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Huellas N.8, Septiembre 1999

MEETING

El Islam, encuentro y desafío

Giorgio Paolucci

Un ahondamiento necesario para la conciencia histórica, cuya finalidad es la gloria de Cristo El presidente de Argelia ha elegido el Meeting para lanzar un programa de reconciliación en su país. La posibilidad de un diálogo con el mundo musulmán, a partir de la conciencia clara de la propia identidad, como han testimoniado los obispos de Túnez y Trípoli


¿quién teme al Islam? Referente ideal y político de mil doscientos millones de personas, la religión fundada por Mahoma está conociendo un momento de expansión, unido a un intenso trabajo que difícilmente imaginamos a dónde conducirá. Se trata de un hecho que sin duda interpela y desafía a Europa, le obliga a interrogarse acerca de sus raíces más profundas y a descubrir dónde reside su consistencia, con el fin de que pueda sostener esa confrontación, cada vez más ineludible, con el mundo islámico. Interrogantes éstos que durante los días del Meeting han surgido muchas veces y para los cuales se han apuntado algunas respuestas en el transcurso de tres encuentros dedicados respectivamente a la inmigración, a la presencia de los cristianos en el Norte de África y a la situación de Argelia, a raíz de la primera visita europea del presidente Bouteflika.

Los nuevos vecinos
En la Unión Europea hay diez millones de musulmanes, de los cuales al menos seiscientos mil residen en Italia: es un dato más en el gran río revuelto de la inmigración que desde hace cincuenta años recorre los territorios del Viejo continente. Reclamados por la gran industria a contribuir a la reconstrucción post-bélica, magrebíes, turcos y asiáticos han echado raíces en Europa. Tras los trabajadores, han ido llegando las mujeres, han nacido los hijos, ha crecido una segunda y una tercera generación, para la cual el Islam, aun asumiendo connotaciones diversas, constituye un vínculo capaz de unir personas de lenguas, etnias y tradiciones distintas. Es el alma unificadora de la umma, la comunidad transnacional querida por el Profeta. De este modo se ha ido configurando un protagonista nuevo en la escena de las sociedades europeas, que ha inducido al obispo de Marsella a comentar: «Hasta ahora nos hemos encontrado con musulmanes, hoy nos estamos encontrando con el Islam».
También la sociedad italiana ha conocido desde hace años, si bien con intensidad variable, el fenómeno de la inmigración proveniente de países musulmanes. Un fenómeno que puede revitalizar algunos sectores de nuestra economía y que debe ser conocido, valorado y gobernado con rigor, más que demonizado - como advertía en el Meeting la ministra de Asuntos Sociales italiana, Livia Turco. Se deben reconocer para los inmigrantes los espacios de libre expresión que las democracias occidentales llevan en su mismo código genético. Para que se pueda realizar una integración auténtica, un encuentro fructífero entre pueblos y culturas, no se deben poner en tela de juicio los fundamentos de nuestra tradición y civilización jurídica, tal vez en nombre de un llamamiento políticamente correcto a una sociedad multicultural tan evocada hoy día cuanto evanescente en sus contornos. Una sociedad en la que la presunción de reconocer a todas las culturas la misma dignidad e importancia tendría como infausto resultado la homologación de las identidades y la cancelación de un rostro cuyos rasgos se pueden en gran parte atribuir a la tradición cristiana, como ha recordado el director de la Fundación Agnelli, Marcello Pacini. El jesuita egipcio Samir Khalil Samir, uno de los mayores estudiosos del patrimonio cultural árabe-cristiano, ha subrayado que sólo recobrando sus raíces cristianas Europa podrá mantener un diálogo fructífero con los musulmanes. Un diálogo que, si se lleva adelante con lealtad y sin abdicar ante la diversidad, resultaría útil a ambos interlocutores: «Los emigrantes musulmanes pueden aprender que la modernidad no es enemiga de la fe y que la distinción entre tradición y política representa una ventaja para toda la sociedad. Los cristianos de Occidente, mirando al Islam, pueden recuperar la riqueza de una fe que con demasiada frecuencia se ve reducida a una experiencia intimista, individual y sin incidencia sobre la realidad». Y afirmaba que la autenticidad del diálogo «requiere que nadie renuncie a algo de sí mismo para agradar al otro».

