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Huellas N.9, Octubre 1999

MEETING

La aventura del conocimiento

Marco Gargantini

Estupor y Misterio, temas centrales de algunos encuentros sobre el trabajo científico.
Con Macchetto, Bersanelli y Colombo.
La realidad, por un lado, se deja conocer por nosotros; por otro, es como si permanentemente remitiese más allá de sí misma. De pregunta en pregunt
a


Hay un modo de entender la ciencia que la considera como un presuntuoso desafío a lo desconocido, en el que una razón autosuficiente pretende aferrar la realidad, descomponiéndola y analizándola en sus aspectos particulares, para después atraparla en las complicadas redes de sofisticadas teorías. Una ciencia que se erige en medida de todas las cosas, que tiende a excluir cualquier posibilidad ajena a su dominio, que considera insignificante lo que no se puede definir dentro de sus esquemas.
Bien distinta es la ciencia que el público del Meeting ha encontrado en varias citas de la edición 1999. Una ciencia que parte de la realidad, abierta a acoger los datos que la naturaleza gratuitamente pone a su disposición, a veces de forma evidente a través de la fascinación que provocan imágenes espectaculares, otras veces más sutilmente, escondiéndolos en los pliegues de fenómenos complejos. En ambos casos datos, al fin y al cabo, que no produce la capacidad del observador, sino que se ofrecen a su curiosidad como algo que investigar atentamente, que registrar con precisión, que acoger por lo que es. Así, los astrofísicos Duccio Macchetto y Marco Bersanelli han testimoniado en Rímini, frente a las gradas rebosantes del auditorio, que los datos van a su encuentro desde la profundidad del cosmos, a una distancia de millones de años luz con respecto a nosotros, captando señales enviadas en el primer instante de vida del universo.
"Para nosotros - dice Macchetto, director del Hubble Space Telescope - los datos son fundamentales: partimos de los datos para construir teorías, con las teorías hacemos hipótesis, las hipótesis nos permiten a su vez, confrontar los nuevos datos que adquirimos; cuando los datos confirman las teorías, estas se vuelven más sólidas y decimos que corresponden a la verdad, con la "v" minúscula, obviamente; cuando, en cambio, y esto es mucho más divertido, los datos no corresponden a nuestras expectativas, debemos cambiar la teoría. Así progresa la ciencia: no tanto confirmando lo que ya sabemos, como cambiando nuestras ideas".

Impacto y atracción
La ciencia nace, por tanto, como un impacto frente al dato real, como atracción hacia algo que se encuentra. "Es la propia existencia de la realidad - subraya Bersanelli - el dato más sorprendente; el hecho de que la misma realidad sea un dato la vuelve interesante, la hace capaz de generar un atractivo, un deseo de relacionarse con ella y con su significado, antes incluso de conocer los detalles; esto, pues, se traduce en una observación atenta y apasionada".
A diferencia de la presunción de mucha ciencia "hablada", de mucha divulgación que muestra a los científicos superstar como los detentores de las "llaves del universo", en la ciencia "vivida", es necesaria una relación de dependencia, de obediencia a los datos: "El primer acercamiento a la realidad debería ser una extraña pasividad, no en el sentido de una debilidad en la confrontación con la naturaleza, sino en el de una disponibilidad a darse cuenta de lo que hay, a seguir una insinuación, aun cuando no fuese la cosa más evidente. En un tiempo se hablaba de contemplación, y es justamente de una mirada así de la que han nacido los descubrimientos más grandes e imprevistos".
Es el propio cosmos, por tanto, quien habla y los científicos ante todo deben ponerse a escuchar. Por ejemplo, construyendo instrumentos potentes y enviándolos directamente al espacio a capturar información para después devolverla a la Tierra. Como el telescopio espacial Hubble que en su órbita, a seiscientos kilómetros sobre nosotros, consigue desvelar estrellas y galaxias en sus primeros instantes de vida y permite a Macchetto mostrar en sólo una diapositiva, un ángulo de cielo que contiene más de seis mil galaxias, cada una con sus cien mil millones de estrellas. O como los medidores de profundidad cósmica, que han ofrecido al asombrado público del Meeting la posibilidad de admirar las nebulosas rojas y azules que revelan pequeñas diferencias de temperatura (se habla de una millonésima de grado). Estas, explica Bersanelli, indican las regiones del cosmos primordial donde enseguida se ha formado la estructura del universo que hoy nos hospeda. Es sorprendente cómo en pocos datos se revela tanto conocimiento. De imágenes que una mirada distraída consideraría banales, emerge una riqueza de acontecimientos y una sobreabundancia de información. Y todo esto continúa sin fin. Macchetto, de hecho, está ya trabajando en el double-Hubble, en el Next Generation Space Telescope, que en el dos mil ocho alargará ulteriormente nuestro campo de observación, recogerá nuevos datos y dará respuestas a nuevos interrogantes.

