Va al contenido

Huellas N.9, Octubre 2000

ENSEÑANZA

Bachilleres: Tú, el atractivo que mueve la vida

Se presentó en el último Meeting de Rímini y recorre ahora las escuelas italianas.
Se trata de una ocasión provocativa de encuentro y testimonio


Pensando en el tema de la muestra, nos vino a la mente una frase solía repetirnos nuestra profesora de la escuela elemental: «Todo descubrimiento nace de una necesidad».
Nuestra exposición quiere ofrecer la oportunidad de volver a descubrir una de las necesidades más dramáticas e inmediatas en la experiencia humana: el , el otro. Partimos de esta necesidad, o mejor, de esta nostalgia y comenzamos a buscar en nuestra experiencia ese . La dirección que debíamos tomar se definió cuando estábamos acabando el trabajo, no fue algo premeditado, sino incierto hasta el final.
Se trataba de describir el descubrimiento del , ya sea en la primera percepción que tuvimos de niños, ya en la novedad que podemos encontrar todos los días. Y vimos cómo nuestro se movía, se unía a otros para caminar hacia el destino.
Después examinamos el incesante empobrecimiento del en el mundo de hoy, del que participamos sin darnos cuenta. Finalmente llegamos a la evidencia de un más grande, que deseamos ardientemente encontrar y que ha creado y permite vivir a todos los humanos: el Misterio.
Es difícil explicar cómo nació, o encontrar las razones precisas que nos llevaron a trabajar en ella durante meses. Hacia octubre de 1999, algunos chicos de nuestra pequeña comunidad de Módena comenzamos a encontrarnos cada dos semanas, movidos por un deseo que por entonces estaba aún muy lejos de traducirse en algo concreto. Durante unos meses continuaron las discusiones sobre el posible tema: había quien sostenía el tema de la razón, otros el de la verdad, otros el : finalmente elegimos el , la palabra más emocionante.
La primera idea brillante fue la de intentar comprender cómo se usaba el entre los compañeros de escuela o, más ampliamente, entre todos aquellos que conocíamos, y durante una semana, nos dedicamos a observar el uso cotidiano de esta palabra. Observamos con tristeza que eran dos los usos principales atribuidos a ella: para obtener algo del otro o para mandarlo a paseo. Al llegar a este punto, la niebla que rodeaba a esta palabra se empezaba a disipar y comprendimos que todos, incluidos nosotros, tendíamos a reducir ese término explotándolo para conseguir nuestros pequeños objetivos. Pero el verdadero descubrimiento llegó cuando propusimos leer juntos algunas páginas de Giussani, en concreto de El atractivo de Jesucristo.
A nuestros ojos se impusieron algunas evidencias que nos dejaron literalmente pasmados: el hecho de que el es el término más sencillo y que no puede ser reducido a cero, o que el nos implica incluso en el nivel fisiológico; sólo las realidades inferiores son concebidas sin un partner. Por tanto, o somos amebas, o somos hombres. Sin embargo, el problema no era tan simple, el material que encontramos era mucho y tan variado, que iba desde la filosofía o la ciencia hasta un libro que habías leído o algo que te había pasado el día anterior en un bar. Sopesábamos cada cosa con atención. A lo largo del camino, algunos abandonaron abandonaron la muestra y nos quedamos un grupito esmirriado y destartalado que trataba de sacar adelante algo verdaderamente grande. Las clases habían terminado y, mientras los demás se abandonaban a los placeres de las vacaciones, nosotros estábamos juntos, delante de dos ordenadores, desde las diez de la mañana hasta las tres de la madrugada, discutiendo, cambiando, añadiendo y cortando material de los varios paneles que empezaban a tomar forma. Ahora sólo faltaba el título, que provocó otro debate, porque también aquí hubo varias propuestas: «En busca del Yo», «evidencia no demostrable», «Algo se muere en el alma» y muchas otras; pero nos decantamos por «El atractivo que mueve la vida», porque describía perfectamente lo que este había suscitado en nosotros.
Un atractivo que como consecuencia había movido literalmente nuestra vida, que nos había puesto a trabajar durante nueve meses en busca de algo que al principio ni siquiera estaba claro. Es difícil cómo llegamos a presentarla en el Meeting, delante de tantas personas, pero lo que nos sorprende cada vez que vemos los paneles, es que si pensamos en cómo creamos, cómo surgieron las ideas, en al casualidad con la que encontramos una imagen o el texto justo, es evidente que el mérito no es nuestro, sino de este del que somos un simple instrumento.
La madre de uno de los chicos, cuando estuvo acabado el trabajo, exclamó sorprendida: «¡Muchachos, habéis creado una obra de arte! ¡Sería fantástico si vivierais verdaderamente así!».
Una provocación que desde aquel día nunca nos ha abandonado.
Los chicos de la exposición: Nicola, Francesco, Mattia, Filippo, Alessandro y Marco


