La carpa auditorio, a rebosar en el encuentro sobre Pío XII con el rabino americano David Dalin y el senador Giulio Andreotti. Una vez más, se echa por tierra la leyenda negra de Pacelli
«Pío XII no necesita defensores. Fue un gran Papa y lo que hizo está ahí, permanece ante los ojos de todos». Así comenzó su intervención Giulio Andreotti, senador vitalicio, viejo amigo del Meeting de Rímini y director de la revista 30Días. La carpa estaba abarrotada. En el palco de los conferenciantes se encontraba también el rabino americano David Dalin, el estudioso judío que el febrero pasado, con un largo y documentado artículo en el semanario The weekly Standard (cfr. Huellas, abril 2001), tuvo el valor de reafirmar la verdad histórica respecto a la actuación de la Iglesia durante las persecuciones nazis, y que ahora propone que Pío XII sea proclamado «Justo entre las naciones» porque «ha salvado a muchos más judíos que Óscar Schindler». La ocasión para hablar de Pacelli es la presentación del libro de Andrea Tornielli, Pio XII, il Papa degli ebrei (Piemme). El encuentro, transmitido en directo por Radio Vaticana y y las Noticias desde el Parlamento, programa de la RAI, duró una hora y media y se desarrolló a modo de entrevista. El autor del libro, que moderó el encuentro, fue dirigiendo las preguntas por turno a los dos conferenciantes.
Andreotti - que escribió su tesis de licenciatura delante de la puerta del estudio papal, dado que Pacelli le recibía con muchísima frecuencia y siempre procuraba que la audencia concedida al joven presidente de la FUCI fuese la última de la mañana para poder alargarse - tiene una idea precisa de por qué el Pastor Angelicus, el Pontífice al que dirigieron su gratitud todas las más altas autoridades judías después de la guerra, llegaría a ser, a partir de los años 60, el «Papa de los silencios» y sería acusado, además, de «complicidad con el nazismo». «Aquellas acusaciones no son sólo una necedad, son una falsedad histórica. Pío XII tuvo una actitud muy firme respecto a los comunistas y ello desencadenó una hostilidad hacia él por parte de los mismos comunistas y sus simpatizantes, incluidos muchos intelectuales que después asumieron de rebote en otros ambientes».
Dos ejemplos
Para echar por tierra una vez más la leyenda negra que tildaba a Pacelli de «Papa de Hitler», Andreotti trajo a colación dos ejemplos muy pertinentes. Uno, el de la participación del Santo Padre en el complot para derrocar al Führer de Berlín, intento que llevaron a cabo un grupo de oficiales que deseaban tratar una paz digna para Alemania con los Aliados y que fracasó a causa del titubeo de los ingleses. Y, en segundo lugar, el proyecto que tenía Hitler de deportar a Pío XII. El senador vitalicio habla con los documentos en la mano y cita el testimonio del general alemán Wolf , jefe de las SS en Italia, en las actas del proceso de beatificación de Pacelli. El oficial relató cómo Hitler dio la orden de «destruir el Vaticano y arrestar al pontífice para deportarlo al extranjero». Andreotti contó que Wolf fue en persona a advertir a Pacelli del inminente peligro. «La operación no se llevó a cabo gracias al general».
En cuanto a la acusación de haber permanecido «en silencio», sin lanzar teatrales excomuniones hacia el Führer, el senador señaló: «Un acto así no habría hecho más que aumentar la persecución contra los judíos y contra los católicos». Al otro extremo de la mesa, en el palco, el rabino Dalin escucha y pide explicaciones al intérprete. Cuando le toca a él, coincide con el juicio expresado por Andreotti. «Existen suficientes pruebas para demostrar que una excomunión formal de Hitler habría tenido un efecto contrapuesto al deseado; una condena pública habría puesto en grave peligro las vidas de miles de judíos escondidos en el Vaticano, en muchas iglesias, monasterios y otras instituciones eclesiásticas. La actitud de Pacelli fue una estrategia eficaz para proteger a un número mayor de judíos de las deportaciones».
El concierto de la Filarmónica
Dalin analizó los pronunciamientos papales durante los años de la guerra, concluyendo que jamás fue Pacelli “el Papa de Hitler”. Recordó el unánime homenaje y agradecimiento expresado por las autoridades judías de todo el mundo al término del conflicto. Y citó un episodio poco conocido que resulta elocuente de lo que los judíos pensaban acerca de Pío XII. «El 26 de mayo de 1955 - contaba - la Orquesta Filarmónica de Israel fue a Roma para ofrecer una interpretación especial de la Séptima sinfonía de Beethoven en la Sala del Consistorio en el Vaticano, con el fin de expresar la perenne gratitud del estado de Israel por la ayuda del Papa y de la Iglesia católica al pueblo judío». Dalin recordó que la Filarmónica de Israel hasta hace unos meses siempre se había negado a ejecutar la música de Wagner, por ser considerado “el compositor de Hitler”. «Es inconcebible - añadía - que el gobierno israelí costeara los gastos del traslado a Roma de toda la Filarmónica para la ejecución de un concierto especial en homenaje de un líder religioso considerado como “el Papa de Hitler”».
El rabino americano recordaba que «jamás ningún Papa en el curso de la historia ha sido objeto de un agradecimiento tan caluroso por parte de los judíos. Y esa gratitud se la ha ganado precisamente por la gran y ejemplar humanidad que demostró hacia los judíos de Europa». Dalin concluía sosteniendo que los historiadores “revisionistas” que hoy ponen en discusión la figura de Pacelli deben considerar la posición de los judíos contemporáneos hacia el Pontífice: «Es difícil imaginar que un número tan grande de líderes judíos pudieran andar desencaminados o se hayan equivocado en su alabanza de la conducta del Papa durante el período de la guerra». En definitiva, las palabras de Golda Meir, de Elio Toaff, del rabino jefe de Jerusalén, Herzog, o del científico Einstein, pronunciadas durante o justo después del conflicto y la persecución, valen mucho más que pseudo-reconstrucciones históricas como la del dramaturgo alemán Rolf Hocchuth, autor en 1963 del Vicario, o la del periodista inglés John Cornwell, autor del libro El Papa de Hitler, publicado hace tres años.
Pablo VI
Cerrando el encuentro, Andrea Tornielli recordó una frase pronunciada por Pablo VI en septiembre de 1965 durante una visita a las catacumbas de Santa Domitila, cuando hablaba de “esas porciones de la Iglesia” que se ven forzadas a vivir en las catacumbas de los regímenes ateos y totalitarios. «La Santa Sede - dijo el Papa Montini, que durante la última guerra mundial fue estrechísimo colaborador de Pío XII - se abstiene de alzar con mayor frecuencia y vehemencia la voz legítima de la protesta y la reprobación, no porque ignore la realidad, sino para no provocar males mayores». «Para no provocar males mayores», el mismo motivo que empujó hace veinte años a Pacelli a no pronunciar inútiles excomuniones contra los nazis y a preferir, en cambio, una incansable acción subterránea que permitió salvar -como recordó el rabino Dalin citando al estudioso judío Pinchas Lapide - la vida de casi 800.000 judíos.
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