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Huellas N.1, Enero 2005

CL Estudiantes y profesores

Existe la “correspondencia imposible”

a cargo de Maurizio Crippa y Elena Ugolini

Varios chicos relatan cómo viven su fe en clase. Entre los profesores, una forma nueva de relacionarse con los compañeros y con su trabajo

GS - BACHILLERES
A principios de septiembre se despidieron con una invitación a verificar que «la fe crece si se pone en juego en las circunstancias cotidianas». El 8 de diciembre volvieron a verse en Milán para “documentar”, al cabo de estos meses, la verdad de aquel juicio. Comienza Filippo, de Ferrara: «Este año fui por primera vez al encuentro de responsables. Lo importante no es que vayas a encontrar allí la solución a tus problemas, sino que te abre a una pregunta. La pregunta es un punto de partida. He empezado a mirar de otra manera a los que me rodean y a comprometerme tanto en GS como en el instituto. No ha sido cosa fácil porque, dado que era el único de GS entre quinientos alumnos, a menudo me sentía solo, impotente frente al resto. Pero empecé a mirar a mi alrededor y me di cuenta de que no estaba solo; un día, al terminar un debate en clase sobre el artículo de Vittadini, “La difícil disciplina del perdón”, una de mis compañeras, que aparentemente me odiaba, se acercó a mi y me dijo que yo había estado fenomenal y que ella nunca habría sido capaz de plantear un debate como ese. Entonces se me ocurrió preguntar a las personas a las que conocía si alguien querría presentarse conmigo al Consejo Escolar, y ante mi estupor y mi alegría uno de mis compañeros de clase se apuntó. Preparamos juntos una asamblea en el instituto, leí el manifiesto sobre Beslan y hablé de educación, de la razón por la que se hacía la asamblea, para comenzar a trabajar juntos, para poder distinguir entre lo que está bien y lo que está mal. Fue la mejor asamblea de los últimos años. Una conserje que había estado escuchando se acercó a abrazarme. Ante un hecho de esta grandeza, ¿cómo podría echarlo todo a perder diciendo que el mérito es mío?».

Amargura a los veinte años
Sin solución de continuidad interviene Giada, de Milán: «Estoy en el último año del liceo clásico, en el turno de noche; mis compañeros de clase son jóvenes entre 18 y 25 años que proceden de situaciones desgraciadas, lo que les lleva a afrontar la vida con cierta desconfianza, casi con amargura. Al principio yo también estaba amargada. Habiendo tenido experiencia de una vida auténtica no podía contentarme con un “nivel de supervivencia”. Por otra parte pensaba que si me encontraba en aquella clase, con aquellas personas que no me gustaban nada, seguramente habría un motivo; es más, me di cuenta de que Cristo me quería precisamente a través de esa circunstancia. Esto me ha puesto de nuevo en situación de acoger lo que se me pedía, o más bien, de nuevo y con más fuerza, ser para el otro. Empecé a estar más atenta a las necesidades de cada uno en cosas pequeñas y, sobre todo, a tratar a todos como si fuesen mis amigos más queridos; con el tiempo empezaron a mirar de otra manera. Por mi parte no dejaré de pasar, antes de ir al colegio, por la Iglesia que hay al lado para rezar el Angelus y pedir a la Virgen que me dé la fuerza necesaria para vivir en cada momento para todos, la fuerza de poder aceptar a su Hijo».
«¿Qué llevó a la compañera de Filippo a decirle “eres grande”?¿Por qué le abrazó la conserje?, ¿Qué hace que Giada pueda estar así con sus compañeros? Es su encuentro con Cristo –dijo don Giorgio durante la reunión de responsables–. Este es el origen de todo: el encuentro que tuvimos un día, que contenía ya todo el significado, todo lo que deseamos en la vida, lo justo, lo bello. Como para los primeros que se encontraron con Jesús, ellos no eran plenamente conscientes de lo que estaba sucediendo, pero habían percibido una promesa de vida. El problema es solo uno: cómo estar ante lo que ha sucedido. Nuestra primera obligación es hacer memoria, aprender a hacer memoria».

