Ya lo dijo Barack Obama cuando anunció más inversiones de los fondos públicos en la investigación sobre las células embrionarias: «Hay que hacer elecciones basadas en los hechos, no en la ideología». Pues bien: hemos ido a ver qué se pone verdaderamente de manifiesto en los estudios más avanzados en esta materia. Para descubrir que, de nuevo, el problema está en un uso adecuado de la razón
El pasado 9 de marzo el presidente Barack Obama firmó una orden ejecutiva en la cual se autorizaba la financiación federal para la investigación con células madre de embriones humanos. De este modo se anulaba la medida con la cual la administración Bush, en el 2001, había prohibido la financiación de este tipo de investigación con fondos federales. Atención: la investigación con células madre embrionarias no estaba prohibida, pero sólo se podía realizar con las líneas celulares ya existentes y con financiación de agencias privadas no gubernamentales o de algunos estados (como California). Obama ha acusado al anterior gobierno de haber actuado de modo ideológico, y se ha convertido en paladín de la libertad de investigación científica y de las elecciones “basadas sobre hechos, no sobre ideología”. Con la nueva medida será posible producir en el laboratorio embriones humanos con la única finalidad de obtener sus células madre, y se concederá vía libre a la clonación humana, es decir, a la creación de embriones con el patrimonio genético de un único individuo para obtener células madre “compatibles” (Box 1).
La falta de escrúpulos éticos del nuevo presidente americano para autorizar incluso las biotecnologías más discutidas ya había quedado de manifiesto tres días después de su elección, cuando la FDA (Food and Drug Administration), el ente regulador que controla los productos farmacéuticos y los tratamientos médicos en los Estado Unidos, dio su aprobación a un estudio piloto de tratamiento con células madre embrionarias para la reparación de la médula espinal cuando ha sido afectada por un traumatismo grave. Se trata de un estudio en “Fase I”, destinado a verificar la seguridad –no la eficacia del tratamiento–, e incluirá de 8 a 10 pacientes. Este mismo estudio había sido aplazado por la FDA seis meses antes por la falta de datos sobre su aplicación clínica. Sorprende que en seis meses se hayan obtenido todos los datos que faltaban. Esta autorización es particularmente grave, ya que en un ensayo semejante realizado en Rusia, si bien carente de los controles y de la metodología apropiados, uno de los pacientes tratados desarrolló un tumor de médula espinal a partir de las células trasplantadas…
Promesas y realidades. Pero, ¿qué son las células madre y por qué son tan importantes? ¿Es verdad que su uso ofrece la posibilidad de tratar algunas condiciones clínicas muy graves y devastadoras como el Parkinson, el Alzheimer o los tumores?
Como se sabe, hay dos tipos de células madre: las adultas y las embrionarias.
Las células madre adultas se identificaron por primera vez en la médula ósea en los años 60, pero existen en cualquier parte del cuerpo humano. Estas células se definen en base a dos propiedades fundamentales: la capacidad de reproducirse así mismas y la capacidad de generar una gran cantidad de células hijas, con características y funciones distintas. Es fácil intuir que las células del organismo que envejecen y mueren deben ser sustituidas para mantener la integridad y la funcionalidad de los órganos. Las células madre son las “procreadoras” de todos los tipos de células; por sí mismas no desarrollan funciones particulares en los órganos, sino que son las encargadas de producir diferentes tipos de células que se especializan en una o más tareas. Por ejemplo, en el caso de las células sanguíneas, los glóbulos rojos se especializan en el transporte de oxígeno, los glóbulos blancos en la defensa del organismo contra las infecciones y las plaquetas en evitar las hemorragias. Las células madre no son numerosas (menos de una por diez mil en la médula ósea) y son difíciles de identificar, porque les faltan características funcionales definidas: por eso también se les llama células “indiferenciadas”, y “pluripotenciales” para subrayar su capacidad de proliferación. Hasta ahora se han identificado las células madre en gran variedad de órganos y tejidos, como el hígado, los músculos, el intestino, la córnea y el sistema nervioso. Pero es probable que todos los órganos del cuerpo tengan células madre, y que su descubrimiento sea sólo una cuestión de tiempo.
Al mismo tiempo se ha identificado otra propiedad de las células madre adultas: la plasticidad, la capacidad de desarrollarse hacia líneas celulares distintas. Células madre cerebrales, por ejemplo, pueden dar origen a células de la sangre o de los músculos, y viceversa.
