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Huellas N.4, Abril 2009

VIDA DE CL - Educadores

Pasión por la vida, pasión por la enseñanza

Paola Bergamini

Hace un año y medio, Julián Carrón lanzó un desafío. El 15 de marzo, más de cuatro mil profesores se reunieron para profundizar en las razones de un trabajo que es una vocación. Y para dar testimonio, mediante un trabajo sobre Darwin o la muerte de un alumno, «de lo que sostiene nuestra esperanza»

Todo comenzó el 14 de octubre de 2007. Primer encuentro de profesores con Julián Carrón. No se celebraba un gesto como este desde el año 77 en Viterbo. Esta reanudación de los encuentros ha supuesto el punto de partida de un trabajo. Se había puesto de manifiesto entre lo educadores cierta pesadez, un cansancio, un malestar incluso a la hora de encontrar las razones del propio trabajo. Y el desafío lanzado por Julián, que había dejado a un lado pensamientos y teorías y había apuntado de nuevo hacia la persona, era claro: «¿Hay alguien dispuesto a verificar la fe, a verificar su relación con Cristo?». Una invitación que muchas personas han tomado en serio en este año y medio. Y el aire que se respiraba en el Palasesto el pasado 15 de marzo era bien distinto. Así empezaba su intervención Franco Nembrini, responsable del CLE (Comunión y Liberación Educadores, ndr.), sentado en la mesa junto a Julián Carrón, dirigiéndose a los cuatro mil profesores presentes –además de los participantes conectados en directo desde Italia y el extranjero o en diferido–: «Estoy impresionado por la riqueza de las contribuciones que nos han llegado. Porque es evidente que se está haciendo un camino». Un ímpetu de vida, una fe segura, que permite afrontar la confusión y el cansancio con esperanza. «Pero dentro de las circunstancias, a menudo dolorosas, ¿qué sostiene nuestra esperanza? Tengo todavía presente la tragedia de Winnenden (el estudiante que ha matado en Alemania a sus compañeros, ndr.) y lo que me escribió pocas horas después nuestro amigo Thomas: “Cualquier respuesta formal que demos a esto resultará ideológica, inadecuada. Os pido ayuda”», continuaba Franco. Esta petición será el punto de partida del trabajo de la mañana. Desde el testimonio de quien ha visto dónde se apoya nuestra esperanza.

Un manifesto en clase. Anna, desde Rímini, habla del cambio que han suscitado en ella la muerte de un alumno suyo de 19 años y el dolor que invadió a sus padres hasta el punto de llegar a decir que, si Dios existe, es malo, injusto. «Entonces fui a verles. Ninguna palabra podía consolarles. Simplemente estuve con ellos. Tenía la conciencia de que el Misterio había venido a mi encuentro. Esto me ha dado una seguridad inesperada y una fuerza que no era mía: me apoyaba en Otro». Anna se pone en contacto con sus colegas y con los compañeros de clase de su alumno y escriben juntos un manifiesto en el que se dice que el destino de Patrizio no es la nada, sino que se ha cumplido en los brazos del Misterio. La amistad con los padres continúa, y la madre de Patrizio le dice a Anna durante una misa: «Te quiero cerca de mí», y algunos días después: «Nunca he conocido a nadie como tú».
«Sólo por escuchar estas palabras ya habría merecido la pena venir. Después de esto, podríamos marcharnos a casa tranquilos. Lo que acabamos de oír nos pone delante lo que necesitamos verdaderamente para vivir», interviene Carrón. ¿Qué es lo que nos permite no huir ante el dolor, no sentirnos derrotados? También nuestra vida está tocada por el mal. Pero hay una presencia que dice: «Te quiero cerca de mí», un rostro en el que el Misterio se hace carne: esta es la contemporaneidad de Cristo. Una Presencia que está junto a ti, que penetra la realidad. Pero esto es un cambio de método, un cambio en la manera de afrontar la realidad que va más allá de las apariencias. «Sólo así podemos educar. Porque si no tenemos este horizonte cuando enseñamos matemáticas, historia, literatura, ¿qué enseñamos?».
Todo se juega en las circunstancias que la vida nos pone delante. También cuando se trata de errores, de situaciones negativas.

