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Huellas N.1, Enero 2005

SOCIEDAD Murcia / Familia y Educación

Un bien social que hay que proteger

a cargo de Mª del Carmen Carrón

Con 800 personas en la sesión de apertura y con la más calurosa acogida y atención dispensada a los periodistas por el director del gabinete de comunicación de la UCAM, asistimos al congreso titulado “Familia y Educación” organizado por la Universidad Católica en colaboración con el Consejo Pontificio para la Familia, que se desarrolló los días 2, 3 y 4 de diciembre. Destacamos tres temas que se abordaron en el Congreso de Murcia, tanto por su actualidad como por el interesante juicio que aportan al debate cultural que se está desarrollando en la sociedad española

1. La figura del padre
Recogemos aquí un hecho que narró en su ponencia Mons. Paul Josef Cordes, Presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, acerca de la muerte / ausencia de la figura paterna que está configurando una sociedad diferente de hijos nacidos y educados en familias sin la presencia real del padre

Un caso espectacular en EEUU. Historia de un hijo abandonado
Nos encontramos en la metrópolis de Los Ángeles, con la familia de color de Ernest y Birdie Scott, con sus hijos Kerwin, Kody, Kershaun, y con su hija Vanessa. Estamos en los años 60, en el distrito de Crenshaw, una zona de clase media con casas limpias y cuidados jardines a la entrada. El padre se ocupa del mantenimiento de la familia y así su mujer puede quedarse en casa y atender las labores del hogar. Sin embargo, a Birdie le gusta trabajar, y finalmente consigue un trabajo como discjockey en distintos clubes nocturnos. Pronto restablece también las relaciones con una antigua amiga, cuyo marido, el legendario Ray Charles, se convierte en el padrino del segundo hijo. Birdie tenía una especial preocupación por el futuro de este joven. Sólo cuando Kody tuvo diecisiete años le dijo el por qué: su padre era una de las celebridades que habían pasado por casa de su amiga, Dick Bass, un conocido deportista, el cual, sin embargo, se negaba a reconocer a Kody como hijo suyo. Ernest, el marido de Birdie, tuvo pronto la sospecha que Kody no era su hijo natural. La desordenada situación humana de los padres no permitía augurar una vida ordenada para sus hijos. En el 1970 los Scott se separaron.
Como chico inteligente pero extravagante, Kody sólo pudo soñar con alcanzar de alguna manera la fama y la notoriedad. El día a día lo compartía con los demás chicos del Barrio. Su problema principal era hacerse valorar por sus compañeros de juego. Estos habían destrozado su nueva bicicleta. A medida que crecían se hacían cada vez más peligrosos. Le robaban el dinero y le golpeaban una y otra vez y lo hacían no porque él defendía su dinero o su honor, sino únicamente porque resultaba divertido hacerlo. Kody se sentía desprotegido. De su padre no podía esperar nada. Pronto comprendió que en aquella situación no podía seguir adelante. Tenía que tomar partido por una parte o por la otra. Confesaba: «O se entraba en la banda o se era una víctima de ella: punto». Kody Scott buscó la protección y el reconocimiento de la banda.
Cuando Kody cumplió 11 años, “trabajó” en el Eight-Tray Gangsters, uno de los tristemente célebres grupos violentos que se adueñaban de la vecindad. “Trabajo” significaba aquí actos de violencia y venganza contra la banda de los llamados enemigos. «Ese fue mi rito de iniciación en la hombría». Kody pensaba sólo en vengarse. Cuando «había hecho un trabajo» se sentía bien, de lo contrario no podía dormir. «Yo era un trabajador duro». Después de un robo, cuando tenía 13 años, pateó durante veinte minutos a la víctima, y luego la abandonó inconsciente en un callejón. Por este trabajo se ganó el nombre de monstruo. Este apelativo constaba en el informe policial sobre el golpe y con ello quería acreditarse que semejante crueldad no correspondía a un hombre normal.
Después de la separación, el padre todavía visitaba a sus hijos. Para Kody eran encuentros dolorosos, pues para el padre, Kody le hacía presente la aventura de su mujer con el jugador de fútbol americano y por ello descargaba su rabia y su cólera sobre él. Y, cuando Ernest llevaba a sus hermanos al cine o al restaurante en fin de semana, no se llevaba a Kody.
Hacia 1975 terminaron las visitas paternas. Kody comentaba: «Simplemente dejó de ser nuestro padre». Dijo que pasaría por Navidad para darnos los regalos. Pero nunca más se supo de él.
Kody Scott irrumpió en el 1993 en el mundo de la fama. Publicó sus Memorias desde la cárcel bajo el título «Monstruo. Autobiografía del miembro de una banda», que de la noche a la mañana le hicieron famoso. Reporteros de televisión, productores y agentes de espectáculos le pusieron en su punto de mira. Se vendieron 250.000 ejemplares de su libro. Decoraba la carátula del libro su torso desnudo y un arma semiautomática Mac-10. En cuanto joven, lo que él quería era mostrar su poder. Decía: «En la banda había trabajo y uno se sentía útil. La gente me buscaba porque me necesitaba. Allí te crees útil: eres útil en tu identidad de hombre, y ellos lo saben y por eso dicen: “¡Envíame a un hombre, no me mandes a un joven!” ».
Como podemos observar, lo principal es la voluntad de lograr el reconocimiento que los demás antes no le han dado, mediante acciones violentas. Los demás motivos que causan la violencia son secundarios: carencia de lo necesario para vivir, marginalidad y sentimientos de venganza, odio y cólera destructiva, ideologías y crítica social. Con el reconocimiento de su vida como “monstruo” –una vida cruel llena de criminalidad y saturada de cadáveres– había alcanzado finalmente el reconocimiento deseado. Y este reconocimiento le compensaba.
La televisión llegó hasta su celda para entrevistarle. Con ocasión de la Feria del Libro de Frankfurt, 60 Minutos, –un importante canal de reportajes–, le entrevistó. El reportero se maravilló de que Kody no acusara a otros para defender su propia imagen: «No puedes esgrimir una de las disculpas usuales. No has crecido en un asilo de pobres, has tenido una madre muy fuerte, tu padre carnal estaba...».
«¡Ausente! –interrumpió Scott– Ausente, desaparecido».
«Era un notable jugador de fútbol», replicó el periodista Steve Kroft, como si la fama de Dick Bass pudiese suplir su ausencia.
«Pero –protestó Kody Scott–, mientras mi padre se encontraba en el terreno de fútbol americano yo estaba en la calle. ¿Comprende usted lo que eso significa?».
«¿Le reprocha usted eso?», preguntó Kroft.
«Mucho. Sin duda. Le odio. Pienso tantas veces qué hubiera podido llegar a ser. ¡No entiendo cómo un padre puede dejar a sus hijos en la estacada! Esta historia del padre es muy dura para mí, muy dura». Cuando Kody decía esto se acurrucaba, como apartando su mirada de la cámara. Sus manos estaban esposadas y él intentaba alcanzar su rostro con ellas para enjugar sus lágrimas. Era el único instante no programado de antemano, el momento no profesional de la entrevista y, en cuanto a Kody, no hubiera debido emitirse. Después de la toma, Kody recuerda, «Steve Kroft quiso cortar esas imágenes. Me repetía: “Esto podemos cortarlo”. No quería que la gente creyese que yo no soy aquél por el que me toman».

2. Ideología de género
Uno de los graves problemas que afectan a la familia hoy parte de del modo de entender la relación de alteridad entre los sexos. Se difunde como un “avance social” que la diferencia sexual no es un hecho dado por la naturaleza, sino una propuesta cultural, una opción de género. Todo lo cual contribuye a crear una confusión de gran trascendencia educativa.
Mons. Juan Antonio Reig Pla, Presidente de la Subcomisión para la Familia de la CEE, lo explicó en su ponencia.

Promovido por influyentes universidades norteamericanas y distintos Organismos internacionales, cada vez está más difundido el uso de la expresión “género”, en vez de la palabra “sexo”, con la encubierta pretensión de eliminar la idea de que los seres humanos nos dividimos en dos sexos. Existen, se afirma, –al menos– cinco géneros: heterosexual masculino, heterosexual femenino, homosexual, lesbiana, bisexual. Desde la IV Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer, realizada en septiembre de 1995 en Pekín, esta «perspectiva de genero» ha venido extendiéndose vertiginosamente. Esta peligrosa ideología, surgida de la llamada “revolución sexual”, de finales de 1960, está unida al «feminismo de género» o feminismo radical. Según estas feministas, la diferencia entre los sexos es algo convencionalmente atribuido por la sociedad, algo que no corresponde a una naturaleza fija. De este modo, los papeles asignados al hombre y a la mujer son producto de la cultura, inventados en el transcurso de la historia.
Este nuevo feminismo es el productor de un sistema cerrado, la llamada «ideología de género», basado en un análisis de la historia como lucha de clases de los opresores contra los oprimidos, siendo el matrimonio monógamo el primer antagonismo entre el hombre y la mujer. Nos encontramos ante una nueva revolución cultural. Sea cual sea su sexo, el hombre podría “elegir” su género: podría decidirse por la heterosexualidad, la homosexualidad, el lesbianismo. Podría hasta decidir ser transexual, cambiar de sexo.
Las «feministas de género» denuncian la urgencia de «de-construir» los «roles socialmente construidos» del hombre y de la mujer, porque esta socialización, dicen, afecta a la mujer negativa e injustamente. Pretenden
liberarse, sobre todo, del matrimonio y de la maternidad. Están, por tanto, a favor del aborto procurado (llamado eufemísticamente «libre elección en la reproducción»), y de la promoción de todas las demás formas de sexualidad fuera del matrimonio. Se trata de una revolución cuyo objetivo es alcanzar una nueva cultura, un mundo nuevo y arbitrario, verdaderamente libre, que excluya el matrimonio, la maternidad, la familia, y acepte todo tipo posible e imaginable de práctica sexual. En este burdo “pansexualismo” desaparece toda diferencia entre lo que está permitido y lo que está prohibido en este ámbito.
Esta extraña disociación entre sexo y género, entre naturaleza y cultura, destruye la dimensión personal del ser humano y lo reduce a una simple individualidad. En efecto: el nexo individuo-familia-sociedad se pierde y la persona se reduce a individuo. La ideología de “género” lleva consigo el debate radical sobre la familia y todo lo que esta significa en y para la sociedad. Se ha insertado en las iniciativas legislativas que en estos campos pretende introducir el Gobierno español. Todo aquel que no acepte esta ideología ha de ser denunciado por formar parte de una cultura superada y que se debe combatir. Estamos ante un reto apasionante y debemos afrontarlo con vigor para evitar las graves consecuencias que ya está produciendo en las sociedades de los países desarrollados y que ahora, ante la imparable globalización, amenaza con imponerse, también, en los países en vías de desarrollo.

3. Política familiar
José Gabaldón, Presidente del Foro Español de la Familia, explica lo que significa el mandato explícito de proteger jurídicamente a la Familia en la Constitución.
La protección jurídica de la familia significa protección de lo que la institución es en su esencia, con sus notas propias de estabilidad y la garantía de seguridad que le confiere la institución matrimonial, único modo de constituir familia según la propia Constitución. Se trata, pues, de protección en derecho de la familia matrimonial, institución necesitada de forma, constancia y regulación, elementos indispensables para producir seguridad jurídica en las relaciones nacidas de la misma (...) Esto es, pues, lo que determina el interés del Estado: la protección de la institución creadora de seguridad jurídica en el derecho de la persona.
Ciertas situaciones o vínculos familiares pueden también nacer de meras situaciones de hecho y no por ello dejan de ser dignos de protección; pero esto no implica que para ser protegidas hayan de ser necesariamente asimiladas a la institución familiar, como con frecuencia se pretende y aparece en las regulaciones de parejas de hecho aprobadas por algunas Comunidades Autónomas, que en realidad vienen a configurarlas como otra forma de matrimonio.
Al margen de la extralimitación de competencias que estas leyes suponen, al margen también de que tal asimilación vaya directamente en contra del principio enunciado por el Tribunal Constitucional según el cual «no son situaciones asimilables», al margen asimismo de que, con ello, no se haga otra cosa que colocar en el mismo plano la posición de quienes pretenden lograr derechos eludiendo voluntariamente las correlativas obligaciones, al margen incluso de la voluntad de quienes sólo pretenden libremente permanecer en dicha situación de hecho huyendo precisamente del matrimonio estable, al margen de todo ello, insisto, el Derecho debe tener y tiene en cuenta las situaciones familiares que se originan en puros hechos, pero sin necesidad de que su atención e incluso su protección tenga que lograrse mediante la equiparación entre el matrimonio institución jurídica y la unión o pareja, de mero hecho.
La Constitución no lo concibe así y precisamente articula la protección integral de los hijos, iguales ante la ley con independencia de su filiación y la de las madres cualquiera que sea su estado civil (Art. 39-2, C.E.) independientemente de la protección de la familia, enunciada aparte.
No parece, pues, que el camino de asimilar a la familia matrimonial las uniones de hecho sea el modo de dar cumplimiento a este precepto constitucional. No lo es tampoco el de crear una especie de matrimonio de hecho con aquél fin, como las leyes de algunas Comunidades Autónomas parecen pretender.
Una clara protección jurídica de la institución familiar supone la afirmación de ésta como familia matrimonial y separar radicalmente la protección material a la misma de la que debe articularse para la protección de relaciones familiares nacidas de dichas situaciones de hecho.

 
 

Créditos / © Asociación Cultural Huellas, c/ Luis de Salazar, 9, local 4. 28002 Madrid. Tel.: 915231404 / © Fraternità di Comunione e Liberazione para los textos de Luigi Giussani y Julián Carrón

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