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Huellas N.4, Abril 2000

MADRID

Una nueva capacidad crítica

a cargo de Isabel Almería

Universidad, celebración de la razón del hombre. La alegría de una presencia y “El atractivo de Jesús”

«Somos los hombres más malvados de esta época porque no buscamos la verdad y, sobre todo, porque no la amamos» (Malraux).
La realidad suscita una fascinación que impulsa a descubrir cuál es su significado. La razón busca la totalidad y si comenzamos a establecer un nexo con algún aspecto de la vida, esto nos conduce a otro, y a otro, sin pararse hasta la totalidad... hasta la Universidad. No queremos ser los hombres de los que habla Malraux, sino hombres fascinados por el misterio de la realidad. Es la búsqueda apasionada de la verdad lo que nos permite valorar los aspectos positivos que encontramos en todas las ciencias (economía, literatura, biología...) y así la Universidad se convierte en la celebración de la razón del hombre.

Con este texto introducíamos el ciclo de conferencias recientemente celebrado en la Universidad Autónoma de Madrid. Atlántida y Universitas se han dado la mano, ante el asombro de las autoridades universitarias, que nunca habían recibido una propuesta conjunta de alumnos y profesores, apasionados por descubrir y anunciar a todos el fascinante misterio que es la vida.
Ayudados por Carmen Giussani, leímos las hermosas poesías de Leopardi, que describen el grito que todos llevamos dentro y que siempre se manifiesta en la desproporción entre las circunstancias reales y nuestro deseo de cumplimiento. De la mano de Maite Barea y José Miguel Oriol, entramos en el mundo de la subsidiariedad, de la que este mismo ciclo era un ejemplo evidente: algo que nace desde abajo y que las autoridades valoran y asumen como suyo, por considerarlo un bien para toda la comunidad universitaria. José Díaz nos habló de la evolución de las especies, haciéndonos caer en la cuenta de la contingencia de la vida y por tanto de la necesidad de un significado positivo que explique su origen y su finalidad. En la conferencia central, José Andrés Gallego quiso mostrar la globalidad del conocimiento y el interés que todo universitario, ya sea profesor o alumno, por ser hombre debe tener hacia cada aspecto de la realidad.
La idea de organizar este ciclo nació tomando un café y hablando del deseo que todos teníamos de profundizar en nuestras materias y conocer las de los otros. A continuación algunos testimonios al finalizar el ciclo.
Estamos agradecidas al ciclo de conferencias porque hemos visto que en medio de la desorientación de la sociedad actual sigue habiendo personas en las que uno ve una vida cumplida, y que, por tanto, merece la pena conocer. Creemos que esta cita sintetiza en pocas palabras lo que estas conferencias han supuesto para nosotras: “Así dice el Señor: paraos en los caminos y mirad y preguntad por los senderos antiguos cuál es el camino bueno y andad por él, y encontraréis sosiego para vuestras almas”.
Sonsoles, de Medicina y Miriam, de Biología

El ciclo de conferencias me ha servido porque es una tarea apasionante para un profesor replantearse su asignatura a partir de la experiencia que tiene. Muchas veces siento cierta tristeza porque aún está lejos para mí la posibilidad de hacer esto. Las conferencias han sido una ocasión para poder ver en acto en otros profesores y amigos esta forma de juzgar cada parcela de la realidad mediante un uso adecuado de la razón. En segundo lugar, la organización y asistencia a las conferencias me ha abierto de nuevo el horizonte de la vida, horizonte que, con los años, tiende a cerrarse en las múltiples ocupaciones y tareas de las que la vida está llena. De manera que, después de asistir a las conferencias o comer con los amigos, entendía mejor por qué razón me he quedado en la Universidad como profesora o por qué cuido a mi familia.
Alma, profesora de Derecho

Me sorprende descubrir que implicarse con cada aspecto concreto de la vida tiene la fuerza de devolverte la pasión por todo. Esto sucede cuando uno está ante personas que utilizan la razón de un modo adecuado, valorando cada rincón de la realidad.
César, de Historia

A pesar de que constantemente me repetían las razones por las que era bueno invitar a las conferencias a los profesores y compañeros, y aunque para mí estaban claras, no conseguía secundar este juicio invitándolos. En esta ocasión he comprendido que no basta con entender las cosas verdaderas y decidirse a realizarlas, sino que es necesario pedir al Señor que me permita ser fiel a este reconocimiento y me dé la fuerza para moverme. Mi incapacidad no queda, así, como la última palabra: nuevamente se me permite volver a empezar a través de una nueva pregunta a la que puedo responder “sí”.
Giovanna, de Químicas

Me ha conmovido cómo usamos la razón en la Iglesia, valorando todo, juzgando todos los aspectos de la realidad, que nos fascina. De este modo, me sorprendo llamando “amigo” a Leopardi, reconociéndome en su voz, en su grito, considerándolo compañero de mis preguntas, de mi vida.
Eva, de Filología Hispánica

Un abrazo que marca para siempre
Un universitario que asistió a los ejercicios del CLU nos escribe
«Vive las preguntas ante todo, aunque pienses que ningún hombre en esta tierra te las podrá responder». Con esta frase de Rilke comenzaron los ejercicios del CLU a los que asistieron unos 250 universitarios de toda España. Vivir las preguntas es vivir conforme a nuestra propia naturaleza, a nuestra razón y a nuestra hechura. Renunciar de alguna manera a estas preguntas es renunciar a querer ser hombres, y esto solo puede generar hastío y aburrimiento.
¿Por qué es tan pertinente vivir las preguntas y los deseo que nos constituyen? Porque son la primera huella del Misterio en la vida de cada hombre y, por tanto, el primer lugar de pertenencia a Él.
Con la imagen del hombre que espera en el muelle mirando al mar - el océano de las circunstancias concretas - se nos introdujo en el atractivo del acontecimiento de Cristo. El hombre que espera, que abraza al Hombre que llega. En este encuentro la razón queda ligada, atraída, apegada a la Presencia que le corresponde profundamente. No hay objeción para secundar un atractivo tan humano, fuente de mi verdadera libertad.
César


Antonio Machado y Miguel Unamuno, a propósito del capítulo VII de El Sentido Religioso.
Una sugerencia
«El limonero lánguido suspende / una pálida rama polvorienta, / sobre el encanto de la fuente limpia, / y allá en el fondo sueñan / los frutos de oro... » Estos frutos son la respuesta esperada, el significado que puede dar dignidad al hombre (el reflejo dorado de un limonero lánguido, polvoriento). El intento del poeta es alcanzar estos frutos, «hundir mis manos puras / en el agua serena, / para alcanzar los frutos encantados». La fuente parece guardar el secreto de la vida y siempre incita al poeta a seguir buscando, pero «en el ambiente de la tarde flota / ese aroma de ausencia / que dice al alma luminosa: nunca / y al corazón: espera». El corazón espera porque la vida es promesa que brota de la misma exigencia de significado, pero el "alma luminosa", la razón reducida a percepción estética lo impide. En su trayectoria poética Machado se identifica finalmente con aquel «noble peregrino / que se para a meditar / después del largo camino / en el horror de llegar». El deseo está, no es posible olvidarlo, pero no hay camino para el caminante, sólo momentos inconsistentes, sueños o imágenes, estelas en el mar.

Es una dramática respuesta negativa la que nos ofrece Unamuno cediendo a un uso reducido de la razón ante el duro peso de su existencia. Dice don Miguel: «Y bien, se me dirá, ¿cuál es tu religión) Y yo responderé: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad, aun a sabiendas de que no he de encontrarlas mientras viva». Esta afirmación deja constancia clara de la opción tomada por Unamuno, aquel rector de la universidad salmantina que luchó incesantemente por encontrar una respuesta a su exigencia de significado, a su anhelo de eternidad y que, sin embargo, «al llegar a lo de "creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable" la voz de don Manuel se sambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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