Entrevista a Nicolò Dallaporta, uno de los padres de la cosmología moderna. Una larga vida de investigación teniendo siempre presentes todos los factores de la realidad. "Hoy el científico ya no tiene tiempo para pensar". El encuentro con un maestro
"Mi mayor mérito es el de haber tenido alumnos mejores que yo!" Con esta frase se presenta Nicolò Dallaporta, y en seguida uno comprende que está frente a alguien grande. En su humildad no hay sombra de afectación, sino una luminosa simplicidad, adquirida en el transcurso de una ya larga vida como investigador y genuino amante de la verdad. Dallaporta, nacido en 1910, es uno de los padres de la cosmología moderna, fundador de una escuela que se ha fortalecido con el tiempo en Italia y que se ha afirmado a nivel internacional en muchos frentes. Desde su cátedra de Astrofísica Teórica en la Universidad de Padua, Dallaporta ha formado a buena parte de la generación que actualmente está a la cabeza de la Astrofísica en este país. Desde siempre su interés por la ciencia estuvo unido al interés por las preguntas fundamentales que subyacen en toda la vida humana, como demuestran, por ejemplo, sus estudios de profundización sobre el "caso Galileo", así como la más reciente de entre sus numerosas obras, titulada Ciencia y Metafísica, un seudo-contraste entre dos dominios que se complementan.
Estoy en casa del Profesor, en el corazón de Padua, para mantener con él una entrevista que esperaba con anhelo. Están con nosotros Rachele y María, que toman notas para escribir luego estas líneas. Nos sentamos en el elegante saloncito, visiblemente emocionados.
Profesor, a lo largo de su larga experiencia como protagonista de la investigación científica, ¿cómo ve el momento presente?
Mi opinión es que la ciencia de Galileo ha terminado. Que Galileo la inventase es comprensible, pero hoy vemos sus límites, que son muchos. Siguiendo la visión de Galileo parecería que la ciencia está únicamente basada en la relación causa-efecto. Pero sabemos bien que los únicos problemas que resuelve de forma exacta son casos extremadamente simples, que se aproximan de forma más bien tosca a la realidad física. Galileo estudió el péndulo y el sistema Tierra-Sol: los sistemas más sencillos que existen.
Naturalmente fue un gran paso adelante, pero las aproximaciones funcionan sólo hasta cierto punto. Las leyes de la Física son sencillas sólo en algunas "zonas", para ciertos casos límite. Ha llegado el momento en el que hace falta ampliar el horizonte. Más allá de un cierto nivel, cuando la complejidad de los problemas o de los sistemas que se trata de descubrir es grande, es más fácil, más conveniente, pensar en la finalidad que en las causas. El factor "finalidad" está totalmente descuidado en la ciencia de Galileo, pero estoy convencido de que, así como hay una investigación de las causas, debe también haber una búsqueda de los fines. Es una complementariedad que considero indispensable para un avance en la verdadera comprensión de la naturaleza.
Es llamativo que esta exigencia de volver a considerar la idea de "finalidad", de "objetivo", de "horizonte", emerja hoy desde el seno de algunos filones de la propia ciencia, casi como un hijo no deseado. Hasta hace no muchos años, hacer hipótesis sobre esto hubiera sido cuando menos arriesgado. En particular, me impresiona que en el frente de la cosmología uno se vea casi obligado a volver a plantearse el papel del ser humano en el cosmos. El yo humano se presenta como un objeto particularísimo, el lugar de la autoconciencia de la Naturaleza, que para ser tal como es necesita de toda la estructura y evolución del mundo natural, necesita de la evolución cósmica y local para aflorar, aunque no esté determinada por ellas.
El hombre es el sistema más complejo; es una trama de causalidad y finalidad. Vivimos siempre con una finalidad, para cumplir algo. ¿Qué es el hombre? Esta pregunta introduce toda la dimensión del hombre, que jamás aceptaré como pura consecuencia de los hechos que le preceden. La vida, el ser humano en particular, es un hecho increíble desde el punto de vista científico. Para hacer coincidir todos los "engranajes" de que está hecho un hombre, con su delicadísimo equilibrio, es evidente que hace falta alguien que lo haya proyectado. La realidad está hecha de estratos, de niveles: principio supremo, espiritualidad, alma, cuerpo. El hombre es, aun en su límite, un reflejo del infinito; es algo milagroso. Toda la vida es milagro y el hombre es el mayor milagro. ¡Pero para Dios todo es milagro; no existe diferencia entre milagro o no milagro!
Y todo parece preparado para que surja el hombre. La precisión con la que las constantes fundamentales de la física están calibradas es verdaderamente conmovedora por su complejidad.
