A partir de 1958 algunos centenares de chicos de Gioventú Studentesca de Milán empezaron a ir cada semana a una zona de la Bassa milanesa. Durante unas horas acompañaban a los hijos de los campesinos alternando juegos, clases de alfabetización y catequesis de acuerdo con los párrocos del lugar.
De ese modo nació la “caritativa”, que sigue constituyendo uno de los gestos fundamentales de la propuesta educativa de Comunión y Liberación. Desde entonces, miles de personas en Italia y en todo el mundo se educan para aprender que la ley de la existencia es la gratuidad, a imitación de Jesús de Nazaret. Personas educadas de esta manera tratan de vivir según la misma ley todas las circunstancias de su vida, hasta la creación de obras para compartir las necesidades de los demás y tratar de hallar respuestas que hagan mejorar a la sociedad.
El 20 de diciembre de 1959 tuvo lugar en Milán una asamblea de chicos de GS que participaban en la iniciativa caritativa de la Bassa. A continuación publicamos los apuntes de ese encuentro con don Giussani - entonces profesor de religión en el Liceo Berchet - en su forma original de notas. Ampliamente retomados en un texto sacado en multicopista en febrero de 1960, publicados en la revista de GS Milano studenti, constituyeron el material para preparar el cuaderno El sentido de la caritativa (primera edición 1961), que sigue siendo hoy el texto de referencia, en lo que respecta al contenido y el método, para la educación en la dimensión de la caridad en el movimiento de CL.
Gioventú Studentesca de Milán
Iniciativas caritativas
Reunión del 20 de diciembre de 1959
Objetivo: examen de los motivos y de las formas de actuación práctica de la iniciativa
T. (Liceo Berchet): No sirve dar catequesis a los niños de la Bassa utilizando los métodos comunes. La forma de hablarles y cómo vivimos debe ayudarles a descubrir el catecismo (pone un ejemplo de uno de sus niños más difíciles). Hacer las cosas conjuntamente - por ejemplo, rezar -, sirve mucho más que llevarlo todo nosotros: lo que somos es insuficiente para educarles. Es un error tenerles mucho tiempo en la iglesia, se cansan inútilmente. Basta con unos minutos para que se den cuenta de que la iglesia es un lugar sagrado, excepcional. Si nada más llegar vamos a rezar, lo comprenderán mejor.
Un chico (Instituto Verri): En la Bassa les organizamos campeonatos de fútbol dejándoles mucha iniciativa; así descubren el valor educativo de estar juntos.
Un chico (Instituto Feltrinelli): ¿De qué sirve separar a los chicos de las chicas?
C. (Liceo Carducci): Suerte que están separados, porque si no ¡es un caos!
G. (Medicina): ¿Por qué fui con los enfermos de poliomielitis? Por una exigencia, necesitaba ir a verles, aunque no entendía muchas razones. Descubrí mucho dolor y pensaba que habría podido aliviarlo. Sin embargo, lo que me permitió ser fiel fue ver que podía hacer poco y que yo también sufría: sufría por su dolor, por no poder ayudarles como desearía, e incluso por no poder trasmitirles lo que vivo del cristianismo porque no lo entienden. Continúo por la esperanza de que su sufrimiento y el mío tengan un sentido. Si no fuera así, lo dejaría.
L. (Berchet): La simpatía por ellos o la compasión, son motivos marginales. La finalidad está por encima de mí y de ellos. He descubierto que mi ser se expresa en la relación con los niños. Cuando no comparto mi vida con ellos me siento disminuido.
P.: La razón que me impele a ir a la Bassa es el deber de comunicar a otros lo que he descubierto en GS.
A. (Liceo Parini): Voy a la Bassa para descubrir la caridad y aprender a ser cristiana. Voy sin grandes emociones. Voy para aprender a compartir; incluso darles un caramelo sería “beneficencia” si no compartiera todo con ellos.
Un chico (Vittorio Veneto): Voy al instituto para minusválidos de Cesano donde hay casos muy graves. Lo que hacemos nos sirve a nosotros, tiene sentido para nosotros: lo importante es no cerrarse, estar abiertos a todos. Ir una vez a la semana nos hace caer en la cuenta de que tenemos una deuda grande con ellos. Deberíamos poder compartir todo nuestro tiempo con los demás.
R. (Liceo Manzoni): En la Bassa descubro quién es el cristiano: alguien que no actúa en nombre propio (sería demasiado poco). Dios se sirve de mí y es Él quien lo hace todo. Me veo como el instrumento de Dios que trabaja, aun sin que yo vea resultados que sean mérito mío.
Un chico (Feltrinelli): Cuando llego a mi casa después de ir a la Bassa me siento muy tranquilo. Entonces pienso en quien no lo está, y me doy cuenta de que no puedo seguir tan tranquilo si no vuelvo a la caritativa.
T. (Berchet): Los niños de la Bassa piden mucho y, a veces, por este motivo uno no vuelve allí. Pero es el mismo Dios quien pide mucho; si no volviera excluiría a Dios.
D’A.: Un deber moral puro y duro no basta. La religión me permite seguir obrando con paciencia.
