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Huellas N.5, Mayo 2001

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

BOLONIA
Recinto sagrado

Os envío la carta que Sor Chiara, hermana de Enzo Piccinini, me ha enviado desde Venezuela tras haber tenido noticia de la muerte de Giorgio, mi marido.
«Queridísima Annalisa: Por medio de Bárbara me he enterado de la muerte de tu marido Giorgio.
Súbitamente me estremeció la noticia y sentí un profundo afecto por ti, aunque no te conozco. Sé que tienes hijos todavía pequeños, uno casi recién nacido, y pienso en cuánto echas de menos la presencia física de tu marido, su querida compañía. El dolor es un recinto sagrado, donde nadie puede entrar, lo sé por la experiencia de la muerte de Enzo. La muerte queda como un absurdo, pero el Señor ha entrado dentro de su sinsentido que nos hiere a todos. Viviendo con fe lo cotidiano, las cosas pequeñas y grandes que contiene, aprenderemos poco a poco a vivir como signo y llamada la muerte, los límites, la necesidad. Te acompaño en la petición de esta fe y en el camino que la Virgen abrió con el abandono de su “sí”».
Annalisa

MADRID
El inicio del canto

Dos semanas antes de los ejercicios del CLU, José Miguel García (responsable de los universitarios de Madrid), me pidió que me encargase del coro. A parte del hecho de que éramos muy pocos, casi nadie tenía idea de lo que era cantar en un coro y menos todavía algún conocimiento de música. Yo por añadidura no había dirigido jamás y la cosa me parecía bastante imposible. Pero cuando alguien te hace una propuesta tan personal comprendes que es razonable y, al menos como primera intención, te adhieres. Habíamos comenzado así a hacer los ensayos y a preparar algunos cantos ¿Cómo comenzar? Pensé: el canto en el movimiento se inició cuando don Giussani se dispuso a enseñar a un grupo de jóvenes estudiantes Vero Amor è Gesù e Oh cor soave ¿Por qué no comenzar de allí? E increíblemente después de horas de pruebas y desesperaciones de parte mía y de todos, han sido los dos mejores cantos de todos en los tres días. Lo que me sorprendió fue lo siguiente: mientras buscaba afanosamente explicarles las notas, los tiempos, los crescendo, los respiros, no cambiaba nada. Mejor dicho, cuanto más insistía en una preocupación “técnica”, peor iba el asunto; el canto resultaba arrastrado, dividido, fuera de tiempo, a veces desafinado. Yo me agotaba y ellos se aburrían. Después, una vez, durante los ensayos, me vino a la mente esta pregunta: pero yo, ¿por qué canto? ¿Por qué he aceptado esta tarea? Me acordé de la frase del Gius que dice que «el canto es pura caridad». Les dije: «Chicos, no podéis cantar si no es por amor a alguien, no se canta si no es por amor a alguien, a Otro. No podéis cantar este canto verdaderamente si en no tenéis la mirada puesta en alguien, en un rostro, dos, o tres rostros a los cuales amáis». Lo entendí porque tampoco yo lograba estar allí delante de ellos, dirigiéndoles y cantando sin que me vinieran a la mente continuamente los rostros de mis amigos, de las personas del coro de Milán, donde comencé a aprender esta forma de cantar. «Por favor, cantad ahora como si estuviérais haciéndolo para la persona que más queréis en el mundo, para que decir “canto por Cristo” o “canto por la comunidad” no se quede en algo abstracto. En cambio, decir “canto por esta persona que quiero, que tiene este rostro, este temperamento” te cambia. Cantar por Cristo o por la comunidad coincide con cantar para estas personas concretas y Cristo se me hace presente a través de estos rostros». El canto empezó a cambiar y también sus caras: se veía que estaban cantando mirando a sus amigos y sabían para Quien cantaban, mejor aún, Quien alababan.
Ilaria

Hilos sutiles
Querido don Gius: El último fin de semana de marzo tuvimos con nosotros en Venezuela a nuestro visitor, don Giuliano Renzi. Fue verdaderamente un acontecimiento. Con gran sacrificio, y algunos dejando a sus familias, se trasladaron aquí personas desde distintas ciudades del país para compartir este momento. Muchos viajaron hasta 12 horas en bus para llegar a un encuentro con un desconocido - ya que la mayoría no conocía a Giuliano -. Fue para nosotros el primer encuentro en el ámbito nacional y, aunque numéricamente fuera un éxito, ese no resultó el aspecto más importante. Todos estaban felices de estar juntos y encantados de cómo se preparó todo: los cantos, el salón, la comida y la fiesta. Quien venía por primera vez decía: «¿Qué es esto? ¡Normalmente no se termina una fiesta rezando antes de irse!». Yo también estoy sorprendido. ¿Qué hace que una persona se mueva así? Sólo una amistad. ¿Cómo es posible esta unidad, cuando atravesamos historias tan distintas, personalidades tan opuestas, caminos tan diversos? Giuliano decía: «Dios entreteje su historia con hilos sutiles». Cuando nos ponemos a verificar los pasos que hemos dado y miramos a los amigos, no podemos obviar que Él está presente. El movimiento es, como tú dices, una historia. A pesar de mis múltiples fragilidades, este acontecimiento ha vuelto a despertar en mí una conciencia y una sencillez que me ayudan a vivir las circunstancias más concretas. De hecho, el lunes siguiente me encontré con una de las semanas más difíciles en mi trabajo, mi madre continúa enferma y a mis hijas les tenemos que hacer unos exámenes para descartar una enfermedad grave; sin embargo, estoy tranquilo porque ante Su presencia digo “Sí”. Ahora digo “Sí”.
Alejandro, Venezuela

Ponerse en juego
Te escribo porque me encuentro finalizando un proceso de mi vida e iniciando otro. Desde hace unos meses, o tal vez un año, la escuela de comunidad está siendo una referencia casi indispensable para entender mi vida. Realmente me está abriendo los ojos a la realidad. En particular, los últimos capítulos de El Sentido Religioso han sido para mí de una riqueza inesperada. Descubrir que la realidad es signo y que hay que poner en juego nuestra libertad a la hora de interpretarlo fue para mí como un balde de agua fría. Cuanto más nos adherimos a la realidad como signo con la actitud original con la que fuimos creados, más despertamos a ella. Así lo dice don Giussani cuando pone el ejemplo de “nacer con la conciencia de mis 37 años”. Este juicio, que arrastra consigo toda mi afectividad, me hizo ser consciente de que Cristo me ha alcanzado. Saberme parte de una historia y acogido por Su presencia a través de mi comunidad ya no es un anhelo romántico o un deseo insatisfecho. Hoy es una realidad vivísima, como vivísimos son los rostros de mis amigos. He caído en la cuenta de que desde mi bautismo fui escogido, llamado por pura misericordia para realizar el único trabajo para el cual merece la pena vivir: construir la comunidad, construir la Iglesia, vivir con la conciencia de la presencia del Señor hasta lo más cotidiano y vulgar de la vida, eso que es lo más cercano a la nada y que, por Su misericordia, puede ser lo más grande cuando se ofrece. En especial he notado un cambio en la relación con mi esposa y con mis hijos, con mi jefe y mis compañeros de trabajo: se ha vuelto más verdadera y todos ellos, a su manera, con sus peculiaridades, están siendo una provocación para que comprenda que «Yo soy Tú que me haces». Es algo tan concreto que hoy, que busco un nuevo trabajo más acorde con mi desarrollo profesional y necesidades familiares no lo hago con el ansia de quien quiere resolver todo por sí sólo, sino con la confianza de uno que se sabe hijo. Quizás este es el punto que más me asombra. En la búsqueda de un nuevo trabajo, yo esperaba que me corrieran detrás o que me llamaran o que me cayera la lotería. Pensaba que esperaba bajo un supuesto abandono a la voluntad de Dios; pero me he dado cuenta de que no, que las cosas son precisamente así para que ponga en juego mi libertad, es decir, para adherirme a la realidad como ella se me presenta.
José Antonio, Santo Domingo


