Cuando Juan Pablo II salió de la operación a la que fue sometido después del atentado, su secretario le informó de la coincidencia entre ese acontecimiento y la aparición de la Virgen en Cova de Iría. Inmediatamente el Santo Padre pidió que le llevaran al hospital toda la documentación de Fátima y, a pesar de estar muy debilitado, durante los días en los que estuvo ingresado la leyó detenidamente.
Desde ese momento la historia de Juan Pablo II queda inseparablemente ligada a Fátima. Al año siguiente del atentado, el Papa visitó por primera vez el Santuario de Fátima para agradecer a la Virgen el milagro que le salvó la vida. En esa misma peregrinación realizó el acto de consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María. Sor Lucía (con quien se entrevistó en esa ocasión) informó al Santo Padre de que aquella consagración no coincidía exactamente con la petición de nuestra Señora: era necesario que el Papa la hiciese en unión con todos los obispos del mundo.
Entonces, en 1984, durante el Año Santo de la Redención, Juan Pablo II escribió una carta a los obispos de los cinco continentes pidiéndoles que se asociasen al Papa en la renovación del acto. Para ello, mandó llevar a Roma la imagen original de la Virgen de Fátima. Al día siguiente, el 25 de marzo, la imagen fue colocada en un pedestal junto al altar en la Plaza de San Pedro y, arrodillado a sus pies, Juan Pablo II renovó el acto de consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María.
Al día siguiente el obispo de Leiría, D. Alberto Cosme do Amaral, recibió del Papa "un presente para entregar a Nuestra Señora". Se trataba de la bala que se encontró en el jeep después del atentado. El proyectil mortal fue colocado en la preciosa corona que la Virgen utiliza en los días 13 de mayo y octubre, y curiosamente, no fue necesario alterar nada de aquella obra maestra de la joyería (realizada en 1946 con las joyas ofrecidas por las mujeres portuguesas en agradecimiento por que el país se hubiese librado de la guerra). La corona tiene en su vértice una esfera incrustada de turquesas que sostiene una cruz; la base de la esfera está hueca y el diámetro de este orificio resultó tener exactamente la misma medida del diámetro de la bala.
Tras la caída del muro de Berlín, en 1991, el Papa vuelve a Fátima en el décimo aniversario del atentado, pero también para rogar por los nuevos desafíos con los que Europa se enfrentaba. Por primera vez se juntan con el Papa obispos y peregrinos de la Europa del Este. Juan Pablo II elige esta fecha para convocar desde Fátima la primera asamblea especial del sínodo de los obispos dedicado a Europa.
Una de las referencias más significativas de Juan Pablo II al atentado se encuentra en la carta que escribió al episcopado italiano el 19 de mayo de 1994, con ocasión de la "Gran oración por Italia". Fue escrita en el hospital donde estaba ingresado a causa de su fractura de fémur.
«Todos nos acordamos de aquella tarde en que fueron disparados algunos tiros contra el Papa con la intención de quitarle la vida. El proyectil que le traspasó el abdomen se encuentra ahora en el Santuario de Fátima; la faja, a su vez perforada por el proyectil, está en Jasna Gora. Fue una mano maternal la que guio el trayecto de la bala, y detuvo, al borde de la muerte, al Papa que era conducido hacia el Policlínico Gemelli ya agonizante (...).
Aquel disparo en la Plaza de San pedro debería haber privado de la vida al Papa hace 13 años. En cambio, el proyectil mortal se detuvo y el Papa vive, ¡vive para servir!».
La decisión de Juan Pablo II de ir a Fátima para beatificar a Jacinta y Francisco, aunque la celebración estaba prevista para el 9 de abril en Roma, es una prueba más de su ligazón inseparable a al misteriosa imagen que Nuestra Señora dejó a tres sencillos niños portugueses. Un ejemplo de santidad que él mismo ha proclamado como modelo para todos desde este 13 de mayo del Jubileo del año 2000.
Las palabras del Cardenal Angelo Sodano después de la celebración del Santo Padre
Hermanos y hermanas en el Señor:
Al concluir esta solemne celebración, siento el deber de presentar a nuestro amado Santo Padre Juan Pablo II la felicitación más cordial, en nombre de todos los presentes, por su próximo 80 cumpleaños, agradeciéndole su valioso ministerio pastoral en favor de toda la Santa Iglesia de Dios.
En la solemne circunstancia de su venida a Fátima, el Sumo Pontífice me ha encargado daros un anuncio. Como es sabido, el objetivo de su venida a Fátima ha sido la beatificación de los dos pastorinhos. Sin embargo, quiere atribuir también a esta peregrinación suya el valor de un renovado gesto de gratitud hacia la Virgen por la protección que le ha dispensado durante estos años de pontificado. Es una protección que parece que guarde relación también con la llamada «tercera parte» del secreto de Fátima.
Este texto es una visión profética comparable a la de la Sagrada Escritura, que no describe con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza y condena sobre un mismo fondo hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas. Por tanto, la clave de la lectura del texto ha de ser de carácter simbólico.
La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo del segundo milenio. Es un interminable Vía Crucis dirigido por los Papas del Siglo XX.
Según la interpretación de los pastorinhos, interpretación confirmada recientemente por Sor Lucía, el «Obispo vestido de blanco» que ora por todos los fieles es el Papa. También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego.
Después del atentado del 13 de mayo de 1981, a Su Santidad le pareció claro que había sido «una mano materna quien guió la trayectoria de la bala», permitiendo al «Papa agonizante» que se detuviera «a las puertas de la muerte (Juan Pablo II, Meditación con los Obispos italianos desde el Policlinico Gemelli en: Insegnamenti, vol. XVII/1, 1994, p. 1061). Con ocasión de una visita a Roma del entonces Obispo de Leira-Fátima, el Papa decidió entregarle la bala, que quedó en el jeep después del atentado, para que se custodiase en el Santuario. Por iniciativa del Obispo, la misma fue después engarzada en la corona de la imagen de la Virgen de Fátima.
Los sucesivos acontecimientos del año 1989 han llevado, tanto la Unión Soviética como en numerosos países del Este, a la caída del régimen comunista que propugnaba el ateísmo. También por esto el Sumo Pontifice le está agradeciendo a la Virgen desde lo profundo del corazón. Sin embargo, en otras partes del mundo los ataques contra la Iglesia y los cristianos, con la carga de sufrimiento que conllevan, desgraciadamente no han cesado. Aunque las vicisitudes a las que se refiere la tercera parte del secreto de Fátima parecen ya pertenecer al pasado, la llamada de la Virgen a la conversión y a la penitencia, pronunciada al inicio del siglo XX, conserva todavía hoy una estimulante actualidad. «La Señora del mensaje parecía leer con una perspicacia especial los signos de los tiempos, los signos de nuestros tiempos...
La invitación insistente de María Santísima a la penitencia es la manifestación de su solicitud materna por el destino de la familia humana, necesitada de conversión y perdón» (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo 1997, n.1, en: Insegnamenti, vol. XIX/2, 1996, p.561).
Para permitir que los fieles reciban mejor el mensaje de la Virgen de Fátima, el Papa ha confiado a la Congregación para la Doctrina de la Fe la tarea de hacer pública la tercera parte del secreto, después de haber preparado un oportuno comentario.
Agradecemos a la Virgen de Fátima su protección. A su materna intercesión confiamos la Iglesia del Tercer Milenio.
Sub tuum praesidium confugimus, Santa Dei Genitrix!
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