Mesa redonda con Pierre Mertens y Blanca López-Ibor
En el marco del EncuentroMadrid, los de Medicina y Persona hemos tenido el privilegio de organizar la mesa “El valor de la vida, acompañarla de inicio a fin”. Digo privilegio porque durante los meses de preparación, y de forma más intensa durante el fin de semana del EncuentroMadrid, hemos pasado mucho tiempo con los dos ponentes, Pierre Mertens y Blanca López-Ibor. Dos personas de una talla humana sorprendente y, sobretodo, dos personas que han ido respondiendo con toda esa humanidad a lo que la vida les ponía delante.
A la hija de Pierre le diagnosticaron espina bífida al nacer. «El médico nos mostró fotos de otros niños con esta malformación, nos dijo que nuestra hija iba a ser un monstruo, que era mejor dejarla morir. Intentaba destruir el amor natural que sentíamos mi mujer y yo hacia nuestra hija recién nacida», nos contó Pierre. «Pero nosotros veíamos a nuestra hija, no simplemente unas malformaciones». Aquí comenzó la batalla de Pierre y su mujer, Mol, por la pequeña Liesje. Vivió hasta los 11 años. «Liesje disfrutaba de la vida, de los amigos… nos enseñó muchas cosas, pero sobre todo nos enseñó a consolar a otros». Y, sobre el aborto, añadió: «Utilizar la excusa de una calidad de vida pobre para matar al no nacido no es prevención, es un asesinato». Finalmente, terminó diciendo: «Cuando miras a la otra persona, la escuchas, la acompañas, descubres una belleza inesperada, como me ocurrió a mí con Liesje. Su corta vida es lo mejor que me ha sucedido jamás». Con el paso de los años Pierre, respondiendo a lo que tiene delante, ha llegado a ser presidente de la Federación Internacional de Espina Bífida e Hidrocefalia y ha puesto en marcha programas de ayuda a unos 6000 niños con espina bífida y pobreza extrema en Uganda y Zimbawe.
Blanca es oncóloga pediatra. De su mano hicimos el recorrido del paso de una medicina basada en la técnica a una medicina centrada en el paciente. «Los médicos sabemos prevenir, diagnosticar y tratar… lo que no sabemos es llamar a la puerta antes de entrar a la habitación de un paciente. Somos bruscos porque tememos su miedo, su dolor, su tristeza». Nos contó, con decenas de ejemplos tomados de su práctica diaria, cómo el paciente debe ser el centro de la atención médica; no sólo su bienestar físico sino también psíquico y espiritual. Al médico no se le terminan las armas cuando no puede dar más quimioterapia: siempre puede acompañar, tanto hacia la curación como hacia la muerte cuando ésta es inevitable. Por eso insistió en que los profesionales deben tener una formación no sólo técnica sino también filosófica y moral. «Aunque esto no basta. Hay que caminar con los pies en el suelo y la mirada en el Cielo». Blanca ha creado unos grupos de apoyo al duelo para los padres que han perdido hijos. Dos madres vienen con ella al Encuentro. «No vendría sin ellas», nos cuenta Blanca con sencillez. « Casi todo lo que sé lo he aprendido de ellas».
Nos sentamos a charlar después del encuentro. Pierre, con su sonrisa afable, se declara ateo. Blanca cuenta que es de tradición católica, pero la abandonó en su juventud para después volver a ella a lo largo del camino de su vida. Los dos, cada uno siendo leal a las experiencias que la vida les ha puesto, han llegado a la misma conclusión: que la persona no está definida por sus límites, sus malformaciones o su enfermedad. Que la vida merece la pena siempre. Y si a una misma respuesta se llega desde caminos tan radicalmente diferentes, es que es verdad.
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