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Huellas N.3, Marzo 2002

25 DE MARZO

El saludo del Ángel

Giuseppe Luppino

La oración del Ángelus tiene orígenes muy lejanos: hay que remontarse hasta el s. XII con el rezo del Ave María. En todos los tiempos los artistas han representado la Anunciación


El 25 de marzo la Iglesia celebra la Anunciación; una fiesta importante para recordar lo que sucedió de manera imprevista en la historia de la humanidad con el fin de que ésta fuese salvada y cambiada desde lo más profundo. La experiencia de educación en la fe que nos caracteriza nos ha formado proponiéndonos una oración que viene de muy antiguo, aunque el Ángelus no cristalizó de forma estable, precisándose según la fórmula actual, hasta la primera mitad del siglo XVI. En los siglos precedentes se distinguía con este apelativo el momento de oración específicamente dedicado al recitado cotidiano del “saludo del ángel”, es decir, del Ave María (un uso que, por otro lado, pareció difundirse en Inglaterra antes todavía que en el continente europeo). Se remonta al menos al siglo XII la práctica de rezar tres veces seguidas el Ave María, y ya san Antonio de Padua (1195-1231) la recomendaba vivamente. Un ejercicio piadoso privilegiado incluso por santa Matilde de Helfta (1241-1298) en sus Revelaciones. Y san Buenaventura, en un capítulo de la orden de los Hermanos Menores de 1269, proponía rezar estos tres Ave María por la noche, después de las Completas, meditando sobre el misterio de la Encarnación de Cristo y recomendaba, al mismo tiempo, que fuese siempre precedido por el sonido de la campana, para que tanto los hermanos como los fieles de los alrededores supiesen que era la hora del Ave María. Con el tiempo, esta práctica poco a poco empezó a repetirse por la mañana en las tierras cristianas, y después a mediodía.

Existen testimonios que constatan la oración a mediodía en torno al año 1413 en la tierra hoy conocida como Checoslovaquia y en 1423 en Colonia. El Papa Sixto IV, en 1475, fue el primero en dotar de indulgencia el rezo del Ángelus al mediodía; indulgencia confirmada y extendida por el Papa León X en 1517 a los que lo recitaran por la mañana, a mediodía y por la noche, y por el Papa Pío XI (1922-1939), que parece ser el último en concederla. Un momento de oración, por tanto, que jalona el día desde hace siglos y que salva a la cristiandad incluso en momentos difíciles, como sucedió en Belgrado en 1456 mientras los turcos realizaban sus crueles ataques. La fórmula conocida por nosotros aparece por vez primera - sostiene J. Fournée en su Storia dell’Ángelus. Il messaggio dell’Angelo a Maria (Lev, 1997) - en un oficio de la Santa Virgen (Officium parvum B.M.V.), publicado en Roma en tiempos de san Pío V (1566-1572), y también en el Manuale catholicorum del jesuita san Pedro Canisio, editado en Amberes en 1588. En nuestros libros de oraciones, según su fecha de publicación, el Ángelus lleva la referencia de Benedicto XIV (14 de septiembre de 1742) y la de León XIII (15 de marzo de 1884). Los más grandes artistas quisieron fijar el momento de la anunciación: habitualmente se representa a María de rodillas o sentada y, a veces, con un libro. La tradición preferida en occidente, conocida en oriente sólo por la influencia occidental (véanse los frescos del monte Athos, del siglo XVI), representa a María meditando la Biblia y, según las suposiciones de los Padres de la Iglesia, el pasaje del profeta Isaías (7,14): «He aquí que la Virgen concebirá...»; o bien leyendo un salterio, como dicen las Meditationes vitae Christi, libro muy valorado por los artistas de finales de la Edad Media. Entre las primeras obras que representan la Anunciación recordamos los frescos de Giotto (1305 ca., Capilla de los Scrovegni) y de Simone Martín (1333, Uffizi). No podemos olvidarnos la Anunciación del Beato Angélico en el convento de San Marcos (1440 ca.), la de Leonardo (1475 ca., Uffizi) o El Ángelus de Millet (1857/59, Louvre).

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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