El gran descubrimiento
El testimonio de dos chicas que han participado en el encuentro nacional de Gioventú Studentesca, celebrado del 8 al 10 de septiembre
Todo empezó hace dos años, cuando llegó a clase la profesora de italiano, Cristina. De la provocación que suponía su mirada, que no era como la de los demás, nació todo: infundía cierto respeto, porque tenía dentro un misterio, y así supo provocarnos. De hecho, recuerdo que aquel día, cuando entró la profesora y nos miró, Alice me dijo: «Giulia, mira qué mirada, me infunde respeto», y era lo mismo que estaba pensando yo. En esa mirada había algo, tanto era así, que durante todo el curso la palabra clave de nuestra relación fue «Ministerio». Cristina nos enseñó un método para abordar todos los argumentos que se nos proponían en clase y eso supuso un auténtico descubrimiento: se comparaba el texto con la propia experiencia, y además, había momentos en que podíamos, a través de los textos, encontrar el verdadero significado de las cosas para no detenernos en la primera impresión.
Cuando acabó el curso, organizamos unos días de estudio en Benedello para preparar los exámenes. Pasábamos juntos prácticamente todo el día, desde el desayuno hasta la cena, y aprendimos a compartir la jornada entera; de allí surgió una mayor unidad entre nosotros: nos ayudábamos, cuando durante el curso, ni siquiera nos habíamos mirado a la cara.
Algunos ejemplos pueden servir para explicar mejor la sorpresa que supusieron esos días, porque algunas personas sufrieron un cambio, para bien, que nos dejó asombrados. De hecho, la nuestra era una clase desastrosa, había algunos elementos que no querían saber nada de estudio. Por ejemplo, uno que no tenía ganas de hacer nada y se creía un chico que se hacía a sí mismo. Un día, en Benedello, habló con Cristina y le dijo: «Profesora, yo me siento malo», y después fue a confesarse.
Otro, Maurizio, que nunca se había comprometido con el estudio, un día se quedó trabajando más horas de las establecidas para hacer los mapas para el examen, ¡algo que jamás antes hubiera hecho!
Incluso la directora, que se declara atea convencida, vino a vernos después de que hiciéramos un sketch sobre la primera Guerra Mundial y le comentó a Cristina: «Yo siempre he dicho que existe la Providencia».
Fue algo sorprendente y, sin duda, también maravilloso.
Después llegaron las vacaciones de verano y dejamos un poco de vernos. Decidimos vernos antes de empezar el instituto: nos fuimos a Siena y a San Galgano; la propuesta era no perder de vista lo que habíamos vivido juntos, para llevarlo a la nueva escuela y utilizarlo como un método nuevo para vivir y estudiar. Hay que decir, además, que la propuesta de la excursión nació porque habíamos decidido no descuidarnos ya que habíamos entendido que nuestra amistad era importantísima.
Escribimos una carta al ayuntamiento de Vignola para poder disponer de una sala donde reunirnos al menos una vez a la semana, confrontar nuestra vida y abrirnos 360 grados a la realidad. Las primeras veces nos juntamos en la taberna de un amigo, en la que hablábamos de los temas más variados, escuela, tiempo libre, e incluso nihilismo; cada uno aportaba su experiencia y la explicaba. La palabra clave era siempre "Misterio", aunque no sabíamos de qué se trataba cuando decíamos "Misterio"; es decir, el Misterio era realmente un misterio. Un día, en un bar, una amiga, Ilaria, dijo: «Siento que hay una Presencia entre nosotros y que me apremia para os vea, os hable y os escuche». Tal afirmación dejó de piedra a Cristina, porque ella nunca había dicho que el Misterio era Cristo. Después tuvimos la suerte de encontrarnos con Pietro y Maria, dos amigos de la profesora; nuestra primera impresión fue que eran unos gamberros. Pero eran concretos y verdaderos en lo que hacían. Nos sorprendió que habían dicho "Tú" a Cristo, y sin embargo, no habían renunciado a lo que más les gustaba: la música y el diseño. Seguían siendo ellos mismos, eran tan auténticos como siempre. Conocer a estos chicos nos hizo más conscientes de que lo que hacíamos era verdadero. Nosotros creíamos que éramos los únicos que seguían el deseo de felicidad, por lo que este encuentro supuso una mayor esperanza. Al principio teníamos miedo de arriesgar, quizás sería mejor sofocar ese deseo, apartarlo durante el tiempo de las clases, dado que el instituto no piensa precisamente en hacerte feliz. Pero eso ya resultaba imposible, porque había sucedido algo importante que había dejado una huella indeleble en nosotros. Toda la semana esperábamos impacientes el miércoles, día en que nos veíamos, y estábamos atentos en clase precisamente porque sabíamos que el miércoles deberíamos llevarnos algo que enlazara con nuestra experiencia. Este era el desafío que nos hacía estar y con los ojos abiertos.
Por otro lado, un problema que transmitir a los demás lo que habíamos encontrado. Sabíamos que era justo y verdadero, y tratábamos de llevar nuestra experiencia a los compañeros, aunque era muy difícil, porque a menudo volvíamos a la sofocante mentalidad común. Cristina habló con un astrofísico, Bersanelli, que estaba sorprendido por lo que habíamos dicho en el primer encuentro en la taberna y quiso venir con nosotros. Realmente los sorprendidos éramos nosotros, porque una persona tan importante como él no buscaba, a nosotros, los chicos de Vignola: ¿qué interés podía tener?
Después tuvimos la oportunidad de participar en el Triduo pascual*, del que nos llamaron la atención muchas cosas, entre ellas la grandeza misma del gesto. Nosotros creíamos ser los únicos en toda Italia que hablábamos de la felicidad y ver de pronto a seis mil personas juntas fue conmovedor; porque ver a seis mil personas que pensaban como nosotros, que tenían los mismos ideales, nos dio mucha alegría. Cuando fuimos a Rímini, no teníamos ni idea de qué era aquello. Es bonito ver cómo en todos los encuentros que tenemos las indicaciones que se nos dan se siguen atentamente, no son como las obligaciones escolares, que se toman un poco a la ligera, sino que se toman como un modo de alcanzar esa Presencia. Lo que más nos sorprendió fue el momento en que estas seis mil personas cantaban y se convertían en una sola voz, dirigida a esta Presencia. Rímini ha supuesto un cambio radical para nuestra vida. Nos ayudó a comprender que Cristo se encarna en el Misterio una frase de Rímini que ha permanecido durante tanto tiempo en nuestros corazones y que permanecerá siempre: «Yo he resucitado para asegurarte que todo lo que hay en ti y que ha nacido contigo no morirá». En este momento estaba claro que el Misterio del que siempre habíamos hablado, pero cuyo verdadero significado no habíamos entendido, se encarna en Cristo, en una Presencia perceptible. También rezar cada mañana el Ángelus antes de las clases ha supuesto un cambio. Es el desafío cotidiano que le hacemos a Cristo: por Él nos abrimos enteramos verLe en lo cotidiano, en el estudio, en todo. Aquí está la importancia del presente: reconocer a Cristo en el momento en que se revela, porque si lo pierdes, no eres feliz.
Giulia y Alice

