Rompe el silencio sólo una vez, con una pregunta a Jesús: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». El presentimiento de una respuesta que supera las expectativas
Es un hilo sutil y enmarañado el que nos lleva al recuerdo de Judas, el apóstol que Marcos y Mateo señalan en el antepenúltimo puesto de la lista, que Lucas llama en el Evangelio y en los Hechos «Judas de Santiago», y que Juan introduce como un relámpago, con una pregunta mucho más importante de lo que podría parecer en un principio. Antes de preguntarse quién era Judas tenemos que responder a otra pregunta: ¿cuántos Judas había? Estaba Judas Iscariote, esto es indiscutible. Estaba el «Judas de Santiago» de Lucas. También estaba el Judas Tadeo de Marcos y de Mateo. Hay también un «Judas hermano de Santiago» que firma el más corto libro de la Biblia (la Carta de Judas). Los exegetas están de acuerdo en su mayoría en decir que Lucas, Marcos y Mateo hablan de la misma persona. Los últimos dos cambian su nombre por el de Tadeo, para distinguirlo del apóstol que traicionó a Jesús: Tadeo (o Lebbeo) era en realidad un sobrenombre, derivado del arameo (Lebh es “corazón”, y podría significar, según el abad Ricciotti, «hombre de gran corazón»). Permanece el misterio de la identificación entre el apóstol y el autor de la Carta. ¿Por qué uno se llama «de Santiago» y el otro «hermano de Santiago»? Si es hermano de Santiago debería tratarse de la misma persona citada por Marcos (6,3) y Mateo (13,55) en la descripción de la familia de Jesús (junto con sus primos Santiago el menor, Simón el Zelota y un José que no figura entre los apóstoles). Pero, como subraya un exegeta de la talla de Oscar Cullman, el Judas de la Carta parece escribir distinguiéndose de los apóstoles aunque, desde el punto de vista cronológico, se puede datar con certeza el escrito antes del año 90 y por tanto la identificación no sería forzada. En síntesis, según René Laurentin el Judas apóstol y el Judas hermano de Jesús serían dos personas distintas, mientras que para el abad Ricciotti serían la misma persona.
El gran corazón
Lo que nos queda de este apóstol oscuro es su característica: «el gran corazón». Un corazón de niño que le lleva a romper una sola vez el silencio. Lo relata Juan (14, 22): «Le dice Judas - no el Iscariote -: “Señor, ¿qué ha sucedido para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?”». En esta frase se encierra todo el ímpetu de un hombre que se había equivocado con respecto al tipo de esperanza que Jesús había venido a traer. Como Simón el Zelota también él, probablemente, se había imaginado una liberación histórica y política inmediata. Su amor por la realidad le había llevado a anticiparse al designio de Jesús. Pero en la pregunta de Judas se manifiesta el estupor de quien ha comprendido que la esperanza a la que se le llama es una esperanza que colma mucho más sus expectativas. Más aun, que las sobrepasa. Jesús le responde: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él».
Judas vuelve a aparecer después tan sólo en un pasaje de los Hechos y en la Carta. También aquí se ve teniendo que cambiar de camino. Dice que habría querido escribir una epístola sobre la salvación, pero la existencia de muchos doctores perversos le había obligado a hacer una denuncia contra los que ponían en juego la integridad de la fe.
Sus huellas se hacen después todavía más tenues e inciertas. Habla de él un cronista antiguo, Nicéforo Callisto, según el cual Judas Tadeo habría predicado en Palestina para dirigirse después a Siria y a Mesopotamia. Una tradición lo liga a la historia de Abgar, rey de Edesa, el cual habría mandado un emisario a Jesús para pedirle que interviniera para curarle de su enfermedad. Ese Addai que fue a Edesa sería precisamente él, y esto podría explicar la tradición por la cual Judas Tadeo es invocado para los casos de enfermedades desesperadas, y existe una antigua oración dirigida a él (la oración de San Judas, «a Ti santísimo apóstol, lleno de fe, siervo y amigo de Jesús...»). Una tradición de la Iglesia oriental lo señala como enterrado en Edesa, mientras que sus reliquias se veneran en Reims y en Toulousse. Un detalle: Austria y Polonia son los dos países católicos en donde es mayor la veneración al Apóstol, como se demuestra por la difusión en esos países del nombre de Tadeo.
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