Entre la ternura y las estrategias. Bárbara nos habla de una alumna suya que ha intentado escaparse de casa dejando esta nota: «Odio la escuela con todo mi corazón». Hace algunas semanas, la alumna decidió cambiar de instituto. Bárbara se plantea mil preguntas y justificaciones: ¿dónde he fallado? Pero, en el fondo, yo he hecho todo lo posible... «Cuanto más analizaba la situación y más me ponía a merced de mis sentimientos cambiantes, más se desvanecía la figura de esta chica. Estaba más interesada en mí que en ella». Luego llega el manifiesto sobre Eluana: “Necesitaríamos una caricia del Nazareno”. «Toparme con una humanidad cambiada me ha liberado de mi defensa a ultranza, y me he sorprendido pidiendo que la relación con esta alumna mía no termine». Se trata sencillamente de aprender de lo que sucede, de mirar de nuevo la realidad.
A Paola la vida le iba fenomenal. Una familia estupenda, muchas “actividades”: bachilleres, Diesse, el coro, las Familias para la Acogida... Hasta que, hace cinco años, todo parece derrumbarse. Su matrimonio entra en crisis. «De repente me di cuenta de que toda mi actividad no tenía ningún significado, Cristo no estaba. Después de 30 años de movimiento sólo me quedaba el abatimiento, la angustia». Paola escribe a don Giussani contándole el dolor por el que está pasando y empieza a rezar confiando al Señor cada minuto del día. Y él le hace llegar este mensaje: «Tu tarea es ser mujer y madre. El Señor te pide que le ames en tu vocación, no que hagas otras cosas». Fuera todos los compromisos. «Seguí rezando y dejando espacio a las cosas que sucedían sin enredarlas en un proyecto mío». Todo cambia: la relación con su marido, con los hijos, pero sobre todo consigo misma. Cambia la forma de enseñar. «Ya no tengo la “preocupación” de cómo implicar a mis alumnos en los bachilleres (cosa que nunca he conseguido), de qué estrategias usar, sino que les miro con la misma ternura con la que yo he sido mirada, confiándoselos a Jesús». Un chico que se encuentra con ella en el pasillo, le dice: «Usted es feliz, como otras personas de CL que he conocido. Yo también quiero ser feliz». ¡Y todo esto enseñando educación física!
Pero si existe una experiencia de bien que se impone en la vida, en los hechos, en las cosas, como han contado los testimonios, ¿por qué tenemos miedo de perder esta belleza? ¿Cómo permanecer? ¿Cómo es posible que sea «para siempre»?
«Si nos planteamos esta pregunta quiere decir que no hemos comprendido qué es la belleza que tenemos ante nosotros –explica Carrón–. El miedo empieza cuando nos quedamos a mitad de camino en el recorrido del conocimiento que desencadena esta belleza. ¡Si está, no puede desvanecerse! Nos quedamos siempre en la apariencia. ¿Quién puede tener miedo? El que no ha llegado a la fe, el que no se da cuenta de que eso de lo que hablamos es el signo de Su presencia. Es Cristo resucitado». El riesgo que corremos es el de separar el signo de su origen, quedándonos en la apariencia. Es el yo el que tiene que ponerse en movimiento, haciendo todo el recorrido del conocimiento, emprendiendo la aventura del conocimiento. Así se destierra el aburrimiento, ya que nuestro horizonte es el mundo. Esto significa, sencillamente, tomar en serio cada cosa. Es un desafío que se dirige al que entra un día tras otro en clase y tiene que enseñar historia, química, literatura o religión. Como hizo don Giussani desde el primer día en que entró en el colegio. ¿Qué comunicó él, una doctrina o una fiebre de vida? Es lo que hace posible decir que «este es el oficio más bello del mundo», como exclamó Nembrini en el encuentro anterior, y tras lo que Carrón añadió: «¿Tenéis idea de qué significa ser profesor, en su sentido más concreto, es decir, dar una hora de clase?».
Una pregunta que ha dado sus frutos en aquellos que se la han tomado en serio. «Porque se ha producido un florecimiento increíble de iniciativas, más o menos exitosas, desde las más pequeñas a las de ámbito nacional», explica Nembrini. Como la que ha protagonizado Paolo. «He participado en una reunión de profesores procedentes de distintas escuelas. El tema era la relación entre profesores y padres. Las primeras intervenciones reflejan una serie interminable de quejas: los padres, o se entrometen demasiado o bien están totalmente ausentes. Por tanto, la única vía de salida es mantener relaciones estrictamente formales». Pero Paolo no está de acuerdo. Partiendo de algunos hechos, afirma que ante todo la relación entre profesores y padres es el encuentro entre dos necesidades: la de la familia de ser acompañada en la aventura educativa de sus hijos y la del profesor de vivir dentro de la comunidad educativa. ¿Cómo es posible, entonces, quedarse en una mera formalidad, desempeñando simplemente el papel que juega cada uno? «Yo soy yo, con todas mis exigencias humanas, dentro de la relación con los chicos. El único elemento indispensable es que mi corazón esté despierto, que estén despiertas las exigencias más verdaderas de mi naturaleza». La reunión cambia completamente de rumbo. El coordinador explica que la segunda parte del encuentro se basará sobre la intervención de Paolo. Un profesor comenta: «Creo que nada de lo que ha dicho este compañero puede sostenerse sin una referencia a un absoluto sobre el que se apoye toda la vida y toda la persona, que nos haga no ser esclavos del resultado. El problema es que el mundo ha dejado a Dios de lado». A partir de ese momentola conversación se centra en Dios. «En ese momento intuí que el testimonio pasa sencillamente a través de lo que se nos pide», concluye Paolo.

