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Huellas N.3, Marzo 2000

ENSEÑANZA

El riesgo de educar

En 1983 los padres y profesores del Sto. Tomás Moro mantuvieron una conversación con don Giussani.
A continuación, los apuntes de aquel momento



Nuestro colegio es una obra civil, que, al ser católica, se caracteriza por la urgencia del testimonio de la fe. A este respecto, nos resulta difícil encontrar un equilibrio entre el testimonio y las nociones que hay que transmitir a los alumnos. ¿Cuáles son las condiciones para que se dé una síntesis cultural?
La palabra 'cultura', por su naturaleza, implica la comunicación propia de toda realidad humana completa, la que integra corazón y cerebro. La cultura debe indicar el dinamismo que vive una persona real: no existe posibilidad de cultura fuera del "mandato" de la propia humanidad al que se obedece. El que no lo conciba como misión no debería enseñar.
La palabra 'síntesis' es eminentemente biológica: indica una vida, un término orgánico; se da en alguien que vive y siente que el contenido de su experiencia lo puede comunicar. No se trata de una cuestión moral, es una cuestión de humanidad. La transmisión de un contenido se identifica con la experiencia que un individuo tiene. ¿Cuándo se llega a esta síntesis? Cuando se convierte en algo natural para la persona y coincide con su forma de ser. La primera condición para que haya una transmisión (trans - misión) es que la síntesis forme parte ya de la propia persona. Es el concepto de generación: uno genera algo cuya síntesis ya se da en él mismo. El ímpetu misionero es propio de un sujeto humano real: no es sujeto humano real quien no tiene un ímpetu misionero. Después viene el problema de estar atentos a cómo se transmite un contenido. Hay que valorar el estado de la pregunta que tienen los chicos y que implica su historia, esto es, sus padres.
Ahora bien, el a priori que guía a esta escuela es la fe. Entonces la "síntesis cultural" puede darse no tanto como un esfuerzo intelectual, sino mediante la profundización del propio nexo con el acontecimiento de Cristo: si Jesucristo no tiene nada que decir a tu vida, no se puede hacer una síntesis cultural desde el punto de vista del acontecimiento cristiano.
Trabajar en la escuela coincide con el sentido de responsabilidad personal frente a la propia fe, con el compromiso personal para profundizar en la fe: esto es lo que asegura la posibilidad de actuar. Enseñando cualquier materia (y esto implica una visión global), la transmisión cultural no puede tener lugar sino en la medida en que la fe interesa a nuestra persona antes que el problema de la enseñanza. Dando clase se transmite un punto de vista sobre el mundo entero: "Una fe que no se convierte en cultura (esto es, si no determina la expresividad de mi yo) no es una fe plenamente acogida, enteramente pensada, fielmente vivida" (J. Pablo II, 16 de Enero de 1982).
Para cumplir la misión en la escuela, la verdadera preocupación es la de profundizar en la propia fe, no la de encontrar algún mecanismo especial de enseñanza. La palabra 'síntesis' se identifica con la palabra 'juicio', juicio que se debe dar a partir de un criterio previamente asimilado. Existe, ciertamente, un problema de arte pedagógica: a la hora de transmitir, es necesario tener presente el estado, el tono de la clase, en qué punto de su historia se encuentran tanto los chavales como sus padres (los cuales constituyen para los chicos la tradición). Es un problema pedagógico; no puede convertirse en una justificación para frenar el ímpetu misionero.

En la enseñanza media, los chicos están en una edad en la cual la intuición y la tradición original deben convertirse en convicción, porque, si no, se encaminarían hacia la indiferencia o el tradicionalismo. ¿Cómo podemos ayudarles?
El método de Dios y de la Iglesia se expresa con la palabra 'paciencia'. Los tiempos y los resultados no los fijamos en absoluto nosotros. De hecho, no podemos evitar el valor más misterioso que existe en el hombre: la libertad (que es el nexo entre la conciencia de sí y el propio destino). La modalidad con la que el hombre se adhiere a su fin es realmente un misterio entre él y Dios. Es necesario tener certeza a cerca del futuro (esto se llama esperanza); certeza de que las buenas semillas darán, tarde o temprano, sus frutos.
Paciencia quiere decir respeto a la libertad, respeto a los tiempos que no son nuestros.
La primera regla fundamental es que es necesario dar razón de lo que se dice: si se ve que la razón no es acogida, hay que encontrar un modo mejor de comunicarla. Necesitamos saber dar razón de la esperanza que tenemos.
La segunda, es el ejemplo que deben dar los padres y los educadores. ¿Qué significa dar ejemplo? No se trata en principio de una coherencia moral. Los jóvenes, y, sobre todo, los pre-adolescentes, son intransigentes ante la coherencia ideal de los educadores. Si los chicos ven que la fe no tiene que ver para nada con los discursos, con los criterios de elección, que jamás entra a juzgar los hechos de la vida, esto influye de forma destructiva en la conciencia del chico. Es extremadamente importante la humanidad que el profesor demuestra en la relación con los alumnos y la incidencia moral de la fe sobre cuanto se dice. Perdón, misericordia, lealtad con la humanidad.
Otra directriz decisiva es la compañía: la primera compañía es aquella que se da entre los padres y los profesores de la escuela; compañía entendida como razones a dar y provocaciones a asumir. Después, la compañía como instrumento: es importante suscitar la compañía entre los chavales. Ésta debe ser delicadamente sugerida e instigada por los adultos, pero después continuada por ellos, aunque guiada. Si existe un problema que altera a los chavales, hay que pedirles que lo discutan entre ellos.
Una enseñanza así debe vivamente favorecer el uso del tiempo libre; no solamente como actividades extra escolares, sino también para afrontar los diferentes intereses.
Es necesario reclamar a los chavales a comprometer la propia energía con una cierta gratuidad: caritativa. Un colegio católico debe, de hecho, favorecer el compromiso del corazón y la capacidad de gratuidad; debe utilizar la convivencia como diversión, como fiesta, y multiplicar los intereses: teatro, cine, visitas guiadas, música...
No se trata de organizar todas estas actividades, pero sí favorecerlas hasta que la vida de la compañía se autogenere: que sean los chicos los que la generen. También los adultos que dan vida a una obra deben vivir la compañía. Sin embargo, si todos estos criterios van unidos a una incompetencia profesional, sería grave: se necesita lealtad con el propio trabajo. Si uno debe enseñar, ¡que se prepare las clases!
No se trata de evitar la fatiga a los chicos, porque sin esfuerzo no se aprende nada: crece gente "blanda", con una inconsistencia ética. Este es un problema de método que hay que adaptar a cada chico. Cada uno debe vivir su fatiga; con quien se niegue es necesario ser firme, con intransigencia y afecto. Es otro aspecto de la síntesis cultural.
Hay iniciativas que puede tomar la escuela; otras pueden tomarlas los alumnos. Lo importante es que la actividad de los adultos no invada la capacidad de iniciativa de los chicos: hay que sugerir, instar, pero con respeto. Las iniciativas más eficaces son aquellas que nacen de la base. Existe un medio muy simple de vaciar una educación: oponer dos valores. Esto genera cinismo y escepticismo.


Veinte años de historia

La obra educativa de un grupo de profesores y padres educados en la experiencia de CL, trabajando con los hijos y los alumnos de un colegio de enseñanza media. Una ocasión para profundizar en la razón que ha movido la manifestación del pasado treinta de octubre con el Papa

GIANNI MEREGHETTI


A las afueras de Milán, en un sólido edificio situado en un barrio de la periferia, funciona el colegio de educación secundaria de libre iniciativa "Sto. Tomás Moro", desde 1979 vivaz protagonista de una empresa educativa eficaz y apasionante. De hecho, del grupo inicial de padres que tomaron esta opción educativa para sus hijos se ha llegado hoy a una realidad que acoge a cerca de trescientos estudiantes, un número relevante para una escuela media.
El colegio tiene doce aulas que funcionan dentro del horario oficial, sin ampliaciones extras de horario, aunque lo que sí hay es mucha atención a actuar inteligente y creativamente en los aspectos didácticos: "Lo del horario normal - subraya la profesora Mª Rosa Chierici, directora del centro - es una elección propia de nuestro colegio, ya que hemos sido siempre contrarios a una escuela que absorba todo el tiempo de los chicos. Esto no quiere decir que no existan actividades extra escolares, pero estas propuestas son siempre optativas".
Se apoya sobre dos pilares que desde el inicio han constituido el alma de la obra: el primero es la determinación a propiciar un ámbito educativo y didáctico, como es propio de la naturaleza de la escuela; el segundo es la acogida a los discapacitados, que, aun suponiendo un compromiso oneroso desde el punto de vista de los costes, ha sido siempre el signo de una particular atención a lo humano y de la apertura a todos.
Respecto a la impronta educativa y didáctica, la directora subraya la importancia de la colaboración de los profesores con las otras escuelas de libre iniciativa: periódicamente, los maestros del Sto. Tomás Moro realizan con estos centros un trabajo de colaboración interdisciplinar en el cual, partiendo del punto de vista de la disciplina particular, desarrollan contenidos comunes sobre los cuales convergen. Esto es fruto de una constante profundización en los factores didáctico-educativos que están en el origen de la escuela, para que el trabajo cotidiano lo sostenga una experiencia que considera al alumno en todas sus dimensiones y lo abre a la relación con toda la realidad.

Aprender en la práctica
"Los profesores - evidencia la directora - aplican este método que engloba toda la persona. Cotidianamente instan a unos alumnos llenos de curiosidad y apertura a la confrontación personal con lo que se les enseña. Los chicos salen de esta escuela con la conciencia de que se aprende confrontándose con la realidad y con las propuestas que se les hacen".
A lo largo de sus veinte años de historia, en el colegio "Sto. Tomás Moro" ha madurado la conciencia de la importancia que tienen las disciplinas técnico-operativas dentro de la educación de un chico de once o doce años, cuya persona se pone en juego completamente a través de este trabajo integral. Por ello, la actividad en los talleres de educación artística y técnica ha constituido siempre una impronta fundamental del centro, a diferencia del modo de proceder usual, que los considera marginales: esta toma de conciencia del valor del trabajo práctico en la educación ha investido también las otras disciplinas, como la enseñanza de la gramática o del inglés, en las cuales se usan también técnicas instrumentales.
Los padres que eligen para sus hijos el "Sto. Tomás Moro" lo hacen por diversos motivos, ya sean de tipo educativo, como por una garantía probada de eficacia en la enseñanza. Al comienzo del primer curso, el equipo de profesores de cada clase recibe personalmente a cada uno de los padres; así se pone de manifiesto que éstos confían a su hijo al profesor. Es una dinámica que potencia la relación escuela-padres: la escuela quiere ayudar a que los padres sean conscientes de la prioridad que el adulto tiene en la educación. "Es el adulto el que educa - manifiesta la directora - y lo hace proponiéndose él mismo; tan verdadero es esto que la fragilidad de los chavales se debe a menudo a la debilidad del adulto, a su dificultad para tomar decisiones". A fin de hacer madurar esta conciencia, durante el último año escolar se ha trabajado sobre la importancia de la autoridad en el proceso educativo: es un tema que se propuso al comienzo del curso en la Asamblea general y se ha retomado después en algunas reuniones de clase donde la cuestión estaba particularmente viva.

Entre sueño y deseo
Los padres participan activamente en algunas fiestas y momentos comunes durante el año, que tienen como objetivo presentar las actividades desarrolladas o bien aportar una ayuda económica a la escuela, que se sostiene en su mayor parte gracias a las cuotas, porque las contribuciones estatales y municipales por los alumnos discapacitados y por los proyectos ministeriales son de pequeña cuantía.
Es interesante el trabajo que se desarrolla en el "Sto. Tomás Moro" sobre la orientación escolar y que obedece al criterio de ofrecer a cada estudiante los instrumentos para hacer una lectura realista de sí mismo y de la situación, para que sea capaz de realizar una elección. Una capacidad que implica siempre un riesgo, pero que es importante educar para que el alumno se habitúe a verificar en el tiempo. Esto es totalmente opuesto al principio educativo que hoy prevalece, según el cual es siempre posible hacer una elección cuando se tiene la conciencia de que no es una verdadera elección, porque se puede inmediatamente revocar: de este modo el chico, de hecho, no se arriesga nunca y así se perpetúa la fragilidad, porque sin capacidad de riesgo y de verificación la persona no crece. Un asesor se ocupa de la orientación y coordina toda la actividad. Esto es signo de la sensibilidad que se tiene hacia este momento tan decisivo en el crecimiento de la persona.
Al final de la enseñanza secundaria, los profesores de letras inician el trabajo de orientación de cara a la elección del bachillerato. La primera aproximación no se dirige a conocer las diversas opciones, sino a la toma de conciencia de los criterios para afrontar la elección. Criterios como el de conocerse a sí mismo, seguir las indicaciones del adulto, diferenciar entre lo que es un sueño (que por lo tanto no se puede comprobar), y lo que es un deseo a verificar, o comprender que la elección de una determinada rama es el primer paso en el horizonte de la tarea de la vida.
Después de este trabajo, sale a colación el bachillerato en el tercer ciclo; en la primera parte del año se dedica una hora a la semana al conocimiento de las diversas opciones que se pueden tomar. Esta hora se mantiene durante el resto del año para profundizar en cuestiones histórico-literarias o en temas de actualidad a fin de introducir ya a los chavales a los métodos de trabajo típicos del siguiente periodo educativo.
Paralelamente al trabajo con los chicos, hay encuentros con los padres, para sugerirles que elijan una escuela que se adapte a la persona, de modo que la haga crecer, y que no privilegien el criterio del grupo de amigos, porque la elección es propia de la persona y afecta a su futuro. Hacer la elección junto con los chavales, e identificar, una vez elegido el tipo de escuela, aquella que es cualitativamente mejor, será lo más adecuado.
Veinte años de historia para una escuela son, por sí mismos, un signo positivo en cuanto que testimonian la bondad de una obra educativa emprendedora. Al mismo tiempo, representan una responsabilidad: la fidelidad en el compromiso con la libertad de educar, hoy más que nunca tarea imprescindible en una sociedad que tiende a hacer de la escuela un lugar en el cual, como mucho, se aprenda, pero sin abrirse a algo más grande, traicionando de este modo la necesidad de las nuevas generaciones.



Lecco: crece si sucede

La de algunas familias de Lecco que se han tomado en serio el problema de la educación de sus hijos es una bella historia. En 1973 nacía una guardería para niños de dos o tres años. Crece si sucede es el título del libro en el que se cuenta esta experiencia de más de veinticinco años, que se dilata paso a paso constituyendo Il Ritrovo (ndt.: el lugar donde encontrarse). Estar con los niños, amarles y descubrir lo misterioso que cada uno lleva dentro, su corazón. El niño es realmente acogido por el adulto sólo si este último está en sintonía con su corazón, si no ha censurado los ideales porque la vida le haya demostrado que no tienen respuesta. La educación que les llega es entonces un testimonio de Cristo, no como una imposición abstracta sino como comunicación respetuosa de la libertad del niño. Se puede entrar entre las ocho y las nueve y media, se juega hasta las diez y media; después hay un breve descanso para el bocadillo y para recuperar la energía perdida jugando; se retoma el juego hasta la llegada de los padres y a las doce y media se cierra. También el espacio físico está pensado en función de la educación de los niños. Il Ritrovo tiene además un periódico, "La contraseña", una serie razonada de apuntes sobre la realidad del jardín de infancia: la vida de todos los días, los momentos de fiesta, los encuentros más significativos, las principales necesidades, las ocasiones de solidaridad. En 1979, después de algunos años de experiencia no institucionalizada, Il Ritrovo ha asumido un carácter oficial, constituyéndose en asociación legalmente reconocida. Desde entonces ofrece un servicio de guardería de bebés para las familias de Lecco. En 1996, el ayuntamiento del pueblo suscribió un acuerdo con la asociación para incrementar la disponibilidad de plazas. El acuerdo prevé que el ayuntamiento aporte a la asociación una subvención: una parte para cubrir parcialmente el gasto de la reestructuración y ampliación y otra en función de los bebés residentes en Lecco que van a la guardería; así se permite disfrutar de este servicio con el mismo coste que las guarderías municipales. Esto es un ejemplo de subsidiariedad en acto.



Buccinasco : Nueva tierra

Este libro es un significativo testimonio de cómo el deseo de una verdadera paternidad y una verdadera maternidad - acompañar a los propios hijos en el descubrimiento amoroso del sentido de la vida - ha cristalizado en un colegio de enseñanza primaria en un pueblo de las afueras de Milán, Buccinasco. Los autores recorren las etapas de un camino de veinte años. Es conmovedor cómo cuentan los inicios de la escuela, en los que leen como signo de la Providencia el encuentro entre el deseo de algunos padres de educar cristianamente a los hijos y la disponibilidad del párroco para alojar la escuela naciente en los locales de la parroquia; recuerdan también sus palabras: "Don Bosco decía que la educación no es cuestión de proyectos sino de corazón, "yo he descubierto en vosotros esta intención buena y me ha bastado para fiarme"". La intención original tomaba cuerpo día a día, afrontando problemas organizativos y de coordinación, y confiando la enseñanza a maestros dispuestos a colaborar con los padres en la obra educativa. Formaron una cooperativa llamada Nueva Tierra, reclamando con transparencia a la promesa bíblica de cielos nuevos y tierra nueva; multiplicaron las iniciativas de solidaridad para sostener los costes de una empresa nada fácil. Entre muchos aspectos tomados en consideración, emerge de las páginas de este libro la conciencia de que todo surge de la unidad de un pueblo, a través de la colaboración de muchos habitantes en torno a la aventura de una escuela elemental.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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