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Huellas N.10, Noviembre 2001

PAPA

Silencioso ejercito cotidiano

Pablo Cremonesi

El domingo 21 de octubre treinta mil familias se reunieron con el Papa en la plaza de San Pedro para celebrar la jornada de la familia. Los días anteriores se había desarrollado el congreso “La familia sujeto social. Raíces, retos y proyectos” organizado por la Comisión Episcopal para la Vida y por el Forum de las Asociaciones Familiares

«A merced de los medios de comunicación y de las modas del momento, equiparada por las fuerzas sociales y las instituciones con una forma más de convivencia, benévolamente sostenida por la política, ésta podría ser la foto de las familias italianas». Palabras de Juan Pablo II, delante de treinta mil de ellas, reunidas en la plaza de San Pedro, que han aceptado la invitación de la Conferencia Episcopal Italiana: un Día de la Familia veinte años después de la Familiaris Consortio. El silencioso ejército de aventureros, como diría Péguy, los héroes de la normalidad, acudió a la cita: abigarrado y decidido, dócil y fuerte, dispuesto a navegar entre las adversidades de la vida que por segunda vez en dos años (la primera fue durante el Jubileo de las familias) parecían materializarse en una gris y fría lluvia dominical que bañaba implacable el pórtico de San Pedro.
George Weigel, profesor del Public Policy Center de Washington y autor de esa monumental biografía del Papa titulada Testigo de la esperanza, nos desveló un episodio inédito: «Poco después del final del Concilio Vaticano II Karol Wojtyla, entonces cardenal de Cracovia, escribió una carta a su amigo el teólogo De Lubac. En esa carta el futuro Papa sostenía que la gran cuestión sin resolver del presente siglo era la “pulverización de la persona humana”. Y Wojtyla proseguía diciendo que desde el momento en que la idea de persona es incompleta o reductora, se minan sus orígenes, su naturaleza y la comunidad, hasta llegar a las grandes tragedias del siglo XX. Aquí radica el gran reto que aguarda a las familias».
Así pues, acogiendo el sentido del desafío y con ocasión de la beatificación de los cónyuges Luigi y María Beltrame Quattrocchi - cuatro hijos, tres aún vivos (dos sacerdotes y una monja), una vida cristiana gastada en la absoluta normalidad, hasta el punto de que su biografía se titula Questi Borghesi (Estos Burgueses) -, el silencioso ejército de la cotidianeidad, de los pañales y el biberón, de las preocupaciones y de la caridad, de los silencios y del testimonio, ha dado vida a dos días de presencia en Roma, precedidos para una parte de ellos por el congreso “La familia, sujeto social”, promovido por la Comisión Episcopal para la Vida y por el Forum de Asociaciones Familiares.

Y así, si Roberta y Giorgio, dos hijos, confesaban que estaban allí «para poder estar cerca del Papa», Bárbara, de 31 años, con un hijo de dos años y otro en camino, señalaba que «a pesar de las dificultades, la familia sigue siendo la célula fundamental de la sociedad». Giovanna, de Bolonia, declaraba que «cree en el matrimonio cristiano porque es algo que construye», Carmel e Irma, de Bari, él administrador de una empresa, y ella ama de casa, afirmaban con fuerza que «la familia ha recibido un mandato del Santo Padre: ser el lugar primario de la educación de los hijos, y los hijos son la esperanza de la humanidad». El matrimonio Gatto, que llevaba a Francesco, de tres meses, en brazos, y a Damiano, acogido por la familia cuando tenía veintisiete días, prometían «contarles a los niños cuando sean mayores el abrazo de la comunidad cristiana reunida en esta plaza»; mientras hablaba la familia Fenzi, los pequeños Davide, Giulio y Maria Chiara se echaron literalmente en brazos del Papa.
Y a Juan Pablo II le gustaba estar allí. Nos ganaba en frescura, su habitual mirada penetrante, si es posible, se iluminó aún más. Confesaba: «Cada día rezo por cada una de vuestras familias y, en especial, para que los que estáis golpeados por la injusticia o la miseria os veáis ayudados por el Señor».
Pero el calor humano no suprime la denuncia del “abandono de la familia”.

«Madres que hacen acrobacias entre la casa y el trabajo», escribe la CEI, «más de once horas de trabajo al día divididas entre las dos realidades», se hace eco una investigación de la diócesis de Milán. ¿Y los padres? Agobiados por la presión de las dificultades económicas, puesto que, como se ha dicho en el congreso, un hijo cuesta al año más de 15 millones de liras.

«Es una responsabilidad», decía Juan Pablo II, «que compete sobre todo a políticos y gobernantes. Justamente se realizan intervenciones legislativas centradas en la dignidad de la persona humana y en la correcta aplicación del principio de subsidiariedad entre estado y familia, intervenciones que muchos contemplan como decisivas para el futuro mismo del país».

Y ahondando más: «Desgraciadamente, hoy asistimos a la difusión de visiones distorsionadas y peligrosas, alimentadas por ideologías relativistas persuasivamente difundidas por los medios de comunicación. Si se debilita la convicción - proseguía el Papa - de que en ningún modo se puede equiparar la familia fundada en el matrimonio con otras formas de agregación afectiva, está amenazada la estructura misma del país».

Un paso atrás
Del “color” del pórtico de San Pedro a los muros futuristas de vidrio y cemento del nuevo Santuario del divino amor. Aquí, a dos pasos del lugar donde el pueblo romano venera la aparición de la Virgen, se ha desarrollado el congreso “Familia, sujeto social” con el objetivo de evidenciar cómo la dimensión familiar es un factor insustituible para determinar el bienestar y la calidad de vida de una nación. Tres días de ponencias y debates delante de 32 realidades y de 15 delegados regionales del Forum de Asociaciones Familiares. Decía Paola Soave, presidente del Sindicato de las Familias: «La familia no es una cuestión católica como muchos quieren hacer creer. Es algo que afecta a todos los ciudadanos y por eso se afronta con argumentos racionales, con claridad y seriedad de análisis en todos sus aspectos».
Y éste ha sido precisamente el resultado de los tres días que han reunido desde las lecturas sociológicas y económicas (Donati, Zamagni, Martín) a las antroplógicas y psicológicas (Weigl, Sacbini, Ribolzi), las asociativas (Colozzi, Rossi, Santolini) y las jurídicas (Della Torre), sólo por citar algunas de las ponencias (cfr. box).

El leif motiv fue la dimensión social de la familia, que no es un mero agregado casual (como las parejas de hecho), ni un vestigio del pasado, una superestructura anacrónica de la relación hombre-mujer. Un reto que no es nuevo en nuestro país pero que, sólo por citar un ejemplo, ha resultado central en la reciente campaña electoral. Y el saco de sus lacras es pesado; impuestos injustos, carencia de servicios, imposibilidad de elegir entre escuela pública y privada, presión cultural y mediática asedian al núcleo familiar, sólo por citar algunos ejemplos.

Por eso, en el discurso que Juan Pablo II dirigió a los presentes, por un lado levantó acta de cómo la Iglesia Italiana «ha contribuido de forma decisiva en la reflexión sobre el papel del matrimonio y de la familia», por otro lado, exhortó a los asistentes a no ceder en el compromiso adquirido. El Papa dijo: «En la Familaris Consortio escribía “Familia, sé lo que eres”. Hoy añado, “Familia cree en lo que eres”». Más que un deseo, era una invitación a la misión.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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