En el país que vio nacer a Freud, la presencia de CL comenzó en el año 94 por deseo de Christoph Schönborn, obispo de Viena y ahora cardenal. Desde entonces, la ha ido conformando un ir y venir de estudiantes extranjeros del proyecto Erasmus, la Fraternidad de San Carlos Borromeo en la parroquia de Dornbach y el instituto teológico de Gaming. Y día a día se van uniendo más personas: Florian, Lisa, Joan... entre un baile y un cochinillo a la boloñesa
Sólo una cosa puede dar al traste con la flema de Florian. Me doy cuenta cuando aparece el camarero en la terraza que asoma a la plaza de la catedral. En su bandeja lleva una mousse de chocolate que logra de golpe transformar en frenesí la mímica acompasada de este ingeniero a punto de licenciarse en la Technische Universität de Viena. «Mañana hablaremos de lo demás», me dice devolviendo al camarero el plato tan blanco que ni el lavavajillas lo hubiera dejado mejor. «Ahora tengo que ir a prepararme para el baile de los periodistas en el Concordia». Y ya está aquí el baile. En Viena todo se mueve todavía a paso de vals. Está el baile del colegio - más de uno al año -, el de las asociaciones libres o las corporaciones profesionales, el de las instituciones públicas o el de la empresa en que trabajas. Incluso la parroquia tiene su baile. Bailes que duran toda la noche, en smoking y de largo, con un lenguaje ritual bien preciso.
Florian no es periodista, pero va al baile porque forma parte, como tantos otros, de una escuela de danza y su grupo rompe el hielo para comenzar las ocho horas de piruetas, que dura este rito de sociedad. «Acuérdate de que en el vals el giro empieza siempre a la izquierda y después se continúa a la derecha». Su baile con Gemeinschaft und Befreiung (Comunión y Liberación) empezó hace cinco años cuando, tras escuchar una homilía, se acercó al sacerdote para decirle: «Quisiera profundizar en mi relación con Cristo». La respuesta fue: «Busca personas que tengan tu mismo objetivo».
El vals de Florian, la voz de Lisa
«Era uno de los pocos jóvenes que tenía una preocupación así. A mi alrededor, sólo había adultos o sacerdotes que poco tenían que ver con la vida de un chico de veinte años». Pero aquel sacerdote le hizo saber que en su universidad había un grupo de jóvenes que se reunían para leer un libro. Eran los estudiantes italianos de Física y del Politécnico de Milán, que se hallaban en Viena con el proyecto Erasmus. «Hablaban alemán, pero yo entendía muy poco. Las palabras y contenidos me resultaban absolutamente nuevos. Lo único que estaba claro era que tenían mi mismo interés por Cristo, y estaban allí mismo». Desde entonces he tenido muchas ocasiones para “profundizar en la relación con Cristo”: las vacaciones en Italia, el grupo germano-parlante de CL, las exposiciones en la universidad (sobre la libertad, el sentido religioso y Jesucristo) las fiestas como el concierto-curso de música ligera que reunió en marzo a 250 universitarios. Por el micrófono se oye la voz de Lisa. Ella es de los alrededores de Graz y se trasladó a Viena para estudiar Economía internacional, pero su pasión es la música. De hecho, me reúno con ella en la fiesta de los fans de la revista You Magazine. «Es una revista estupenda. Gracias a ellos pude ir a Estados Unidos. Fue una etapa clave en mi vida, que me llevó a superar una crisis en los aspectos fundamentales de mi existencia».
En el colegio mayor donde vive, Lisa conoció a los del Erasmus. Maddalena y Federica, de Bolzano, le hablaron de un sacerdote, el mismo de Florian. «Es increíble, yo estaba mal, no tenía nada que perder, fui a hablar con un desconocido y vi un punto de claridad, de forma que ahora él es la persona que más me ayuda». Su novio, que pertenece a la Legión de María, se dio cuenta en seguida. «Está sorprendido de lo que he crecido a raíz de este encuentro; yo misma estoy impresionada. No he hecho nada y tengo algo que me ayuda en la vida. Mis preguntas crecen porque aquí hallo que Cristo tiene que ver con todo lo que me interesa». Lo que Lisa no sabe es que en Graz, cerca de su casa, un grupo de personas sigue el mismo camino. Pertenecen a la parroquia de Gösting que dirige desde hace veinte años el padre Angelo Carobene, un siciliano trasladado a Austria que a mediados de los años noventa conoció a don Giussani y Comunión y Liberación. Desde entonces este grupo participa en la vida del movimiento.
La armónica de Joan, el soldado de Theresia
Theresia enseña sus fotos con orgullo y cuenta historias de su corazón: «Éste era mi prometido, el del uniforme. Yo esperaba su regreso de la guerra para casarnos, pero una infección me lo arrebató». En blanco y negro vemos la imagen de Theresia con el vestido de novia junto a otro hombre: «Es el hermano de mi soldado: me casé con él; entonces era algo habitual». Luca asiente, mientras permanece sentado junto a la cama de Theresia en este asilo de Vinzengasse. Él y otros italianos del Erasmus vienen aquí una vez a la semana para hacer la caritativa. Luca es de Bolzano y lleva tres años en Viena, como otros tres mil jóvenes procedentes de Alto Adige que estudian en la capital.
