Va al contenido

Huellas N.2, Febrero 2009

BREVES

Lectura

a cargo de Elena Alonso Serrano

CLAVE
Por gentileza de Mons. FRANCISCO JAVIER MARTÍNEZ, Arzobispo de Granada, publicamos la primera parte del Prefacio a la reciente edición del Primer Volumen del Percorso


LUIGI GIUSSANI
El sentido religioso
Ediciones Encuentro
Madrid 2009
pp. 218 - € 18,00

El mundo en que vivimos está marcado, desde hace siglos, por una división. Esa división no es el único factor que determina el presente, pero es un factor decisivo en la configuración del presente, tanto en el plano del conocimiento y del saber como en el plano de la vida moral. Esa división invade todo: el pensamiento y la memoria, las relaciones humanas, las obras que producimos los hombres, y las que dejamos de producir. Condiciona en gran medida nuestra comprensión y nuestro uso de las cosas, nuestra estética, nuestra ética y nuestra política. Condiciona nuestra mirada sobre nosotros, sobre los demás y sobre el mundo.
Esa división es la división entre “lo sagrado” y “lo profano”, o si se quiere, entre lo “religioso” y (el resto de) la realidad. La división nace en el interior del cristianismo occidental (a partir quizá de Duns Escoto y por la vía del nominalismo), aunque hay quien atribuye su origen al influjo de Avicena, y por lo tanto, a un empobrecimiento del cristianismo por influencia del Islam. En todo caso, es expresión, y a la vez causa, de la fragmentación de la experiencia cristiana en los albores de la modernidad. En el contexto en que ha nacido, esa división se corresponde en gran medida con una división análoga –y no del todo separable de la anterior– entre lo “sobrenatural” y lo “natural”, o si se quiere formular de una manera menos precisa y menos técnica, pero más accesible, una división entre lo “cristiano” y lo humano. Lo cristiano designaría, no sólo a una experiencia humana concreta, y dotada, como no podía ser de otro modo, de sus categorías “propias”, sino más bien a un mundo particular cerrado en sí mismo, mientras que lo humano sin Cristo sería lo “universal”. La división se corresponde también en buena medida con otras “divisiones” que se fraguan en el mismo contexto, y que separan y contraponen realidades que, antes de esa fragmentación de la experiencia cristiana, existían la una dentro de la otra, o en todo caso se relacionaban entre sí de un modo radicalmente distinto a como lo han empezado a hacer en la modernidad. Los ejemplos más característicos de ello son la división que contrapone la “fe” y la “razón”, o la “gracia” y la “libertad”. Es frecuente referirse estas divisiones o a algunas de ellas con el nombre de “dualismo”.
He dicho “división” y no distinción. Y ello porque es la división, y no sólo una distinción razonable y justa, lo que constituye un factor decisivo en la construcción y en la deconstrucción de la modernidad. Pero es que en el contexto cultural actual, además, la distinción –salvo que se hagan mil matizaciones y aclaraciones–, sólo se entiende como división: y cuando se apela a la necesidad de mantener la distinción, en la inmensa mayoría de los casos, es sólo para justificar la división y sus consecuencias.
Es notable que la división, en muchos casos, no constituye un pensamiento elaborado, hecho explícitamente objeto de discernimiento y de juicio, y asumido con conciencia y con libertad. Es más bien una categoría desde la que pensamos las cosas, desde la que las organizamos y desde la que obramos. Condiciona nuestro conocimiento y nuestro obrar, pero no es un pensamiento elegido por su carácter de pensamiento persuasivo (de hecho es muy frágil frente a una crítica racional seria). La división está como instalada en nuestro pensamiento previamente a cualquier acto consciente de la inteligencia. Es como si la adquiriéramos por ósmosis. Es, podríamos decir, una especie de a priori cultural. Y por eso es en buena medida invisible. Y una buena parte del poder que ejerce sobre nosotros radica precisamente en su “invisibilidad”.
Hasta tal punto la división constituye un a priori cultural, que es el pensar u obrar contra la división, o el mero hecho de resistirse a ella, lo que requiere un acto consciente y libre. Ese acto ha de ser constantemente repetido, y es preciso renovar las razones para repetirlo, para que pueda llegar a hacerse un hábito, una especie de costumbre del pensamiento, de la mirada y del corazón. Y aún así, como la división parece el punto de apoyo sobre el que se sostiene el mundo, como es el dogma intangible y el presupuesto nunca cuestionado de la cultura en la que hemos nacido, y en la que vivimos, como está detrás (o dentro) de las instituciones, las transacciones y las liturgias seculares en las que necesariamente participamos, apenas uno se descuida, el “yo” vuelve a la división, vuelve a pensar desde ella, a mirar desde ella, a decidir o a obrar desde ella. En cuanto nos distraemos, en cuanto la presencia que nos ha rescatado para la libertad se nubla, o no es seguida con sencillez, la división se vuelve a instalar en el corazón, en la mirada y en la mente, en las palabras y en las obras. La división afecta, por tanto, también a la tarea educativa en todas sus expresiones (desde la escuela y la familia a los medios de comunicación), y por medio de ella se perpetúa.

