Los pueblos surgen en la historia a raíz de un acontecimiento. Dicho acontecimiento puede ser la personalidad de un rey o de un santo, o una serie de eventos que, a partir de la conciencia de alguien, se clarifican conforme a una perspectiva nueva.
Pero una vez que ha surgido, ¿qué fenómenos señalan la existencia de un pueblo? La primera señal es que las personas de ese pueblo se ayuden entre sí en los momentos de prueba y en sus necesidades. Además, que su cultura exprese una conciencia de la vida y del mundo que tienda a ser unitaria. Y, finalmente, que si hay que luchar para defender algo valioso, haya prontitud y unidad en la acción, aunque sea a costa de sacrificios.
Durante las últimas semanas, tres hechos han mostrado que existe un pueblo en Italia, un pueblo vivo que toma iniciativas. los recordamos escuetamente, para destacar su valor, ejemplo y reclamo para la vida de todos.
Primero: el gran gesto de caridad del Banco de Alimentos. A lo largo de un día, 100.000 voluntarios se turnaron a las puertas de 2.500 supermercados y recogieron miles de toneladas de alimentos que contribuirán a calmar el hambre de 950.000 pobres.
Un gesto imponente y simple, para comunicar elementalmente las razones que lo impulsan e implicar a cualquiera.
Segundo: una noche especial en el Piccolo Teatro de Milán, lugar emblemático de la cultura laica, dedicado a Giorgio Strehler. Con ocasión de la edición del libro de don Giussani, Che cos'è l'uomo perché te ne curi?, un actor de renombre, Glauco Mauri, dio voz a los Salmos de Israel que Dante definió como la más alta poesía de todos los tiempos, con el contrapunto de los comentarios aportados por el nuevo volumen y algunos cantos polifónicos.
Tercero: la movilización de padres y profesores, en Lombardía y en otros lugares del país, en defensa de la libertad de educación y de las primeras y significativas acciones legislativas regionales dirigidas a promover dicha libertad, a despecho de un anacrónico monopolio estatal de la institución que degrada a Italia a la categoría de país subdesarrollado.
La caridad, la conciencia cultura, la acción social. Un pueblo cristiano se reconoce cuando lo constituyen personas que no conciben su pertenencia en abstracto, sino viviendo la existencia en todas sus dimensiones.
La historia está repleta de signos y testimonios impresionantes de lo que el pueblo cristiano ha llevado a cabo en todos los campos para responder a las necesidades personales y sociales, oponiéndose a cualquier clase de barbarie y levantando las más altas defensas de lo humano (en el derecho, en la cultura, en la ciencia).
Nada más estéril y, por tanto, mejor tolerado por quienes detentan el poder, que una experiencia de fe reducida a sentimiento individual o a fenómeno privado, sin ninguna relevancia ni utilidad para el mundo. Sería exactamente lo contrario a la "pretensión" que tiene Cristo de ser la respuesta para el hombre.
«El cristianismo no es una doctrina, ni una teoría del pasado o del futuro del alma humana, sino la descripción de un acontecimiento real en la vida del hombre» (L. Wittgenstein). La historia ya no es la misma desde que el acontecimiento cristiano ha entrado en ella dando origen a un protagonista nuevo en la escena del mundo y, por tanto, a un pueblo nuevo. Ese acontecimiento que lleva consigo y testimonia una compañía humana es el recurso que dentro de cualquier límite posibilita nuestra esperanza y contribuye a la de todos.
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