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Huellas N.8, Septiembre 2001

MEETING

Vivir a lo grande

a cargo de Luca Doninelli

Letizia Moratti, don Giorgio Pontiggia, Andrea Muccioli... y una patrulla de chavales lanzando a la Ministra una ráfaga de preguntas, a partir de un libro recién publicado


«A nosotros nos interesa mucho la escuela, señora Ministra...».

Llego tarde, pero afortunadamente el encuentro se retransmite por megafonía a todo el recinto ferial. Me gustaría correr, pero no puedo: el patio, el bar, la escalera y el piso superior están abarrotados de chavales. Hay cientos y cientos, sentados en el suelo, ordenadamente. Los que pueden están con la espalda apoyada en la pared. Muchos de ellos tienen papel y lápiz en la mano, otros están con grabadoras. Reconozco algunas caras, pero tengo que irme. Mis hijos Giulia y Giacomo están en el salón con Lucia. Para poder entrar han tenido que hacer cola desde las dos y media (¡el encuentro era a las cuatro y media!). La época en que Giulia se sentaba en el pasamanos de las escaleras mecánicas ha pasado definitivamente. Ahora comienza una etapa nueva y yo rezo por ella.

«A nosotros nos interesa mucho la escuela, señora Ministra». Es la voz de don Giorgio Pontiggia. También él está aquí tras la terrible prueba con la que el Misterio ha querido llamarle este verano. «Pero nos interesa - precisa en seguida - en tanto que nos interesa la educación de la persona: porque para nosotros la educación es la posibilidad de que se cumpla lo que ha sido generado. El hombre es un ser dotado de una finalidad, y es engendrado para cumplir esta finalidad. Para él la educación es la continuación del ser generado. Por esta razón, la educación no se puede reducir a la escuela y no es monopolio de nadie». De nadie, porque educar significa obedecer al Misterio que hace las cosas.

«Pero es responsabilidad de todos». Precisamente porque mi hijo no es mío, yo soy responsable de él: porque debo responder de él ante Otro que me lo ha dado.

«Para nosotros, por tanto - continúa don Giorgio - la educación es la posibilidad de darnos cuenta de quiénes somos, es la aspiración a un significado que explique y cumpla todo».

El encuentro ha sido organizado para presentar el libro Vivir a lo grande (Ed. Marietti). Invitada de honor, junto a don Giorgio Pontiggia y a Andrea Muccioli - hijo de Vincenzo y su heredero en la dirección de la comunidad de San Patrignano - es doña Letizia Moratti, ministra de Educación.

«Cuando acepté este ministerio, que yo elegí - comienza la ministra, respondiendo a la primera de una serie de preguntas de los estudiantes - tuve claro que no llevaría a cabo mi reforma, ni haría la escuela que yo quería, sino que trataría de realizar una escuela en la que todos pudieran reconocerse, una escuela que permitiera a todos desarrollar su propia identidad, su propia personalidad». La cuestión de la educación está también en el centro de una obra como San Patrignano: «Creo que la educación no es decir palabras o dar lecciones de vida, es, sobre todo, ejemplo y escucha - subraya Andrea Muccioli -. Si quieres enseñar la responsabilidad y el respeto a un chico que no lo ha conocido nunca, debes estar preparado para arriesgar tú en primer lugar, debes estar preparado para demostrar con tus acciones cotidianas -ayudándole si lo necesita y después dejándole andar con sus piernas - qué significa ser responsable, ser honesto, leal, qué significa tener equilibrio y respetar a estas personas, a las personas, a la persona en general».

Sin polémica
La Ministra suaviza las polémicas, no quiere hablar mal de sus predecesores, y esto es justo dado el puesto institucional que ocupa. Pero tiene las ideas claras: Ella eligió esta cartera, nadie se la asignó porque sí. Quiere que la escuela «sea un lugar en el que vuelva a ser central la función educativa, un lugar que naturalmente haga de apoyo sin sustituir a las familias. Estas son las que tienen el papel principal en la educación de los hijos. Y debemos sostenerlas en esta difícil tarea que es ser padres en una sociedad en donde, desgraciadamente, los adultos están siempre envueltos en ritmos frenéticos, en una vida en la que los problemas y los afanes materiales priman sobre las preguntas de fondo, las que todos deberíamos plantearnos, no sólo los jóvenes y los estudiantes». Y añade más adelante: «Vosotros sois los protagonistas de la escuela; la Administración está solo al servicio de la sociedad».

La subsidiariedad - un concepto que pertenece no ya a la estrategia social cristiana, sino a la naturaleza misma de la Iglesia, a su pasión por el hombre - aparece con claridad en las preocupaciones de la Ministra, y es consolador darse cuenta de que el lenguaje que hablamos es similar.

El trabajo de los profesores consiste en transmitir amor por el conocimiento, que quiere decir conocimiento de sí, del pasado, de la tradición, de la historia. Sería una abstracción darle un mayor espacio si los profesores no dijeran “yo”.

Para que esto suceda es necesario, sin embargo, resolver un cierto número de problemas prácticos, como el de la burocracia, que invade cada vez más cualquier trabajo y en particular el del profesor.

«Nuestro compromiso - dice la Ministra - será el de ayudar a la escuela a liberarse de todas esas trabas burocráticas, de los papeleos que obstaculizan la labor de los profesores, para que así puedan recuperar la libertad de enseñar que les compete».