Memoria, no recuerdo
Y continuó don Giorgio: «Es lo que ha contado Giada. Hacer memoria es pedir, reconocer esa presencia, someterse a la influencia de esa presencia. No es un recuerdo. Cuando decimos “Tú”, decimos algo vivo, presente. Tan presente que mueve la vida, es indicio de esta misma presencia para los que me rodean».
Es lo que contó Simona, de Módena: «Estos dos primeros meses de clase se han caracterizado por un periodo en el que cada día teníamos que presentar un trabajo. Las notas fueron pésimas y eso hizo que tres de mis compañeros decidieran cambiar de centro. Todo ello sin que ningún profesor dijera nada a parte de “cambiarse en el último curso es un error por su parte y para nosotros una lástima”, una frase que no respondía a mi exigencia de razones. Se me ocurrió escribir lo que pensaba y leerlo luego a la clase y a los profesores: “Queridos profesores, no han pasado ni dos meses desde el principio del curso y se ha creado una situación que no podemos dejar pasar de largo sin juzgar. Me gustaría tener ante mí un adulto que, enamorado de la materia que haya estudiado, me muestre la belleza que haya visto, a mí que, si soy leal con lo que tengo delante, intentaré conocerlo, poniendo cada día en juego los argumentos que se me propongan… Uno no se separa de una persona así, ni siquiera si los resultados académicos son tales que le hagan pensar en abandonarlo todo. Lo que pido es precisamente esto: ayudadnos para que podamos tener siempre presente esta belleza cuando estudiamos”. Se produjo una revolución. Lo mejor que he descubierto es que en mi clase hay un corazón que desea amar y ser amado».

En un lugar
Pero solo existe una presencia dentro de un lugar. Hacer memoria es volver a someterse a la influencia de aquel encuentro. Tras la muerte y resurrección de Cristo, los apóstoles estaban juntos porque estaba Él. Como dice la Escuela de comunidad, la Iglesia es la continuidad física de Cristo. Reconocer a Cristo presente en la compañía hace que vivamos ésta de manera diferente. Vivirla con una pregunta, no con una pretensión.
«La fe es la pertenencia a Cristo en las circunstancias», explica don Giorgio para introducir la intervención de Andrea, de Verona: «El periódico El Lunes, que se difunde en varios institutos de Verona, nació hace más o menos un año de la amistad entre nosotros, los bachilleres de GS. Desde el principio se me encomendó una gran responsabilidad: ser su director. Es bonito ver lo fecundo que ha resultado ser este gesto. Por ejemplo, mi profesor de historia y filosofía, que este año ha ocupado el puesto del profesor a través del cual conocí el movimiento. Al principio fue muy duro porque la diferencia ente ambos es evidente y porque el nuevo profesor descalificó inmediatamente nuestro periódico. Pero ahora algo ha saltado dentro de él: me ha llegado a pedir si podía escribir algo para el periódico. Todo esto ha surgido por El Lunes, que es precisamente el medio para mostrar “nuestra fe ante el mundo”».

Afrontar la realidad
Andrea ha aprendido a valorar la experiencia de todos. La comunidad es un modo de afrontar la realidad cuyo objetivo es conocer a Cristo y dar testimonio de Él. Como lo que contó Francesca, de Chioggia: «Aprovechamos el comienzo del curso para darnos a conocer repartiendo el manifiesto “Bienvenidos al instituto”. Decía que lo que queremos es que la escuela sea un lugar para descubrir, un lugar que nos ayude a mirar la realidad, que a veces es terrible y querríamos eliminarla (como Beslán). Junto a ello pusimos una frase de Pavese: “Vivir es comenzar siempre”. En el recreo los comunistas de nuestro instituto arrancaron el cartel; entonces unos cuantos nos acercamos y les preguntamos por qué lo hacían; nos contestaron que Pavese era un comunista que se suicidó y que, por lo tanto, lo que había dicho era un contrasentido. “Pero si alguien dice ago verdadero sobre mi vida, que corresponde conmigo –respondí– aunque sea comunista… ¡yo lo digo!”. A parte de que no supieran qué contestar, lo que más me sorprendió fue ver cómo se desploma la ideología frente a la experiencia. Muchas veces pensamos que tienen que suceder grandes cosas para poder mostrar esta Presencia, pero no es así, “si perteneces, sólo con respirar ya eres una presencia”. Es exactamente así».
Para los apóstoles el juicio consistía en mirarlo todo comparándolo con aquella Presencia. El cambio no radica en poner en práctica los discursos y las iniciativas de la comunidad, sino en la profundidad con la que se vive todo “desde dentro” de la pertenencia a Cristo, presente en la comunidad. El uso que se haga de los instrumentos (los gestos, las iniciativas) es un ejercicio que dilata el horizonte y documenta la sencillez de cada uno, y nos muestra si la compañía se vive como petición o no.

CLE - PROFESORES
Si quisiéramos resumir en dos palabras los testimonios del reciente encuentro de responsables de profesores de enseñanza media en Milán, diríamos: “correspondencia imposible”. La experiencia de una correspondencia humanamente inesperada, un acontecimiento de novedad que se convierte en un hecho central de la vida, dentro y fuera del instituto. Como muchos profesores nos han contado, de aquí nace (o renace) la posibilidad de educar, porque educar no es una “forma”, sino vivir junto al otro ayudándole a reconocer esta correspondencia cuando sucede. De aquí surge (o vuelve a surgir) todo.