Ampliar la razón. Francesco es profesor de ciencias en Turín. En una conversación Julián le dijo: «¿Qué quieres enseñar a tus alumnos a través de la química orgánica? Porque comprender la química orgánica significa percibir el nexo con la totalidad». Este desafío determinó completamente su forma de trabajar. Junto con sus colegas del departamento de ciencias, ha organizado este año en su escuela los “Tres días de la ciencia”. «Antes de empezar a trabajar nos preguntarmos: ¿qué quiere decir enseñar ciencias a los chicos? ¿A dónde queremos llegar proponiéndoles una jornada sobre el evolucionismo o sobre el calentamiento global? ¿Qué tienen que ver estos temas con nuestra vida? Ante esta situación determinada, mi razón se veía tolatalmente provocada. Podía hablar de la realidad sin dejar de lado al Misterio». Una posición distinta que hasta sus propios compañeros notan. Y por este motivo un profesor le dice al final de las jornadas: «Nunca he trabajado así, pero, sobre todo, por primera vez, he ido al colegio sin tener que olvidar nada de mi persona: mi miedo a equivocarme, mis problemas en casa... Y con el deseo a flor de piel de dejar huella en la realidad a lo largo del día».
«El encuentro es el punto de partida que nos permite hacer el recorrido del conocimiento –explica Julián. ¡Esto quiere decir que no es posible enseñar como todos los demás y después pegar encima a Cristo! No se nos ahorra el trabajo. Es más, debemos ser capaces de mostrar luego en qué tiene presente nuestra forma de mirar la realidad todos los factores». Esto es lo que significa “Educar: una aventura para uno mismo”, título del encuentro. Seguramente aleja el aburrimiento de entrar en clase repitiendo una serie de fórmulas y nociones para después, al final, decir alguna frase bonita de don Giussani. En realidad el desafío es otra cosa, algo que no nos deja tranquilos, es el desafío de la fe allí donde estamos, con nuestros colegas, con los chicos, frente a la materia que tenemos que enseñar. «El Papa nos ha dicho que hay que “ampliar la razón”. Esto os lo ha dicho a vosotros, ¿entendéis? ¡Esta es vuestra tarea!», continúa Julián. Son palabras que pueden producir agobio por el peso de la responsabilidad o ampliar la razón y abrir el horizonte del propio trabajo de par en par. Esto es una liberación para el que acepta el desafío.
Pero en este recorrido uno se puede sentir solo, incluso aunque haya en su trabajo otros amigos del movimiento. «¿Cómo hacer para sostenernos en este trabajo sin caer en el peligro de limitarse a la mera organización?», pregunta Nembrini. «Nos cuesta entender el método de Dios, tal como lo ha explicado don Giussani: Dios llama a uno para llegar a todos, da la gracia, el empuje, a uno para mover a los demás. El Misterio hace lo que le da la gana, no nos pide permiso. ¡No es posible reducir la comunión a estar todos de acuerdo! Cuando llegó al Berchet, Giussani estaba solo. Si uno siente la urgencia debe responder en primera persona, aunque los demás de la comunidad no comprendan. Es necesario estar dispuestos a reconocer cualquier atisbo de novedad y de verdad que encontramos en los que hay junto a nosotros. Aquí se genera la verdadera comunión», concluye Julián.
Salimos del Palasesto. Volvemos en metro. Y una amiga, una profesora a la que un compañero ha invitado al encuentro, dice: «Me vuelvo a casa reteniendo esta pregunta: “¿Qué enseño cuando enseño?”». Aquí empieza el desafío.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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