El 23 de febrero el periódico católico italiano Avvenire publicaba un artículo del cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia. Se trata de una reflexión sobre la que merece la pena meditar a fondo y, por ello, os la proponemos en este número. Tras identificar dos tentaciones recurrentes (por una parte, la de reducir el cristianismo a «religión civil», a «mero cemento ético», y por otra, su reducción «al anuncio de la pura y sola Cruz», que se aparta de las batallas de la historia), Scola plantea otra manera de vivir el cristianismo: «Proponer el acontecimiento de Jesucristo en toda su integridad irreducible a cualquier interpretación humana», mostrando «la belleza y la fecundidad de la fe para la vida de todos los días».
Ofrecer a todos la esperanza es totalmente distinto que perseguir una «hegemonía mundana». Se trata de cuestiones que habrá que ir profundizando y que se insertan, con una sintonía sorprendente y conmovedora, en el recorrido educativo que estamos siguiendo en estos meses. Ahora nos interesa simplemente señalar el nexo de ese artículo con varios de los temas que abordamos en este número de Huellas: Europa y los “nuevos derechos”, la ampliación de la ley que regula el aborto en España, los testimonios que muestran el valor de la vida y la familia.
El cardenal Scola identifica así la naturaleza del cristianismo y la dinámica de la fe: un Acontecimiento, un Hecho que se hace presente en la historia. «Algo que se da antes», utilizando la expresión de don Giussani que nos resulta poco a poco familiar, y el testimonio como «relato incansable que ofrece a todos la esperanza».
¿Qué significa dar testimonio de Cristo en el contexto actual, dentro de una realidad que parece literalmente enloquecida, incapaz de utilizar la razón? Este es el desafío al que somos llamados.
Para defender ciertos valores se pueden esgrimir argumentos justos, se puede defender una doctrina correcta que se oponga a la sinrazón de quienes niegan las evidencias más elementales. Lo hemos visto en estos días. Es una tentación permanente para todos nosotros. Pero el cristianismo es otra cosa: es un Acontecimiento que nos precede y que entra en la vida de los hombres de forma gratuita, mediante testigos que nos hacen comprender más lo que es la vida. El Hecho cristiano tiene un alcance cognoscitivo incomparable, pues acompaña al hombre a conocer la realidad hasta su fuente misteriosa, y lo hace de una manera muy simple: mediante personas que viven de manera distinta que los demás, que aceptan de otra manera el sufrimiento y la alegría, que forman una familia de manera distinta. Esa “diferencia”, tan acorde con el corazón humano, supone una esperanza para todos, y nace continuamente de la Presencia viva de Jesucristo. Sin Él no se podría explicar esa diversidad y menos aún vivirla. Y sin embargo existe.
«Para defender la vida, don Giussani nos trasmitió su pasión por ella, una “fiebre de vida”», recordaba Julián Carrón a un grupo de responsables de CL. Es un reto que realmente merece la pena asumir.
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