Según los datos científicos actuales parece claro que el uso potencial de las células madre adultas es enorme, ya que tienen capacidad para reconstruir órganos dañados por traumatismos o por enfermedades degenerativas: por ejemplo el miocardio después de un infarto, el sistema nervioso afectado por el Alzheimer, el déficit de tejido óseo en un politraumatizado. Todavía existen muchos problemas técnicos en la identificación, el aislamiento y la preparación de las células madre para su aplicación clínica, por lo que su uso sigue siendo en gran parte experimental.
En la práctica clínica las únicas células utilizadas de modo habitual son las derivadas de la médula ósea o hematopoyéticas, por su relativa facilidad de abastecimiento y la posibilidad de conservarlas y manipularlas en laboratorio. Las células madre hematopoyéticas se utilizan para el tratamiento de varias enfermedades de la sangre y de algunos tumores en el adulto y el niño. Estas células pueden derivar de la médula ósea, de sangre periférica o de cordón umbilical, y actualmente están disponibles en múltiples bancos de sangre y tejidos en todo el mundo.
¿Un hombre-probeta? Las células madre embrionarias son más indiferenciadas y pueden llegar a producir casi todos los tejidos del organismo. Pocos días después de la concepción, el embrión se muestra como una esfera en cuyo interior se encuentra la llamada masa celular interna, que dará origen al cuerpo de un hombre adulto. Quitar este conjunto de células significa dañar o destruir el embrión, y por lo tanto eliminar una vida. Además hay dos problemas biológicos relevantes para la aplicación clínica de las células madre embrionarias: la aparición de tumores debido a su proliferación descontrolada y, en segundo lugar, el rechazo debido a su incompatibilidad con el paciente tratado.
El punto clave es que en el momento actual no disponemos de datos científicos que documenten la eficacia del tratamiento con células madre embrionarias. Sin embargo, es tal la ilusión de llegar a crear un nuevo ser humano en probeta, que muchos laboratorios de todo el mundo lo han intentado sin resultado: en 2005 se llegó incluso a publicar en la revista Science el trabajo de un investigador surcoreano que afirmaba haber obtenido líneas celulares embrionarias por transferencia nuclear; posteriormente se descubrió que el trabajo era un fraude.
Es difícil encontrar un motivo para seguir insistiendo en una línea de investigación que implica necesariamente el sacrificio de embriones humanos sin resultados clínicos significativos, excepto los enormes beneficios que derivan para las casas farmacéuticas y las compañías de biotecnología de las patentes y de su explotación comercial. Obama ha insistido en su discurso sobre la necesidad de aliviar el sufrimiento de los enfermos, conmoviendo con facilidad a la opinión pública y olvidando que, en la actualidad, las únicas aplicaciones clínicas de las células madre son de las células madre adultas. Con gran claridad, el presidente de la Conferencia Episcopal de EEUU, el cardenal Justin Rigali, ha dicho respecto a este propósito que «la nueva orden ejecutiva de Obama (…) es una triste victoria de la política sobre la ciencia y la ética. Esta acción es moralmente errónea porque favorece la destrucción de vidas humanas inocentes, al tratar a seres humanos vulnerables como meros productos de consumo. (…) Además ignora el hecho de que hay medios disponibles, éticamente aceptables, para desarrollar la investigación sobre células madre, y que necesitarían financiación». Con respecto a este punto, Shinya Yamanaka, investigador japonés que ha sido confirmado por numerosos investigadores, ha demostrado recientemente que es posible producir, a partir de las células madre adultas, células madre indiferenciadas, es decir semejantes a las embrionarias pero que no tienen sus efectos colaterales. Este descubrimiento ha sido definido por Science como el más importante del año 2008.
En resumen, existen medios para alcanzar nuestro objetivo sin hacer daño a los embriones, medios que además son científicamente más sólidos que la investigación con células madre embrionarias.
La posición humana, y por lo tanto científica, expresada por la Iglesia puede comprender y afrontar mejor la investigación con células madre que la de Obama: la realidad no es plenamente comprensible si no se utilizan todas las posibilidades a disposición de la razón, o si se intentan imponer a la realidad los propios prejucios (es decir, el método viene impuesto por el objeto). Como ha dicho el Papa en Ratisbona, «la ética de la investigación científica debe implicar una voluntad de obediencia a la verdad y, por tanto, debe ser expresión de una actitud que forma parte de las decisiones esenciales del espíritu cristiano. Por consiguiente, nuestra intención no es retirarnos o hacer una crítica negativa, sino ensanchar nuestro concepto de razón y de su uso».
* Presidente de la Asociación Medicina y Persona en Italia.
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