Continúan las masacres y la violencia de las bandas armadas musulmanas, sobre todo contra los católicos en la isla del Sudeste asiático. Los repetidos llamamientos de la Santa Sede y la lentitud de la ONU.
El testimonio de la periodista portuguesa que ha acompañado a monseñor Belo durante su viaje a Italia
Por primera vez en la historia de Timor Oriental la Iglesia católica sufre ataques. En un escenario de violencia indonesia y de pasividad internacional se ha desencadenado el exterminio de un pueblo, violentado en su identidad cultural y religiosa. Sacerdotes, monjas, catequistas y simples laicos han sido víctimas de la furia de las milicias filoindonesias, que no han perdonado a los dos obispos del territorio. Iglesias, escuelas, conventos, todo ha sido destruido y saqueado, mientras que gran parte de las familias ha huido hacia las montañas o han sido llevadas a la fuerza a los campos de refugiados en territorio indonesio. En el origen de esta persecución está el referéndum llevado a cabo el 30 de agosto pasado (bajo los auspicios de la ONU), en el que ha participado el 98'6% de la población con un resultado clarísimo: el 78'5% de los timoreses orientales ha elegido la independencia, rechazando así la presencia de Indonesia que, desde 1975 ocupa ilegítimamente el territorio
(ver box). Un primer balance sin confirmar todavía - revela que tras el anuncio (el 4 de septiembre) de los resultados del referéndum, las milicias sostenidas por el ejército indonesio han provocado 20.000 muertos y 60.000 refugiados, mientras que todas las organizaciones humanitarias han tenido que abandonar Timor Oriental.
La Santa Sede ha reaccionado vigorosamente ante esta oleada de violencia con cinco intervenciones en una semana al más alto nivel.
Juan Pablo II (que visitó Timor Oriental en 1989) ha hecho dos llamamientos en el Ángelus de los días 5 y 12 de septiembre («Expreso una vez más mi total condena por los graves abusos de los derechos humanos perpetrados en aquel territorio, en el intento vano de anular la voluntad expresa de la población y sus legítimas aspiraciones») y ha enviado, el 10 de septiembre, un mensaje a los obispos y fieles de Timor Oriental, para expresar la cercanía con sus sufrimientos, para condenar esas injustificables violencias y para invitar a Indonesia y a la comunidad internacional a poner fin a la matanza. En esa misma semana, traspasando la habitual prudencia de la diplomacia vaticana, el Secretario para las relaciones con los Estados, el arzobispo Jean-Louis Tauran, ha hecho dos declaraciones en la Radio y Televisión Vaticanas, definiendo los acontecimientos como un «auténtico genocidio» y «una triste regresión de la humanidad a finales de este milenio», y ha pedido a la comunidad internacional que «escuche el grito de los débiles e indefensos y acuda rápidamente en su auxilio».
Mientras, el obispo administrador apostólico de Dili. monseñor Carlos Ximenes Belo, ha salido del territorio para ir a Roma a hablar con el Papa. La decisión ha sido tomada de acuerdo con el obispo administrador apostólico de Baucau (la segunda diócesis de Timor Oriental) monseñor Basilio do Nacimento, que ha decidido permanecer allí. Fuentes religiosas aseguran que, tras la salida del obispo Belo y en el momento álgido de las persecuciones locales, la Nunciatura de Jakarta ofrecía a monseñor Basilio do Nascimento la posibilidad de abandonar Baucau, pero el obispo rechazaba el ofrecimiento, afirmando su voluntad de permanecer con su pueblo. Después de algunos días en Darwin, Australia, y en Lisboa, en donde la población portuguesa le acogió calurosamente, monseñor Belo llegó a Roma el 13 de septiembre y se dirigió directamente a Castelgandolfo, en donde se encontraba Juan Pablo II. «Estamos preocupados», dijo el Papa mientras le abrazaba. Monseñor Belo agradeció al Santo Padre «su solicitud, sus oraciones, todo su sostenimiento y su solidaridad».
En esta visita de cinco días al Vaticano, el obispo de Dili ha solicitado ayuda pastoral, humanitaria y política a la Secretaría de Estado, a Propaganda Fide, a la Comisión Pontificia Justicia y Paz, a la Pastoral de Emigrantes y a Cáritas Internacional. En el encuentro con periodistas acreditados, en la sala de prensa vaticana, monseñor Belo ha relatado la tragedia que ha vivido en Dili y ha explicado los motivos por los que Indonesia (de mayoría musulmana) ha emprendido esta persecución: «La Iglesia católica es para ellos la principal responsable de lo que ha sucedido [es decir, del resultado del referéndum] porque ha dado el ánimo, la esperanza y el valor al pueblo». En efecto, la Iglesia católica ha permanecido siempre en Timor Oriental junto al pueblo, y su presencia en los momentos más dolorosos de los últimos decenios ha reforzado la autoridad de sus pastores entre la gente. A pesar de los intentos de Indonesia de introducir en el territorio timorés una política de control sobre la población, junto a una estrategia de "desplazamiento migratorio" de ciudadanos musulmanes procedentes de otras islas, el número de católicos ha crecido en los últimos años. Durante la campaña política para el referéndum los obispos escribieron una carta pastoral invitando al pueblo a «votar en conciencia, sin miedo a las amenazas y eligiendo según el propio punto de vista». Monseñor Carlos Ximenes Belo ha explicado que «por estos motivos los militares, con la aprobación del general Wiranto, ministro de defensa, han programado la estrategia de destrucción de la Iglesia católica».
(*periodista de Rádio Renascenca-Portugal)
La última matanza
Sesenta y nueve años, treinta y nueve de misionera en Timor Oriental, Sor Erminia Cazzaniga no había querido dejar aquella que llamaba «su isla», no había querido obedecer a los urgentes llamamientos de evacuación permaneciendo, junto a muchos otros religiosos, en aquel infierno, con la esperanza de que el contingente ONU truncara la actividad sanguinaria de las bandas armadas musulmanas y abriera la vía para los primeros auxilios a los miles de refugiados. Había decidido trasladarse de la misión de Baucau a Los
Palos, pero el viaje fue fatal para ella. Su cuerpo, junto a los de las ocho personas que estaban con ella - una monja timoresa, dos jóvenes mujeres, un sacerdote, dos seminaristas, un estudiante y el conductor - fueron encontrados el lunes 27 de septiembre en un pantano acribillado a golpes. Su autobús fue rodeado y atacado por milicianos que llevaban, según algunos testimonios, la divisa del ejército indonesio. La última labor de sor Erminia había comenzado en septiembre de 1997, cuando había recibido el encargo de poner en pie el colegio de Santa lsabel, construido en 1897 por las misioneras canossianas y abandonado y destruido con la llegada de los japoneses en 1942.
Una isla dividida
La isla de Timor, situada en el sudeste asiático entre Indonesia y Australia, está dividida en dos territorios. La parte occidental se integra en Indonesia desde los tiempos en que el archipiélago era colonia holandesa, mientras que Timor Oriental est: históricamente ligada a Portugal. Los navegantes portugueses llegaron en 1514 y Dili se convirtió en capital la colonia. Con una superficie de 14.874 km, Timor Oriental tiene alrededor de 800.000 habitantes, en su mayoría católicos. En este siglo, sin embargo, su historia está llena de sufrimientos. En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses invadieron la isla y provocaron más de 50.000 muertos. En 1974, con la revolución que depuso el régimen salazarista de derecha, Portugal vivió un periodo de desórdenes políticos, con inmediatas consecuencias en las colonias portuguesas (Cabo Verde, Guinea-Bissau, Angola, Sao Tomé, Mozambique y Timor Oriental). El entonces gobierno de Lisboa entregó el poder de aquellos territorios a los jefes de los partidos comunistas locales, sin un adecuado proceso de transición política, con trágicos efectos sobre las poblaciones, efectos que perduran todavía hoy en Angola y Guinea-Bissau.
El territorio de Timor Oriental no escapó a esta "oleada roja". La población se dividió en tres partidos (Fretilin, Udt y Apodeti) y mientras entre ellos se producía una lucha por el poder, Portugal abandonaba el territorio. Inmediatamente después Indonesia invadió contundentemente el territorio y proclamó a Timor Oriental como la 27 provincia del archipiélago. Balance de los enfrentamientos: cerca de 1/3 de la población timoresa masacrada, con más de 200.000 muertos.
La ONU condenó la invasión indonesia, pero la política represiva de Jakarta continuó. La resistencia timoresa se ocultó en las montañas y constituyó las Falintil (Fuerzas Armadas de Liberación de Timor Oriental).
En 1989 la opinión pública conoció los sufrimientos de los timoreses gracias a la visita pastoral del Papa, la primera personalidad mundial que visitó el territorio. Juan Pablo II besó un crucifijo apoyado sobre la tierra de Dili, como homenaje a todas las cruces vividas por ese pueblo y pidió por su derecho a la autodeterminación.
En 1991, durante el funeral por un miembro de la resistencia en el cementerio de Santa Cruz, el ejército indonesio disparó sobre la población que rezaba, provocando 271 muertos. En 1992 fue capturado y conducido a Jakarta Xanana Gusmão, jefe de las Falintil.
La situación sin embargo empezó a cambiar cuando en 1996 fue otorgado el Premio Nobel de la Paz al obispo Carlos Ximenes Belo, Administrador apostólico de Dili y a José Ramos-Horta, jefe de la resistencia timoresa en el exilio. Pero ha sido en 1999, cuando el actual presidente indonesio Habibie ha sucedido al dictador Suharto, cuando se ha llevado a cabo el esperado referéndum, bajo los auspicios de la ONU, en el que el 785% de la población ha elegido la independencia.
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