Un agradecimiento contagioso
Una llamada de teléfono. Una nueva invitación para ir a Muga de Sayago. Una oportunidad que no podíamos desaprovechar. Don José nos propuso tener un encuentro con algunos alumnos de COU y de Bachillerato para contarles cómo había sido nuestro paso por la universidad y ayudarles, en la medida de lo posible, a encarar esta nueva etapa de su vida. En el colegio (está vez totalmente habitado) se respira esa grata familiaridad que tanto sorprende al despistado hombre de ciudad. Pero no es sólo el ambiente del pueblo. Hay algo más, es imposible entrar por la puerta del colegio y no sentir la ternura de su Presencia misteriosa, que se manifiesta en la atención y el cariño con que don José, Angelines, Isabel y el resto tratan a los alumnos y a nosotros, sus amigos. El encuentro fue una verdadera gracia, para los chicos y para nosotros. Ante su deseo de conocer el mundo de la universidad, nos surgía no sólo decirles lo que es, sino lo que realmente puede llegar a ser para ellos. Nosotros tuvimos la gracia de encontrar un lugar desde el que vivimos aquellos años con una plenitud que, cuando empezábamos, un poco perdidos pero enteramente abiertos, nos hubiera parecido una quimera. Recordando estos años no había nostalgia, sino un profundo agradecimiento por todo lo que hemos recibido. Un agradecimiento que se contagiaba poco a poco a nuestros oyentes, que quizá empezaban a intuir también un motivo para estar agradecidos. Y no es para menos, porque verdaderamente, Muga es un pueblo acariciado por la mano de Dios.
Isa, Elena, Juanje, Madrid

En la ópera
En este año dedicado a Verdi he podido asistir en el Teatro Real a la obra Don Carlo, una de las cimas de su arte. El libreto, basado en la obra homónima de Shiller, recoge el ambiente siniestro que un tópico tan eficaz como el que la leyenda negra española proporcionaba, y plasma una historia de corte acentuadamente romántico. Más allá de su carácter dramático ajeno a la historia real, me ha llamado la atención la visión del hombre que se representa. Conforme a la concepción romántica, la necesidad y la capacidad de amar se consideran como una enfermedad incurable, abogada inevitablemente a la insensatez. No hay forma de ordenar este impulso ciego que sólo en el cielo encontrará solución o remedio. El único modo de sobrevivir, el olvido. ¡Cuán distinta resulta la experiencia del cristiano! Con sencillez, me comparaba con lo que veía ante mí. Sentido, en lugar de ciego sentimiento. Orden y designio bueno en función del cual cualquier sacrificio encuentra su fecundidad en este mundo. Y, como decía el cardenal Newman, «Pienso, por ello creo». Es la lógica contraria al naturalismo de todas las edades: se aprende a amar porque no se olvida a Quien compartió con cada uno de nosotros toda la hondura de lo humano y mediante los que le siguen nos la enseñó a los que, de otro modo, estaríamos toda la vida como ciegos. Sin eliminar ni censurar nada. La música de Verdi, como toda profecía, tiene momentos de petición sublime. Esto ya no es romanticismo.
Lucía, Madrid