Cuando me di cuenta... basta un cambio infinitesimal en las constantes para que no surja la vida. ¡No sabemos por qué las constantes toman esos valores, no tenemos más razones! Es un indicio para buscar una cosmología que tienda a considerar cuáles pueden ser los puntos de contacto con otros niveles de la realidad.
Para sustraerse a esta evidencia se proponen escenarios cosmológicos que de distintos modos vuelven a proponer una forma del antiguo principio de plenitud ("todo lo que puede existir existe") Así, se postula la existencia de un infinito de casualidades del cual "nuestra casualidad" viene a ser un caso obvio favorable (hoy la forma más popular es la de los universos múltiples) ¿Cuál es su punto de vista?
Es muy posible que lo sea, pero nunca es física. Es una metafísica en la que se recurre a un caso tan carente de restricciones como el de que todo lo que es posible sea real. Pero entonces se produce un choque con la metafísica, en el que la casualidad choca con la finalidad ¡Y esto último, sin embargo, parece ser mucho más creíble! Hasta hoy, la física se ha basado en el "dato" mensurable; ir más allá sería propio de la metafísica, en cuyo caso yo compararía la física con "otra" metafísica. Quien sostiene este punto de vista (como, por ejemplo, Stephen Hawking) debería advertir que se sale de la física; de otro modo la está exagerando. La física que apunta más allá de lo mensurable se convierte en ideología.
Creo que en el origen de esto está una cierta acepción del concepto mismo de realidad. Don Giussani afirma que todo lo que, de algún modo, no tenga un nexo con el presente, con el "aquí y ahora", no existe. Siempre me ha sorprendido la analogía, o lo pertinente que es esta afirmación de la realidad para el conocimiento científico.
La hipótesis de que el observador no tiene nada que ver con lo que observa y, por tanto, que pueda considerarse, de algún modo, extraño a la realidad, está en clara oposición con la física; en particular está en contra de la Mecánica Cuántica. El yo humano cuenta. Es un dato extraído de la física que va más allá de la física.
Otro aspecto por el que me parecen débiles y poco creíbles las cosmologías que tratan de reducir la realidad física a una "inmensa casualidad" es que, si se considera seriamente, tiene consecuencias anti-estéticas; es más, grotescas, nauseabundas. Mientras que históricamente la intuición estética es una guía fundamental para el descubrimiento de las ideas científicas.
La belleza es la armonía de dos cosas que están ahí y que si fueran distintas no serían bellas. Toda la física se basa en leyes específicas que son realizaciones de armonía y mi convicción es que la causalidad física no puede reconducirse únicamente al plano corpóreo. Las leyes, que vienen de lo alto, son tales que actuando sobre A y sobre B llevan a A y B a comportarse de modo que dan lugar a una ley de armonía. La ley de Newton es una ley de belleza: ¡Dios la ha creado de tal modo que al final dos cuerpos giran uno alrededor del otro!
Hoy el énfasis en el mundo de la investigación, incluso en la universidad, se pone en la exasperación de la persecución de los detalles...
... A menudo sucede que cada uno es especialista en algo y no sabe nada más. Los grandes temas tienen poquísima resonancia. Pero el problema es que hoy el científico ya no tiene tiempo para pensar. Los físicos han "pensado" hasta la generación de Heissenberg y Schroedinger. Después no ha habido más tiempo para eso. El volumen de conocimiento y de información ha crecido tan vertiginosamente que cada vez es más difícil que un científico tenga una visión de unidad.
Quizás también porque hay una tradición cultural en este sentido. Cada vez es más raro (pero no creo que sólo entre los científicos) que una persona admita la idea misma de totalidad. Se niega que las cosas tengan un nexo con la totalidad y, por tanto, una unidad, un significado.
Ciertamente. Una catedral gótica o un icono, sin embargo, forman un cuadro completo, contienen la imagen de la totalidad.
Profesor, si tuviese que iniciar hoy un nuevo proyecto de investigación en cosmología, ¿qué elegiría?
Un tema importante es la generalización de lo que decíamos antes. Hasta ahora se ha tratado de estudiar los efectos sobre la estructura de la Naturaleza y sus leyes, considerando cada vez la variación de una sola constante física; así se ha descubierto que son críticas. Yo trataría de profundizar en esto estudiando los efectos de la variación de más constantes simultáneamente. Es comprometido; requiere cálculos muy complejos.
Nos despedimos más emocionados que al principio, con el deseo de proseguir, de profundizar. "¡Volved pronto!", nos anima gentilmente el Profesor. ¡Esto es lo que se dice "encontrar a un maestro"... !
Mi opinión es que la ciencia
de Galileo ha terminado...
Pero sabemos bien
que los únicos problemas
que resuelve de forma exacta son casos extremadamente
simples, que se aproximan
de forma más bien tosca
a la realidad física.
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