La Catedral del Mar en Barcelona hospedó el pasado 23 de marzo un acto organizado por la Compañía de las Obras, bajo el título “Hechos que generan esperanza”. Desde Paraguay y Brasil llegaron a los oyentes los testimonios de ese abrazo incondicional necesario para esperar en cualquier circunstancia
El acto se celebró en la que quizás es la más bella Iglesia de la ciudad de Barcelona, Santa María del Mar. El mejor ejemplo del estilizado gótico catalán resultó el marco idóneo para acoger el testimonio de tres católicos venidos de más allá del océano: Marcos Zerbini y Cleuza Ramos –matrimonio de São Paulo, Brasil– y Aldo Trento, un sacerdote italiano que pertenece a la Fraternidad San Carlos y vive desde hace años en Asunción, Paraguay. Al acto, promovido por varias asociaciones que colaboraban con la CdO –la Asociación Cultural Charles Péguy, la Asociación Educativa La Trama y la Asociación de estudiantes universitarios JUC–, asistió una verdadera multitud que abarrotó el templo.
Entre las autoridades presentes se encontraban los políticos Anna Figueres, diputada en el Parlamento Catalán y portavoz de Cooperación de CIU (el partido de centro-derecha catalanista); Salvador Milà, diputado de ICV (el partido de izquierda ecologista); y Susana Clerici, Secretaria de Inmigración del PPC (partido de centro-derecha estatal). Partidos de tan diversa índole estaban interesados en lo que estos hombres tenían que contar. Junto a ellos, unas mil personas.
Saber qué es la gratuidad. Sin duda, el que arrancó más aplausos y entusiasmo de entre los asistentes fue el Padre Aldo Trento, fundador y gerente de la Fundación San Rafael y de la Clínica Casa de la Divina Providencia San Ricardo Pampuri, de Asunción, Paraguay. Pese a su afonía, el sacerdote consiguió explicarse alto y claro. No ahorró nada a aquellos a quienes dirigía el testimonio de un misionero que abraza su humanidad arrebatado por «la certeza en la Divina Providencia». Un hombre que asegura que jamás hubiera sabido qué es la felicidad o la gratuidad si una depresión neurótica no le hubiera obligado a arrodillarse y a suplicar, asumiendo su condición de extrema necesidad. Un hombre agradecido a su más fiel compañera, la realidad, por despertar la conciencia de sí mismo a través del sufrimiento, hasta poder gritar ante Dios: «¡Yo soy Tú que me haces!».
Todo el camino del padre Aldo, su maduración, empieza con el revés que le propina la vida al demostrarle que la predicación de un Cristo sesentayochero y falso, lejano, utópico, estrictamente humano, no sólo no es suficiente sino que desubica la conciencia de la existencia. Únicamente el abrazo de un hombre como don Giussani, cuyo indomable amor a Cristo no era ideológico, proporcionó cierto sentido a una vida abandonada a la más absoluta desolación. Y es que él nunca podría haber construido, sólo con sus fuerzas, una realidad como la que en la actualidad dirige. Sin embargo, su dicha no acaba en él, se comunica, ya que leía numerosos correos de enfermos terminales de sida y de cáncer que viven en su clínica en los que éstos, en cierta manera, daban gracias por su enfermedad, que les había llevado a encontrar el abrazo incondicional del Padre Aldo, donde brota como una flor la certeza de una felicidad indestructible.
Un “sí” que cambia la vida. «Es muy bonito ver cómo Cristo construye una historia sólo diciendo “sí” a la voluntad del Padre», explicaba Marcos Zerbini, diputado en el Congreso del Estado de São Paulo y fundador –junto a Cleuza Ramos, su esposa– de la Asociação dos Trabalhadores sem terra, de la misma ciudad. Una es la razón que les ha permitido liderar un movimiento social que responde a las necesidades de vivienda, educación y salud de más de 90.000 personas de las zonas más pobres de la ciudad: «Decir sí a lo que Cristo nos pedía a través de la realidad». Pues la incapacidad del hombre, como reflejó la situación de 2002 en que se plantearon acabar con todo, incluso con la relación desde la cual tuvieron el deseo de construir un movimiento popular, siempre pasa factura. No obstante, es el propio Marcos el que testimonia que ese “sí” a la realidad es todo cuanto necesitamos: «Dios puso a nuestro lado a un gran amigo, Alexandri, médico de profesión. Fue una bendición». Entendieron entonces que no les correspondía a ellos ser la solución a los problemas de las personas, sino compartir con ellas el sentido de la vida. Habían conocido Comunión y Liberación, una experiencia cristiana y una paternidad: «Hoy nuestra asociación es cuatro veces más grande que en 2002, tenemos cuatro veces más problemas, pero la carga es más leve».
Rasgos inconfundibles. Habían comprendido que el límite del hombre solo puede orientarse hacia aquello que lo constituye, hacia Aquel que constantemente lo rescata: «Os puedo asegurar que hoy estoy mucho más enamorado que cuando nos casamos –dijo Marcos–. Cuando una esposa no es una propiedad, sino la compañía que te ayuda a encontrar a Cristo, la relación cambia, la persona cambia». Pocas palabras se pueden añadir a lo dicho por los fundadores de dos realidades sociales que muestras unos rasgos inconfundibles: «Dios, obligándome a obedecer a la realidad, creó lo que nunca me hubiera pasado por la cabeza –finalizó el P. Aldo–. ¡Bendita crisis, bendita depresión! Lo que para el mundo es un horror, para mí es una bendición. Le pido al Señor que nos dé la gracia de comprender. Sin mi enfermedad no hubiera conocido a estas personas en las que el misterio de Dios se hace presente para mí».
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