V. (Berchet): Una dificultad: si no sabes por qué vas, con el tiempo, te cansas.
C. (Carducci): En mi opinión, lo más educativo es que descubro que sirvo de poco. Y es tan poco que a menudo nos desanimamos.
P. (Radiotécnica): La Bassa me enseña cómo hacer todo en mi vida: conviviendo con humildad.
Della P. (Economía): Todos me ayudáis a continuar en la caritativa: mi gesto es nuestro gesto.
C. (Barnabiti): Lo que nos sostiene no es sólo la esperanza de la que habla G., ya que ir a la caritativa no es sólo esperar: es tener ya.
Una chica (Istituto Agnesi): Los niños, que son tan sencillos, me ayudan a descubrir más el “tú”, el valor puro y neto que tiene cada persona. Del sufrimiento no se puede hablar: debemos entrar en él, compartirlo.
Una chica (Agnesi): No sé por qué voy pero sé que voy con gusto.
Un chico (Verri): En la Bassa deseo vivir una experiencia de amor hacia todos. Allí he descubierto la cultura como la entendemos en GS: verlo todo desde el punto de vista de Cristo, compartiendo con ellos la vida. No podré olvidar esta situación social que he conocido.
P.: Los niños nos esperan; nosotros quizás no les acogemos lo suficiente.
T. (Carducci): En la Bassa tenemos que abandonar nuestro lenguaje y tomar otro distinto, el suyo, que es esencial. Esto nos ayuda a nosotros en primer lugar. Es volver a ser los niños del Evangelio. En el Liceo no hacen más que romper esta unidad de la vida que consiste en mirar siempre a lo esencial.
C. (Instituto Tenca): No consigo derribar la barrera que me separa de los niños de la Bassa. No sé por qué voy y no puedo invitar a otros. Nos falta agudeza al hacer la caritativa.
V. (Berchet): ¿Por qué voy a la Bassa? Para educarme, para ser yo misma, es decir, para aprender a amar. Son verdaderos los dos mandamientos de Cristo: ama a Dios, y al prójimo como a ti mismo. Así aprendo a ser yo misma.
R. (Cattaneo): Vamos a la Bassa para cambiar, para convertirnos. Cuando me acuerdo de ellos casi no puedo hacer el mal. Los resultados están, en primer lugar, en nosotros; no es verdad que no haya resultados: basta con buscarlos allí donde están, en nosotros mismos.
N. (Berchet): El valor de la Bassa estriba en que es uno de los pocos gestos libres que realizamos. Sólo la implicación personal lleva a la convicción. Compartiendo se comprende que vivir de verdad es compartir, convivir.
T. (Berchet): Debemos estar con ellos para romper barreras. Se sienten valorados porque nos ocupamos de ellos. Somos instrumentos.
C.: La vida del hombre es decir “sí” a uno mismo o decir “sí” a Otro. Pretender resultados puede ser decir “no” a Otro.
P. (Radiotécnico): Para responder a C. Ella sigue yendo, y así, inconscientemente, contesta a la pregunta de por qué va allí: por Dios, por Otro, y nada más.
Síntesis de don Giussani
Todos habéis reiterado que el fin por el que vamos a la caritativa nos convence sólo haciéndola.
¿Cuál es este fin? Las respuestas que habéis dado son muchas:
- una exigencia pre-consciente, todavía confusa, de interesarse también por los demás;
- interesándose por ellos experimentamos un gusto;
- no podemos quedarnos tranquilos pensando en quien sufre (podríamos quedarnos en la búsqueda de un gusto).
Otras respuestas:
- nos completamos a nosotros mismos, nos educamos;
- es un deber. Pero, ¿qué es el deber sino educarnos, completarnos?;
- vivir es compartir, la ley de la vida es la caridad. En esto queremos educarnos. Esta es la respuesta exacta, o más bien, la más completa; el resto describe nuestro obrar por los demás de forma más exterior;
- socorrer las necesidades ajenas. Sería una respuesta todavía incompleta, porque ¿cuál es la necesidad del otro? Es un planteamiento ambiguo porque depende de lo que creamos que es la necesidad del otro: ¿y si lo que yo les llevo no es realmente lo que necesitan? Lo que necesitan no lo sé yo, no lo mido yo, no lo tengo yo. Es una medida que no poseo, que está en Dios, en el Ser que vive compartiendo, participando su vida a otros. ¡Pensad en el misterio tan luminoso de la Trinidad!
La ley del ser es la caridad, es compartir: solamente Cristo nos lo ha dicho con total seguridad y decisión, metafísicamente. He aquí la razón para ir a la caritativa: porque la ley de mi ser es la caridad y puedo aceptarla si quiero ser. Sólo Jesucristo nos lo dice, Él que sabe qué es cada cosa, qué es Dios de quien nacemos. Sólo Él nos lo podía decir porque es Dios mismo. Quien se dedica a los demás - a lo mejor en nombre de la “justicia”, la “justicia social”, por ejemplo -, sin saber que el valor de las personas es eterno, sin creer en Dios, acaba siendo un político, un agitador rabioso o un maniático.
