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Huellas N.4, Abril 2009

BREVES

La Historia

COMO DIOS NOS LO CONCEDE

Sábado por la mañana. Los chavales llegan poco a poco, en pequeños grupos o solos. Bromean, ríen y se dan voces entre sí. Daniela, con Paolino, Gabriela y Cristina, les saludan a cada uno. Son una treintena en total y forman parte de los Caballeros, alumnos del primer ciclo de secundaria que, ayudados por algunos adultos, se encuentran periódicamente para vivir una amistad cristiana. Una vez se han quitado los abrigos, empieza la reunión. Después jugarán. Daniela reparte el manifiesto de CL sobre Eluana. La tragedia de la chica en coma no había terminado todavía. «Vamos a leerlo juntos y después me decís qué pensáis». Tras unos instantes de silencio, todos se lanzan a hablar atropelladamente. No les deja indiferentes. Han oído hablar de ello en casa, en el colegio y en la televisión. Se quitan la palabra de la boca unos a otros. Al fondo, se oye una voz que dice: «Yo no sé qué pensar. Estoy algo confuso…». «Venga –interviene decidido Daniele–, Eluana no habla, no se mueve, ¡qué vida es esa!». «Estoy de acuerdo contigo», comenta Giulio. Discuten animadamente. Daniela hace algunas consideraciones para llevarlos a su terreno.

Los ánimos se van calentando. Pero desde un rincón, Francesco tiene la cara bañada en lágrimas. Francesco tiene una minusvalía física: no puede hablar y se comunica a través de un teclado. Cuando nació, los médicos dijeron que nunca caminaría ni se enteraría de nada… Y sin embargo Francesco normalmente sonríe, a ratos canturrea, es un niño sereno. Gabriele se da cuenta de que está llorando y se lo dice a Daniela. «Francesco, ¿por qué lloras?». Él escribe en la pantalla: «Lloro porque debemos vivir como Dios nos lo concede». Nadie habla ya. La mirada de los niños va de la pantalla a su amigo. Sobran las palabras. La reunión ha terminado. El niño «que jamás se enteraría de nada» ha dado voz al Misterio bueno que da la vida a todas las criaturas. Basta con tener ojos para verlo. Giulio, antes de despedirse al final de la mañana, tiene algo que añadir: «¿Puedo cambiar de idea respecto a lo que he dicho antes?».

Lunes por la mañana. Daniela, desde su tarima, mira a sus alumnos. Cierra el libro con la lección que tenía preparada. Saca de su bolso la libreta en la que se ha apuntado la frase de Francesco y después dice: «Hoy, antes que nada, quiero hablaros de un amigo mío, Francesco, un muchacho de vuestra edad, que el sábado me dijo…».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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