Máquina automática
La continua novedad parece ser un rasgo típico de la experiencia del científico. Según Beveridge: "Ningún descubrimiento científico es lo suficientemente insignificante como para no arrojar un poco de luz sobre sí mismo". Citando a este biólogo, Bersanelli pone en evidencia la paradoja que la realidad contiene: por un lado, hay algo que se deja conocer por nosotros; por otro, es como si permanentemente remitiese más allá de sí misma. La exploración de la naturaleza es relanzar continuamente la pregunta y la ciencia, lejos de ser una especie de máquina de hacer respuestas, es más un incesante ir de pregunta en pregunta, en la paciente búsqueda del interrogante adecuado. Esto ha resultado evidente en otro de los encuentros científicos del Meeting. Lo que debía ser simplemente la presentación de un libro (La inteligencia del universo, Piemme, que presentaban Roberto Colombo, Giulio Giorello y Elio Sindoni) y como tal, desarrollarse en una pequeña sala de la Feria, se ha debido convocar en el teatro para permitir a un numeroso público participar en el debate entre dos de los ponentes, Colombo y Sindoni, y dos astrofísicos más. "Por cada respuesta que encuentro - dice el biólogo Colombo - me surgen diez, cien, mil preguntas. El hombre es un animal hambriento de respuestas, pero todavía más hambriento de preguntas. Y es la certeza de la existencia de una respuesta lo que enciende la pregunta". Los astrofísicos se muestran de acuerdo y añaden: "Cuando se llega a formular de modo correcto una pregunta, se tiene la misma sensación de cumplimiento, de gratitud, que cuando se encuentra una respuesta. La parte más creativa del trabajo de investigación estriba justamente en llegar a formular la pregunta adecuada, y es de las preguntas adecuadas de donde parten los grandes proyectos y se abren las nuevas perspectivas". A veces puede suceder totalmente lo contrario. Por ejemplo, el descubrimiento de la radiación cósmica de fondo, eco del Big Bang, se halló de un modo imprevisible. Era evidentemente una respuesta, pero fue n ecesario descubrir cuál era la pregunta. El descubrimiento era de Nobel, pero no fue tal, hasta que no se consiguió hacer la pregunta, es decir, comprender el cuadro conceptual que los datos permitían completar y aclarar.

Entre datos e hipótesis
Dato, observación, pregunta, explicación: son los ingredientes de una aventura, la científica, que tiene como factor determinante una de las palabras claves de este Meeting: estupor. Según Macchetto, "quien pierde el sentido de la maravilla y el estupor por lo que está observando, deja de ser un investigador. Quien no se asombra nunca, tiene ya una idea de lo que debe ser la realidad y termina sofocándola antes que encontrando explicaciones. En nuestro trabajo, no podemos dejar de asombrarnos: no sólo de aquello que vemos, sino de aquello que pensamos, de nuestras mismas ideas e intuiciones". Y no se trata, añade Bersanelli, de una llamarada inicial que desencadene un proceso que después se desarrolla casi por inercia; y mucho menos de una simple cuestión estética o emotiva. Es la dimensión permanente que puede dar vivacidad a la experiencia de cualquier investigador, a condición de que sepa conservar una mirada abierta y disponible, ya trabaje en un gran centro de investigación internacional, ya se fatigue sobre las mesas de un modesto laboratorio. El estupor es también la experiencia de los visitantes del Meeting. Como en la noche dedicada a la última novedad del Hubble, cuando Macchetto puso en evidencia la extraordinaria unidad del cosmos y sugirió los criterios para reconocer el carácter de un universo hecho para acoger el fenómeno singular que es la vida. Pero ha sido además, la experiencia que se ha vivido durante las ininterrumpidas visitas guiadas a la muestra: el estupor frente a fenómenos electroestáticos, inteligentemente reproducidos en la muestra dedicada al bicentenario de la pila de Volta; también frente a los modelos que reproducen la extrañeza de esa huidiza dimensión que es el tiempo, en la muestra Adiós al tiempo. Estupor por la capacidad de hombres como Galileo, Newton, Volta o Einstein, para intuir las leyes de la naturaleza, y sorpresa renovada en los científicos de hoy, cuando ven que los datos experimentales concuerdan con las hipótesis teóricas.

Nueva categoría
Es este tipo de relación con la realidad lo que hace interesante la ciencia para todos, antes incluso que los resultados y los descubrimientos. Más allá de este acercamiento, ni siquiera los dilemas que preocupan a algunas ciencias encuentran una solución. Como la debatida cuestión de la aparición y evolución de la vida, sobre la cual se ha discutido en la presentación del libro citado. El dilema casualidad-necesidad, que hizo célebre el homónimo ensayo de Jacques Monod, ha vuelto a surgir por el aparente contraste entre la casualidad de la microevolución (esto es, la evolución a nivel genético-molecular) y la necesidad de los procesos de la macroevolución, la que lleva al emerger de nuevas especies. Ahora bien, según don Colombo, el contraste se supera introduciendo una nueva categoría: la de la finalidad. "La naturaleza viviente se caracteriza por la presencia de un objetivo. El biólogo no está en condiciones de describir ninguna estructura, de la más simple a la más compleja, sin invocar lo que nosotros llamamos la función, el fin, el objetivo. Cuando pregunto a mis estudiantes qué es una mitocondria - un elemento presente en todas nuestras células que sirve para producir energía - me describen su estructura, pero llegados a un cierto punto surge el nivel de la función: si quitáis este, es decir, el objetivo, es imposible distinguir el nivel biológico del físico y químico, por tanto es imposible hacer biología".
Así no es necesario censurar la casualidad. "La casualidad representa un instrumento en las manos de un objetivo, ahora, lo que interesa es esto: que el objetivo es un misterio. Mientras lo casual es completamente desconocido, el objetivo aparece como misterioso, o mejor, como indeductible de la propia estructura y sólo se puede comprender a posteriori, observando las estructuras biológicas en acción". Don Colombo pone el ejemplo del Proyecto Genoma Humano, que tiene como objetivo hacer un registro de los cerca de ochenta mil genes contenidos en el núcleo de nuestras células: hasta ahora, sólo hemos llegado a conocer poco más de 21.000 secuencias genéticas y sólo de 6.000 de estas sabemos cuál es su función. Un día, tal vez, llegaremos a conocerlas todas; pero esto nos hace ver cómo no basta con estudiar la estructura para descubrir la finalidad. La finalidad excede siempre al proceso en cuanto tal. Podemos decir que la finalidad es un misterio, en el sentido de que, para el hombre, es indeductible.
Y aquí aparece la otra palabra clave de estas jornadas de Rímini: el misterio. Que no coincide con nada de toda esa moda esotérica y espiritualista, no señala una ausencia, sino una presencia, singular e inagotable. Lo saben bien los científicos más perceptivos, que continuamente tienen que contar con el misterio; es más, que viven la experiencia científica como contribución a la relación personal con el Misterio. "Quien investiga - así ha terminado Macchetto su intervención - tiene como punto de partida el misterio. Lo que tratamos de hacer en la investigación es esclarecer el misterio, saber cómo funcionan las cosas, comprender la arquitectura del universo y de todo cuanto contiene. Pero el misterio más interesante no es este: como físicos buscamos el cómo, pero el porqué se escapa a nuestra competencia. Lo que buscamos cada día es por qué Dios ha hecho este universo, por qué nos ha hecho tal y como nos ha hecho y cuál debe ser nuestra relación cotidiana con nuestro Creador".
Para todos, entre los pabellones y las salas del Meeting, la respuesta a esta pregunta no se echa de menos.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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