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Huellas N.3, Marzo 2000

CUARESMA

Himnos de resurrección

Carmen Rodríguez

Dos melodías de la tradición medieval, de Venancio Fortunato, nos introducen en el Misterio de la victoria de Cristo en la cruz.


Ninguna traducción, incluso la más cuidada, puede reflejar por completo la belleza de estos himnos latinos obra de san Venancio Fortunato, que la Iglesia canta en el tiempo de la pasión del Señor.
En un breve comentario al Pange lingua, en 1977, don Giussani afirmaba que aun siendo un canto del Viernes de dolores es ya un himno de resurrección: "Un himno a la muerte como condición de la resurrección. Escucho mucha música, pero nada conozco que comunique una insinuación de triunfo seguro y, a la vez, de profundidad contenida, como la sencilla melodía de este himno latino. Cualquier otra forma musical habría tenido que utilizar muchas más notas que las que componen esta melodía para plasmar un avanzar triunfal y seguro y, a la vez profundo y tierno, parecido a esto".
El autor, Venencio Fortunato, nacido en Valdobbiane, cerca de Treviso alrededor del 530, estudió gramática, retórica y derecho en Rávena. Abandonó Italia poco después del 545 para ir en peregrinación a Tours a la tumba de san Martín, que le había curado de una enfermedad de los ojos. Venancio vivía como los trovadores de la Edad Media pagando con sus versos la hospitalidad de príncipes y obispos. Tras haber recorrido Francia, se estableció en Poitiers, donde conoció a santa Radegonda, hija del rey de Turingia y viuda de Clotario I rey de Francia, mujer de exquisita cultura y profunda piedad. Radegonda había fundado en la ciudad un monasterio que dirigía Agnes, su hija de adopción. Venancio entabló una profunda amistad con las dos mujeres, quienes ejercieron sobre él una honda influencia espiritual. Fue consagrado sacerdote, se convirtió en director espiritual de esa comunidad monástica y en el 596 fue nombrado obispo de Poitiers, donde murió poco después en el año 600. En el 569, con ocasión de la donación de una reliquia de la santa Cruz por parte de Justino II a Radegonda, compuso estos dos himnos. La Iglesia canta el primero en el oficio de lecturas y en los laudes durante la Semana Santa y se nos ha hecho familiar al cantarlo durante el Via Crucis.
El Pange lingua es un himno de victoria donde abundan las imágenes guerreras (batallas, luchas, trofeo, triunfo, victoria) y donde se traza la historia de la salvación desde la caída de Adán propiciada por el Tentador cerca del árbol del Paraíso terrenal, hasta la salvación por obra de Cristo en el árbol de la cruz.
Se recuerda a continuación la maternidad virginal de María, sigilosamente presente bajo la cruz para recoger las últimas palabras de Jesús antes de su muerte y conservarlas como las otras en su vida escondida, en su corazón.
En este himno se advierte un fuerte realismo (vinagre, hiel, escupitajos, clavos, lanza), junto a un corazón místico: "¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza! ¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la vida empieza con un peso tan dulce en su corteza!". "Ablándate madero, tronco abrupto de duro corazón y fibra inerte; doblégate a este peso y a esta muerte que cuelga de tus ramas como un fruto".
La imagen guerrera del inicio se templa en una contemplación llena de dolor y ternura de este árbol único, el sólo digno de llevar el precio del rescate del mundo y de preparar un puerto y un refugio para el mundo naufragado.
El segundo himno lo canta la Iglesia en las vísperas de Semana Santa. En su inicio, la cruz aparece en primer lugar como un misterio. La pasión de Jesús se describe con sumo realismo: palabras concretas (carne, lanza, agua, sangre, madero, miembros, brazos) y místicas. Hay un enlace entre vida y muerte al igual que en la secuencia de Pascua: "Mors et vita duello conflixere mirando", la muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable.
Sin embargo, diría que el corazón del himno está en el verso "Oh Cruz ave spes única". Aquí la conmoción cristiana por el suplicio de Jesús se muda en gratitud por la esperanza - la única - que ya es posible.
Una última palabra acerca de la palabra: "Fove", calienta, da calor. Este término se encuentra también en otro himno cuaresmal, el Attende Domine, donde cantamos: "Dulcedo tua nos foveat", tu dulzura nos dé calor.
Quizás toda la piedad cristiana a lo largo de los siglos ha tenido como fulcro el misterio de la muerte y resurrección del Señor: de Jacopone da Todi a santa Catalina, de Palestrina a De Victoria, de Bach a Mozart, el ingenio humano se ha doblegado ante la señoría de la Cruz y se ha atrevido a cantar, con la pobreza de los medios humanos, el himno de la victoria de Cristo en el madero santo: "escándalo para los Judíos y necedad para los paganos".



VEXILLA REGIS

Vexilla Regis prodeunt,
Fulget crucis mysterium,
qua vita mortem pértulit,
et morte vitam prótulit.

Quae, vulnerata lanciae
mucrone diro lanceæ,
ut nos lavare crimine,
manavit unda et sanguine.

Arbor decora et fulgida
ornata regis purpura,
electa digno stipite
tam sanca membra tangere!

Beata, cuius brachiis
sæcli pependit pretium;
statera facta est corporis
prædam tulitque tatari.

O Crux, ave, spes unica!
hoc passionis tempore
piis adauge gratiam
reisque dele crimina.

Te, fons salutis, Trinitas,
collaudet omnis spiritus;
quibus crucis victóriam
largíris, adde praemium. Amen.



Tremolan las banderas del Rey; brilla el emblema de la cruz, en el cual
la vida recibió la muerte, y con su muerte
dio la vida.

Al ser ella herida por la punta de la lanza impía, para lavarnos
de las torpezas todas
de los crímenes, manó sangre con agua.

Oh, Árbol bello y refulgente, hermoseado con la púrpura del Rey, escogido
del más digno tronco para tocar tan santos miembros


Dichoso tú, de cuyos brazos,
hecho balanza de su propio Cuerpo,
estuvo pendiente el rescate del mundo y arrebató
la presa al infierno.

Salve, oh Cruz,
esperanza única en este santo tiempo de Pasión, aumenta a los justos
la gracia y a los pecadores borra el pecado.

A Vos, fuente de salud, oh Trinidad, alabe todo espíritu, y a los que
otorgáis el triunfo
de la Cruz, concededles la gloria. Amén.



PANGE LINGUA

Pange lingua, gloriosi
láuream certaminis,
et super crucis tropæo
dic triumphum nobilem,
qualiter redemptor orbis
immolatus vicerit.

De parentis protoplasti
fraude Factor condolens,
quando pomi noxialis
in necem morsu ruit,
ipse lignum tunc notavit,
damna ligni ut solveret.

Hoc opus nostræ salutis
ordo depoposcerat,
multiformis proditoris
ars ut artem falleret,
et medelam ferret inde,
hostis unde læserat.

Quando venit ergo sacri
plenitudo temporis,
missus est ab arce Patris
Natus, orbis Conditor,
atque ventre virginali
carne factus prodiit.

Lustra sex qui iam peracta
tempus implens corporis,
se volente, natus ad hoc,
passione deditus,
agnus in crucis levatur
immolandus stipite.

Felle potus ecce languet:
spina, clavi, lancea;
mite corpus perforárunt,
unda manat, et cruor:
terra, pontus, astra, mundus
quo lavántur flúmine!

Sempitérna sit beátae
Trinitñati glória:
Aicua Patri, Filióque
Par decus Paráclito:
Uníus Trínique nomen
Laudet univérsitas. Amen.


Canta, lengua mía,
la lucha de la más gloriosa batalla, y entona un himno de victoria al Redentor
del mundo que muere
en la Cruz.

Compadecido Dios de Adán, al ser éste víctima de la muerte, comiendo el fruto vedado, quiso curar con el leño
de la Cruz el mal que aquél nos causó en el árbol del paraíso.

Pedía la obra de la Redención, para alcanzar completa victoria,
sacar a vida de un árbol, como de otro árbol
sacó la ruina el demonio.

Cuando llegó el tiempo
por Dios señalado,
mandó a su Hijo Unigénito, el cual, vistiéndose
de nuestra naturaleza,
nació de una Virgen.

Pasados treinta años,
el Redentor, viendo acercarse el fin de su vida, entregóse libremente a los sufrimientos; el Cordero divino
es levantado sobre la Cruz para ser sacrificado.

Y le dan a beber hiel;
y las espinas, clavos y lanzada atraviesan su tierno cuerpo,
del cual manan agua
y sangre, que purifican
tierras y mares, astros
y el mundo entero.

Sea dada gloria eterna
a la Trinidad beatísima;
e igual gloria al Hijo
y al Espíritu Santo;
y todo el universo alabe
el Nombre de Dios
Uno y Trino. Amén.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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