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Huellas N.2, Febrero 2009

IGLESIA - Los mártires de Bagdad

Luces desde el Oriente

Luca Pezzi

500 víctimas y 150.000 emigrados. Así, una comunidad fundada por santo Tomás está hoy a punto de extinguirse, en un país donde las agresiones y amenazas están a la orden del día. Sin embargo, los cristianos iraquíes siguen testimoniando la fe. Como cuentan sus pastores

Chourik Bagrad, el cristiano asesinado en Mosul el 15 de enero, era propietario de un garaje: tenía 36 años y fue golpeado en la cabeza en un perfecto execution-style. El Whasington Post dio la noticia. También en Mosul, a principios de enero, otro cristiano, un ingeniero del departamento de las aguas, fue secuestrado y liberado al cabo de cuatro días. Le salvó la vida el rescate de 500.000 dólares que pagó su familia. No hay reivindicaciones. No obstante, la violencia y la intimidación son las mismas que el otoño pasado, esas que impulsaron a una nueva oleada cristiana a cambiar de domicilio, emigrar al extranjero (Siria, Jordania, Líbano y Turquía) o a lugares más “seguros” en el propio Iraq. Aún teniendo, en el norte, que participar del sueño del Kurdistán iraquí: la creación de una región de pueblecitos cristianos que haga de dique entre el Kurdistán y el resto del país, útil para reforzar su autonomía.
Se trata por tanto de una mezcla de intereses políticos con el integrismo kurdo, escita o sunita, la delincuencia y los factores religiosos. En resumen, un país en el que todavía se respira la segregación.

El estacazo de Mosul. Poco antes de navidad, la United States Comission on International Religious Freedom, la agencia estadounidense que se ocupa de la libertad religiosa, hizo público su informe anual, en el que se presta una particular atención a Iraq. «Si bien, ha habido una reducción sustancial de la violencia en relación al informe anterior de mayo de 2007 –se lee–, han continuado las agresiones que hemos señalado, amenazas e intimidaciones en lo referente a personas que pertenecen a minorías religiosas…» Hemos hablado precisamente de esto con dos obispos caldeos: el auxiliar de Bagdad, monseñor Shlemon Warduni, y el arzobispo de Kirkuk, monseñor Louis Sako, que viajaron a Roma entre el 19 y el 24 de enero con motivo de la visita ad limina de su Iglesia (fue además ocasión para un encuentro promovido por el Centro cultural de Roma).
«La situación de los cristianos, como la de todos los demás ciudadanos iraquíes, no es buena, aunque haya mejorado en estos dos o tres últimos meses –explica Warduni–. A los cristianos en particular se les da un estacazo de vez en cuando». Warduni nació en 1943. Entró en el seminario a los once años y desde 2001 trabaja junto al Patriarca de Bagdad. «Hace un año los cristianos de Dora fueron obligados a emigrar, a hacerse musulmanes o a dar a sus hijas a los “príncipes de los grupos terroristas”». En cuanto se relajaron las tensiones, se abrió la cuestión de los derechos, en torno al artículo 50 para las elecciones provinciales: «Habían prometido darnos tres escaños en Bagdad, tres en Mosul y uno en Basora, pero no lo hicieron. Dicen: “sois pacíficos, trabajáis bien, sois leales”; los árabes nos quieren con ellos, pero temen que con nuestros escaños podamos apoyar a los kurdos. ¿Qué culpa tenemos? Nos quitan derechos a causa de la política y como limosna nos dan tan sólo un escaño en las tres ciudades». La voz de monseñor Warduni está cansada. Habla un italiano lento, quebrado por golpes nerviosos de tos. «En este periodo de ocupación el país está destruido, y también lo está la Iglesia. Asistimos a una emigración masiva: cada día se marcha una familia, otra se prepara para irse y otra vende su casa. No sabemos si quedarán cristianos dentro de veinte años… Por eso no dejamos de hablar y hablar de paz. Y de seguridad, derechos… La democracia y la libertad nacen de una educación, no pueden imponerse. Frecuentemente la libertad se entiende como libertad para matar, para robar, para realizar atentados suicidas o coches bomba… Pero esto es esclavitud». Después, el estacazo de Mosul: «Dos mil quinientas familias fueron obligadas a emigrar al extranjero o al norte, a Kirkuk, Erbil, Dahuk… pocas a Bagdad. Algunos han sido asesinados. Hemos gritado, protestado, hasta que finalmente, el Primer ministro hizo venir el ejército desde el Sur». La situación mejoró, hubo muchos que regresaron, pero esta tendencia se ralentizó a mediados de noviembre después de un atentado que provocó la muerte de dos chicas cristianas. No es dolor lo único que hay, también está «la compasión de muchos musulmanes que invitan a la gente a no marcharse. Dicen: “Nosotros os protegeremos”».

Herederos de Tomás. La Iglesia iraquí hunde sus raíces en la predicación de santo Tomás, alrededor del siglo primero. Es tierra bíblica, conocida de los cristianos por las historias del Antiguo Testamento. La de Nínive-Mosul y de Jonás, por ejemplo. Las diócesis caldeas son siete. La de Kirkuk cuenta con 7000 fieles y monseñor Sako es su arzobispo desde 2003. «Tenemos muchas relaciones entre los musulmanes, líderes religiosos y políticos. Hacemos de puente entre todos. Cuando hay un problema, intervenimos en seguida». Los actos violentos comenzaron a finales de 2005 por diferentes razones: «La colaboración de los cristianos con los americanos, la presencia de ladrones a la caza de dinero, el fundamentalismo y la resistencia. Desde entonces hay casos de amenazas, torturas y homicidios. Falta seguridad y las personas le temen al futuro. Tres guerras en doce años… Piensan que en Iraq no se podrá vivir en paz y buscan otro refugio. Un cristiano es un blanco fácil porque no tiene una milicia propia, una tribu: no está protegido de estas cosas y entonces, si lo amenazan, o paga o lo matan. A veces paga y lo matan igual». Desde 2003 se ha asesinado a más de 500 cristianos, entre ellos cuatro sacerdotes y el obispo de Mosul, monseñor Faraij Rahho. «El culmen de la violencia llegó en 2006, cuando 200.000 personas se vieron obligadas a dejar su casa».

El abrazo del Papa. Antes de 2003 la población cristiana constituía el 3% del total del país. Hoy representa respectivamente el 10 y el 20% en los registros de refugiados de Jordania y Siria, el 35 y el 64% de los refugiados en el Líbano y Turquía. No es ingenuo, por tanto, hablar del peligro de extinción de los cristianos iraquíes que, ateniéndonos al informe de la comisión estadounidense, se habrían reducido desde 1.400.000 en 2003 a un número entre 500.000 y 700.000. Monseñor Sako proporciona otros datos, pero idénticos en sustancia: «Éramos entre setecientos y ochocientos mil, un millón, según algunos. Ahora somos la mitad. El Vaticano mostró en seguida su preocupación con respecto a los cristianos de Iraq. También las agencias de asistencia económica y social católicas han hecho mucho creando proyectos y ayudando a los prófugos». El Papa «ha hablado a menudo de Iraq y la Iglesia iraquí siente su solidaridad como pastor, como Padre de la Iglesia, con los que sufren. Tenemos un profundo sentimiento de cercanía hacia él. El mismo sentimiento que hemos experimentado durante la visita ad limina, en los encuentros personales y en la asamblea plenaria. Estamos impresionados por su amor hacia nuestra minoría cristiana. Y también por las directrices que nos ha dado en su discurso. Constituyen todo un programa de trabajo».
Benedicto XVI habló ya de ello a inicios de enero, frente a todo el cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede: « Deseo especialmente a los iraquíes, que se preparan para volver a tomar las riendas de su destino, valor para pasar página y mirar al futuro, para construirlo sin discriminación de raza, etnia o religión». «Vosotros los occidentales –añade el auxiliar de Bagdad– podéis hacer campaña para que se nos restituyan nuestros derechos, la libertad religiosa y la de conciencia. Podéis comprometeros para que los aliados, antes de marcharse, traigan la paz y la seguridad al país. Ya hemos tenido mártires: un obispo, subdiáconos, cristianos… tenemos iglesias clausuradas, otras veinte han sido atacadas. Algunos sacerdotes han escapado tras haber sido amenazados o haber sufrido secuestros».
La impresión es que hay dos Iraq, uno del sur y otro del norte. «La experiencia del Kurdistán es distinta porque ellos estaban preparados. Tuvieron su propio gobierno durante casi diez años antes de que cambiase el régimen. Tenían su propio ejército, sus ministros, y así, cuando cambió el gobierno, estaban preparados».
«En el norte –continúa el arzobispo de Kirkuk– el gobierno kurdo ha construido casas nuevas (dos habitaciones, una cocina, salón, baño) que se han dado gratuitamente a los cristianos. Pero hay que saber que estos pueblos habían sido antes cristianos. Con Sadam, los cristianos fueron enviados a las grandes ciudades y ahora vuelven allí con una gran diferencia: después de haber vivido en una “metrópoli” como Mosul o Bagdad, con servicios, escuelas, tiendas, una aldea de 50 familias es prácticamente nada. Falta de todo. Siempre he criticado el proyecto de la “llanura de Nínive”, donde según algunos deberíamos refugiarnos todos los cristianos, porque es un gueto, una trampa. La Iglesia y los cristianos, por naturaleza, deben estar en todas partes. Los cristianos son testigos, por tanto no pueden estar recluidos en un asentamiento aislado. Por lo demás, aunque en esa zona viviésemos más de cien mil no seríamos la mayoría».

La fuerza de los mártires. Otro problema es la falta de unidad, una división no sólo nacional, sino intrínseca al mismo Oriente cristiano. «La iglesia iraquí tiene un papel importante que desempeñar». Por eso el arzobispo de Kirkuk ha promovido un Sínodo para las Iglesias de Oriente Medio, como el de Asia y África. «Estamos en minoría y no tenemos competencias para realizar un Sínodo general, una reforma pastoral y litúrgica, ni tampoco las instrucciones necesarias para un diálogo con el Islam. Como Iglesias históricas necesitamos la ayuda de la Iglesia madre, la Católica, para dar un nuevo vigor a nuestra realidad».
Los obispos iraquíes se encontraron con Benedicto XVI el 24 de enero. Con ellos, llevaron el paño de hombros del obispo de Mosul, asesinado el año pasado, y la estola del padre Ragheed, asesinado en 2007. Se las donaron a un Papa conmovido que recordó el «testimonio que los fieles rinden al Evangelio; son signo elocuente de la vivacidad de su fe y de la fortaleza de su esperanza».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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