Dos estructuras bellísimas, pero ya fuera de uso. La petición de las órdenes religiosas de rehabilitarlas. Un reto que los amigos de la cooperativa San Pablo de la Cruz han asumido. Tras un año y medio, los resultados...
Un encuentro. Hay siempre un encuentro en la base de toda dinámica humana, de toda relación fecunda, de cualquier movimiento que quiera incidir sobre la realidad y dejar huella en la historia. A partir de un encuentro pueden también nacer y desarrollarse obras, empresas, trabajo. Esto es lo que les ha sucedido a algunos jóvenes empresarios de poco más de treinta años, crecidos en Comunión y Liberación, y a algunas monjas ancianas pertenecientes a antiguas congregaciones. Unas circunstancias que hablan de la amistad de algunos adultos comprometidos con la vida y de la inteligencia viva de un grupo de consagradas.
Todo comienza hace un año y medio, cuando Francesco, que preside la Fondazione San Giuseppe y gestiona la homónima escuela primaria y secundaria de las hermanas Josefinas en Florencia, recibe una llamada de la provincial de las Calasancias, la orden de San José de Calasanz, que “inventó” los primeros asilos a fines del siglo XVI, en Roma. Las monjas han seguido los avatares de sus hermanas Josefinas, cuya escuela, tras más de un siglo de vida, corría el riesgo de tener que cerrar: cada vez había menos religiosas que pudieran ocuparse de la enseñanza, mientras que crecían los costes y disminuían las inscripciones. El encuentro con algunos jóvenes adultos de la comunidad local de CL, entre los que había muchos profesores, había permitido salvaguardar el instituto, relanzarlo y mantener la presencia de las hermanas en su propia escuela. Este último aspecto había impresionado especialmente a las madres Calasancias. Las monjas le preguntan a Francesco si él y sus amigos pueden ocuparse también de un instituto suyo de Livorno: un edificio que sirvió durante un tiempo para acoger a huérfanos, después transformado en colegio y que hoy está vacío y casi en ruinas, y alberga a un par de monjas. La congregación había recibido una financiación en el ámbito del Jubileo para poder hacer un hotel, pero su rehabilitación resultaba todavía demasiado cara para la orden y se veían obligadas a dejar de lado el proyecto.
La casa de la colina
Francesco habla del asunto con sus amigos. Lo habla con Ezio, que gestiona con otros amigos algunos bares y una cooperativa de servicios. Lo discute con Paolo, importador y comerciante de té. A todos les gusta la aventura. Otros socios potenciales de unen: Gigi, que dirige casas de acogida, Ricardo, que es odontólogo, Leonardo, que es directivo de una empresa de servicios turísticos, y Paolo, arquitecto. «Cada uno tenía y tiene su profesión – explica el propio Ricardo -, pero han surgido las ganas de compartir un riesgo y un trabajo común, de lanzar nuestra amistad a una obra».
Las primeras visitas sobre el terreno en Livorno no eran para tirar cohetes: la estructura – una villa del siglo dieciocho que domina la colina de Montenero (ver el box) – era bella en lo que se refiere a sus espacios y situación, pero requería intervenciones de recuperación bastante importantes. El grupo lo reconsidera, cada uno invierte una cifra considerable, otros socios se unen. A la madre Eugilde Filippi Farmar, general de las 110 Calasancias de Italia, pueden responderle que sí: gestionarán La Vedetta.
Nace la cooperativa San Paolo della Croce. Firmado el contrato de alquiler, comienza la fase operativa para la cual el grupito de florentinos ha pensado interpelar a otras realidades de la CdO toscana. «Así es como hemos conocido a Michele de Prato y Roberta de Cecina, a los que hemos confiado la dirección», explica Paolo. Roberta, que tiene unos cuantos años de experiencia en hoteles, entre otras cosas un periodo en el Hilton de Londres, ha decidido dejar su empleo para trabajar en Montenero. «Una aportación decisiva ha venido de la CdO de Livorno, gracias a la cual hemos podido presentarnos a las instituciones ciudadanas, mientras el Centro de Solidaridad nos ha permitido entrar en contacto con algunos de los otros siete encargados», confirma Francesco, quien recuerda también cómo Michele de Castagneto, productor de algunos de los vinos más interesantes de la vecina Costa de los Etruscos, aceptó enseguida la propuesta de abrir una zona de degustación en el nuevo hotel. «Nuestra presencia, más allá de la satisfacción de las monjas, que permanecen en una estructura anexa, ha sido acogida también con simpatía por el padre Ildebrando, prior de los hermanos que custodian el santuario mariano de Montenero y por la administración livornesa - cuenta Paolo -. El concejal Pasquale Guzzini, que es el responsable de urbanismo del ayuntamiento, ha demostrado una gran disponibilidad: hacía años que no se invertía en el sector turístico en esta ciudad.».
“Tres estrellas” rosa antiguo
Al término de la rehabilitación, el resultado es impresionante: La Vedetta es un hotel de tres estrellas, con la fachada de rosa toscano antiguo, con 31 habitaciones que miran hacia un panorama que corta el aliento, desde la isla de la Meloria hasta los Alpes Apuanos. «Estamos muy satisfechos con esta solución - dice la madre Eugilde -. Como muchas congregaciones, nos vemos en la dolorosa situación de tener que cerrar al uso edificios o institutos cuya gestión se ha vuelto demasiado costosa o para los que no tenemos suficientes hermanas. Pero para nosotras siempre ha sido importante encontrar soluciones en continuidad ideal con el carisma que ha generado todo. Se buscaban laicos que, por su actitud ante la vida, no rompiesen con esta tradición, que tuvieran nuestro mismo impulso». El contenido económico, aún siendo dramáticamente importante para la orden, siempre ha estado en segundo plano: «Ciertamente, habríamos podido encontrar interlocutores dispuestos a invertir más - prosigue - pero nuestra prioridad era otra: que aquellos lugares permanecieran en el surco de una experiencia cristiana. El que Francesco y sus amigos vivan un camino de educación en la fe en el movimiento de Comunión y Liberación nos garantiza la bondad de los pasos que se van dando».
De los primeros encuentros celebrados en la casa general de vía Faenza en Florencia, Francesco y los demás recuerdan la curiosidad y el interés de la madre Eugilde por el trabajo de la Compañía de las Obras: «Quiso conocer su génesis y su historia - recuerdan - y estaba muy impresionada por esta movilización de laicos cristianos para construir una presencia distinta en la sociedad, a partir de una concepción diversa del propio trabajo». Una estima que con el tiempo ha ido creciendo y, sobre todo, con el trabajo de estos meses. Hasta tal punto de que el provincial de los Padres Escolapios, de cuya congregación nacieron las Calasancias, ha propuesto al mismo grupo de jóvenes empresarios que gestionen el estudiantado de Florencia. «Una estructura con 60 plazas, en el centro de la ciudad, y por tanto de la zona universitaria, y que se encuentra en el mismo palacio que la escuela superior - explica Francesco -. Los padres no podían ocuparse, pero no querían traspasar la gestión a experiencias extrañas a su sensibilidad cultural y religiosa». Mientras tanto, la San Paolo della Croce ha adquirido la gestión de una casa de vacaciones en el Aretino.
Los Ángeles Custodios
«Una historia análoga nació más o menos en el mismo periodo - cuenta Francesco -. También en este caso una congregación, la de las Pasionistas de San Pablo de la Cruz, nos ofrecieron gestionar su casa para vacaciones». Cuando el grupo de amigos florentinos llegó a Faltona, un pueblo de seiscientas almas encaramado sobre una de las colinas que forman parte del macizo de Pratomagno, comprendieron enseguida que la presencia de las tres monjas era fundamental para la pequeña comunidad.«La estructura estaba en pésimas condiciones - admite Paolo -, pero valía la pena ponerse a ello aunque sólo fuera por consentir a estas conmovedoras figuras religiosas el poder continuar sirviendo al pueblo y sus habitantes». Sor Bernadetta, sor Silvana y Sor Paola son amadísimas por los faltoneses y participan activamente en la vida del pequeño centro ayudando a don Lido, el párroco, en todos los oficios, desde la animación de la misa hasta el catecismo. La casa de vacaciones fue construida por los mismos habitantes en la posguerra inmediata: había algunos huérfanos y el pueblo necesitaba un asilo, de manera que la gente se puso manos a la obra. Una historia conmovedora: «Las monjas nos han contado que durante muchos domingos los parroquianos, al salir de las misas, transportaban las piedras necesarias para la construcción hasta la obra. Cada hombre, mujer y niño una piedra» dice Ricardo que sigue de modo especial esta parte de la actividad de la San Paolo. El gran edificio fue llamado de Los Ángeles Custodios y durante años acogió a niños. Hacía tiempo que estaba en desuso cuando la provincial, madre Mercedes Nesti, le propuso a Francesco y a sus amigos recuperarlo. Tras algunos trabajos de fondo, la casa ofrece una espléndida vista sobre el valle del Arno y permite disfrutar de sus 700 metros de altitud. Forma parte del complejo un campo de deportes y un campo de fútbol, ambos renovados. «Aquí los huéspedes se pueden organizar por sí mismos utilizando la gran cocina - aclara Ricardo - o pueden solicitar el servicio de nuestra cocinera. En ambos casos es una solución muy económica». Completa el cuadro una sala dotada de aparato de vídeo, ideal para encuentros y proyecciones. Alrededor, una de las zonas más sugerentes de la Toscana, rica en testimonios históricos y artísticos de una tradición religiosa que tiene más de mil años.
De Livorno a Faltona, la nueva cooperativa crece día a día y con ella la fatiga y las responsabilidades de los socios. «Sin la amistad que nos une - observan Paolo y Ricardo - esta empresa no habría podido existir. Es imposible pensar en robar trabajo a nuestras profesiones y a nuestras familias para dar vida a esta obra, si no fuese por la unidad entre nosotros. Un hecho que estaba y está antes que las oportunidades, las inversiones, los problemas».
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón