El 24 de noviembre el cardenal Péter Erdö presentó en Budapest la edición magiar de Educar es un riesgo. Planteamos algunas preguntas al primado de Hungría
«La realidad existe, existen valores que la realidad nos presenta. Por eso una de las tareas más urgentes que tenemos entre manos es comunicar esta verdad y el ideal que nace de ella. Debemos pertrecharnos para esta tarea utilizando la traducción húngara de Educar es un riesgo, y aprovechar la ayuda que nos brinda don Giussani. No se trata de un objetivo entre otros, de una actividad más, sino de una urgencia extrema, fundamental, para que ese “riesgo” no desemboque en una derrota sino en una victoria, en una vida».
Con estas palabras el cardenal Péter Erdö presentó el 24 de noviembre Educar es un riesgo en Budapest. Le dirigimos una serie de preguntas para profundizar más en el tema de la educación, que al igual que en el resto de Europa, en Hungría es una cuestión urgente.
En su anterior experiencia docente, como rector de la Universidad Católica, ¿cuáles fueron las preguntas, las preocupaciones que percibió en los jóvenes? y ¿cómo puede hoy la Iglesia comunicarles el verdadero sentido de la realidad?
Muchos jóvenes ya no piden nada porque están convencidos de que no se puede conocer la realidad, es más, de que no existe; por ello, son escépticos acerca de la existencia de la verdad histórica. Han conocido muchas ideologías, múltiples cambios en el contenido de las asignaturas, incluso en los datos, pero sobre todo cambios de punto de vista, de valoración histórica. En los últimos tiempos muchos de ellos ni siquiera creen en los resultados de las ciencias naturales, al ver que a menudo las motivaciones económicas ocultan o manipulan los verdaderos resultados. Pero es cierto que los jóvenes desean encontrar una estabilidad, cierta coherencia en la persona del profesor y, a través de la persona, también en los contenidos, en lo que estudian.
¿Cómo llega esa certeza a mover la libertad de la persona? ¿Por qué la certeza, en lugar de cerrar, abre, provoca?
Hoy la incertidumbre es un fenómeno generalizado, como la indecisión, la incapacidad de tomar decisiones incluso cuando uno cree ser muy libre; si no se tienen elementos para poder llevar a cabo una elección, uno se encuentra como paralizado. Sólo si existe una certeza puede uno empezar a hacer uso de la propia libertad. Esta es nuestra experiencia. Porque si no tenemos un punto al que aferrarnos, algo que queramos alcanzar, entonces ¿qué significa ser libre? La libertad puramente negativa no es libertad, más bien es sufrimiento.
En menos de quince años Hungría, como otros países de Europa centro-oriental, ha revolucionado todo su sistema administrativo. En esta nueva etapa europea, ¿cuál es el estado actual de la enseñanza aquí?
La situación de la enseñanza en este país es muy grave. La vida humana tiene un ritmo, también lo tiene el ciclo educativo; si no se toma en consideración el ritmo que requiere la vida escolar, está abocada a la destrucción. El estado de “reforma permanente” mina la estabilidad de nuestras instituciones, difundiendo en todos los ámbitos una sensación de inseguridad general; esto se hace más apremiante en el caso de la educación, bajando cada vez más el nivel de la enseñanza.
Paradójicamente algunos políticos de la actual oposición de derechas, muy críticos con el pasado comunista del país, sostienen públicamente que si saben escribir, leer y razonar es gracias a haber acudido a la escuela de la época comunista.
Usted es el pastor de una Iglesia antigua, para la función que desempeña ¿qué significa educar al pueblo?
Muchas cosas, pero sobre todo servir a la regeneración espiritual de este pueblo. El año próximo, la Conferencia Episcopal tiene la intención de proclamar un año de oración por la regeneración nacional: una regeneración espiritual, un cambio en las aspiraciones espirituales que lleve también a la regeneración de la vida física. Somos un pueblo en vías de extinción, un país que tiene diez millones de habitantes con una población envejecida.
Hay heridas profundas, abismos que dividen la sociedad desde la Primera Guerra Mundial hasta la revolución del 56: proclamar la esperanza significa vivir con una memoria reconciliada a la luz de la divina Misericordia. Si conseguimos contribuir a la curación, a la normalización espiritual del pueblo, habremos cumplido también una verdadera misión de educación.
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