Una empresa consolidada, una vida tranquila, pero tras un encuentro todo cambia, incluso la forma de trabajar. «No conozco otro modo mejor que éste de ser empresario y gozar de la vida: seguir con dedicación lo que he encontrado»
«Estoy contento con lo que hago». Continúa repitiéndolo Eulalio Viola, propietario junto con su hermano de Motorlandia (ahora Viola S.A.), empresa situada a las afueras de Milán que vende y repara automóviles. Se lo dice a su mujer, vacilante ante el deseo de su marido de invertir y renovar la empresa continuamente; se lo dice a sus amigos, que cada vez más a menudo le piden ayuda; y nos lo repite también a nosotros mientras nos cuenta su historia, marcada y transformada por un encuentro singular acaecido hace catorce años.
«Estaba buscando una pieza de recambio para un coche», cuenta divertido por la casualidad de aquel hecho, «una pieza especial que no conseguía encontrar. Entré en contacto con un proveedor que siempre había evitado porque era más fastidioso e insistente que los demás. Tenía lo que yo buscaba». Comenzó una relación laboral y algo más: le siguió una invitación para una cena pantagruélica “sólo para hombres”, en la que conoció a Franco, Natalino y otros amigos; después se fueron de vacaciones a la montaña. «Llovió durante nueve días seguidos y se comía realmente fatal», recuerda Eulalio, «y sin embargo aquella gente era especial, tenía algo que me fascinaba». Desde ese día ha seguido con ellos. Y toda su vida y su trabajo han cambiado.
Se ha inscrito en la Compañía de las Obras y ha conocido a Claudio, un empresario de Milán que trabaja en su mismo sector. «Yo aprendo de él y me comporto como él», dice Eulalio. Claudio es más que un amigo: es una compañía incluso en la decisiones profesionales. Va a menudo a ver las naves industriales de Viola S.A., le da consejos, le apoya en los riesgos empresariales. En suma, es una compañía en los negocios. «Quise que conociera también a mi hijo Luca - continúa Eulalio -. Le llevó a su empresa y me quedé asombrado de la atención y cuidado con que mostró todo su trabajo a mi hijo. ¡Le dedicó toda una tarde! A pesar de los miles de compromisos que tiene un empresario de su calibre».
Algo útil
La Compañía de las Obras es una compañía real también en los momentos más difíciles y arriesgados. En el pasado, Eulalio se vio obligado a decidir si continuar con su hermano la empresa iniciada por su padre o si venderla a un socio a un precio realmente interesante. «Si la empresa funciona puede ser útil para todos» le dijo Giorgio Vittadini, presidente de la CdO.
Y precisamente en aquellos días llamó un amigo en busca de trabajo, otro que necesitaba un coche..., en definitiva, la respuesta al dilema se hizo evidente: la empresa no se vende. Desde entonces Eulalio responde a quien le pide ayuda, «porque - dice - he recibido, recibo cada día compañía. Y quiero darla un poco también yo...».
Así, cuando don Giovanni le habló de una chica que corría el riesgo de perder su casa porque no tenía dinero para pagar las letras del préstamo, Eulalio fue al banco, haciendo uso de su experiencia y credibilidad para garantizar la deuda y renegociar un préstamo más ventajoso. Y siempre que llega el verano y se organizan las vacaciones en el mar, hace de todo, con Sandro y otros amigos, para que incluso las familias más numerosas y con dificultades económicas puedan participar. Pero siempre con discreción.
«Esto es el resultado de que me hacen compañía. Nada es mérito mío», repite. Y es sincero: de hecho, a toda ayuda que le piden responde con un titubeo inicial, bien lejos de falsos entusiasmos. «¿Qué tengo que ver yo? Ya tengo mucho que hacer», así le respondió a don Giovanni. «Después - continúa - comprendí que debía intervenir precisamente yo, porque la fidelidad a estos amigos es como cuidar a un hijo: no se puede dar marcha atrás, el seguimiento vence incluso a la extrañeza».
Está porque actúa
Lo que Eulalio ha encontrado es algo que ilumina la vida. Es un consuelo ante el dolor, incluso ante el dolor más grande que se pueda imaginar: el de perder un hijo. Es la historia de Giuseppe, concejal comunista, cliente habitual de Motorlandia al que se le murió su hijo único siendo todavía un niño en un accidente de tráfico. «Lo veía entrar en la oficina con el rostro siempre trastornado - recuerda Eulalio -. Me decía que estaba desesperado. Hasta que un día vencí mi habitual titubeo y le pregunté si quería conocer a algunas personas que habían sufrido la misma experiencia dolorosa». Giuseppe estaba tan desesperado que escuchaba a quien le ofreciera una esperanza: ¡había quien le hablaba de hacer espiritismo y quien le aconsejaba que se comprara un perro! En el fondo, viendo el resto, la propuesta de Eulalio era la menos extraña. ¿Por qué decir que no? Así conoció a Flora y los demás del grupo “Familias en camino” y se fue de vacaciones con ellos. «Uno de los veranos más bellos de mi vida», dijo después. Encontró un consuelo tan grande que volvió a ver a Eulalio y le pidió que le acompañara al Meeting de Rímini para participar en el encuentro con los padres de Lidia Macchi. Eulalio, a pesar de llevar tantos años con los amigos, ¡no había estado nunca en el Meeting! «Es la primera vez que hablo con personas que me dan esperanza. Nunca te agradeceré lo bastante que me hayas ayudado a conocer a estas personas. De mis viejos amigos, de mis ex-compañeros de partido, no he recibido ninguna ayuda. Nunca hubiera dicho que me ayudarían las personas que estaban más lejos de mí», afirmaba Giuseppe.
Política y alrededores
Es tiempo de elecciones regionales. Todos están trabajando para la campaña electoral. En Motorlandia suena el teléfono: es necesario organizar un encuentro con los empresarios de la zona, se busca una nave disponible. Eulalio pone las manos por delante: «No puedo, no tengo tiempo y aquí, además, hay poco espacio», responde decidido.
Pero vuelve sobre sus pasos, y no sólo eso: le asalta una idea mejor. Enfrente de Motorlandia hay un proveedor de Ferrari, una empresa de alto nivel, gestionada por el hijo de Mila Schön y frecuentada por clientes del calibre de Ronaldo. ¿Por qué no preguntarles a ellos? El ambiente es ciertamente más elegante y así la iniciativa podría tener un reclamo mayor. Dicho y hecho: Roberto Formigoni pudo hablar a un auditorio de excepción y deleitarse visitando ese espléndido parque de automóviles fuera de serie.
Y no quedó ahí la cosa: de ese encuentro está naciendo un grupo de empresarios que se están dedicando a sostener las exigencias del Banco de alimentos, no sólo en términos económicos, sino sobre todo dedicando tiempo y desarrollando nuevas ideas.
Hoy las naves están en plena ebullición: la actividad se está ampliando, se han realizado algunas inversiones. Eulalio y los demás trabajan como locos, no tienen un momento de tregua.
A su mujer, que le objeta: «Con todos los sacrificios y las preocupaciones, no llegarás a gozar de la jubilación», él responde divertido: «Estoy gozando ya en cada segundo de mi jornada. No conozco otro modo mejor que éste de ser empresario y gozar de la vida: seguir con dedicación lo que he encontrado».
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