John Henry Newman
La Revelación en su relación con la fe
Ediciones Encuentro
pp. 56 - € 10,00

En este ensayo, inédito hasta ahora en español, J.H. Newman quiere responder a la acusación de escepticismo que le atribuían ciertos intelectuales. Para ello expone su característico modo de entender la razón, de modo que este breve escrito puede considerarse un documento-guía para la comprensión de uno de los conceptos clave de su obra. Newman aparece ante nosotros como un filósofo que trató de comprender la realidad concreta del creyente desde su propia vivencia intelectual, volitiva y emocional. Sin embargo, las intuiciones plasmadas especialmente en este escrito dejan constancia de un trasfondo metafísico sólido, el trasfondo que delata un sistema consistente en el que toda facultad, y señaladamente la razón, tiene su lugar, pero también sus límites.
(Raquel Vera González)

John Henry Newman
Ensayos críticos e históricos Volumen 2
Ediciones Encuentro
pp. 384 - € 35,00

Los Ensayos críticos e históricos recogen una serie de escritos sobre temas diversos, principalmente de su época anglicana y publicados originalmente de forma dispersa, que Newman decidió reunir después de su conversión al catolicismo en dos volúmenes acompañados de apéndices o notas que dan razón de su propia evolución. De este modo, más que una antología de textos definitivos sobre la materia o de un puñado de afirmaciones inamovibles, los Ensayos constituyen un modo particularmente interesante de contemplar el itinerario intelectual de Newman. «Para la mentalidad común, el mero hecho de que se discuta una doctrina es prueba de que esa doctrina es discutible. […] Mi posición es la de un hombre que, por circunstancias muy diversas, durante muchos años se ha visto obligado a pensar en voz alta. ¿Quién entre nosotros se alegraría, o podría al menos soportar que todos sus pensamientos se pusieran por escrito de inmediato, a medida que los acontecimientos los provocasen? Pues éste ha sido mi destino».

John Henry Newman
Sermones parroquiales /3
Ediciones Encuentro
€ 32,00

En este tercer volumen de la serie de los Sermones parroquiales se incluyen veinticinco sermones predicados en la iglesia de Saint Mary`s en Oxford. El genio humano y cristiano de Newman, que ya era una autoridad no exenta de polémica en Inglaterra, vuelve a brillar en ellos con toda lucidez. Con un conocimiento de la Escritura poco común, el autor, todavía anglicano, describe con belleza y en toda su riqueza a la Iglesia como instrumento de salvación, como continuidad de Cristo en la historia a través de los sacramentos. Unas convicciones defendidas con fuerza y que llevarían a Newman, en no mucho tiempo, a la conversión al catolicismo.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página