El panfleto de GS distribuido en Italia con ocasión del comienzo del nuevo curso escolar
¿Qué buscáis? Mejor aún, ¿a quién buscáis?

«Creo que los jóvenes buscan y quieren inconscientemente en este mundo de lo efímero donde les hemos hecho nacer algo que no sufra el límite del tiempo, porque es eterno, y que les ofrezca algo estable donde apoyar sus pies y reposar» (I. Montanelli, Il Corriere della Sera, 20 de agosto de 2000)
Al comienzo de un nuevo curso escolar «... es importante caer en la cuenta de que entre tantas preguntas que afloran en vuestro espíritu, las que son decisivas no atañen al "qué". La pregunta de fondo es "quién", hacia "quién! ir, a "quién" seguir, a "quién" confiar nuestra vida» (Juan Pablo II, Tor Vergata, Jubileo de los Jóvenes, 20 de agosto de 2000)
No hay distancia entre quien busca una respuesta a esta pregunta con sinceridad y quien busca una respuesta a esta pregunta con sinceridad y quien se implica por entero para seguir la respuesta que ha encontrado.
¿No deseas tú también que la escuela sea un lugar donde «la mediocridad no nos engulla», sino donde expresar «el deseo que tenemos de hacer de nuestra vida algo grande»? ¿Qué buscamos? Mejor aún, ¿a quién buscamos? Todos necesitamos responder a esta pregunta.
Los estudiantes de Gioventú Studentesca
Septiembre de 2000


Estudiamos por esto
Apuntes de método
Luigi Giussani

¿Cómo se puede trasformar nuestra vida escolar en experiencia de vida?
1) Valorando en lo que se estudia lo positivo sin eliminar lo negativo
2) Teniendo simpatía hacia los autores que se estudian, tratando de comprenderles
3) Buscando primero lo esencial, después lo particular

(Julio de 1961, encuentro de los bachilleres de GS en el puerto de Costalunga)

¿Qué significa estudiar?
Pensemos en un chico que piensa en su novia, o que en el patio del colegio estira el cuello para ver a la chica que acaba de entrar. Se distraerá en clase porque de vez en cuando vuelve la cabeza para mirarla. Esto se podría designar en latín con la palabra studere, un término poderoso que la traducción vacía por el uso superficial del verbo "estudiar". Studere significa ser atraído por el ser, como el joven por la chica. Entonces quien busca realmente la verdad, deja que todo le ayude en su búsqueda. Por eso, nosotros estudiamos.
(Enero de 1978, Encuentro nacional)

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página