Sin sentimentalismo: el hacer por los demás es desnudo, no se mueve por entusiasmos. Por tanto, puede no darse ningún resultado, como se suele decir, “concreto”. Estamos cansados de quien llama “concreto” a lo que no es la persona, a lo que no es el valor puro y simple del “yo”. La única actitud concreta es la atención a la persona, el amor a la persona, en definitiva, amar. Las leyes y las “justicias” oprimen porque olvidan o pretenden sustituir lo único “concreto” que existe: la persona y el amor a la persona.
También es un error fundar nuestra acción en la amistad que pueda surgir con ellos, porque esto entraña una ambigüedad. La ley que acabamos de recordar es la ley del ser y está por encima de simpatías o emociones.
Deberíamos compartirlo todo, en cada instante. Pero para educarnos en esta inmensa madurez el estar obligados por las circunstancias vale poco. Es el pequeño tiempo libre, el tiempo que es propiamente mío, en el que se manifiesta la medida exacta de mi disponibilidad hacia los demás. Nos educamos en el amor usando el tiempo libre para compartir el ser de los demás compartiendo sus necesidades. Así se forma en nosotros una verdadera mentalidad, un modo casi instintivo de concebir la vida entera como un compartir. De esta manera el pequeño tiempo libre redime el resto. Y uno entiende más a su compañero de clase, a su padre o a su madre yendo a la Bassa.
Normalmente, esta edad, la nuestra, es el momento - único - en que podemos asimilar con agilidad esta mentalidad. Y sólo empezando a hacer, a dar nuestro tiempo con libertad, la caridad se convierte en nuestra mentalidad, en convicción, en dimensión caritativa.
Pero al ir y al hacer, se descubre algo (¡se comprende haciendo!): se descubre que justamente porque los amamos, porque compartimos con ellos, no somos nosotros los que les hacemos felices; y que ni siquiera la sociedad más perfecta, el organismo legalmente más sólido, la riqueza más ingente, la salud más fuerte, la belleza más pura, la civilización más “educada”, podrá jamás hacerles felices. Es Cristo quien les hace felices, porque es la razón de todo, quien lo hace todo, porque es Dios. Entonces Jesús deja de ser simplemente quien me anuncia la palabra más verdadera, quien me explica la ley de la realidad; ya no es sólo la luz de mi mente: descubro que Cristo es el sentido de la vida. Es la preciosa intervención de G.: «espero que tengan un sentido su sufrimiento y el mío». La esperanza es Cristo. Todo tiene un sentido: Cristo. Esto es lo que descubro yendo a la Bassa, a Cesano, etc. (alguien aludió a una “cultura”).
Y al final la observación bellísima de Della P.: «sigo yendo porque estáis vosotros que sois la Iglesia, es decir, Cristo - como Él quiso - presente ahora». Es cierto lo que decía don V. hoy en la misa en San Gottardo: Cristo no es alguien que “nació” y “vivió”; es alguien que “nace” y “vive”. Es la Iglesia. La esperanza que nos sostiene es Dios mismo que está entre nosotros ahora. Está aquí entre nosotros: esto nos sostiene al ir a la Bassa, a Cesano o a las demás caritativas. Y mañana iré a la fábrica, a la ciudad, a Europa o en el mundo entero que es tan grande y que Le espera.
Para comprender no basta “saber”, hay que “hacer” con coraje. Y obrando reflexionar, a ser posible juntos, sobre lo que se hace, pidiendo ayuda y consejo. No podemos quedarnos quietos hasta que no lleguemos a saber bien con claridad y sencillez el porqué último, el objetivo de nuestro obrar. Comentémoslo en nuestros encuentros, en los grupos, con los responsables. El objetivo es extraer de lo que hacemos el sentido, la razón que nos permitirá ser fieles incluso cuando dejemos de tener entusiasmo o de sentir satisfacción.
Prácticamente tenemos que seguir dos reglas:
Hacer referencia continua a GS, preguntando, conversando, juzgando con otros, especialmente con la autoridad, porque de otra manera se abandona, deja de tener sentido la búsqueda de la razón profunda por la que obramos por los demás.
Obrar con orden. Es nuestro tiempo libre el que tenemos que comprometer (¡hasta el fondo!): y el criterio para utilizar el tiempo libre no soy yo, sino quien me ayuda a crecer, quien me educa, esto es, quien tiene autoridad. Hay que cuidar en particular que la acción caritativa no menoscabe el estudio y no nos haga faltar a la discreción con la familia.
Además, para ir a la Bassa, seguid estas indicaciones:
- para los de 14 y 15 años la norma debería ser ir una vez al mes;
- para los de 16, 17 y 18 la norma debería ser ir una o dos veces al mes.
No nos interesa cuántas veces vamos o cuántas actividades desarrollamos, sino que a través de algunos gestos se afirme el principio del compartir en nuestra vida.
Las actividades caritativas de GS en Milán en 1958:
- Bassa milanesa
- Instituto para minusválidos de Cesano Boscone
- Instituto para poliomelíticos
- Instituto para mujeres ciegas
- Hijas de presos
- Periferia
- Familias pobres
Personas implicadas: unas 500
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón