lo único que me permite vivir en el mundo con la certeza del encuentro con Cristo es estar con otros que viven con la misma certeza. Mil incapacidades se vuelven capaces porque Cristo está. El lema que hemos escogido no era una pregunta para otros, era para mí. Cesana nos dijo un día, mientras tomamos el aperitivo con él: «No os preocupéis de comunicar a Cristo, preocupaos de vivirlo. Si lo vivís, lo comunicaréis». Durante los días del Happening hemos conocido a mucha gente. Ana, una italiana amiga mía de la facultad, vino a tomarse un café y al volver a casa se puso a llorar sin saber por qué. Al día siguiente, volvió con una amiga suya, Mio, una belga de padre japonés. Vieron la exposición y discutieron durante media hora con Raúl. Ana dijo: «Aquí he visto la belleza que siempre he querido y ahora veo que ya no me basto yo misma». Mio, vino a cenar hace poco y nos contó: «El viernes estuve luchando todo el día contra mí misma para no volver al Happening...». Al final, volvió.
David, Madrid
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón