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Huellas N.7, Julio/Agosto 1999

VATICANO

Carisma y misión

Alberto Savorana

Más de cien obispos y cardenales reunidos en Roma en un seminario sobre los movimientos, un año después del 30 de mayo del 98. Las nuevas formas agregativas de fieles laicos ante la tarea de profundizar en la propia razón de ser, para poder responder con libertad a los desafíos del tercer milenio sin huidas asociacionistas o moralistas


Más de cien obispos y cardenales de unos cincuenta países de los cinco continentes se han reunido en Roma para asistir a un seminario organizado por el Consejo Pontificio para los laicos (en colaboración con la Congregación para los obispos y la Congregación para la doctrina de la fe), un año después del encuentro con el Santo Padre en la plaza de San Pedro que reunió a medio millón de personas. Han venido desde Boston a Hong Kong, Cuba, Moscú, Córdoba, Kazajstan, Buenos Aires, Birmania, Trípoli, Belo Horizonte, Túnez, Santiago, Jerusalén, Vilnius, Ferrara, Novara, Río, Bucarest, Dublín, Bombay, Newark, Taipei, Zagreb, Argelia, Berlín. Durante tres días, hasta el viernes 18, han dialogado sobre los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades. "Un evento excepcional de por sí - ha observado monseñor Stanislaw Rylko, Secretario del Consejo Pontificio para los laicos, al comienzo de su conferencia introductoria -. Esto hace prever que el intercambio y el diálogo serán particularmente interesantes, porque expresarán experiencias y expectativas de las áreas geográficas, culturales y religiosas más diversas".

Stafford
Introduciendo los trabajos, el cardenal estadounidense James Francis Stafford (Presidente del dicasterio vaticano que ha organizado el encuentro) tomó como punto de partida las palabras del Papa al Congreso de los movimientos celebrado en mayo del año pasado, cuando definía como "coesenciales" los dos aspectos de la Iglesia, el carismático y el institucional.
Stafford observó después que "la ley de la Encarnación exige que la continuidad de la implicación de Jesús con el género humano después de su Asunción resida en una fascinación humana. Las relaciones de los discípulos de Jesús dentro de la comunidad son el modelo para toda la Iglesia en todos los tiempos y en todos los lugares". En cuanto a la situación teológica de los movimientos, el presidente del Consejo Pontificio para los laicos dijo que "se fundamenta en la experiencia cristiana de la fe, es decir, en la evidencia subjetiva y a la vez objetiva de la revelación modelada conforme a la relación originaria de los discípulos con Jesús y entre ellos".

Rylko
A continuación tomó la palabra monseñor Rylko, que habló del encuentro del 30 de mayo del 98 como de "un evento de gran alcance para toda la Iglesia", un don en los umbrales del tercer milenio: "Y el don implica siempre una tarea, porque hay que hacerlo fructificar. Una responsabilidad especial incumbe a los obispos, precisamente porque tienen el grave deber de la evangelización que hoy asume rasgos de urgencia dramática, y para la que los movimientos pueden ser un instrumento providencial". Rylko recordó por tanto cuáles son "los elementos constitutivos del movimiento: la persona del fundador; el carisma originario, que delinea el carácter de "novedad de vida que produce estupor" y "cambia radicalmente personas e historia" y al mismo tiempo reviste "un carácter universal: fascina, atrae, implica a personas distintas por cultura, tradición, edad; la comunidad, como espacio en el que vivir de modo pleno el Bautismo y como "medio muy eficaz para contrastar y contener el fenómeno de las sectas, motivo de gran preocupación para los pastores"; el ministerio petrino, con el que de forma natural los movimientos tienen una estrecha relación, como subraya el cardenal Ratzinger ("El papado no ha creado los movimientos, pero ha sido su sostén esencial en la estructura de la Iglesia, su pilar eclesial")".

Los movimientos no son "una parte"
Monseñor Rylko destacó que los movimientos "mantienen una fuerte apertura a la dimensión universal de la Iglesia" y por esto "no pueden ser objeto de visiones reductivas que los hacen mera expresión de la experiencia de una espiritualidad particular". En la enseñanza de Juan Pablo II los movimientos constituyen "una de las formas de cumplimiento de la Iglesia". El Santo Padre no se detiene aquí. Añade que "la Iglesia misma es un movimiento. En el pensamiento de Juan Pablo II la categoría de movimiento está profundamente enraizada en la categoría de misión". Habiendo recordado que "en la Iglesia, tanto el aspecto institucional como el carismático son coesenciales", Rylko citó al Papa: "Un auténtico movimiento existe como alma alimentadora dentro de la institución. No es una estructura alternativa a ella. Es, en cambio, fuente de una presencia que continuamente regenera en ella la autenticidad eclesial e histórica".
Después de haber señalado la originalidad del método educativo de los movimientos (una formación que apunta a lo esencial, en virtud de la vocación bautismal de todo cristiano; una pedagogía integral que implica todas las dimensiones de la existencia; una fuerte identidad cristiana como conciencia de la propia misión en el mundo; la amistad dentro de la comunidad), monseñor Rylko indicó en qué sentido la novedad propia de los movimientos se vuelve desafío y tarea, sin olvidar por ello algunos aspectos problemáticos.
Señaló cómo dichos problemas "son como "enfermedades infantiles": un componente, por decirlo de alguna manera, natural y pasajero del proceso del crecimiento: la absolutización del propio movimiento; el entusiasmo religioso que a veces genera exuberancias y exageraciones unilaterales; el encerrarse en el ámbito del propio grupo; el riesgo de considerar a la comunidad como una especie de refugio".
En cuanto a los obispos, Rylko dijo que "no se pueden ignorar tampoco los obstáculos que en la vida de los movimientos han surgido por la actitud titubeante, cuando no negativa, de pastores que estaban influidos por la falta de conocimiento de los movimientos; por prejuicios pastorales, por los que a veces se generalizan experiencias individuales negativas que hacen que se descalifique el conjunto; por una rígida concepción de la comunión eclesial, que no significa uniformidad sino unidad en la diversidad; por una rígida visión de la planificación y de la coordinación pastoral, en las parroquias y en las diócesis; por una insuficiente comprensión del hecho de que todo carisma, para su desarrollo, tiene necesidad de un espacio de libertad, porque sólo así puede dar los frutos deseados".
Concluyendo su relación, el Secretario del Consejo para los laicos dijo: "Una cosa es cierta: el rostro de la Iglesia del tercer milenio dependerá de nuestra capacidad de escuchar lo que el Espíritu dice a la Iglesia de hoy también mediante estas nuevas formas agregativas de los fieles laicos".

Carriquiry
Al abordar los desafíos del contexto religioso y cultural de este final de milenio, el profesor Guzmán Carriquiry, Subsecretario del dicasterio para los laicos, profundizó sobre el significado de los movimientos y nuevas comunidades como la "respuesta providencial" de la que había hablado el Papa en Pentecostés del 98. "Los carismas no son producidos por la Iglesia como consecuencia de una oportunidad o de una necesidad. No se generan tampoco en una oficina, respondiendo a un proyecto. Su irrupción es imprevisible. Sin embargo, los carismas se conceden para la utilidad común, para el incremento y la dilatación del Cuerpo de Cristo en la historia de los hombres". Así definió lo que es un carisma: "Un don del Espíritu Santo dado a una persona en un determinado contexto histórico para que inicie una experiencia que pueda resultar de algún modo útil para la Iglesia". Carriquiry no olvidó subrayar el valor de los movimientos precisamente en un momento histórico en el que "estamos todos sometidos al influjo de medios de comunicación potentes y persuasivos, en virtud de los cuales nuestra vida tiende a uniformarse con la mentalidad dominante, con modelos de vida cada vez más secularizados. Ante semejante estado de cosas, la simple repetición verbal del anuncio se muestra insuficiente. La fe no se hace carne por medio de un discurso, de imperativos morales, de una referencia genérica a valores cristianos, sino por el encuentro con testigos que sean la documentación concreta, atractiva, sorprendente, de la presencia de Cristo". Por esto, dijo Carriquiry, nuestro desafío es la misión: "La misión consiste en comunicar la experiencia cristiana de persona a persona, como testimonian los movimientos".

La Iglesia misma es un movimiento
Por la tarde, el historiador de la Iglesia, Fidel González desarrolló una reflexión a partir de la frase de Juan Pablo II "la Iglesia misma es un movimiento". Con ella, recorrió sintéticamente los dos mil años de historia de la Iglesia como acontecimiento continuo de un "movimiento" suscitado por el Espíritu a través de dones carismáticos que responden a los desafíos de los tiempos.
El segundo día, la mesa redonda titulada "Acogida cordial, inserción humilde: los movimientos en la vida de las Iglesias locales" propuso el testimonio personal de algunos prelados: hablaron el holandés Simonis, el checo Vlk, el francés Lustiger (que había enviado su intervención), el africano Sarah, el estadounidense McCarrick y el italiano Caffarra.
En la mañana del 18 de junio el seminario de los obispos se abrió a los testimonios de fundadores y responsables de algunos movimientos: Chiara Lubich (Movimiento de los Focolares), don Giussani (CL), Kiko Argüello (Camino Neocatecumenal), Andrea Riccardi (Comunidad de San Egidio), Gérald Arbola (Comunidad del Emmanuel) y Salvador Martínez (Renovación en el Espíritu). Todos describieron características y objetivos de los diferentes carismas, respondiendo a las preguntas de los obispos y cardenales sobre la relación con las diócesis y las parroquias, el florecimiento de las vocaciones religiosas y sacerdotales dentro de los movimientos, y la relación con las culturas y las tradiciones de los distintos países.
La tarde estuvo dedicada a una reflexión sobre los aspectos más propiamente pastorales y jurídicos del fenómeno "movimientos" en la Iglesia. Hablaron los canonistas Feliciani, de la Universidad Católica de Milán, y Ghirlanda, de la Universidad Gregoriana.
Clausurando los trabajos, el cardenal Stafford leyó el largo mensaje autógrafo enviado por el Santo Padre que publicamos en estas páginas.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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