Fotogramas
Como nos mostró por ejemplo, a modo de breves “fotogramas”, Marcello, de Nápoles: «Yo iba andando por el centro; había una manifestación de parados y la policía estaba dispuesta para intervenir. Uno de los polis se abalanzó hacia mí y me asusté. Pero se levantó la visera y me preguntó: ¿Qué hace aquí “profe”? Yo dije: “Voy a Misa”. A un lado sus colegas y al otro los parados. Va y me dice “¿Cuándo nos vemos?”, y yo: “El miércoles, como siempre”. Tres años antes, en la apertura de curso habíamos visto Enrique V de Shakespeare; en esa película Enrique, antes de la batalla, pronuncia la frase, “Todo está dispuesto si el corazón está dispuesto”. De repente aquel instante me vino a la memoria, nítidamente, como un flash, con el rostro de ese chico, que estaba allí aquel día. Entonces, en medio de la confusión, su jefe le gritó “¡Vuelve a la formación!”. Y él, bajándose la visera, me sonrió sereno y, volviendo a su sitio, me soltó: “¡Todo está dispuesto si el corazón está dispuesto!”. Y yo iba a Misa solo, distraído como siempre … La correspondencia imposible es un hecho que sucede. No hay nada previo, es algo que te sorprende y hace que vuelva a florecer la memoria, en ese mismo instante. Era como si yo estuviera pensando “tengo que volver a llamarle, tenemos que volver a vernos” y, sin embargo, me di cuenta que el que había sido rescatado era yo, en esa unidad que volvía a suceder».
Otro fotograma napolitano: «Con ocasión de la fiesta de Navidad, fui con una amiga que da clases en un instituto muy popular a visitar a las familias. Cuando entras en esas casas te llevan ante la imagen de la Virgen; es como si no añadiéramos nada y nuestra presencia simplemente hiciera emerger la memoria histórica enterrada. La correspondencia imposible no es algo que se añada a la historia de un pueblo. La imagen de la Virgen en las casas antiguas no es un signo abstracto de devoción, sino que da cuenta de la familiaridad con la carne de cualquiera que atraviese el umbral de la puerta. Ya no hay extranjero ni huésped. Así debió ser hace tiempo y lo es ahora para nosotros».

Victoria imposible
Desde Ostra, en la provincia de Ancona, una experiencia marcada por el dolor y el fracaso, que es a la vez experiencia tangible de una «victoria increíble e imposible». Antonella nos relata el cambio que, iniciado en la intimidad de la propia familia, ha alcanzado el instituto en el que da clase: «Mi marido y yo hemos adoptado una niña, que ha convulsionado todo hasta hacer evidente que los planes los hace Otro. Al mismo tiempo a una compañera mía le descubrieron un tumor. Un día me pidió que le hiciera compañía, veía en mí una mirada llena de certeza y yo le ponía de buen humor. Así empezamos a vivir juntas su enfermedad, con sencillez y esperanza. Fuimos juntas al médico, entré en su casa, la acompañaba a la iglesia y a pasear. No era creyente y me pedía siempre que le enseñara a rezar. Le impresionaba mucho la figura de la Virgen. Un día me dijo: “¡Qué mujer!, ¡cuántos desvelos!”. Pero llegó un momento en el que la derrota se hizo evidente: Margarita empeoró y yo ya no podía ayudarla, entre otras cosas porque estaba preparando la oposición para la plaza de profesora de religión. Entonces pedí ayuda a otros compañeros. En torno a la cama de Margarita nació una amistad. Murió la mañana del 28 de junio. Era mediodía y yo estaba rezando el Angelus y me detuve varias veces para explicarle la oración, que ella no conocía. Quería aprender a rezar pero en realidad nos enseñó a nosotros. Me fue mal en la oposición, tenía que abandonar la plaza después de haber estado enseñando durante 20 años. Angustia y fracaso… Pero aquellos colegas que habían estado junto a la cama de Margarita, decidieron escribir una carta al Obispo, con las firmas de todos. En ella contaban la historia de una amistad construida a lo largo de varios años de colegio, a través de la pasión por el trabajo (¡No me había dado cuenta de tanta atención y de tanto aprecio!). Contaban cómo habíamos cambiado juntos el instituto y que no serían capaces de explicar a los alumnos mi ausencia…Este año continúo en ese centro. Ya no podemos mirarnos a la cara como antes. Uno de los padres nos ha dicho: “Traigo con gusto a mi hija porque vosotros sois amigos”. Todo está como antes pero dentro de un cambio radical. He tenido la experiencia de muerte y resurrección en cada cosa. La muerte es dramática pero la resurrección es una victoria que colma el corazón, elimina la angustia y la confusión y continúa en el tiempo».
Para concluir, don Giorgio dijo: «Desde el punto de vista educativo ¿Qué es lo que queda de la relación con los alumnos, con los colegas, de la correspondencia si no la misma correspondencia en el tiempo?, la historia, las cosas que pasan, es como si se prolongaran dentro de un horizonte cada vez más grande y profundo. Pertenecemos a la unidad que se da con los chicos y con todos los que nos rodean».

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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