Apuntes de la intervención de don Giussani en el retiro de los Memores Domini Dedicación del Templo Bellaria, 8 de octubre de 2000
Agradezco la ocasión que me dais de hablaros, aunque os aseguro que me acuerdo de vosotros - obviamente - todos los días y cada instante.
La fiesta de Cristo Rey, que domina todo el mes de octubre, culmina el camino de todas las realidades, de todos los lugares de la Iglesia. A la vez, con esta fiesta se inicia un temporal nuevo sobre la faz de la tierra, se empieza a oír su estruendo en el mundo. Porque la presencia de la Iglesia en la historia comenzó con Jesús, con lo que fue Cristo, con “quién fue” aquel hombre que era Dios, el Hijo de Dios. Memor Domini es el hombre que comprende este mensaje, que ha aferrado su significado y se hace cristiano.
Memor Domini. La memoria del Señor es la conciencia que hace presente el significado de todo lo que se hace. El entramado de la persona, de quien acepta vivir el mundo consciente de Su presencia, se ve radicalmente afectado en la medida en que se dispone - se predispone - a que Su memoria sea frecuente.
Memores Domini. Sin embargo, todos perderíamos completamente la memoria de Él - ya la perdemos en muchos momentos, días y circunstancias -; cada uno de nosotros dejaría de ser Memor Domini en el sentido concreto del término, si no existiera un lugar donde el impulso original que nació un día en su corazón - despejando su vida, su vida interior, despejando en primer lugar la dimensión espiritual de la vida -, vuelve a suceder y renueva continuamente la conciencia de sí y de las cosas. No habría novedad en el mundo si no pudiéramos indicar un lugar donde esta conciencia se ve despertada, es sostenida, y se profundiza mediante una aclaración permanente; si no existiese un punto, un lugar, un pedazo de tierra donde se construye, donde se puede construir; si no tuviéramos una casa.
El hombre es dado a luz en un lugar. Nacemos en un lugar y el Señor nos lo ha clarificado naciendo en Belén. ¡Qué importante es el nacimiento del Señor en Belén! ¡Qué importancia tiene ese establo - o en cualquier caso, ese lugar - donde María dio a luz!
La palabra ‘casa’ señala todo esto. No se puede ser Memor Domini si no es entre aquellos muros: debemos vivir junto a otros que han sido alcanzados del mismo modo, conducidos allí tal como son y abrazados tal como son. No podrían ser Memores Domini si no encontraran en la casa su habitat, la morada donde retomar ánimo y energía cada día. Porque nosotros caeríamos en la nada, tenderíamos siempre a caer en la nada; tendemos a concebir la vida como un camino hacia la nada; o bien, a exaltar o considerar lo que nos parece o nos apetece más en ese momento, según las etapas diferentes de nuestra existencia.
La casa. Es en ella donde también se ve, se puede entrever que Memor Domini es una persona entre una multitud de personas así, personas a quienes el pensamiento del Salvador ha tocado.
Memores Domini. Después de todo lo dicho, comprenderéis que los Memores Domini no pueden subsistir sin la vivacidad de cada uno, sin que cada uno de ellos, cada uno, haya dicho “sí” al Señor.
Memores Domini. La memoria de Cristo crea un pueblo, un pueblo nuevo con leyes propias, con un clima adecuado, en el que todo tiende a convertirse en gloria de Dios. Gloria de “cómo” se ha manifestado Dios al hombre, ya que, después de que se haya manifestado, no podemos pensar en Dios sin darnos cuenta de la modalidad de Su presencia, sin pasar por cómo se ha manifestado.
Os deseo que al final de la vida el Señor os agradezca que hayáis dicho “sí” a Su propuesta. La propuesta de Dios es Él mismo y el modo en que ha hecho al mundo entero consciente de Sí mismo.
Y sabemos que esto salva también a la humanidad entera. ¡Salva! Aviva la presencia del sol en la jornada de todos. Desde que eran doce, tan sólo doce, por tanto, muy pocos, desde que eran tan pocos hombres, la humanidad entera - el espacio y el tiempo - fue habitada por algo que le facilita el conocimiento de sí misma y el grave pondus de la convivencia.
Así que os deseo, ya que sois profesos (¡profesos!), que tengáis fuerza y valor, mejor aún, que tengáis sencillez, la sencillez de corazón de un niño que no tiene prejuicio alguno en la relación que establece con cosas y personas, con todo lo que le rodea.
Os deseo de todo corazón, como el Señor me permite expresarlo, que seáis ¡Memores Domini!
Con esta petición culmina el año litúrgico. Concluye un año, un año de nuestra vida. Y nosotros celebramos la gloria de Cristo, hablamos de la gloria de un hombre dentro de la historia, porque el sentido de la historia radica en Cristo.
Que al final de un año el Espíritu renueve nuestro corazón antes de que acabe nuestro tiempo y se anule nuestro espacio, lo vuelva a crear antes de que cese nuestra realidad física y seamos objeto de juicio. Porque la misericordia de Dios no suprime, no merma, no vuelve equívoco el acontecimiento que todos los hombres comprenden: el juicio final, el juicio conclusivo que Dios traza sobre nuestra vida. La razón de todos los hombres lo comprende, temiéndolo. Y nosotros, que te amamos, oh Cristo, lo comprendemos ¡incluso deseándolo!
Perdonad si estoy cansado. Gracias.
La casa de José, en Nazaret.
Una gruta bajo la iglesia de San José
en la que se encuentra un lagar,
los aljibes y los silos.
En ésta página y en la primera, la gruta donde
el Ángel anunció a María, bajo la cúpula
de la basílica de la Anunciación, en Nazaret.
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