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Huellas N.4, Abril 2009

BENEDICTO XVI

«En el Misterio de la encarnación está tanto el contenido
como el método del anuncio cristiano»

© Copyright 2009 - Libreria Editrice Vaticana

Publicamos algunos pasajes de intervenciones recientes de Benedicto XVI, junto a un artículo de Julián Carrón sobre la carta del Papa a los obispos, publicado en Avvenire, y otro de Stefano Alberto publicado en Il Reformista. Los ofrecemos en forma de “inserto” para que podáis difundirlos. Y, sobre todo, para que sirvan como instrumento de trabajo para juzgar la polémica levantada en contra de ciertas afirmaciones del Papa. Han atacado duramente a Pedro, pero con argumentos pobres de contenido. Más que nunca estamos con él, pues en juego está la esencia misma de la fe y urge darse cuenta de ello.

(Del discurso del Santo Padre Benedicto XVI en el encuentro con los párrocos y el clero de Roma, 26 de febrero de 2009)

«No basta predicar o hacer pastoral con el valioso bagaje adquirido en los estudios de teología. Esto es importante y fundamental, pero se debe convertir en experiencia personal. Naturalmente, hoy son incomprensibles palabras grandes de la tradición como tales. No podemos trabajar sólo con grandes fórmulas, verdaderas, pero que ya no se entienden en el contexto del mundo de hoy.
Dios existe y no es un ser hipotético, lejano, sino cercano; ha hablado con nosotros, ha hablado conmigo. No proponemos una filosofía, sino el anuncio sencillo del Dios que ha actuado. Y que ha actuado también conmigo.
Y, después, de cara a la contextualización cultural, romana –que es absolutamente necesaria–, yo diría que la primera ayuda es nuestra experiencia personal. No vivimos en la luna. Soy un hombre de este tiempo si vivo sinceramente mi fe en la cultura de hoy, si yo mismo tomo en serio mi propia experiencia e intento personalizar en mí esta realidad.
San Bernardo de Claraval, en su libro de reflexiones a su discípulo el Papa Eugenio, dijo: intenta beber de tu propia fuente, es decir, de tu propia humanidad. Si eres sincero contigo mismo y empiezas a ver en ti qué es la fe, con tu experiencia humana en este tiempo, bebiendo de tu propio pozo, como dice san Bernardo, también puedes decir a los demás lo que hay que decir.
Debemos ayudar a estos fieles a ver la presencia de la fe, a entender que no es algo del pasado, sino que hoy muestra el camino, enseña a vivir como hombre. Nuestra sociedad necesita precisamente estas comunidades que dan testimonio de que es posible vivir bien en los caminos indicados por el Señor.
Para el anuncio necesitamos dos elementos: la Palabra y el testimonio. Se trata de un anuncio en el presente, que traduce las palabras del pasado al mundo de nuestra experiencia. Es absolutamente indispensable, fundamental, dar credibilidad a esta Palabra con el testimonio, para que no aparezca sólo como una filosofía bonita, o como una utopía bonita, sino más bien como una realidad. Una realidad con la que se puede vivir, y no sólo eso: una realidad que también hace vivir. En este sentido me parece que el testimonio de la comunidad creyente, como telón de fondo de la Palabra, del anuncio, es sumamente importante, un lugar de experiencia progresiva de la vida de la fe, en la cual se revela también la Palabra, que sólo se hace comprensible si se interpreta con la vida, si se realiza con la vida.
Sin la luz de la fe, que entra en las tinieblas del pecado original, la razón no puede salir adelante.
Debemos enseñar este gran arte: cómo ser hombre. El misterio es el corazón del que procede nuestra fuerza. Si es verdad que el hombre no tiene en sí su medida -lo que es justo y lo que no lo es-, sino que encuentra su medida fuera de sí mismo, en Dios, es importante que este Dios no sea lejano, sino que sea reconocible, que sea concreto, que entre en nuestra vida y sea realmente un amigo con el que podamos hablar y que habla con nosotros. Debemos aprender a celebrar la Eucaristía, aprender a conocer de cerca a Jesucristo, el Dios con rostro humano.
Pero siempre es importante que la catequesis sacramental sea una catequesis existencial. La catequesis sacramental es totalmente realista, porque me lleva a Dios y acerca a Dios a mí. Me lleva al otro porque el otro recibe al mismo Cristo, igual que yo. Así pues, si en él y en mí está el mismo Cristo, nosotros dos ya no somos individuos separados. Aquí nace la doctrina del Cuerpo de Cristo: ya no somos dos “yo” separados, sino que estamos unidos en el “yo” mismo de Cristo.»

(De la carta del Papa a los obispos sobre la remisión de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre, 10 de marzo de 2009)

«No se puede congelar la autoridad magisterial de la Iglesia en el año 1962, lo cual debe quedar bien claro a la Fraternidad. Pero a algunos de los que se muestran como grandes defensores del Concilio se les debe recordar también que el Vaticano II lleva consigo toda la historia doctrinal de la Iglesia. Quien quiera ser obediente al Concilio, debe aceptar la fe profesada en el curso de los siglos y no puede cortar las raíces de las que el árbol vive.
Lo prioritario para el Sucesor de Pedro fue fijado por el Señor en el Cenáculo de manera inequívoca: “Tú… confirma a tus hermanos” (Lc 22,32). El mismo Pedro formuló de modo nuevo esta prioridad en su primera Carta: “Estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere” (1 P 3,15). En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas las demás es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto.
Conducir a los hombres hacia Dios, hacia el Dios que habla en la Biblia: Ésta es la prioridad suprema y fundamental de la Iglesia y del Sucesor de Pedro en este tiempo. De esto se deriva, como consecuencia lógica, que debemos tener muy presente la unidad de los creyentes. En efecto, su discordia, su contraposición interna, pone en duda la credibilidad de su hablar de Dios. Por eso, el esfuerzo con miras al testimonio común de fe de los cristianos –al ecumenismo– está incluido en la prioridad suprema.
¿Acaso no debe la gran Iglesia permitirse ser también generosa, siendo consciente de la envergadura que posee; en la certeza de la promesa que le ha sido confiada? ¿No debemos como buenos educadores ser capaces también de dejar de fijarnos en diversas cosas no buenas y apresurarnos a salir de las estrecheces? ¿Y acaso no debemos admitir que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad necesita de un grupo al menos con el cual no tener tolerancia alguna; contra el cual pueda arremeter tranquilamente con odio. Y si alguno intenta acercársele -en este caso el Papa- también él pierde el derecho a la tolerancia y puede también ser tratado con odio, sin temor ni reservas.
Queridos Hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5,13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: «No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente». Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este “morder y devorar” existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada. ¿Sorprende acaso que nosotros estemos amenazados por las mismas tentaciones? ¿Qué debamos aprender nuevamente el justo uso de la libertad? ¿Y qué una y otra vez debamos aprender la prioridad suprema: el amor?»

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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