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Huellas N.9, Octubre 2001

JUAN PABLO II

Encuentro y novedad

El testimonio de la comunidad kazaka, que ha colaborado en el desarrollo del viaje papal. Cómo crece la conciencia de pertenecer a una historia que abraza al mundo entero

Hemos vivido durante algunos meses a la espera de la visita del Papa en Kazajstán. Como niños a los que sus padres les dicen: «Tomad este regalo, es para vosotros», nos quedamos perplejos. Alargamos la mano, pero sin comprender hasta el final su valor. Nuestros amigos mayores, como padres afectuosos y comprensivos, nos han ayudado a profundizar en este acontecimiento. Hemos nacido y hemos sido educados en un ambiente ateo (en la familia, la escuela y la universidad, en la sociedad en general) y acabamos de conocer la experiencia cristiana. En concreto, hace siete años don Edo y don Massimo llegaron a Karaganda e hicieron posible el comienzo de una historia. Ninguno de nosotros pensaba que nuestra amistad en Kazajstán había nacido de la nada, porque percibíamos que formaba parte de esa gran historia que tiene 2000 años. Cada uno, antes o después, terminó por preguntar a los amigos: «¿Cuál es la raíz de la unidad que se vuelve tan evidente cuando vives la experiencia cristiana?». La respuesta es sorprendente, sencilla y humana. Allí, en el fondo de todo, está Aquel que ama tu destino como ningún otro. Estando en compañía, comprendemos cada vez más cómo el Misterio abraza nuestra vida, y crece la certeza de que hemos encontrado algo para nuestra felicidad. La comunidad se va convirtiendo en un lugar donde vivir la memoria, la casa a la que regresamos para compartir la vida con los amigos.

Ya han pasado unos años desde el encuentro inicial. Después del periodo del enamoramiento, del atractivo superficial de la amistad, muchos de la comunidad han empezado a percibir con creciente exigencia en la vida cotidiana el desafío de la palabra “pertenencia”. El rostro de Cristo se ha hecho más visible, se percibe mejor cómo obra en nosotros.

A través de un rostro
Como sucedió hace más de 2000 años, el Misterio hecho carne ha venido a nosotros en el momento justo, cuando su pueblo, nacido según su designio hace siete años en Kazakjstán, Le necesitaba más que nunca. La visita del Papa ha mostrado que Jesús vive entre nosotros y salva cada momento de la vida a través de nuestro libre, razonable, sencillo y sereno “sí”. Él viene a nosotros a través de los rostros de nuestros amigos, colegas, maridos, mujeres, hijos. Él ha venido a nosotros en la persona del Papa. A través de las diversas circunstancias de la vida, buenas y malas, nos dice: «No tengas miedo, Yo estoy siempre contigo, Yo no te dejo nunca». Esto es lo que hemos visto y sentido en los días de la peregrinación a Astana.

Durante la peregrinación para la visita del Papa y en el periodo de su estancia en Kazajstán, mirábamos y seguíamos a nuestros sacerdotes y a los amigos más grandes que nos han ayudado a estar ante el Papa como ante Jesús, delante de Su cuerpo, es decir, delante de la Iglesia.

Durante el verano, don Edo ha llevado a cabo un formidable trabajo. Entre otras cosas, ha leído, traducido y enviado al Papa muchísimos fragmentos de la literatura kazaka, como apoyo para comprender más profundamente la cultura y la historia de este pueblo. Y esto se ha revelado un instrumento utilísimo, porque el Papa, citando en la lengua original a los autores kazakos, ha podido entrar en relación más directa y humana con la población. Don Adelio, junto con los representantes de la administración de Astana, ha sido el responsable del servicio de orden. Don Eugenio y Claudio, aún estando en Italia, nos han ayudado con sus cartas a seguir y vivir la belleza de la unidad, mientras que don Livio y don Giuseppe han estado cerca de nosotros en los momentos de fatiga o para responder a las preguntas que iban naciendo. Nuestros amigos los Ceresani, con sus corazones abiertos y su mirada de niños, nos han ayudado a vivir la experiencia de estos días de forma más verdadera y profunda. Todo se nos ha dado como un instrumento para amar más a Jesús y servir mejor a nuestra compañía.

El encuentro con el Papa ha sido un verdadero regalo, porque en él y a través de la alegría, hemos entendido mejor lo que habíamos encontrado unos años antes.

En el preciso momento en que llegó a nosotros aquel hombre físicamente frágil y débil, sentimos la potencia del Espíritu que nacía de él, hasta el punto de que era imposible no comprender cuál era la raíz de esa fuerza. Este hombre es el primer testigo del hecho de que Jesús actúa en medio de nosotros. El Santo Padre nos ha ayudado a reconocer la pasión y la fidelidad con la que Jesús sigue nuestra vida y de forma clara toma la iniciativa en las relaciones que estamos llamados a vivir. El Misterio, en el rostro del Papa, ha querido despertarnos para cambiar nuestra vida.

Como hace dos mil años
Cuenta Giuliana: «Para mí la visita del Papa es un gran regalo porque su presencia me confirma en la experiencia del movimiento. Al principio, cuando oí decir que el Papa iba a venir a Kazakjstán, no me pareció tan importante. En aquel momento él era sólo una persona famosa, pero lejana. Luego vi que nuestros amigos hablaban de él con estima y pasión. Y a través de los gestos que hemos realizado juntos (hemos leído el libro Cruzando el umbral de la esperanza y hemos visto películas sobre el Papa y sobre el cristianismo) he comprendido mejor la experiencia y la figura de este hombre.

La primera provocación me la lanzaron en el trabajo (trabajo como intérprete en una empresa inglesa de construcción de autopistas) y fue la siguiente: “¿Por qué quieres ir al encuentro con el Papa si no eres católica?”. Esta pregunta ha supuesto un creciente desafío para mí, porque para poder responder a ella primero debía comprenderla yo misma. Así nació en mí la espera de ese encuentro, el mismo que tuvieron los apóstoles hace 2000 años. Ellos se encontraron con un hombre de carne y hueso. El Papa se ha convertido para mí en el signo físico de una Presencia que ha unido a todos nuestros amigos. He visto al Papa como una persona enferma y ya anciana, pero, a través de esto, trasluce lo que él es de verdad. Su debilidad física es sólo un signo que hace aún más visible aquello que Él lleva en sí, una Presencia y un amor infinito que me ha hecho llorar».

Es como si Jesús mismo nos hubiera preguntado por medio del Papa: «¿Me amas?». Responderle constituye un reto y una tarea, en la cual se pone de manifiesto nuestra libertad, nuestra razón y la verdad de nosotros mismos.

Un abrazo sin condiciones
Estos días nos hemos hecho más amigos, es decir, ha nacido en nosotros el deseo de compartir la misma pasión por el mundo que nace de reconocer al Misterio como acontecimiento presente. De esta experiencia viva hablan todos los jóvenes que han trabajado como intérpretes o como voluntarios tanto en la Misa como en los demás encuentros. Una chica llamada Ana nos decía: «El servicio de voluntaria en el encuentro del Papa con los jóvenes ha sido un don inesperado. Escuché las palabras que Adelio dirigió a los voluntarios para que su servicio tuviera un horizonte grande. Me impresionó cuando dijo que la gente debe ver el rostro del Papa en el mío. En aquel momento me di cuenta de la gran responsabilidad que tenía y sentí escalofríos. En la plaza delante de la universidad Eurasia, donde tuvo lugar el encuentro del Papa con los jóvenes, me preguntaba por qué estaba allí y cómo podía ayudar a una multitud semejante. En un momento dado, a causa del frío y de la debilidad, una chica se apoyó en mí. La abracé y permanecimos así hasta el término del encuentro. Entonces entendí por qué valía la pena estar allí durante cinco horas: abrazando a uno, yo abrazaba a todos los que estaban en la plaza».
Para nosotros fue significativo el encuentro del Papa con Giulia y Lucía, quienes recibieron de él su bendición personal para la apertura de la primera casa de los Memores en Kazakjstán.

La visita del Papa es un don para todo Kazakjstán que, como él afirmaba, es un ejemplo especial de sociedad multiétnica y multiconfesional, una sociedad de muchas civilizaciones en el mismo país. Esta nación - y ésta es la tarea y el reto que el Santo Padre ha lanzado a todos los niveles - tiene «la peculiar misión, que es la misma que tiene vuestro gran país, puesto como bisagra entre Europa y Asia, de hacer de enlace entre dos continentes, entre las respectivas culturas y tradiciones, entre grupos étnicos diversos que se han ido encontrando aquí a lo largo de los siglos».

En estos días de inquietud, cuando los acontecimientos trágicos de los Estados Unidos han vapuleado al mundo entero, desde Kazakjstán se han escuchado las palabras del Papa, palabras valientes que llamaban a la paz, al amor verdadero y a la fe. El presidente Nazarbaev dio las gracias al Santo Padre precisamente por esas palabras en el encuentro final con las personalidades del mundo de la cultura, del arte y de la ciencia. El presidente, impresionado por este acontecimiento histórico, ha dicho que ha tocado su vida personal, su humanidad. Muchos testigos se han mostrado impresionados por el clima humano de todos los encuentros del Papa con el presidente N. A. Nazarbaev, quien en estos días se ha presentado ante su pueblo de una forma absolutamente distinta a la habitual. Por ese comportamiento peculiar del Presidente, tras la despedida del Papa en el aeropuerto, miles de jóvenes han podido al fin entender el sentido que este gesto tiene para ellos.

La bondad de la vida
El verdadero encuentro ayuda a que la pregunta sobre la vocación se plantee con toda su fuerza. Este encuentro invita a buscar la respuesta. El Papa nos ha hecho esta propuesta. La persona puede aceptarla o rechazarla. Es como si nos hubiera preguntado: «¿Quieres verificar lo que has encontrado?». Cada uno de nosotros se ha engrentado en estos días a esta pregunta.

La visita del Papa confirma que estamos viviendo la experiencia más grande que un hombre puede vivir: «nuestra amistad tiene una envergadura que abraza el mundo entero». Como ha dicho muestra amiga Giulia, en el saludo al Papa en la universidad Eurasia, «esta visita abre una posibilidad para todos de reconocer la bondad de la vida que se nos ha dado y el rostro bueno del Misterio».

Mirando la realidad así, encontramos a Jesús como un hombre vivo, presente entre nosotros. Sólo en este caso podemos responderle, es decir, ser responsables. Dios nos propone una colaboración. La vida se transforma en una ofrenda a Él y una importante tarea. Y el Papa nos ha reclamado precisamente a esta actitud seria respecto a nuestro destino. ¿Qué le respondemos?
La aventura que empezó hace 2000 años continúa hoy. Te agradecemos, Señor, tu divina gracia, Tu amor y Tu misericordia infinita, que nos ha abierto el horizonte ante nuestro futuro.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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