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Huellas N.4, Abril 2000

CARIBE

En la isla del encanto

Alfonso Moser

Los primeros pasos de la comunidad portorriqueña. La escuela de comunidad, las fiestas y los encuentros. Una vida cargada de iniciativa y creatividad que toma sus energías del deseo de que todos conozcan la experiencia cristiana


«Oye, ¿qué dirías si te propusiera venir como profesor a la Pontificia Universidad de Puerto Rico?». La vida en el Caribe comenzó para mí con esta llamada telefónica de Raffaello desde el otro lado del océano a Trento, mi ciudad natal. Después de algunos meses partí, y ahora estoy aquí para contaros la vida en la “isla del encanto”, donde en cualquier esquina aparecen paisajes y playas de una belleza única. Isla del Encanto: está escrito incluso en las matrículas de los coches.
La gente es hospitalaria y te saluda con entusiasmo diciéndote: «Mucho gusto. ¡Estoy encantado!» Lo que sorprende desde los primeros encuentros es la gran humanidad de este pueblo, cargada de gusto y alegría, que se ve florecer con sencillez y humildad en el cambio de muchos amigos que desde hace tres años se dejan conmover por el carisma de don Giussani.

Parada en el semáforo
En San Juan, capital de la isla e importante centro comercial y turístico, con más de un millón de habitantes, viven José y Lottie Irizarry, profesores universitarios. En 1997 conocieron a monseñor Lorenzo Albacete, entonces presidente de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico. «Gracias a CL - cuenta José con decisión - he aprendido el verdadero significado de la palabra misericordia: una amistad fundada en la experiencia cristiana, que no es un conjunto de reglas, sino un reconocimiento conmovido del amor de Cristo a mi vida». Añade Lottie, su mujer: «Lo que me asombra es la paternidad del movimiento que nos llega a través de la amistad de hombres que se identifican con nuestra historia y la aman. Ahora que ya somos abuelos, la mirada que tenemos hacia nuestros hijos ha cambiado totalmente. Como si después de tantos años hubiéramos aprendido a ser verdaderamente padres y madres. Una “paternidad” que vuelve a florecer en mí, no sólo hacia mis hijos, sino hacia cualquiera que tenga delante. Un día tenía muchísima prisa pues iba a una importante cita de trabajo. Por el camino, en un semáforo, me encontré con un hombre que me pidió dos dólares para comer. No le hice mucho caso; mi mirada se dirigía al semáforo. Cuando se puso verde arranqué, en un arrebato de decisión. Pasado el semáforo, de repente me asaltó un pensamiento: «¡He dicho no a Cristo!». Hice un adelantamiento un poco brusco y me detuve en un fast food donde compré una bebida y dos bocadillos. Me arriesgué con una rocambolesca maniobra con el temor de no encontrarlo. ¡Por fortuna todavía estaba allí! Bajé la ventanilla del coche y le di lo que me había pedido. Partí mientras veía en el espejo retrovisor una cara estupefacta. ¡Quién sabe lo que habrá pensado! Es sólo un ejemplo, tal vez un poco simple, con el que intuyo que mi mirada hacia la realidad cambia por estos amigos que me enseñan que Su presencia no está en el cielo, sino aquí y ahora, en la realidad que se me da para vivir y veo con mis ojos».
Y cada semana José y Lottie abren su casa para el encuentro de la escuela de comunidad de San Juan, un momento que se propone a todos. El año pasado, tras una reunión de trabajo en la Universidad, le dijeron a Sandra, una de sus colegas: «¿Por qué no vienes con tu marido a mi casa este viernes?, ¡nos vemos con algunos amigos!». Sandra se quedó tan asombrada por la invitación que se olvidó de preguntar de qué se trataba, y casi sin darse cuenta respondió que sí. Lo habló con su marido, Jorge, que le dijo con sencillez: «Ya les has dicho que sí. ¡Pues vamos!».
Tras el primer encuentro siguieron otros. Jorge, directivo de un importante hospital de San Juan, nos cuenta: «Todo lo que me ha sucedido, y todo lo que me sucede, ahora tiene un significado. Ya no tengo miedo, ni siquiera frente a las situaciones más difíciles de los pacientes de mi hospital, porque el movimiento me ayuda a emitir un juicio acerca de todas las cosas. Estoy sereno porque me doy cuenta de que no estoy solo. He reencontrado a mi mujer y con ella la vida ha cambiado porque ahora comprendo mejor el significado del tiempo y de mi relación con ella: que todos conozcan este acontecimiento». Añade Sandra: «Ha sucedido algo bello en mi vida, no sé cómo explicarlo, pero siento que ya no puedo prescindir de esta relación. Es una atracción fuerte, renovada continuamente, que sólo me pide permanecer. No quiero perder esta oportunidad para mí, para mis hijos y para cualquiera que se cruce en mi camino».

Fiesta de fin de curso
Nos trasladamos ahora a Ponce, la ciudad donde vivo en una casa del Grupo Adulto en el campus universitario, con Giuseppe, Raffaello y Daniel, quienes se encuentran en Puerto Rico desde 1997 como profesores de la universidad. La casa está siempre “patas arriba”, porque es punto de encuentro de muchos estudiantes universitarios, y no sólo. El semestre pasado invitamos a unos cincuenta universitarios para celebrar una fiesta de fin de curso con cantos y bailes al son de bongos, cuatro, maracas y güiro, instrumentos típicos del pueblo portorriqueño. Muchos aceptaron la propuesta, un poco sui generis. Roberto, uno de mis estudiantes, me dijo:«Pero ¿cómo es posible?, ¿un profesor que invita a su casa a los alumnos? ¡Qué fuerte! ¿Puedo llevarme la guitarra?». «Un interés por la vida, y no por una forma» dice Wadi, uno de los primeros estudiantes que conocieron a Giuseppe durante una lección de filosofía. Desde el inicio, Wadi no ha tenido dudas: «Lo que he encontrado es para mí y para el mundo». Después de poquísimo tiempo también su familia conoció CL, tanto que Emérito, el padre, decía: «La experiencia del movimiento hace posible que renazca una experiencia cristiana auténtica en Puerto Rico».
Susan conoció el movimiento hace dos años en una clase de Giuseppe. «Al escucharle - cuenta - percibía en él una pasión por todos los aspectos de la vida. Me entraba la curiosidad de saber qué había detrás de ese hombre». Después de unos días - a pesar de sus compromisos: trabajo, estudiante y madre de tres hijos -, aceptó ir a la escuela de comunidad. Desde entonces empezó un camino nuevo en su vida y dio el paso de recibir el sacramento de la confirmación. Carlos y Gloridella también se han confirmado, mientras que Sulema, de formación protestante, hizo su primera comunión y se confirmó después de acudir durante dos años a escuela de comunidad, madurando la decisión de adherirse a la fe católica en una escucha atenta y silenciosa. En una de las últimas reuniones pasó algo excepcional: ocho personas participaron por primera vez. Leímos la primera parte del capítulo quinto de El Sentido Religioso, un pasaje del Calígula de Albert Camus y, como colofón, cantamos Y nada más, una canción del cantautor cubano Silvio Rodríguez. José, uno de los chicos que venían por primera vez, tras haber interpretado con desenvoltura a Calígula, dijo: «¡Qué bonito! También cuando vuelvo a casa y miro el lago Portugués, me planteo ciertas preguntas; contemplando las estrellas y la luna en el cielo, pienso: “todo esto ¿está aquí para mí?”. Si este espectáculo se abre ante mis ojos y sólo yo lo estoy viendo en este momento, entonces ¡es para mí! Vamos, es como si fuera el dueño». Al acabar la escuela me acribilló a preguntas: «Escucha, ¿por qué tú, que eres italiano, estás aquí en Puerto Rico?». Y yo: «José, he venido porque unos amigos me lo pidieron». Replica él: «Vale, pero ¿por qué?». Un tanto cortado le contesté: «Por lo mismo por lo que tú estás aquí ahora: porque es una exigencia originaria encontrar una respuesta a la inmensidad y belleza del cielo estrellado. La respuesta a la vida se encuentra sólo en una compañía que busca la verdad. Esta compañía para mí ahora está en Puerto Rico».

«¿Cuándo volvéis?»
Hace algún tiempo el rector del Seminario Regional de Ponce, monseñor Jesús Díez, telefoneó a Giuseppe: «¿Por qué no os venís a cenar con nosotros una noche de éstas?». Aceptamos la invitación. Cenamos en una media hora y después nos instalamos en una salita acogedora, en la que nos apretábamos una veintena de personas. El Padre Jesús nos dijo: «Bueno, estamos aquí para escuchar vuestra historia, porque me interesa que estos chicos puedan conocer lo que el Espíritu suscita en la historia de la Iglesia». Contamos la historia del movimiento a través de nuestra experiencia. Al final nos bombardearon a preguntas. «¿Cómo se puede vivir siempre con estupor lo que la vida nos reserva?»; «¿qué hay que hacer para seguir este método?»; «¿qué es el Meeting?». Tratamos de responder, pero nada que hacer; todo intento de respuesta abría otras ventanas, otras preguntas. Al final, les enseñamos Huellas, y ¡descubrimos que los chicos ya conocían y leían nuestra revista! Tratamos de finalizar la reunión (ya llevábamos tres horas), pero aún faltaba la última pregunta: «¿Cuándo volvéis?».

El primer beato
Para terminar, la comunidad de Puerto Rico ha promovido un encuentro público por la inminente beatificación de Charlie Rodríguez, el primer beato de Puerto Rico. Charlie, nacido en 1918, el segundo de cinco hijos, se dedicó totalmente a la Iglesia como laico. Vivió en un silencio heroico la enfermedad crónica que le asaltó cuando tenía trece años y que culminó con un cáncer en 1963.
Intervinieron en el acto el padre Mario Mesa, postulador de la causa, padre capuchino y párroco, que desde hace más de un año sigue la escuela de comunidad de San Juan, y el doctor Norman Maldonado, Presidente de la Universidad Estatal de Puerto Rico, que fue el médico que certificó la curación inexplicable reconocida como milagro. Ésta ha sido una ocasión interesante para comprender mejor las palabras de don Giussani en el libro L’attrattiva Gesù: «La devoción a los santos tiene un significado especial por el hecho de que ellos son contemporáneos: nos reclaman a que el misterio de Cristo está presente ante nosotros».

Una presencia que no tiene fin
Lo que aconteció tiene el timbre característico de lo imprevisible que se hace evidencia ante nuestros ojos. Al invitar a alguien a participar de esta amistad descubro, en un instante, que el corazón del otro está hecho como el mío: de la misma sed de felicidad. Me doy cuenta entonces que la posición más adecuada frente a este sí conmovido de mucha gente hacia esta amistad puede ser sólo el estupor. No como un esfuerzo o algo que hacer, sino una mirada asombrada por la obra Suya. Como nos dijo don Giussani hace poco tiempo dirigiéndose a nuestra casa: «No os midáis por los resultados de lo que hacéis, medíos por el amor a Cristo, renovado todas la mañanas en el Ángelus».
Habría aún mucho más que contar de nuestra vida en la Isla del Caribe porque una Presencia que no tiene fin, milagrosamente sigue llamando a gente de todas las edades y lugares. Lo que pasó hace 2000 años continúa aconteciendo. Lo imposible también en la Isla del Encanto: Puerto Rico!

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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