Mas allá de la propia “medida”
Recientemente he participado por tercera vez en la celebración del Triduo Pascual con GS, el momento del año que más espero, cada vez más nuevo y más hermoso. Arrodillada, cantando Aquí junto a ti Señor entre 6400 jóvenes durante el Via Crucis, comprendí que había sido querida, elegida y abrazada dulcemente por Jesús. Esto a pesar de mis traiciones y de mis innumerables defectos y límites. Tenía el corazón verdaderamente rebosante de alegría y estaba feliz y serena. Sin embargo, después del Via Crucis y de vuelta al hotel, durante la asamblea en la que comentamos estos dos magníficos días, estaba triste. Este año me había propuesto vivir este momento junto a una amiga a la que no veía desde hacía tiempo y que ya no participa de la experiencia de nuestro grupo. Acercarme a ella se había convertido en mi único objetivo y esto me angustiaba porque mi “medida” (como la llamó don Giorgio) se había vuelto lo más importante de todo: prevalecía sobre la realidad. Lo cierto es que no había vivido esos tres días con mi amiga y darme cuenta de ello me hacía sufrir terriblemente. Estaba muy triste.
A pesar de aquel dulcísimo abrazo había vuelto a decir no otra vez, había preferido seguir siendo esclava de mi esquema mental, que ya se me había hecho trizas en mis propias narices. Preferí seguir ciega ante la realidad que se me estaba dando, es decir, que ella de todos modos estaba allí, había acudido a celebrar estos tres días con nosotros y esto era un verdadero milagro. Pero como dijo don Giorgio, aunque yo pueda decir no, el abrazo permanece y no puedo rehuirlo; una vez lo he experimentado permanece. Al final, este dolor se ha transformado en petición y ofrecimiento al Señor, hasta el punto de permitirme vivir seriamente todo lo que se me proponía en estos tres días. También mi amiga los ha vivido plenamente, a pesar de no estar ya con GS. Me ha conmovido caer en la cuenta de esto y, después de todo, habiendo hecho la misma experiencia, es como si la hubiésemos hecho juntas. Cuando esta tarde la he llamado por teléfono ha sido un gesto tan sencillo como lleno de plenitud y belleza. Ahora, reflexionando, digo: ¿no es mejor acaso estar atento a las circunstancias de la realidad y vivirlas que construir ideas abstractas e irrealizables? Como dice la frase de Camus en el manifiesto de Pascua: «La grandeza llega, si Dios quiere, como un día espléndido».
Bianca, Forlí

Una medida nueva
Hace algún tiempo empecé a trabajar y tuve que abandonar mis clases de ballet. Fui a saludar a mis compañeras de baile hace unos días, y percibí con tristeza una cierta falta de interés por mi presencia, igual que cuando un juguete deja de funcionar (es más o menos lo mismo que sucede en el trabajo cuando no puedes hacer tu tarea o no has terminado todo lo que deberías haber hecho y la gente te mira como si ya no sirvieses). No fueron antipáticas ni descorteses, pero era como si mirasen a alguien que ya no interesaba porque no tenía ninguna utilidad (la clase hacía representaciones con frecuencia). Esto me ha hecho caer en la cuenta de que hay un lugar donde, al margen de lo que hago o la menor o mayor utilidad de mis acciones (si ayudo a los bachilleres o no, si hago la caritativa, si voy a ver películas o si ayudo en el Happening), mi presencia es importante por lo que en sí misma es. Aquí me siento mirada con total gratuidad. Es esto lo que me ha impresionado: no el que mis compañeros de gimnasia o de trabajo fuesen crueles o egoístas, sino que así es la mentalidad dominante - tú vales por lo que haces, por la utilidad que tienes - y el hombre sin Dios no sabe hacer más que esto. De hecho, es Jesús el que introduce una nueva medida en la historia del hombre: «Te he elegido porque te amo, no por lo que vales». Así he entendido que el movimiento es la compañía humana concreta que me mira como Jesús.
Sara, Lisboa

Queridos amigos de Huellas: Con fecha 26 de marzo de 2001, el Cardenal Jesús López Rodríguez, Primado de América, ha agradecido con estas palabras el envío de la revista que realizamos en Santo Domingo: «Una vez más permítanme felicitarles por esta apreciada revista que sin duda contribuye a la formación de sus lectores con valiosos temas espirituales. Les animo a continuar adelante en esta gran labor que el Señor les ha encomendado».
Le agradecemos de corazón su atención y paternidad.
La comunidad de CL de Santo Domingo

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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