Más adelante, respondiendo a una pregunta acerca de los proyectos de reforma de sus predecesores, formula un juicio importante: «No creo - dice - que exista la sociedad indistinta: la sociedad está hecha de personas, cada uno de nosotros forma parte de la sociedad y debe hacerlo de manera individualmente responsable». Sus palabras tocan, a mi parecer, el nudo central de la cultura, que no tiene tanto que ver con el Estado y sus instituciones (el que empieza por ahí acaba siempre en la confusión o en la prevaricación), sino con el sentido de la palabra “sociedad”. O es una masa indistinta - la masa, las masas... - o es un conjunto de personas individualmente responsables. La partida se decide aquí y no en la concepción del Estado.

Modelo americano
Un chico acaba de regresar de una experiencia de estudio en América no del todo satisfactoria. Teme que el modelo americano - individualista, competitivo, dirigido por completo al resultado, sin atención al método - pueda, un día no muy lejano, desembarcar también entre nosotros. La Ministra responde con equilibrio, subrayando los aspectos positivos de ese modelo. Sin embargo precisa: «Creo que es equivocado tratar de resolver los problemas de educación de un país importando los modelos de otro. La educación italiana tiene algunas enormes ventajas con respecto a la americana. Conserva todavía importantes tradiciones; me refiero, por ejemplo, al liceo clásico, una escuela con una tradición de extraordinaria riqueza y que no creo que pueda ser relegada a aquellos que quieran profundizar en los estudios clásicos de forma especializada. Algunos de los más ilustres físicos y matemáticos de nuestro país, que después quizá van a Estados Unidos y destacan también allí, reconocen en la enseñanza clásica un papel fundamental en la formación de un modo lógico y crítico de razonar. Por eso no se trata de instituir una defensa de oficio del pasado; pero tampoco es justo renegar del pasado, cuando el pasado tiene un sentido».

Una adolescente, viendo a su hermana mayor profundamente cambiada al asistir a una escuela libre, quiere seguir sus pasos. Pero los costes son demasiado elevados. ¿Por qué no puede darse a todos esta posibilidad?

La Ministra demuestra que conoce muy bien el problema, que, por otro lado, conocíamos también nosotros. Italia, junto con Grecia, es el único país europeo que conserva el monopolio estatal en el campo de la enseñanza. Cita los modelos holandés, inglés e irlandés. Hasta en un estado centralista como Francia, «desde 1959 la Constitución prevé la posibilidad de que existan escuelas públicas de iniciativa privada, financiadas públicamente con contratos diversos, teniendo en cuenta el grado de aptitud de la escuela privada con respecto a los criterios establecidos por la enseñanza pública».

También en los antiguos países comunistas, con Rusia a la cabeza, se prevé financiación pública sin límites para las escuelas no estatales. En resumen, dentro de Europa Italia es una excepción. Por eso dan risa aquellos que «se declaran europeístas, demostrando con los hechos que lo son sólo en las cosas que a ellos les apetecen, mientras que desconocen sistemáticamente aquellas que menos les gustan». Este problema - que es el problema de un estado laico que se halla en apuros con un estado confesional - pertenece ahora al pasado, como dice la ministra Moratti. Lo que sirve es «una administración capaz de estar sencillamente al servicio de los ciudadanos para proporcionarles respuestas que adecuadas a las libres elecciones que cualquier ciudadano libre debe poder hacer, en el campo de la escuela o en otros ámbitos».

La última pregunta tiene que ver con la situación que el estudiante se encuentra al comienzo de cada año académico: cátedras vacías o nombramientos por llegar. ¿Cambiará algo este año?

La respuesta de la Ministra es conocida ya por todos, porque los periódicos le han dedicado las primeras páginas. La noticia de la incorporación de 31.000 profesores supone un alivio para los que afrontan la importante aventura de un año escolar, que es un año de vida.

También interesa aquí el acento cultural con el que la Ministra afronta el problema de fondo, que no es solo el de la precariedad, sino también el de «una Administración más concentrada en gestionar la complejidad del procedimiento (de por sí complejo, porque abarca a más de 700.000 profesores) que preocupada de la puesta en marcha del curso escolar». Es decir, más dedicada a defender los intereses de gremio que a responder a las necesidades reales de la gente. Una confusión - querida, se entiende - entre medios y fines, que habrá enriquecido a más de uno. Por causa de esto algunos sindicatos se preparan para la lucha.

Examen de Selectividad
No podía faltar una pregunta sobre la Selectividad. Y la Ministra no se echa para atrás: «El examen llega al final de la adolescencia. De alguna forma, representa una etapa y, a la vez, es una meta que prepara para un futuro. (...) Una reforma es necesaria, hay que pensar en ello. Probablemente un primer paso podría ser que la comisión de examen esté formada por un conjunto de profesores del instituto donde se han cursado los estudios, con un presidente externo que garantice que los procedimientos sean correctos y sobre la base del actual modelo de examen de la escuela media».

El encuentro ha sido el más largo de este Meeting. Vuelvo a ver a mis hijos, apenas cansados por las cuatro horas pasadas (dos de espera y dos de encuentro) y sinceramente contentos por las palabras de la Ministra. Mi hijo Giacomo tiene doce años. Me mira y dice: «Quizá se podía haber hecho una preguntilla sobre el Inter, pero ha estado muy bien».
Y ahora, a trabajar.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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