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Huellas N.10, Noviembre 2000

BREVES

Cartas

a cargo de María Pérez

Sabia y ardiente
«Yo he resucitado para asegurarte que todo
lo que hay en ti y ha nacido contigo no perecerá».




El domingo 29 de octubre Giancarlo Cesana y su mujer, Emilia, habían llegado a Paraguay tras haber pasado dos días en Río de Janeiro con la comunidad de CL y monseñor Filippo Santoro, obispo auxiliar de la ciudad brasileña.
Emilia y Giancarlo celebraban sus veinticinco años de matrimonio. En Asunción Cesana habría tenido que participar en el Happening.
El lunes a primera hora de la mañana fueron a visitar las Reducciones de los jesuitas, acompañados por Giovanna Tagliabue, la responsable del movimiento en Paraguay, y de Mario, un joven universitario. Cerca de General Delgado, un pueblo en las cercanías de Encarnación, el jeep en el que viajaban se salió de la carretera y volcaron. Emilia murió en el acto, Giancarlo se fracturó la pierna a la altura de la rodilla, Giovanna y Mario resultaron heridos levemente.
Durante la noche del lunes, Emilia fue trasladada a Asunción, a la parroquia de San Rafael de la que es párroco el padre Aldo. Los amigos de la comunidad junto con su familia la velaron hasta el día de su regreso a Carate.
Emilia Vergani nació en Carate Brianza el 6 de noviembre de 1949. Se diplomó como trabajadora social y se licenció en Filosofía en la Universidad Estatal de Milán. Se casó con Giancarlo en 1975 y tuvieron tres hijos: Giovanni, Francesca y Caterina. En noviembre de 1997, fundó “In-presa” (Empresa, ndt.), una cooperativa que trabaja en Carate con chicos en situación de alto riesgo. Una obra querida y creada por Emilia que desde hace años hospedaba temporalmente en su casa a chicos con dificultades.
El día anterior, durante un encuentro con don Filippo, Giancarlo había dicho: «sólo Cristo permite que un hombre le diga a su mujer: “te quiero para siempre”». Y hablando por teléfono con los hijos nada más llegar al hospital de Asunción: «Mamá estaba contenta, había pasado unos días bellísimos. Era pura y estaba preparada para encontrarse con el Señor. Esta no es una tragedia, es el cumplimiento de la vocación de vuestra madre».

A todas las comunidades de CL en Italia y en el mundo

Sabia y ardiente: tal fue entre nosotros la vida de Emilia con su marido Giancarlo Cesana. Habían salido para Paraguay aceptando la insistente invitación de nuestra entusiasta Gió (Giovanna Tagliabue, creadora de una de las más bellas comunidades nacionales de CL).
Un grave accidente de coche ha causado la muerte de Emilia. El Señor la había custodiado para su marido y para sus hijos y, por tanto, para todos nosotros.
Que de esta manera el silencio, tan natural y profundo en su carácter, se identifique ahora más fácilmente con la espera de la resurrección final de Cristo.
Pidan todas las comunidades al Señor para que Emilia interceda por nosotros que estamos aún en camino, para que participemos de su pureza y de su alegría.

don Giussani
Milán, 31 de octubre de 2000




En memoria de una amiga creadora y protectora de obras, primera entre todas Giancarlo Cesana

Emilia ha encontrado la cita con el Destino al otro lado del océano, a miles de kilómetros de su patria y de Carate, el pueblo de Brianza donde ha criado a sus hijos y generado a muchos otros, hijos no en la carne sino en la fe en Cristo. Por este ideal ha vivido y compartido con Giancarlo el sacrificio de una vida entregada por completo al testimonio de la amistad con Jesús, la felicidad de los hombres.
Trabajadora social y obrera de caridad, para quien como nosotros tuvo la suerte de conocerla y tratarla fue el afecto y la majestad de la amistad verdadera. Fue la casa donde en cualquier noche se encontraba hospitalidad y amparo. Fue la fe, la esperanza y la caridad que han generado obras como In-presa, donde el cristianismo asumió la carne, la inteligencia y la pasión de una mujer que tomó consigo, educó y enseñó a trabajar a muchos chicos pobres que hacen hablar al mundo, pero que el mundo rechaza. Emilia, no hay manera de expresar que ya no estás y que a la vez estás todavía, más presente aún que antes. Nosotros no podemos medir el tiempo ni el espacio que nos separa del momento en que volveremos a ver tu querido, bellísimo rostro. Pero seguiremos diciéndonos “tú” y lo diremos aún más intensamente que antes. Entretanto tú, mientras dura el instante que nos queda, tú que lo custodiabas todo en tu corazón, consérvanos unidos - tu Giancarlo, Giovanni, Francesca, Caterina y todos nosotros - a la vida de Dios y a toda esa compañía hacia el Destino que has amado y servido por encima de todo.
Luigi Amicone



Querido Giancarlo:

Cuando el lunes por la noche llegamos abatidos a tu casa, tu hija Francesca me dijo: «Tú que eres un gran amigo de papá ahora tienes que acompañarle más». Tus hijos, los primeros grandes testigos del amor entre Emilia y tú, son los más conscientes de lo que significaba su madre para ti. En estos largos años de amistad, en los ejemplos que a menudo ponías sobre el sentido de la relación con la propia mujer, con la esposa, hemos visto cómo la Misericordia de Dios ha querido a tu lado la carne de un amor verdadero siempre presto a reconocer la obra de Dios. Esa Misericordia que nos ha unido en el descubrimiento de nuestra humanidad, te ha dado un rostro y un amor, “signo” para todos nosotros. Este signo, hoy en plenitud, ha exaltado tu entrega al movimiento del que eres líder para el mundo y hermano para nosotros. En tu amor por Emilia has encarnado la razonabilidad de tu «sí» a Cristo. Hoy queremos estar a tu lado, más cercanos a tu fuerza, más cercanos a tus límites, conscientes de que la verdad de lo que ha sucedido es para que nuestra relación sea cada vez más “carne”, al igual que con Emilia. Es una esperanza para todo el movimiento. El encuentro con el acontecimiento cristiano, la extraordinaria relación con don Gius que cada uno de nosotros ha vivido, la belleza de una historia que hemos vivido juntos y nos ha marcado el corazón - aun dentro de la vergüenza por nuestros errores - nos exige que hoy atestigüemos que Dios obra grandes cosas. Como en Emilia y tú, que para vuestros hijos y para nosotros sois signo de un Destino bueno, destino de Misericordia. Sois testigos de un juicio sencillo, claro y operativo sobre el mundo, tal como Emilia, tiernamente feliz por nuestra amistad, sabía hacer.
Gracias, Emilia.
Antonio Simone

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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