La Iglesia no es nunca extranjera
En la misma longitud de onda han resonado las palabras de monseñor Fouad Twal, primer obispo árabe en tierra tunecina tras muchos siglos, que guía una comunidad integrada por extranjeros: veintidos mil personas, en gran parte técnicos de diversas empresas occidentales que realizan su trabajo en el extranjero durante algunos años. «Pero nos sentimos responsables también de los cuatro millones de turistas que pasan cada año sus vacaciones en nuestra tierra, y también de los nueve millones de musulmanes tunecinos», ha subrayado. «Porque vivir la Iglesia en tierra islámica no es algo a soportar como un destino nefasto, sino un capítulo del designio salvífico de Dios que alcanza a todo el mundo». Ningún complejo de inferioridad, por tanto, en las palabras del pastor de esta “pequeña grey”, sino el compromiso en el testimonio de las obras. De estas, quedan pocas con vida, ya que, tras la independencia de Francia, en 1956 la diócesis cedió el 95% de sus bienes al Estado, conservando cinco iglesias, una clínica (la primera fundada en Túnez), 15 escuelas frecuentadas por miles de estudiantes musulmanes y algunas bibliotecas esparcidas por los distintos barrios de la capital. Estas obras, que representan un servicio a toda la sociedad, constituyen el canal para el «diálogo de la vida» que, como recordaba Twal, «para los cristianos no es una opción facultativa, sino una exigencia de la fe y un paso que la Iglesia ha querido», pero que «resultará tanto más fructífero, en Túnez como en Italia, cuanto mayor sea la conciencia de los católicos que lo lleven a cabo, mientras que quien calla la propia identidad parece conceder implícitamente que Cristo constituye un obstáculo para el diálogo».
También el testimonio de monseñor Giovanni Martinelli, obispo de Trípoli, reclama a tomar conciencia de una tarea que sea ante todo una presencia y un servicio, en un contexto como el libio, en el que a los cristianos se les garantiza una notable libertad de expresión. Sumamente minoritaria desde el punto de vista cuantitativo (cien mil personas, sobre todo dependientes de las compañías petrolíferas o del sector sanitario), la Iglesia libia, reducida a la posesión de dos edificios de culto tras la confiscación de bienes que siguió a la revolución de Ghaddafi de 1969, no se considera extranjera, sino presente según la lógica del testimonio y de la caridad: «Vivir la fe en un contexto musulmán no puede ser una simple bandera que se opone a otra, sino un signo, una presencia portadora de una propuesta positiva a través de obras concretas». Y con dimensiones universales en el sentido literal del término, como testimonian las liturgias que centenares de africanos, asiáticos y europeos, animan en la iglesia de Trípoli.

La apuesta del presidente
En la misma orilla meridional del Mediterráneo a la que se asoman Túnez y el Líbano, existe un país donde Islam y violencia parecen haberse convertido en sinónimos: es Argelia, martirizada por una guerra civil que ha costado cien mil muertos en ocho años y donde los grupos fundamentalistas siembran el terror combatiendo en nombre de una concepción radical de las enseñanzas coránicas. Una concepción que desde la tribuna de Rímini el presidente Abdelaziz Bouteflika ha rechazado duramente. En su primer viaje europeo - realizado gracias a la intervención de Raffaello Fellah, el hebreo italo-libio candidato por Roma en las últimas elecciones europeas - tras su reciente elección como máximo mandatario de Argelia, Bouteflika ha abogado por un pacto de reconciliación, capaz de poner fin a la situación de sangre e inestabilidad que está desgarrando el país. El proyecto de “concordia nacional”, ya aprobado por el Parlamento y que se someterá a referendum próximamente, prevé la concesión del perdón a través de una amnistía a todos aquellos que, aún habiendo apoyado el terrorismo, no se han visto implicados en delitos de sangre, y penas variables para los protagonistas de episodios criminales. Sentando así las bases de la reconciliación nacional, Bouteflika trata de guiar un renacimiento que sea a la vez económico y moral, llevando de nuevo a Argelia a ocupar su lugar entre los países protagonistas de una política de cooperación mediterránea y devolviendo la confianza tanto a los inversores extranjeros como a la sociedad civil. A la condena de «un Islam mutilado por el atajo ideológico del fanatismo», el presidente ha añadido el compromiso del Estado para que se respete la libertad religiosa: «¿Cómo podemos imaginar al cristianismo como una religión extranjera en tierra del Islam, donde viven desde siempre millones de cristianos?». Una afirmación esta que parece retar tanto a los adversarios internos de Bouteflika, como a los gobernantes de muchos países donde el Islam es religión de Estado, y en los que la libre expresión de la fe cristiana se obstaculiza en muchos casos. Si al compromiso asumido por el presidente argelino se uniera una iniciativa político-diplomática de los gobiernos europeos - que precisamente en estos años están creando leyes que promuevan espacios de expresión religiosa y civil a favor de las comunidades musulmanas que han echado raíces en el Viejo continente - podríamos estar ante una ocasión histórica para que el tema de la reciprocidad salga por fin del limbo de las buenas intenciones y se convierta en objeto de acuerdos internacionales sellados por la libertad y el reconocimiento de los derechos humanos fundamentales.

