Por sus estudios y experiencia, Samir Khalil SAMIR es uno de los mayores expertos en las relaciones entre Cristianismo e Islam. Hace unos meses concedió a Fides una entrevista de la cual publicamos un extracto significativo
El jesuita egipcio Samir Khalil SAMIR, nació en El Cairo en 1938. Se formó en Francia y desde hace más de veinticinco años imparte sus clases en el Pontificio Instituto Oriental en Roma. Ha vivido durante siete años en Egipto enseñando y trabajando como encargado para el desarrollo social y la alfabetización. Actualmente también imparte clases de enseñanza islamo-cristiana en la Universidad Saint Joseph, de Beirut (Líbano). Dicho curso lo imparten a la vez dos profesores, uno cristiano y otro musulmán, a estudiantes de ambas religiones. En sus palabras, «este trabajo en común es muy importante. No hay nada que tú enseñes que el otro no escuche, lo cual impide lenguajes ambiguos o de doble sentido».
Ante el creciente número de inmigrantes que, cada vez más, llegan a Europa ¿qué problemas se plantean en su opinión para Occidente?
En Occidente, hay una presencia musulmana cada vez más numerosa por motivos económicos de ambas partes. Por un lado, Occidente - España e Italia, en particular - tiene una tasa de natalidad bajísima, necesita mano de obra externa y la musulmana es la más cercana (el norte de África, Senegal, etc.). Por otro lado, los musulmanes son países subdesarrollados y con una demografía galopante. Así ambos favorecen este movimiento que se incrementará mientras Occidente no adopte una política demográfica distinta. Esto, por sí mismo, no es un peligro. El peligro, ¿de dónde viene? Viene de algunos líderes, algunos predicadores y conversos occidentales al Islam (españoles, italianos, franceses y alemanes) que tienen un proyecto político para obtener un estatuto particular para los musulmanes dentro de la nación que les hospeda. Esto me parece un peligro para todos, porque crea un gueto, encierra, y crea una sociedad que tendrá dos regímenes políticos y jurídicos, lo cual no es un bien para ninguna nación. Los musulmanes son los únicos inmigrantes en toda Europa que piden un estatuto particular. Chinos, budistas, hinduistas u otros inmigrantes que vienen de África o Asia, no piden un estatuto particular. Sólo los musulmanes. Esto suscita un interrogante: ¿con qué derecho? ¿Por qué tú, como musulmán, no puedes integrarte en la sociedad? Existe un motivo: el Islam no es simplemente una religión. Es un proyecto global, social y político, que incluye religión y cultura. No es una religión tal como la entendemos en Occidente. Entonces, el problema es que hay una civilización global que es la occidental, que ya no se reconoce como religiosa aunque sus fuentes y raíces lo sean, y hay una civilización global que es política, que es la del Islam. Se plantea así una confrontación entre dos civilizaciones. Si acepto dentro de mi civilización que haya otro sistema, creo un problema. Los musulmanes, los jefes - ya sean los predicadores mandados o los conversos - tienen precisamente este objetivo: crear una estructura musulmana dentro de la estructura occidental.
El verdadero peligro, para mí, viene del mismo Occidente, en la medida en que hay ingenuidad, no se entienden las cosas y la secularización hace que se piense que los europeos están abiertos a todas las culturas y religiones, sin tener en cuenta la naturaleza política del Islam. Esta, ciertamente, es una actitud inconsciente, pero que hará que algún día Europa cambie y no hacia mejor - como piensan algunos -, hacia una sociedad más abierta, sino hacia una sociedad dividida en sí misma, porque no tiene un proyecto propio.
Cada país es el fruto de siglos y milenios de cultura y tradición. Ésta es su fuerza. Una cultura se hace internacional cuando se abre a otras culturas sin renunciar a su identidad, cuando tiene una identidad nacional abierta a todos y que puede integrar elementos ajenos. Pero, la tendencia actual de hablar de sociedades multiculturales, donde todas las culturas son iguales, me parece un gravísimo error que se pagará un día, porque no habrá ninguna identidad. Un pueblo puede asimilar lentamente elementos nuevos, pero debe fundarse sobre un núcleo central que asimila. El inmigrante debe aceptar el principio de que se asimila con sus particularidades fundamentales que son algo privado, pero si pretende imponerlas en el ámbito socio-político, entonces produce un choque.
El mundo islámico espera de Europa y admira - lo digo como árabe - los valores de la democracia, la justicia, la igualdad entre hombre y mujer, entre cristianos y ateos, la distinción entre religión y política, el concepto de ciudadanía. Occidente, en vez de renunciar a su identidad, como hace a menudo, debe promoverla para permitir al Islam integrar en sí la modernidad, que es su gran problema; si no la integra, no le será posible convivir con los otros.
En este contexto, ¿cuál es la misión de los cristianos?
En primer lugar, no dejarse arrastrar por la emoción. Los musulmanes que residen en Occidente no se han vuelto todos malos después del 11 de septiembre. Es preciso continuar conviviendo.
Valores como la persona y sus derechos, la igualdad entre mujer y hombre, la distinción entre religión y política, son universales, humanos; no son valores meramente Occidentales. Gracias a la tradición judeo-cristiana se han ido forjando, pero valen para todos. Pactar sobre esto es un error que impide también el desarrollo del Islam. La mayoría de los musulmanes desea los derechos humanos, el respeto de la persona, la distinción de los poderes, la libertad de las elecciones personales.
Pero hay una misión más específica de los cristianos. Los musulmanes hoy desean la modernidad pero la temen. Los fundamentalistas adquieren las técnicas modernas, pero rechazan la mentalidad moderna. Ésta se les presenta como atea y antirreligiosa. La tarea de los cristianos es mostrarles que la modernidad es compatible con la fe. Se puede ser a la vez creyentes y modernos. Entonces la vida cristiana se convierte en un modelo que los musulmanes pueden aceptar, como individuos y como comunidad.
Por último, la alegría de vivir, la comunión de los cristianos no viene de Occidente sino del Evangelio. Los musulmanes necesitan conocer la caridad cristiana. Quienes se acercan a Cáritas deben poder encontrar un corazón amoroso del que nace toda la actividad, como sucede por ejemplo con las Hermanas de la caridad de la madre Teresa. Si encuentran tan sólo una organización, los musulmanes pueden seguir pensando: «Son más ricos que nosotros; claro que pueden hacer esto... Nos devuelven lo que nos robaron en el período colonial».
¿Existen instrumentos políticos para favorecer la convivencia islamo-cristiana?
Sí. De manera especial, en el momento de la acogida en los países europeos. No debe imperar sólo la necesidad de mano de obra de los emprendedores europeos. Hace falta ayudar a los musulmanes a comprender las reglas de convivencia de Europa. El Estado debe preocuparse de las infraestructuras necesarias para acoger a los miles de inmigrantes en Europa y en los países de salida.
En los países de origen (África del norte, Albania, etc.) es preciso organizar cursos de integración para la convivencia, puesto que la multiculturalidad no es que cada cual llegue y se apañe como pueda. Dicha multiculturalidad salvaje tan sólo crea guetos sin establecer contactos. Una verdadera multiculturalidad supone un proyecto por el cual con una cultura dominante (la leitkultur, como dicen los alemanes, pero la palabra fue introducida en el lenguaje por un Bassâm Tibi, politólogo palestino musulmán) se pueden relacionar otras culturas que interactúan con la principal y se enriquecen mutuamente. Es como una polifonía: hay una melodía principal en la que se integran las demás voces.
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón