Va al contenido

Huellas N.4, Abril 1999

ECUMENISMO

África en acción

a cargo de Riccardo Piol

El Meeting Point y el COWA de Kampala. Dos testimonios de que es posible un cambio. La responsabilidad de adultos educados cristianamente según el carisma de CL


Siete horas de avión sobrevolando más de cinco mil kilómetros de Mediterráneo y Sahara. Otros cuarenta más de coche y llegamos finalmente a Kampala, en Uganda, el corazón de África. Cuando dejas Italia te esperas un mundo completamente distinto, pero al hablar, discutir o darte una vuelta por las calles te das cuenta de que hay algo muy concreto que acerca Italia a este rincón del continente negro. Tradiciones, clima, una historia muy distinta nos separan y, sin embargo, bastan unas pocas palabras para ver que también aquí hay una larga historia de personas y obras que en estos años han hecho un camino, al igual que en Italia. Hablar de CdO es hablar de COW, unas siglas que significan «Companionship of Works», en italiano «Compagnia delle Opere». También está el COWA, una asociación ligada a la CdO y que trabaja en el sector social. Paralelamente, hablar de AVSI es hablar del Meeting Point, la ONG que ayuda a los enfermos de SIDA y a sus familias, nacida de la amistad entre los voluntarios italianos y algunos ugandeses.

Pippo Ciantìa, médico que trabaja en Uganda con AVSI desde 1980 es uno de los que comenzaron esta aventura que hoy todos reconocen y aprecian. Habla de las pequeñas iniciativas que se han hecho grandes con el tiempo, de obras capaces de implicar a centenares de jóvenes, y de tantos hombres y mujeres que han conocido a lo largo de casi veinte años de estancia en Uganda.

Entre las distintas obras que habéis realizado con los amigos ugandeses, la primera fue el Meeting Point. Después de diez años de trabajo y muchos proyectos emprendidos, decidisteis comenzar algo completamente nuevo. ¿Por qué?

Todo empezó hace aproximadamente diez años, cuando en Uganda nos dimos cuenta del dramático impacto que estaba teniendo el SIDA y que, según los cálculos, afectaba al 10% de la población. Entre estas personas se encontraba una amiga muy querida, Rose Akumu. No se trataba de una cuestión de estructuras o proyectos, sino sencillamente de afrontar un problema que me afectaba en primera persona. Empezamos en Kitgum, al norte: algunos amigos acompañaron a Elly Ongee, uno de los protagonistas de esta historia, que aceptó vivir su vida de enfermo entregado a los demás. Después, en Kampala, empecé junto con Rose Busingye, que es enfermera, a interesarme por los amigos afectados - ella en el hospital y los dos juntos por las calles - y por todos los enfermos que íbamos conociendo. Sólo después de algún tiempo, sin haberlo programado, dimos forma a lo que hoy llamamos Meeting Point. De aquellos comienzos nació una generosidad que ha crecido paulatinamente, implicando a otras personas que trataban de afrontar, como nosotros, el mismo problema. Así nació el Meeting Point en Hoima y Kitgum, en donde comenzaron a trabajar con nosotros ugandeses, misioneros y voluntarios de otras asociaciones. Día a día, encuentro tras encuentro, todo ha ido tomando cuerpo.

... y después nació también el «COWA Vocational Training Centre».

No inmediatamente. Tratando con los enfermos de SIDA empezamos a conocer a chicos que vivían en las cárceles y en las calles. Más tarde, siempre con Rose, comenzamos en los años 1990-91 a ir a las cárceles juveniles de Naguru, donde descubrimos una realidad muy dura. Nos dimos cuenta de que todos los chicos que conocíamos, huérfanos, hijos de enfermos de SIDA, ex-presidiarios, necesitaban ayuda para volver a confiar en sí mismos y reinsertarse en la sociedad. Para responder a su situación nos planteamos crear unas escuelas-taller donde enseñar a los chicos una profesión y ayudarles a recuperar la estima hacia sí mismos. En aquel momento, Tullio Pasinetti empezó, junto con Joseph Adhum - un amigo ugandés que tenía una pequeña empresa de productos manufacturados en metal - a crear un espacio para acoger a algunos de estos jóvenes y darles una formación profesional. La obra creció, pues crecen también las necesidades y las personas conocidas; así, gracias también a un programa de cooperación, pusimos en marcha la Vocational Training School, el primer núcleo operativo del COWA, donde ofrecíamos formación profesional a una treintena de chicos considerados muy difíciles. Después vino el pequeño taller de trabajo de madera y hierro, y la producción de prefabricados de hormigón.

Y el año pasado, cuando un misionero irlandés que había fundado una escuela-taller para chicas huérfanas nos pidió que nos hiciéramos cargo de ella, pues la tenía que dejar, nació la Centenary School y creció todavía más el COWA.

Hoy, después de casi diez años, el COWA es una realidad apreciada y reconocida. Lo mismo puede decirse del Meeting Point. ¿De qué forma continúan estas obras?

De forma siempre nueva, pero con la misma dinámica del principio. El COWA es ahora una organización local llevada por ugandeses. Ahora no existen sólo instituciones y escuelas, sino que hay una red de asistentes sociales que atienden a los chicos en la ciudad. También el trabajo del Meeting Point está en función de esto. Porque cuando conocemos a jóvenes y huérfanos que necesitan una atención particular, los enviamos a las escuelas del COWA.

Hoy en día atendemos a unos cien presos del reformatorio y les ayudamos a reinsertarse. En las dos escuelas hay unos ochenta que asisten a los cursos de formación profesional. Además, por lo menos un centenar son atendidos en las otras escuelas que no pertenecen al COWA. Todo esto se sostiene también gracias a proyectos de AVSI, CESAL y otras organizaciones del entorno de AVSI. Y la actividad sigue creciendo.

Has dicho que quienes atienden ahora el COWA son ugandeses. Implicar directamente a los jóvenes en la gestión de una obra como ésta es un riesgo...

Es un riesgo que se debe correr. No podemos eludir responder cumplidamente a las exigencias de estos chicos reduciendo todo a conseguir una estructura más eficiente y sólida o a una labor de asistencia puntual. Es necesario implicarse con ellos, apostar por ellos. Sólo así, partiendo de la necesidad concreta, se inicia una relación que conlleva una estima y una atención hacia toda la persona. Asistes a un chico que necesita aprender el oficio de carpintero o a una mujer que quiere aprender inglés. Ayudándoles en esto, descubren algo más grande que es su propia dignidad, el valor de la familia, el gusto por el trabajo. Así hoy, después de diez años llenos de encuentros y retos, existe una realidad de ugandeses responsables de obras que tienen un presupuesto importante y un compromiso social notable. Son ellos los que las llevan adelante.

Hay que admitir que obras así son algo único.

Lo verdaderamente único es otra cosa. Siempre hemos tratado de ayudar al crecimiento humano de las personas para que pudiesen volver a insertarse responsablemente y contribuir a la vida de la sociedad yendo a trabajar no sólo con cierta profesionalidad, sino a partir de la conciencia que tienen de sí mismos. Por ello, por ejemplo, no quisimos construir alojamientos en las escuelas y enviábamos a los chicos a vivir juntos en casas en los barrios. Nos “arriesgamos” confiando en su responsabilidad; les estimamos y les tomamos en serio. Esto es lo verdaderamente único, algo que jamás les había sucedido. Algunos de ellos después fueron instructores en la escuela y otros encontraron trabajo. A cada uno se le ha ayudado, en cualquier caso, a descubrir el valor de su persona y su trabajo.

Cuando empezasteis en el 89 a trabajar con los enfermos de SIDA, ¿podíais imaginar que de allí surgiría una organización sin ánimo de lucro como el COWA o una ONG como el Meeting Point?

Ciertamente no, pero así ha sucedido. Ante todo fue la respuesta a personas queridas que tenían una necesidad. Después conocimos a sus amigos, a sus hijos. Y todo crece sin que te des cuenta. El esfuerzo por responder se va agrandando, toma forma: se convierte en una obra.

El cardenal Wamala, que acude todos los años a la ceremonia de entrega de diplomas, destaca siempre este carácter propio de nuestra labor. El COWA, y podemos decir lo mismo del Meeting Point, no es una realidad que asiste y perpetúa en el tiempo un status quo. Son obras que, al compartir las necesidades de otros, procuran implicarles en primera persona en una responsabilidad concreta. “Compartir” es realmente superar la división entre quien necesita y quien ayuda: se comparten las carencias y las soluciones.

Si nos hubiésemos sentado a la mesa con la preocupación de crear obras no habría sucedido nada de esto. Y en cambio...

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

Vuelve al inicio de página