Homenaje a san Agustín y a monseñor Duval
Un extracto de la intervención del presidente Boutefika transmitida por vía satélite a Argelia
Las relaciones humanas y económicas entre los pueblos del Mediterráneo cuentan con más de dos mil años. Se remontan principalmente a esa lejana época en la que, durante muchos siglos, el Mediterráneo fue el mare nostrum del imperio instaurado a la sombra de la pax romana y que vio fundirse en un mismo crisol las aportaciones de diversas civilizaciones. Es necesario recordar, en este sentido, la riqueza y fecundidad de los intercambios entre culturas en la época del rey argelino Massinissa. Además uno de sus sucesores, Yugurta, estudió en Roma antes de alzarse contra la ocupación romana. Y qué decir del argelino san Agustín que tanto, tanto dio a la Iglesia. Teólogo, filósofo, escritor, magistrado y hombre de acción; autor de la Ciudad de Dios y de las Confesiones. Fue obispo de Hipona, la actual Annaba, al Este del País argelino del cual recibió el alma. Se le considera justamente como uno de los doctores más prestigiosos e influyentes de la Iglesia Católica. De él se dijo que trataba una cuestión de Derecho como un abogado de Roma y una cuestión de exégesis como un doctor de Alejandría. Argumentaba como un filósofo ateniense, glosaba un documento de archivo como el más erudito de los historiadores, relataba una anécdota como un burgués de Cartago. Era un hombre que podía trabajar como un obrero de Hipona. Personalmente, diría incluso que fue cartesiano antes que Descartes. Las relaciones entre la costa norte y la costa sur del Mediterráneo se multiplicaron durante la época moderna y contemporánea, aunque se establecieron de forma desigual y cuestionable. Finalmente, hay que recordar que el Magreb de hoy se construye sobre una verdadera modernidad que tiene su referencia en los grandes principios de la cultura política universal: la democracia y la dignidad de los ciudadanos. ¿Quién puede suponer que una nación moderna y considerablemente activa en la vida internacional como Argelia no esté capacitada para dominar su crecimiento demográfico? La imagen de la Media Luna sobre Europa, tan activamente transmitida por los medios de comunicación, conlleva, entre otras cosas, la existencia de una amenaza del Islam violento sobre el mundo occidental. Hay que recordar, entonces, que las naciones árabes y musulmanas han heredado sobre todo la civilización del Islam, que en su larga historia ha asimilado y enriquecido la cultura griega. Estas raíces se consideran las bases de la civilización universal y de las naciones modernas. En cuanto responsables y con todos los medios institucionales, mediante una práctica política muy cuidadosa, nosotros tratamos de reforzar en nuestros conciudadanos el sentido de la tolerancia y de la apertura. Si el Islam es religión de Estado por razones sociológicas, nosotros tratamos de hacer que el mismo Estado vigile estrictamente sobre el respeto y la libertad de conciencia y culto. La Iglesia argelina, que ha participado con nosotros en los esfuerzos de la descolonización y que se muestra solidaria con el pueblo argelino en todos sus sufrimientos, es una Iglesia que está presente en todas las relaciones y diálogos interculturales. Desde este punto de vista, me agrada aprovechar esta ocasión para rendir especial homenaje a los cristianos de Argelia en primer lugar, luego a los de Francia, a los de Italia y a los de todos los demás países que han abrazado la causa de la lucha por la liberación de mi país. De manera especial quiero rendir homenaje a la Iglesia Católica guiada por el querido monseñor Duval - que Dios tenga en su gloria -, que tras la independencia se convirtió en el primer cardenal argelino. Nuestro viejo amigo, el buen Mohamed Larbi Duval, monseñor Duval, como nosotros lo llamábamos, cuyo recuerdo no abandonará jamás nuestros corazones mientras estemos en este mundo, vivió su ser argelino en los momentos más oscuros junto con la pasión de Cristo y su calvario. ¡Qué le haya llegado la salvación! Tal como los profetas merecen según las grandes religiones monoteístas. Por otra parte, no podemos considerar el cristianismo como una religión extranjera en tierra del Islam, donde decenas de millones de cristianos viven desde siempre y gozan del respeto y de la doble protección de los Estados y las comunidades.

El Islam en Italia
G. P.
Cuántos son los secuaces del Profeta en Italia? Faltan estadísticas, pero se estima que entre 600.000 y un millón, de los cuales 200.000 están regularizando su situación gracias a las leyes recientemente aprobadas. La comunidad más numerosa es la marroquí (un tercio de los extranjeros con documentación legal y permiso de residencia), seguida por albaneses (15 %), tunecinos (11 %), senegaleses (7 %), egipcios (6 %), y de muchos otros grupos nacionales que cuentan con menos de 15.000 miembros. A estas cifras se añaden algunos millares más que incluyen “conversos” italianos y extranjeros con ciudadanía italiana.
Prevalece claramente la componente masculina, aunque la femenina está aumentando a causa de la recomposición de los núcleos familiares que se han multiplicado en los últimos años. Se calcula en la cifra de 83.000 los estudiantes extranjeros en los colegios italianos con una fuerte mayoría de niños que provienen de países islámicos o de familias musulmanas emigradas. Los lugares de culto son más de doscientos y la organización más representativa es la UCOOII (Unión de las comunidades y organizaciones islámicas en Italia), que declara ser portavoz del 85% de los 117 centros presentes en todas las regiones italianas.
Desde hace años se han presentado propuestas para alcanzar un acuerdo entre las comunidades musulmanas y el estado italiano, con el objetivo de obtener un reconocimiento jurídico de la presencia del Islam. Entre las peticiones presentadas, se encuentra la concesión de áreas públicas para la edificación de mezquitas o de espacios autónomos en los cementerios para la sepultura de los difuntos, la posibilidad de ausentarse del trabajo o del colegio en ocasión de las principales fiestas islámicas, la inclusión de menús respetuosos con las tradiciones alimenticias islámicas en los comedores de las escuelas, la enseñanza del Islam en la hora de religión, la opción de destinar un porcentaje de los impuestos a la comunidad islámica, la presencia de personal religioso en hospitales, cuarteles y cárceles y el reconocimiento a efectos civiles del matrimonio islámico. Permanece sin resolver una cuestión previa a la valoración de estas propuestas y a su compatibilidad con el ordenamiento jurídico nacional: la legitimidad y el grado de representación de las comunidades musulmanas en una eventual negociación con el Estado. Y esto se debe a que el Islam no prevé autoridades jerárquicas en su interior y las asociaciones que lo representan permanecen divididas entre ellas.

Las cifras en España
BENJAMÍN R. MANZANARES
En nuestro país la presencia de musulmanes no se diferencia mucho de la situación en Italia. Aunque no existen estadísticas exactas, se estima que en España podría haber cerca de 300.000 musulmanes. De ellos unos 40.000 españoles de religión musulmana (sin incluir Ceuta y Melilla), 180.000 provenientes de Marruecos, y el resto, de otros países musulmanes como Argelia (cerca de 1.400), Egipto (alrededor de 2.800), Túnez (unos 3.000) o Mauritania, Sudán, Pakistán, Filipinas, Siria y Palestina. El número de musulmanes marroquíes que han inmigrado ronda el 85% del total de musulmanes presentes en nuestro país. De los 600.000 extranjeros que se estima hay en España, 340.000 no son comunitarios. Y los marroquíes suponen el 60% de este colectivo, siendo, de esta manera, la mayor comunidad extranjera de países no comunitarios. De ellos, 140.000 marroquíes se encuentran en una situación legal, y 50.000 a la espera de regular su situación. Desde los años ochenta hasta finales de los años noventa, el número de inmigrantes marroquíes se ha visto duplicado. Vienen en busca del dorado, y se dedican a trabajos como la construcción, la hostelería o los servicios domésticos. Siempre ha predominado la inmigración masculina, aunque en los últimos años ha aumentado el número de mujeres que vienen a España solas. Toda una novedad supone el hecho de que un 28% de los inmigrantes marroquíes residentes en España sean mujeres. En busca de una vida mejor, dejan a sus maridos en sus países de origen o son solteras. En total hay más de 50 asociaciones musulmanas de uno u otro tipo repartidas por España, sobre todo en ciudades como Granada, Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia o Córdoba.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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