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Huellas N.2, Febrero 2000

VENEZUELA

Bajo un mar de fango

Riccardo Piol

Desde el 15 de diciembre llueve ininterrumpidamente. Se habla de más de 50.000 muertos y de 600.000 personas sin hogar, pero las cifras están destinadas a aumentar.
Habla Maria Teresa Gatti, responsable de AVSI para las ayudas de emergencia en el país inundado.



Y sigue lloviendo. A mediados de diciembre las costas de Venezuela fueron asoladas por un violento aluvión y desde entonces se producen sin cesar desbordamientos de ríos y desplazamientos de tierras. Es la peor catástrofe natural de este siglo en el país. Se calcula que en las regiones costeras de Vargas y Miranda y en la región interior de Tachira más de 600.000 personas se han quedado sin casa. La Cruz Roja habla de más de 50.000 muertos, pero las cifras son aún imprecisas. Los más perjudicados han sido sobre todo los habitantes de los ranchos, las favelas venezolanas, y resulta imposible saber cuántas personas vivían en aquellas miríadas de chabolas construidas por todas partes. El hecho cierto es que el país se encuentra en apuros: no hay agua potable, no hay alimentos y faltan lugares adecuados para alojar a todos los afectados. Pero, sobre todo, sigue lloviendo.

La inundación y el referéndum
El miércoles 15 de diciembre era para Venezuela el día del referéndum para aprobar la nueva constitución. El presidente Hugo Chávez quería hacer nacer la República bolivariana de Venezuela. Pero, mientras el país afrontaba la jornada de la votación, sucedía la catástrofe. Algunos habían predicho que con toda esa cantidad de agua las cosas iban a terminar mal. La constitución fue aprobada, pero murieron miles de personas. Algunos periódicos hablaron de los "muertos del sí". Sobre Vargas, la región turística al este de Caracas, se abatía un río de tierra y agua que invadía las calles de la ciudad y se llevaba por delante ranchos enteros. En la vecina región de Miranda (que comprende también el distrito de Caracas) la gran presa El Guapo se rompía, pero por suerte la población había sido evacuada a tiempo. En Falcón, el aluvión afectaba a las costas que se asoman al Caribe y la misma suerte corrían los pueblos de Zulia que dan al lago de Maracaibo y al golfo de Venezuela.
Cuando el país se despertaba de la pesadilla, las lluvias habían destruido el 1'80% de la red de alcantarillado, más de 10.000 casas habían sido arrasadas y sólo en la región de Vargas el fango que cubría la tierra ascendía a 4 millones de metros cúbicos.

A lo largo de la costa
"Las carreteras que discurren junto a la costa en la zona de Vargas se han visto interrumpidas en muchos puntos. Las comunicaciones están cortadas; casas y caminos han sido sepultados por el fango. Para despejar todas las dudas sobre la situación es necesario sobrevolar la zona en helicóptero - relata Maria Teresa Gatti, responsable de AVSI para las ayudas de emergencia -. Vargas es una región parecida a Liguria, con la diferencia de que en cada ensenada hay un rancho. Estas construcciones se alzan sobre las colinas costeras y han crecido como hongos entre una ciudad y otra sin estar siquiera señaladas en los mapas. Con la lluvia y los derrumbamientos todas las chabolas se han deslizado a los pies de estos montículos. Por los caminos se pueden ver largas filas de personas haciendo cola para obtener agua. Algunos tratan de entrar en sus casas para recuperar lo que ha quedado. El problema más grave es que no hay estructuras que puedan acoger a todos los evacuados. Por el momento hemos decidido concentrar nuestra intervención en la zona noroeste del país, colaborando con la asociación local Ícaro. El objetivo es distribuir géneros de primera necesidad a 2.000 personas sin techo a través de algunos centros de acogida para niños presentes en las zonas de Caracas y San Antonio de los Altos. Nos han pedido que intervengamos también en las zonas de Mérida y Ejido, pero esto depende también de la financiación. Tenemos que adaptar estas estructuras para poder hospedar establemente a los afectados y, sobre todo, para ayudar al gran número de niños que se ha quedado sin familia".

Las intervenciones de emergencia
Las ayudas humanitarias están llegando desde todos los rincones del mundo. Países de América Latina, de Europa y también de África han comenzado a destinar fondos. Y las agencias humanitarias internacionales se encuentran ya en el escenario de la tragedia. "Pero hay una gran desorganización - explica Maria Teresa -, porque el gobierno no ha decidido todavía cómo moverse. Por ahora ha desplegado en masa a las fuerzas armadas para contener el fenómeno de los robos y del saqueo, pero no consigue actuar de modo adecuado a las dimensiones de la catástrofe". "Está buscando soluciones - dice el padre Leonardo Grasso, de misión en Venezuela (cfr. Huellas, enero 2000) -, pero cada vez es más evidente que camina a tientas. Las ayudas existen, pero tienen que ser coordinadas. En Miranda, donde el gobernador no trata de centralizar la gestión de las intervenciones, se está trabajando bien. En otros lugares, en el litoral, por ejemplo, hay una gran confusión". Un dato para dar una idea de la desorganización: el 17 de enero el gobierno ha hecho volver atrás a un barco americano cargado con materiales y personal destinado a reconstruir una carretera costera. Motivo: "No tenemos necesidad de ayudas americanas". Lo gracioso es que la petición de esas ayudas se había hecho directamente desde el Ministerio de Defensa venezolano.

Las lluvias continúan
"Mientras comienzan las intervenciones - continúa Maria Teresa - sigue lloviendo y hay varias zonas que se encuentran todavía en situación de riesgo. Después de la primera oleada del 15 de diciembre, que afectó a la costa, se ha producido otra a comienzos de enero que ha afectado al interior". La región montañosa de Tachira ha vivido el mismo drama que las regiones costeras a menos de un mes de distancia: entre el 3 y el 9 de enero se han producido lluvias torrenciales que han causado miles de víctimas, obligando a huir a 3.000 personas y provocando daños ingentes.
En Vargas, Miranda y las demás regiones que dan al mar, "pasada la primera fase de emergencia alimenticia - explica el padre Leonardo -, es necesario saber actuar con inteligencia, pensar en las exigencias inmediatas mirando también al futuro más próximo. Sólo ahora está comprendiendo la gente las verdaderas proporciones de la catástrofe, porque las noticias están llegando con cuentagotas. Por tanto, es necesario estar con ellos para ayudarles en las necesidades más concretas y para sostenerles a la hora de afrontar el drama de los familiares perdidos, de la casa destruida y de una vida a reconstruir desde el principio".

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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