Basta la guitarra de Meme, un milanés del Politécnico, y los cantos de los demás, para atraer al refectorio a los ancianos, sobre todo cuando Joan toca las melodías con su armónica, desde Wenn Wir Erklimmen a Faria, hasta la inmortal Lili Marleen. Las enfermeras atienden, llenas de curiosidad y divertidas, a los sones de este improvisado coro multiétnico y multigeneracional unido sólo gracias a la caridad de Cristo.
«Pero nosotros, que somos lombardos, sicilianos, de Altoatesinos y toscanos, no somos sólo diferentes por nuestro origen, sino también por el carácter. Es un milagro que estemos juntos», dice Manu. Desde 1995 generaciones de universitarios del Erasmus van y vienen de Italia a Viena. Dos de ellos - que se conocieron en la primera expedición - ahora son marido y mujer. Viven y trabajan aquí, en Viena.
El cochinillo de Thomas
Giovanni todavía no ha cumplido un año. Es fruto del amor entre Mauro y Raffaella. Él es ingeniero químico y ella colaboradora del observatorio permanente del Vaticano, en la sede de la ONU, en Viena. Su casa está en el barrio de Dornbach. Todas las semanas guían un grupo de Escuela de comunidad en el que también participa un físico ya en la treintena, Thomas Lewis, el primer austriaco que entró en contacto con CL en el 93. «Fui a Bolonia para terminar mis estudios universitarios. Había una mesa de información y me invitaron a una fiesta vespertina donde iban a cocinar un cochinillo. Fue muy divertida. Hicieron un concurso en el que había que imitar el morro del cochinillo sufriendo en el asador. Cantaban juntos, había un ambiente estupendo, me impresionó aquella alegría. Su forma de cantar no era un grito para censurar o exorcizar algo, como sucede en las tabernas de Viena cuando la gente se emborracha. No era el desahogo-huida de la realidad, sino que expresaba una verdadera alegría». Fue el inicio de una implicación, que - una vez que se marchó de Italia - prosiguió a distancia y de forma irregular hasta el día en que avisaron a Thomas, desde Bolonia, de que estaban en Austria los del Erasmus. De ahí viene la amistad entre Thomas, Mauro y su mujer, Raffaella. «Mi relación con Cristo no está resuelta del todo. Aquí, en Austria, participamos de una cultura muy escéptica y yo he crecido en este humus. No es casual que Freud hallara aquí el terreno ideal para sus estudios. Pero cada semana la Escuela de comunidad es el punto firme de mi lucha». Bien, ¿pero quién ha querido que el arma para esta lucha apareciera en Austria?
El vino de Dornbach
Para comprenderlo, es preciso venir a la casa parroquial de Dornbach, lejos del centro de Viena, donde te acogen una decena de ovejas y toda una colina de viñedos. De esta colina partió la carga de la caballería del rey polaco Sobjeski para atacar a los turcos acampados a las puertas de Viena. Obviamente las tropas del Gran Visir Qarah Mustafa habían saqueado y destruido el monasterio medieval benedictino, del cual se salvó sólo la parte subterránea, que - reforzada y ampliada - todavía alberga la taberna donde el heuriger, el vino joven producido por el viñedo, se vende libre de impuestos 8 veces al año. Gracias a la parroquia de Dornbach, además de barrios como Grinzig, Viena es tal vez la única capital europea que todavía produce vino.
Dornbach siempre estuvo regida por los benedictinos, lo cual no es nada extraño, ya que, por razones históricas, dos tercios de las parroquias de Viena están en manos ajenas al clero diocesano. Los benedictinos se fueron en el año 1994 tras casi nueve siglos de presencia. Y justo ese año, en el patio de San Dámaso, don Giussani oyó que le llamaban y vio acercarse impetuoso al obispo de Viena - ahora cardenal - Christoph Schönborn: «Quiero tener un grupo de CL en Viena», dijo. Y ofreció precisamente la parroquia de Dornbach a la Fraternidad sacerdotal San Carlos Borromeo como lugar de asentamiento.
«Y aquí estamos», comenta el párroco, el padre Georg del Valle, alemán de padre español, al que el padre Markus Merzdes ayuda desde hace un par de años. Cuando llego, veo que los dos están atareados con una parrillada de carne que han organizado en el jardín con algunas familias jóvenes de la parroquia. Con ellos vive el responsable de CL en Austria, Pepe, en el siglo José Clavería, un vasco que se trasladó a Madrid siendo adolescente y ahora es visitor también de las comunidades fronterizas de Hungría, República Checa y Eslovaquia. Enseña en el Liceo humanista y es el sacerdote que conocieron Florian y Lisa.
Balones de oxígeno en Gaming
Pero los estudiantes del Erasmus y los sacerdotes de Dornbach no fueron los únicos regalos recíprocos entre CL y el cardenal Schönborn. Para contemplar el tercer regalo hay que alejarse casi 150 kilómetros de Viena y llegar a un pueblecito, Gaming. Es domingo. Y en el patio de la vieja cartuja las familias de los obreros de la única fábrica del pueblo, la Worthington, que produce balones de oxígeno, están de fiesta. Hasta los juegos hacen referencia al producto con simpatía. Había auténtica necesidad de renovar el oxígeno en la Iglesia de Austria. Por ello, hace cinco años, el cardenal Schönborn quiso crear el Internationales Theologisches Institut, un centro teológico, con sede en esta cartuja, financiado por la Iglesia en una nación donde las facultades de teología dependen directamente del Estado. Ello es un vestigio del josefismo, que consideró siempre a la Iglesia como una especie de protectorado imperial, una simbiosis que perduró incluso después del final del Imperio Austro-húngaro, con un sacerdote que llegó a ser canciller: Ignaz Seipel. Una realidad que ahora se ve avocada a hacer las cuentas con una identidad nacional tradicionalmente católica, pero reducida hasta el punto de que tan sólo el siete por ciento de la población es practicante en Viena y menos del cincuenta se declara cristiano.
Para dirigir el Instituto teológico se llamó de Estados Unidos a Michael Waldstein, hijo del que fuera rector de la Universidad de Salzburgo y a Jay Thomson. Nada de lecciones, sino seminarios de lectura de los Padres de la Iglesia del Este y del Oeste. Sí, porque este centro teológico es una ventana abierta también al Este europeo. La mitad de los estudiantes procede de estos países (Ucrania, Bielorrusia, Polonia). Pero hay también americanos e ingleses. El centro de Gaming ha entrado a formar parte del Instituto Juan Pablo II para la familia.
Y para explicar qué es la familia, sobran las palabras y bastan unos minutos en una de las casas de los dos profesores, donde los ocho hijos de Susie y Michael Waldstein y los cinco de Ruth y Jay Thomson se juntan para pasar el domingo. Hanah y Peter han sido los últimos en llegar. Han nacido aquí, en Austria. «Juegan con los hijos de nuestros estudiantes, conocen la diversidad, descubren cuántas naciones hay representadas aquí y comprenden cómo la fe nos lleva al núcleo, a la raíz de nuestra condición de hombres».
Konstantin y la carga de los 140.000
Hay un último regalo mutuo que se llama KHG, Katholische Hochschulgemeinde, la sigla que unifica la pastoral universitaria. Se había quedado reducida a poco más que una sigla cuando el cardenal Schönborn se la confió al padre Konstantin. Una respuesta, también de orden organizativo, a una población estudiantil universitaria que en Viena cuenta con unos 140.000 jóvenes (muchos de ellos extranjeros), esparcidos en 90 edificios. La KHG ofrece un colegio mayor con más de 300 camas, comedor, biblioteca y cafetería.
Ahora la KHG es también un punto de encuentro y un centro de iniciativa cultural. Los encuentros públicos en la universidad, que culminaron con la presentación del libro de don Giussani Los orígenes de la pretensión cristiana, son organizados continuamente por la KHG y CL. «Ellos saben situar la propuesta de Cristo no al nivel de las grandes discusiones, sino al de las preguntas existenciales que los jóvenes viven», comenta el padre Konstantin, «y nosotros ofrecemos una casa común, un testimonio de unidad y ecumenismo para los muchos carismas que la Iglesia expresa», desde la Legión de María al grupo Loreto, de la Acción Católica a los sin-Iglesia de la Frei Kirche. El padre Konstantin, un ex-ingeniero que descubrió la vocación sacerdotal trabajando para las industrias papeleras de Europa, y don Ferenc han llevado consigo a 120 chicos a la peregrinación anual a Mariazell.
El alba de Magdalena
Magdalena es una chica hiperactiva. Acude simultáneamente a dos cursos de licenciatura: informática y lingüística. Ella fue quien ideó y escribió la exposición “Warum Jesus Christus?” (¿Por qué Jesucristo?), que ofreció una ocasión de diálogo sobre los orígenes de la pretensión cristiana en la universidad. La facultad de Filología alemana está muy orientada ideológicamente a la izquierda y poco inclinada a aceptar las razones del cristianismo. «Sin embargo, desde que las defiendo con fuerza - dice Magdalena - me respetan más». Para una estudiante de Filología alemana debe ser aburrido tener que estar con tantos italianos del Erasmus... «No renunciamos a nada de nuestra cultura. Es más, el movimiento nos hace redescubrirla. Los italianos y don Pepe nos han dado el pistoletazo de salida y nos sostienen, pero existirá un día un rostro austriaco de CL, y en este sentido tenemos delante un camino para toda la vida».
¿Y esas ojeras? «No es nada, estuve con Florian en el baile de los periodistas esta noche y después fuimos a la colina a ver amanecer sobre Viena. ¡Qué belleza! Este estupor tiene un origen que puedes recuperar en cada momento, no sólo ante el sol naciente. Desde que Cristo, a través del movimiento, me alcanzó, me doy cuenta de cuántas cosas bellas me alcanzan en cada instante».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón