Va al contenido

Huellas N.6, Junio 2000

PALABRA ENTRE NOSOTROS

Una sabiduría que brota de los primeros cantos

Luigi Giussani

Apuntes de la intervención de Luigi Giussani al final de los Ejercicios de la Fraternidad de Comunión y Liberación
Rímini, 21 de mayo de 2000

Os estoy hablando... llevo hoy todo el día, todo ayer, todo antes de ayer, llevamos toda la vida hablándonos; porque el contenido de nuestros primeros cantos es realmente verdadero, un contenido que ya estaba expresado en esos primeros cantos.
1. «Yo no soy digno de lo que haces por mí, Tú que amas tanto a uno como yo».1 Es realmente amargo el que Dios nos haya hecho madurar en la caridad y en una conciencia viva de lo que es la vida del hombre - de lo que es el movimiento y de lo que es la Iglesia entera, de cuál es la finalidad del hombre, “finalidad” que coincide con el final de su vida -, y nosotros seamos tan indignos de ello.
«Yo no soy digno de lo que haces por mí». ¡Pensad en cómo, cada día que pasa, se acrecienta en mí el estupor por lo que Dios hace! ¡Y Dios hace hoy porque hizo ayer! Hace una realidad nueva en el mundo; ha entrado en el mundo un hecho nuevo; una unidad nueva ha entrado en el mundo de la Iglesia. Por ello, podemos y debemos añadir que al entrar dentro de la Iglesia una realidad nueva, ésta engrandece y hace relucir más amorosa y claramente lo que la Iglesia es.
Ya lo ves, «yo no soy digno de lo que haces por mí, no tengo nada para darte». Pero, te digo: «si Tú quieres, tómame».
2. Volvía a pensar en estos días en la inmensa cantidad de vida y de pensamiento que se ha dado entre nosotros. Es muy significativo que el primer canto que “sucedió” entre nosotros (digo “sucedió”, porque fue literalmente así) exprese ya toda la dimensión de la pregunta, es decir, de la razón que nos mueve; y, por otro lado, ya dé la respuesta.
Tratad de pensar en el himno de nuestro movimiento, en las palabras que escribió Maretta Campi y para las cuales creó su música Adriana Mascagni: «Povera voce di un uomo che non c’é, la nostra voce se non ha piú un perché».2 Pero, «debe gritar, debe implorar que el aliento de la vida no tenga fin».
El impacto de la realidad del que nos han hablado tan bien esta mañana, este impacto grande que provoca en nosotros el deseo de la vida, el empeño con ella, la emoción del sentimiento y el compromiso de la libertad, puede simplemente ser advertido como una necesidad que tenemos que realizar.
Sería «una pobre voz de un hombre que no existe», si esta voz no tuviera un porqué; sería falaz y vacía. En cambio, debemos gritar e implorar que el aliento de la vida no tenga fin, y debemos también cantar «porque la vida existe». La vida existe y esta es una razón inmensa, sin comparación posible con ninguna otra.
«Todo en la vida pide la eternidad». Al levantarnos por la mañana para empezar un día frenético, una jornada fatigosa o una jornada libre de compromisos, debemos «cantar porque la vida existe y toda la vida pide la eternidad».
Toda la vida pide la eternidad. ¡Intentad imaginar cuarenta años en los que la vida ha pedido la eternidad! «No puede morir, no puede acabar nuestra voz que la vida pide al Amor». Por ello, nuestra voz no es una pobre voz de un hombre que no existe: nuestra voz canta con un porqué.
Cuando estos días volvía a pensar en las dos amigas de 15-16 años que compusieron este canto, su letra y su música, me preguntaba: pero, ¿quién sabría hoy encontrar una expresión sintética y vivaz, capaz de solicitar a una petición que todos pueden reconocer como seria y sincera?
3. Cuando Judas dejó a Jesús y salió para traicionarle, para ir a entregarle, me parece que el Evangelio apunta: Erat autem, nox3, era de noche.
Dejar caer en el olvido lo que se nos ha dicho, lo que se nos dice, sería arrojar nuestra vida en esa oscuridad a la que parece destinada la vida de la mayoría de los hombres.
En cambio, nosotros avanzamos en la existencia con una seguridad que quema todas nuestras incógnitas y el miedo de que nos puedan faltar las fuerzas necesarias.
Para nosotros la esperanza es una certeza: una certeza acerca del futuro.
Si un hombre caminara sin tener certeza de adónde llegará, sería un pobre hombre, y su camino, una tragedia.
Y aun así, nosotros permitimos que la oscuridad nos envuelva demasiado a menudo y, sobre todo, prevalece en nosotros la desilusión de la incredulidad más que el deseo de la verdad.
«Ahora dime, ¿cómo puede esperar un hombre que lo tiene todo en sus manos, pero no tiene el perdón?»4. Esta estrofa de un canto de nuestro Claudio Chieffo es quizás la observación más humana y arrolladora.
¿Cómo puede esperar un hombre que lo tiene todo en sus manos, pero no tiene el perdón?, es decir, que no reconoce el perdón como el aspecto más dramático y convincente de la relación que el Misterio establece con nosotros, de tal forma que no admite el perdón como suprema forma de relación con los demás hombres (como reza el Padre nuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”). El hombre que deja prevalecer en sí el sentido de la propia nada y el sentimiento del desánimo, queda dominado, se deja dominar, se hace esclavo de lo que dice el mundo. Y el mundo, tarde o temprano, niega la certeza de la felicidad del hombre.
Erat autem nox, era de noche. En la oscuridad se seca la fuente de la esperanza y su fuerza decae. Nosotros secundamos esta oscuridad porque nuestra esperanza no encuentra una respuesta que parezca viva y se realice de inmediato. Entonces caemos en la mentira. Cuando la conciencia cae en la mentira, se oscurece también todo el beneficio que conlleva nuestra amistad, nuestra Fraternidad, todo el beneficio de la vida de la Iglesia en la historia.
La negatividad prevalece cuando el hombre es “Judas”, cuando no evita esta identificación con Judas, con el traidor. Pero el hombre, en lugar de imprecar, debería «implorar que el destino de la vida no tenga fin».
De todas formas, no habría habido nada en el mundo que nos hubiera podido ayudar realmente. Y pues nosotros «necesitábamos de alguien que nos liberase del mal», Dios se hizo carne de nuestra carne, el Misterio se hizo presente de forma tangible.
La mirada a Jesús en el seno de la Virgen es lo más liberador y grande que podamos concebir. Ayudémonos a caminar cada vez más a la luz de este hecho, para que el adormecerse de nuestra energía no oscurezca la luz de la verdad.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página