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Huellas N.4, Abril 2001

EDITORIAL

Una cuestión de poder

El himno de san Ambrosio dedicado a la Pascua de Resurrección dice que desde aquel día la única que muere es la muerte. El himno canta cómo el ladrón arrepentido en el último instante “robó”, se hizo con la vida eterna y, por un misterio admirable, la carne de un Hombre salvó a todos los hombres. Así, despojada de su poder, la muerte «se duela solo ella de haber muerto».
La Pascua es una revolución radical porque establece una subversión en el orden del poder. En efecto, queda vencida la que parece dominar sobre la experiencia y el pensamiento humanos, la muerte y, con ella, todos los limites que señalan su reinado. Se restaura el poder del auténtico Hacedor de la vida y de su misterioso designio.
Ninguna revolución política, ningún cambio de costumbres, condición de salud o desarrollo, ninguna meta alcanzada, puede proporcionar a la esperanza de cada hombre individual, dentro de su frágil existencia, el mismo fundamento razonable que le otorga el acontecimiento de Pascua. En ella se fundamenta todo el impulso de conocer, de construir y compartir que el hombre siente pulsar en su interior.
De la Pascua renace la pasión por la realidad como algo que está lleno de valor infinito e inmortal. El valor de cada pájaro del cielo y de cada pelo de la cabeza, de cada una de las personas en cualquier condición que se halle.
El hombre que ha perdido la conciencia del acontecimiento pascual tiende a reducir su vida a un precario armisticio con todo lo que se le opone. Deja de ser un hombre comprometido en construir formas nuevas de vida, para reducir su ser al cálculo de lo que le conviene, pactando con la moral que imponen los tiempos y que inculcan los maestros que están de moda. Deja de tener un “motivo” (motus) para amar la realidad y para tomarse en serio los anhelos de su corazón.
Dios otorgó poder al hombre para que éste trabajara en Su creación empleando sus talentos, formando su familia y construyendo la sociedad, hasta vivir esa «forma exigente de caridad» - como la definió Pablo VI - que es la política. Con la Pascua se esclarece para qué sirve el poder del hombre: no para la muerte, sino para que se afirme el destino infinito de cada uno, incluso el del ladrón arrepentido.
Toda cuestión de poder, incluidos los enfrentamientos políticos, pone de manifiesto qué es lo que impulsa al hombre a comprometerse y apasionarse por la realidad.
En la historia y en la vida personal muchas veces el compromiso con la realidad se traduce en una mirada sombría que reduce la dignidad de la persona y su libertad concreta, y que pretendería homologar la sociedad con la calma de los cementerios, a veces con el pretexto de actuar en nombre de la ley.
El acontecimiento de Pascua no es un cuento religioso. Es el hecho que introdujo en el mundo una humanidad nueva, cuya fe “vence a la muerte” siendo principio de criterios, y las razones para comprometerse también hoy con todos los factores que conforman la realidad en la que se nos concede vivir.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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