Los diez años de existencia de la Fundación de ayuda a los niños pobres Ut Unum Sint, una presencia visible del movimiento en ese país europeo. San Nicolás, la estatua de la Virgen de Fátima y la bendición del cardenal
Durante los días 15 al 17 de diciembre se desarrolló, dentro del ámbito del gran Jubileo, la conmemoración de los diez años de la Fundación de la Ayuda a los niños pobres “Ut Unum Sint”, la primera obra caritativa del movimiento en Polonia. La Fundación, antes de adquirir una forma institucional, nació hace casi 16 años de la amistad de algunas personas pertenecientes a Comunión y Liberación. Todo comenzó a partir de un gesto pequeño y sencillísimo, una fiesta con ocasión de San Nicolás organizada por los niños de las familias ligadas al movimiento. En Polonia, San Nicolás es una fiesta que los niños estiman muchísimo y esperan durante todo el año, acompañada siempre de algún regalito. Mientras la comunidad se preparaba para este gesto, alguien de repente preguntó: ¿por qué no lo extendemos a los niños pobres de las escuelas en las que damos clase o de los barrios donde vivimos? ¿Por qué no?
Y, así, san Nicolás en 1984 se dio una vuelta por toda la ciudad, llamando a las puertas de quienes no le esperaban o de quienes tal vez habían perdido la esperanza de que él pudiera responder al deseo de su pequeño corazón, que muchas veces coincidía con el pensamiento: «San Nicolás, tráeme una muñeca, un coche o una chocolatina, que me gustan tanto...». Y después, inolvidables, los ojos y las palabras de los niños, encendidos de asombro y llenos de alegría: «Mamá, ¡entonces san Nicolás existe de verdad!».
Tras el encuentro con estos niños y con sus padres, que vivían a menudo en una pobreza extrema e inimaginable, no podíamos seguir como antes. Para muchos fue una provocación tal que se tradujo en preguntas de este tipo: «¿Qué quiere decir este encuentro para cada uno de nosotros? ¿Podemos pararnos en un gesto aislado, ocasional?». Y así esta pequeña historia halló comienzo en un juicio que poco a poco íbamos aprendiendo de la experiencia del movimiento y de la intuición de que nosotros mismos no estamos en situación de responder a las necesidades que encontramos, sino que la única posibilidad para todos es comenzar un camino común hacia el destino.
Hoy la Fundación realiza el seguimiento de casi 700 niños, tratando de resolver los problemas relacionados con su vida cotidiana por medio de diversas iniciativas (ver apartado).
Fiesta por el Jubileo
El programa completo de festejos con ocasión del aniversario se pensó y preparó con máximo cuidado y atención. Era muy vasto y rico, tanto por las propuestas como por las personas que asistieron. De modo totalmente inesperado, el Jubileo de la Fundación se convirtió en un momento de fiesta para todo el movimiento en Polonia. Estaba pensado, ante todo, como la ocasión para dar gracias al Señor por todo el bien que nos ha dado y hemos recibido a lo largo de todos estos años a través de la obra. Este Jubileo se convirtió en ocasión de reconocimiento por parte del episcopado de la diócesis de Wroclaw, no sólo de la obra, sino ante todo del mismo movimiento. Con conmoción y alegría escuchamos las palabras del cardenal Henryk Gulbinowicz durante la misa del viernes 15 de septiembre: «Es un gran don el que en vuestra ciudad exista un movimiento que no se ocupe sólo de los asuntos de su propia existencia, sino que se interese por las cosas de los demás (...). Así pues, que crezca Comunión y Liberación». Terminada la misa, el cardenal bendijo en el jardín de la Fundación la capilla con la estatua de la Virgen de Fátima, que regalaron a la Fundación los amigos de la Asociación “La Spigolatrice” de Bassano del Grappa.
Entre los momentos más bellos y conmovedores destacó la asamblea pública acerca de la dimensión caritativa que tuvo lugar el 16 de septiembre. Durante el encuentro, presidido por don Fabio Baroncini, se sucedieron una serie de testimonios, tanto de los fundadores y actuales colaboradores de la Fundación (Jan Adamowicz, Wojciech Murdzek, don Józef Adamowicz - actualmente misionero en Uzbekistán -, Danuta Capek y Teresa Kierel), como de algunos amigos y benefactores procedentes de Italia (Francesca Trisotto, presidenta de la asociación “La Spigolatrice”, Arturo Alberti y Alberto Piatti, de AVSI) y de Alemania (Marcus Lenz de Limurg).
Abrazo perenne
La misa del sábado por la tarde, celebrada por don Józef Adamowicz, vicario general Missio Sui Iuris en Uzbekistán, nos permitió acercarnos y abrazar de modo perenne a todas las personas que él encuentra en su camino misionero en ese lejano país. Por su parte, la eucaristía del domingo, presidida por monseñor Józef Pazdur, obispo auxiliar de Wroclaw, fue una ocasión para agradecer su apoyo a todos los benefactores de la Fundación, de modo especial por cada uno de los pequeños - aunque sinceros y sencillos - gestos del corazón humano. Monseñor Pazdur dijo: «En el origen de esta obra está Jesucristo; de otra forma no es comprensible ni posible permanecer juntos durante 16 años llevando adelante una obra así». Porque, como nos ha recordado don Giussani hace dos años con ocasión del 15 aniversario del nacimiento del movimiento de CL en Polonia, «el darnos cuenta de la fidelidad del Dios hecho hombre para con nosotros se convierte en el fundamento de la inteligencia y del compromiso de nuestra fidelidad a Él en la forma histórica que es el movimiento».
Los días de fiesta se cerraron con un espectáculo teatral titulado Jesucristo ayer, hoy, el mismo siempre, preparado y ejecutado por los adultos y chavales (desde los más pequeños hasta los mayores) de la Fundación. Una vez más pudimos gozar de los mirabilia Dei, demostrados sobre todo por nuestros pequeños “actores”, los cuales en sus propias escuelas, en sus propios ambientes, suelen ser excluidos de tales eventos porque se les considera poco capacitados.
Así, la fiesta jubilar se convirtió en fuente de una riqueza significativa que ya ha obrado un cambio duradero de vida a pesar de toda nuestra debilidad y fragilidad. Esta riqueza, que nos ha sorprendido a nosotros mismos y a quien venía por primera vez, se reveló y mostró de mil modos dentro de un sencillo compartir la vida: en la mesa, en el canto común, en el acto de oración, en los juegos de los niños con el cardenal en el oratorio. La fiesta jubilar ha sido una ocasión para renovar el ímpetu y el entusiasmo que lanzó y movió a muchos de nosotros en los orígenes de la obra y que, con el paso del tiempo - como han dicho algunos - parecían haberse agotado.
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