Dios es amor
Ya conocemos el título de la primera encíclica de Benedicto XVI, “Deus Caritas est”, y mientras esperamos la presentación de este documento que nos permitirá conocer el acento fundamental del pontificado, me sorprende una noticia hasta ahora desconocida en estas latitudes. The Times-Picayune, el principal diario del estado de Louisiana, reflejaba en primera página la sorprendente historia del grupo de mujeres de un suburbio de Kampala, la capital de Uganda, que trabajaron durante quince días picando piedra para obtener fondos para las víctimas del huracán Katrina (cf. Huellas n. 11 2005, pp.32-36). La población del Acholi Quarter de Kampala es extremadamente pobre y padece un elevado porcentaje de enfermos de SIDA. Muchos proceden de la región de Gulu, en el norte de Uganda, un territorio martirizado por una interminable guerra que ha provocado el éxodo de miles de personas que ahora se apiñan en míseros poblados de chabolas. Allí trabaja desde hace años la organización Meeting Point Internacional, dedicada a la asistencia y el acompañamiento de estos enfermos y sus familias, que no se conforma con el imprescindible trabajo de prevención y control de la enfermedad, sino que despliega una verdadera tarea educativa orientada a que las personas descubran el valor y la dignidad de su vida, cualquiera que sea la circunstancia que atraviesen. Ha sido en el contexto de las relaciones nacidas en torno al Meeting Point, donde surgió la sorprendente iniciativa de trabajar para los damnificados del Katrina, personas que viven a miles de kilómetros de distancia, al otro lado del mar, y que pertenecen a un país poderoso. Mientras el mundo discutía sobre si era preciso enviar ayuda o no a personas que son ciudadanos del gran gigante norteamericano, las mujeres del Acholi Quarter decidieron privarse de lo que sustenta su pan de cada día, para enviar a sus hermanos americanos este mensaje: nosotras hemos encontrado esperanza para nuestras vidas porque alguien nos ha amado incondicionalmente; ahora os hacemos partícipes de ese mismo amor. The Times-Picayune publicó algunas cartas de estas mujeres, capaces de erizar la piel del más escéptico. A los ochocientos dólares fruto del trabajo en la cantera de piedra, se sumó lo recogido en la colecta dominical de todas las iglesias de la archidiócesis de Gulu, convocada por el propio arzobispo, conmovido al conocer la iniciativa de estas mujeres. Y así se recogieron más de 2.500 dólares que fueron entregados a la embajada de los EEUU en Kampala. Este no es el guión de una serie de televisión ni la campaña de imagen de una ONG, sino la historia sencilla de unas mujeres que, en medio de lo que muchos denominarían el infierno, han visto crecer la planta de una vida nueva, invencible. La guerra, el hambre o el SIDA, no les han tornado escépticas ni violentas, porque han encontrado gente que les abrazaba hasta el fondo, que no las dejaba solas. Vuelvo a recordar al Papa y su vibrante sí a la vida, pronunciado el pasado domingo, fiesta del Bautismo de Señor, al explicar que con el Bautismo, somos introducidos en una compañía de amigos que no nos abandonará nunca en la vida ni en la muerte: «ninguno de nosotros sabe qué sucederá en nuestro planeta en los próximos cincuenta, sesenta, o setenta años, pero hay algo de lo que estamos seguros: de que la familia de Dios siempre estará presente y que quien pertenece a esta familia nunca está solo, sino que tiene la amistad segura de Aquél que es la vida». Sí, verdaderamente, Deus Caritas est.
José Luis, Madrid (España)
En la UNAM de México
Querido Carrón: Acaba de nacer un nuevo grupo de Escuela de comunidad en la UNAM, la universidad más grande de México y de toda América Latina. Don Franco, responsable del CLU en México, me pidió disponibilidad para ayudar a nuestros universitarios. Junto a un amigo del CLU organizamos una cena con tres estudiantes que habían conocido CL y que de vez en cuando participaban en algunos gestos. Allí hablamos de la historia de los comienzos, de los primeros chavales que descubrían en Giussani una humanidad originalísima, de la Escuela de comunidad como trabajo para aprender a ver las cosas como las veía él. En el primer encuentro en la universidad éramos nueve. Pude percibir allí muchos rostros iluminados por una curiosidad viva, y fueron muchas las preguntas con respecto al texto. La respuesta a nuestra invitación superó con creces nuestras previsiones más halagüeñas. La primera vez que entré en la universidad me di cuenta de que era una realidad para nada favorable a un compromiso apasionado con la realidad del estudio y a una presencia cristiana. A la entrada de las facultades de Letras y de Filosofía cuelgan enormes pancartas con invitaciones a la ocupación. Son muchas las representaciones del Che Guevara. En algunos departamentos se oye un gran estruendo por la música rock latina a todo volumen. En la gran pradera en la que se hallan las distintas facultades puedes encontrar algunos puntos de venta de droga. Esta universidad es estatal, y de corte declaradamente laicista: está prohibida la presencia de cualquier asociación religiosa. Nosotros oficialmente nos reunimos como asociación estudiantil para el estudio de temas humanísticos. Nuestra pequeñísima presencia me ha hecho volver a los inicios del movimiento, cuando Giussani estimulaba a los suyos a reunirse y a mostrar su presencia en la escuela. Las circunstancias aquí son bien distintas, pero el meollo de la cuestión sigue siendo el mismo. Estoy agradecido porque se ha despertado en mí la increíble fascinación por el desafío que Cristo lleva a la realidad a través de nosotros. La esperanza es que un día pueda colgar, junto a las otras, también una pancarta nuestra, signo visible de gente distinta, cambiada por el encuentro con Cristo. Esto es lo que esperan en el fondo todos los estudiantes de la UNAM.
Stefano, seminarista de la Fraternidad San Carlos
Primicias desde Cuenca
A poco de llegar del retiro de Adviento celebrado en Madrid, fuimos profundizando en la espiritualidad de CL, empapándonos de textos de don Giussani y, sin solución de continuidad, fuimos contando esta experiencia a nuestros amigos y conocidos, quienes sorprendentemente, y a pesar de nuestra corta experiencia y conocimiento, mostraban interés e incluso algunos entusiasmo. Fue verdaderamente providencial el encuentro que tuve con un amigo médico, justo a los dos o tres días de volver del retiro; no nos veíamos hacía más de un año; coincidimos en la calle y, tomando café, comentando nuestro acercamiento a CL –aún incipiente–, me contó que había tenido precisamente en su juventud como profesor a Jesús Carrascosa (creo que este es su nombre) y había conocido a CL a través de él. Mantenía un buenísimo recuerdo de él. Yo le comenté nuestra impresión, nuestras ganas de conocer más, y allí quedó todo. A los pocos días me llamó por teléfono, y me dijo, para mi sorpresa, que había estado mirando y mirando en la Web de CL, y que estaba realmente entusiasmado porque se adecuaba a lo que ardientemente estaba buscando desde hacía mucho tiempo. Tanto es así, que se ha suscrito a Huellas (ya somos por lo menos dos los suscriptores en Cuenca). La idea de viajar a Madrid nos parece realmente interesante y fundamental. De hecho, vamos a ver cómo nos adaptamos a las Escuelas de comunidad ya en funcionamiento, sorteando las dificultades. Y desde luego esperaremos con los brazos abiertos cuantas ayudas nos vengan de vosotros para hacer la Escuela en Cuenca. Un fuerte abrazo.
Julián, Cuenca (España)
Conforme más ofrezco
Después de todos estos días de angustia y sufrimiento en el hospital, no puedo dejar de reconocer que también he tenido esperanza y compañía. No recuerdo haberlo pasado nunca tan mal. He conocido qué es el dolor físico, lo he sufrido en mi propia carne, pero no hubo ni un solo momento en el que me sintiera perdido o acabado. El dolor ha sido la mecha que ha encendido el deseo con más intensidad que nunca. Deseo de aceptar que mi vida en estos momentos pasa por aquí (aunque no lo comprenda), cosa que demuestra mi total dependencia. Le pedí a la Virgen en todo momento que no me dejara solo, que confiara en Su compañía, en la vuestra y la de mi familia, y también en los profesionales, de los médicos que me habían operado. En definitiva, dependencia 100%. Y ahora, en casa, pienso por primera vez de forma clara y real que soy más dueño de mi vida conforme más la ofrezco. Ofrecer no es el acto voluntarista de querer darlo todo; es la toma de conciencia de que mi vida depende en su totalidad de Aquel que la ha creado. Quiero poder mirar con esta virginidad a mi futura esposa y familia, porque al igual que mi propia vida, ni Raquel, ni vosotros, ni los futuros churumbeles son míos. Todo se puede amar y cuidar con la conciencia de que me es dado, de que es un regalo.
Néstor
Hacer compañía
Desde hace algunos años el hecho que más juzga mi vida es la enfermedad de mi padre. Últimamente la situación ha empeorado: está totalmente enfermo, con la única excepción de los ojos, que cierra para responder “sí” a las preguntas. Está lúcido. Cuando las cosas empezaron a empeorar Ilia, una amiga de mi Fraternidad, me sugirió que no llevase sola este peso. Ella misma se implicó con mi familia, aportando su ayuda concreta de fisioterapeuta. Pedí ayuda a mis amigos, que enseguida empezaron a visitar a mi padre. En los días de hospital se acercaron a visitarle algunos amigos, médicos o fisioterapeutas, y esto para él fue una verdadera gracia: «Cuando veo a tus amigos estoy mejor», me decía. Desde entonces he podido acompañar a mi padre en su encuentro con nuestra experiencia, a través de las cosas que podía comprender: ha vivido de cerca la muerte del Gius, ha querido que le llevasen un pañuelo que habían pasado por su tumba, le he leído algunas cosas de Huellas, ha querido conocer la historia de san Ricardo, ha seguido también todos los sucesos ligados a la muerte del papa Wojtyla y a la elección de Ratzinger, ha vuelto a ver gustosamente a algunos amigos míos a los que no veía desde hacía años, ha rezado con nosotros, etc... Yo siempre había deseado que mis padres conociesen algo más del movimiento que lo que yo era capaz de explicarles: tengo que decir que el Señor ha elegido para hacerlo el momento que me parecía menos indicado. Entre los muchos encuentros gratuitos, el más reciente y conmovedor ha sido el encuentro con un sacerdote del movimiento, don Giorgio Brianza, que ha empezado a frecuentar mi casa, celebrando allí la misa. Durante el primero de estos encuentros, don Giorgio preguntó a mi padre si estaba dispuesto a ofrecer sus sufrimientos por la Iglesia y por los sacerdotes: papá respondió que sí, cerrando varias veces los ojos. También la relación con mi madre se ha vuelto más significativa porque, gracias a la presencia de mis amigos, he sabido decirle lo que nos decía Carrón en los Ejercicios: que Cristo nos falte es un bien, porque así nos acordamos de él.
M. Pía, Busto Arsizio (Italia)
Amistad en Rumania
Hace algunos días hemos participado, junto a un grupo de amigos, familias, jóvenes y niños, en una peregrinación a la iglesia Stavreopolos de Bucarest. Este gesto ha sido propuesto por Renzo y Graziella, dos amigos italianos, para señalar el comienzo de curso del grupo de Familias para la Acogida, formado por unas quince familias, que desde este año ha tomado forma en Bucarest. Ha sido sorprendente para nosotros por una parte el hecho de que hayan elegido una iglesia ortodoxa para hacer un gesto de tradición católica por primera vez en Bucarest, aunque por otra parte sea políticamente correcto, ya que gran parte de las familias son de tradición ortodoxa aunque no todas sean practicantes. Nosotros somos ortodoxos, y participamos con alegría en los gestos propuestos por los amigos que pertenecen a la Iglesia católica. Al comienzo de nuestra amistad con “los católicos” nuestros padres nos decían: «Tened cuidado, no os vayáis a hacer católicos». En cambio la amistad con ellos nos ha hecho decir: «¡Qué hermosa es la Iglesia ortodoxa!», no sólo porque lo es, sino porque la descubrimos como nuestra. Pero más allá de las diferencias, en ese gesto se ha hecho fuertemente evidente que rezamos a una única María, madre de Jesús, la única capaz de abrazarnos y de amarnos a todos.
Angi y Adrian, Bucarest
La amistad de Marco
La vida de Marco, borrascosa desde el comienzo, cambió de dirección de forma decisiva cuando conoció a un amigo que le dijo: «Vente conmigo a estas vacaciones», un amigo que le aceptó por lo que era y que le quiso. Marco cambió, se encontró con Jesús a través de ese amigo y de muchos otros después de él, y su vida se llenó de gusto y de plenitud hasta encontrar su vocación, que tomó cuerpo en la Fraternidad de San José. Marco era una persona sencilla, pura de corazón, como le había definido alguien, una persona que se había equivocado tanto que sintió vibrar hasta el fondo las cuerdas de la belleza de esta nueva vida que comenzó para él tras ese encuentro imprevisible. Me decía a menudo que los errores que había cometido le hacían gustar hasta el fondo la belleza de nuestra experiencia. Pero de un día para otro, Marco pasó de una vida normal a un estado de coma primero, y después de parálisis con inhibición del habla. Estuvo varios meses en el hospital. Se había recuperado del coma, pero nos habían dicho que no nos hiciésemos ilusiones. Marco estaba solo, no tenía parientes que fuesen a visitarle. Sólo estábamos nosotros, los amigos. Y yo he asistido desde el primer día a lo que me atrevo a llamar como el movimiento en torno a él de un pueblo que es «espectáculo para sí mismo». Porque era un espectáculo ver todos los días alrededor suyo a gente que iba a visitarle, que le hablaba, que le leía algún texto, que rezaba el Rosario o que le ponía “su” música clásica favorita. Gente distinta, de edades distintas, que de alguna manera formaba parte de su vida: sus amigos de la Fraternidad de San José, fieles y atentos a su destino incluso en este trance, su Fraternidad precedente, sus colegas, sus amigos del Meeting, etc... Ha sido un espectáculo ver a Rita y a Roberto, que cada semana dejaban en casa a sus hijos y atravesaban la ciudad para estar con él. O al amigo de Siena, que no tenía facilidad para venir a visitarle, pero que dejaba algún dinero para sus necesidades. O a la amiga reflexóloga que le ayudaba con sus masajes. O esa enfermera que, llena de curiosidad por la gente que veía, después de haber leído las cartas de sus amigos, tomaba el Rosario y lo rezaba con él. Y la fidelidad de muchos que con su presencia parecían dar las gracias a Marco porque, en aquel momento, era todavía más signo del Misterio que antes. Cuando estaba despierto y consciente Marco abría los ojos y miraba a todos los que estaban cerca, abrazándoles con la mirada, como si quisiese decir “gracias” porque le hacían sentirse querido. Desde los primeros días, cuando todavía estaba en reanimación, alguien dejó en su mesa una foto de don Gius. Marco se reunió con él el 1 de enero de 2006.
Vilma, Milán (Italia)
Chicos de la calle
En el Centro Edimar no faltan nunca las sorpresas. Nuestro amigo conocido como “el inglés” está hoy muy agitado, nervioso y provocador. No entiendo muy bien qué quiere, pero tampoco se va del centro. Después de la enésima provocación, se calma y me da un número de teléfono para llamar a un tío y poder retomar el contacto con su familia. Desde hace más de un año me hablaba de este tío que le estaba buscando porque su familia quería verle. Consigo finalmente hablar con el tío, que se alegra de encontrar por fin a su sobrino. Nadie sabe qué esconde en su corazón después de años de vagabundeo por las calles. Hemos hablado a menudo juntos durante el paseo nocturno que hacemos con un grupo de educadores por distintos puntos de la ciudad. Más que diálogos, se trataba de medias frases dejadas caer prácticamente a causa de su dispersión. Sólo el fútbol y algún otro tema conseguían captar su atención. Todo esto ha servido para hacer crecer la confianza de nuestro amigo hacia nosotros. A menudo tenemos la impresión de estar como en las películas del famoso detective Colombo: reunimos muchos indicios para acercarnos a la verdad. Esto nos obliga en cada instante a estar ante la realidad tal como es, a mirar a los chicos de la calle tal como son. No hay que aplicar un proyecto preestablecido. Este es el punto de partida para que se dé una amistad que les haga decir: con vosotros me siento bien y me fío de lo que me proponéis. Gran parte de nuestro tiempo en el Centro Edimar lo vivimos así. A través de las múltiples iniciativas que se proponen vemos crecer una cierta confianza en nuestra propuesta. Más que apegados a un proyecto, se sienten apegados a las personas. Este es un dato importante, porque los chicos de la calle piensan muchas veces de sí mismos que han sido traicionados y excluidos del mundo por los adultos. «Para sobrevivir en la calle hace falta tomar a Dios por los pelos...». Esto es lo que me decía un chaval que está en la calle desde hace años y que ha estado varias veces en la cárcel. Lo decía expresando la nostalgia de una vida más humana, y al mismo tiempo como petición de que Dios no le abandonase. Ciertamente Dios no abandona a nadie, como nos testimonia la hermosa historia de Edimar, cuyos ojos se volvieron azules gracias a la amistad que encontró.
Padre Maurizio, Yaoundè (Camerún)
Unida a la vid
Conocí CL un domingo de octubre de hace muchos años. Recuerdo perfectamente aquel día, mi asombro y la sensación de que ese encuentro podría cambiar mi vida. El periodo de liceo con los amigos del movimiento estuvo lleno de espiritualidad, de acontecimientos, compartíamos todo. De aquella época con GS conservo un recuerdo precioso. Aprendí una forma de ser, de mirar a las personas y los hechos. La experiencia en la universidad fue menos significativa para mi vida y, al terminar los estudios, absorbida por el trabajo, casi sin darme cuenta me fui alejando poco a poco. Más tarde me marché al extranjero, en donde vivo todavía. Durante ese periodo de casi veinte años me olvidé de CL y de muchas otras cosas, pero no olvidé el corazón de la experiencia, y siempre he permanecido fiel a la Iglesia y a Juan Pablo II. El comienzo del nuevo milenio supuso para mí una época muy difícil en la que la fe en el misterio de la Cruz fue el único apoyo. Cuando el final de ese periodo llegó de forma inesperada, la vida “normal” no me iba bien. Había desarrollado una gran sensibilidad hacia el sufrimiento y una intolerancia ante la hipocresía y la injusticia. Este malestar podía curar sólo en la acción, y empecé a pedir al Señor que me indicara un camino concreto. Una mañana de febrero, una persona que no pertenecía al movimiento me llamó para comunicarme la muerte de don Giussani. Ante mi pregunta: «¿Por qué me llamas para contarme esto en este momento?», la respuesta fue: «Porque sé que para ti fue algo importante». Era verdad. En otra vida había sido muy importante. Y aquella noticia trajo a mi memoria mi mayor sueño, la mayor esperanza que nunca había tenido. Al día siguiente partía para Brasil, y pedí a un amigo periodista que me guardara todo lo que saliera de don Giussani durante mi ausencia. Al volver empezó un periodo de lectura que me llevó a reflexionar sobre mi pasado. Después de un par de semanas llegó la noticia de la muerte de Juan Pablo II. Entonces confié a su intercesión mi camino, y sentí la responsabilidad de ser una minúscula parte de su herencia viva. Transcurridas algunas semanas más, supe casualmente del nombramiento episcopal de don Negri. Yo le conocí de joven. Aquella noticia me llenó de alegría y, aunque habían pasado veinte años de silencio, decidí escribirle. En mi pequeña carta de felicitación formulé aquello de lo que me había dado cuenta en los meses precedentes, es decir, que la experiencia de CL constituye mi estructura fundamental, mi brújula. Algún tiempo después recibí una respuesta que me conmovió profundamente. A pesar del tiempo transcurrido y de la distancia, sentía que pertenecía estructuralmente a esa educación. En agosto compré un número de Huellas, el primero después de veinte años, y pasando las páginas di con un artículo firmado por «Silvio Guerra, París», la ciudad en la que vivo. Al comenzar el curso decidí dedicar un par de horas semanales a la catequesis. Esperaba encontrar un trabajo en equipo, compartir verdaderamente esta tarea con otras personas. En vez de esto, encontré tan sólo una buena organización. Me pregunté dónde podría encontrar el medio para comunicar creíblemente lo que deseaba, es decir, a Cristo presente y amigo hoy, y no una disciplina. Me vino a la mente aquel nombre en Huellas. Busqué el número de Silvio, le telefoneé y quedamos para vernos. Le conté esta historia y le pregunté si podía asistir a la Escuela de comunidad. Esto es lo que hago ahora, y me siendo unida a la vid.
Antonella, París (Francia)
Amistades “de izquierdas”
Querido Carrón: estoy estudiando tercero de clásicas en Génova. Hace poco más de un año fui elegida representante en el Consejo de la facultad junto a algunos amigos y a dos chicos de izquierdas. Con ellos, después de un comienzo un poco “circunspecto”, nació una relación preciosa. Me impresionó en particular la forma en que uno de los dos, Alberto, que es el primero de la lista de izquierdas, nos miró enseguida con simpatía y libertad, de forma nada ideológica, y llegamos a trabajar muy bien juntos, haciendo cosas realmente útiles para la facultad. Cuando nos convocaron para los Ejercicios, pensé que no podía dejar de proponérselos a un tipo tan verdadero y libre como él. Pero me asustaba un poco hacerle una propuesta tan clara. Don Mimo nos propuso leer un pasaje de El camino a la verdad es una experiencia, en donde Giussani dice que el reclamo cristiano debe ser un gesto decidido y elemental. Hablé de ello con mi amiga Sara, y vimos que la forma de vencer una cierta debilidad en la comunicación de lo que habíamos encontrado no era a base de esfuerzo, sino acompañándonos. Por eso juntas fuimos a invitar a Alberto, y lo más sorprendente es que nos dijo sencillamente que sí. Lo que más me llama la atención no es que el cabecilla del grupo de izquierdas acepte las burlas de sus amigos y que le llamen «el cielino», sino que su postura con relación a nosotros sea de absoluta sencillez: si ve algo hermoso dice que sí, y resulta evidente que para él la amistad con Sara, con Danilo y conmigo es algo bonito de lo que se fía, algo que quizá no comprende hasta el fondo, pero de lo que tiene absoluta certeza. El miércoles pasado Alberto y sus amigos me invitaron a comer con ellos a una trattoría, y esto también me impresionó. Me sorprendieron en primer lugar sus amigos, que son personas vivas que desean que su amistad sea algo totalizante, que juzgue el mundo. Pero creo que la mayor novedad es el hecho de que ahora nos concebimos juntos, es comprender que ahora estamos juntos. La única palabra que me viene a la cabeza pensando en esto es “novedad”. La novedad es que entre algunos de nosotros la amistad no es utópica, no es un refugio, sino una ayuda para vivir de verdad la realidad.
Maria Silvia, Génova (Italia)
La felicidad de Marta
Mi marido Rocco y yo siempre habíamos deseado una vida sin problemas y una familia feliz. Hemos tenido tres hijos: Lucy, que estudia en Pisa, Luigi, que trabaja en la Fiat y Marta, que tiene ahora 16 años. Hasta poco después de su nacimiento todo parecía perfecto. A los seis meses descubrimos que tenía una enfermedad cerebral. Al principio nos costó mucho aceptarlo, después nos consolamos al ver que sus condiciones mejoraban. Pero siete años después llegó la enfermedad de Rocco, al que se le diagnosticó una neoplasia cerebral. Empecé a pensar que lo que me pasaba era una desgracia. ¿Por qué tanto sufrimiento? Además sentía la responsabilidad para con mis otros dos hijos, que tenían necesidad de ser sostenidos en medio de aquel drama. A algunos conocidos les había confesado el deseo de escapar de aquella realidad. Después pensé que perdía la fe, aunque sentía que lo que podía hacer mejorar a Marta y a Rocco no podía ser sólo la medicina. Rocco estaba seguro de esto: con frecuencia, para darnos ánimos a mí y a mis hijos, nos pedía que no nos alejásemos nunca de Dios y de la Iglesia. En las Navidades de 1999, gracias a la pasión de Marta por la música, conocí a Vito y a Anna, que habían organizado para las “Tiendas de solidaridad de AVSI” un concierto de cantos populares salentinos. Desde aquel día he permanecido siempre junto a ellos, al principio porque hasta el momento de su muerte Rocco me había pedido que no me separase de ellos, y después por elección mía, porque comprendo que su compañía es la forma en que Cristo acompaña mi vida. Ya no me siento víctima de fatalidades que me destruyen, sino llamada a ser instrumento del amor de Dios, deseosa de testimoniarlo al mundo. Además he comprendido que este encuentro no podía permanecer como algo exclusivamente mío, y he decidido proponer a mis hijos mayores que compartan conmigo esta experiencia. Enseguida han dicho que sí, fiándose de mi cambio. Finalmente, puedo decir que Marta es la más feliz de todos, porque en su sonrisa y en su jovialidad se transmite esa felicidad que todos nosotros estábamos buscando.
Cristina, Maglie (Italia)
Apasionados por el fútbol
Huellas de experiencia de un grupo de amigos vallecanos. Todo comienza a principios de los años 90. En esa época coincidieron en nuestro barrio Carras y Berna; también vivía un grupo de CL de jóvenes padres, que quedaban para jugar al fútbol los jueves por la noche en el polideportivo de Palomeras. Todavía me acuerdo de la camiseta del Betis que llevaba Ángel Mel. A esos partidos nos invitaban a los más pequeños que por entonces iniciábamos esta aventura. Durante unos años aquello quedó en el olvido pero con el cambio de siglo la iniciativa resurgió de nuevo. Conversando con Santi, le conté que en mis años de trabajo en Barcelona me invitaban a jugar al fútbol mis nuevos amigos Germán, Diego y Giorgio. Así poco a poco se fueron uniendo otros amigos y empezamos a invitar a compañeros del trabajo, vecinos del barrio, gente con la que habíamos perdido la relación, chicos y adultos que también jugaban en las pistas, personas de todas las razas, culturas y religiones. Un día me encontré con un antiguo compañero del instituto Sergio “Villa” al que intentaba evitar y, al preguntarle qué tal estaba, contestó que hacía poco había fallecido su padre; me descolocó totalmente y sólo se me ocurrió invitarle al partido de los viernes. Hoy en día no sólo él es amigo nuestro sino toda su familia. Esta historia se fue ensanchando. Rubén y sus colegas nos propusieron que les entrenáramos porque nos habían visto super apasionados jugando al fútbol, pasión que en más de una ocasión casi termina en pelea callejera. También empezaron a acudir a la cita nuestros amigos musulmanes Mafo, Driss, Said….y el hermano de uno de estos, Nagih, menor de edad, al que habían detenido por robar varios vehículos de un taller: cuando nos vimos, nos dimos un abrazo. Todas estas experiencias y muchísimas más las contamos en el Consejo Territorial de Participación Ciudadana, un órgano compuesto por algunas Asociaciones y políticos del distrito. En relación con la creciente oleada de emigrantes en España, al Concejal de Deporte y Juventud le pareció muy interesante nuestra experiencia y nos propuso que diéramos forma a todos estos encuentros de fútbol de los viernes para realizar un evento deportivo, ya que hoy en día se proyecta todo tipo de iniciativas para la integración de extranjeros en una artificiosa sociedad multicultural. A pesar del intento de secuestro por parte de la Administración, de nuestra experiencia nació el Primer Maratón Intercultural de Fútbol de Villa de Vallecas con el slogan «Un lugar para el encuentro» englobado en la campaña “Tiempo de Educar”. El fin de semana de diciembre que hemos vivido con otros 16 equipos fue todo un acontecimiento. Como decíamos en un manifiesto que leíamos públicamente en el acto de clausura del torneo, «la amistad entre personas tan diferentes no se da gracias a una muy de moda tolerancia genérica sino a que todos pertenecemos a una misma condición humana, todos tenemos el mismo corazón que es deseo de felicidad de bien, verdad, belleza, justicia y que se despierta dentro de lo que nos sucede en la vida, este corazón que me hace abrazar al musulmán y a las personas de las otras 10 nacionalidades diferentes que participan en el torneo de un modo apasionado». Uno no puede dejar de conmoverse porque lo que empezó de un modo efímero hace ya 3 años, el Señor lo va modelando y construyendo haciéndose presente.
¡¡Ah, por cierto!! al final ganamos la medalla de bronce en el torneo.
Piza, Vallecas, Madrid (España)
Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón