El testimonio de fe de la mujer del brigada Giuseppe Coletta, una de las víctimas de Nassiriya
El invierno en el sur se presenta sobre todo con viento. El frío meridional alborota, penetra e incluso se insinúa. Es muy diferente al del sorte, donde permanece confinado establemente al exterior y a menudo aparece aislado, borroso y suave. Esta es la sensación que me viene a la cabeza cuando me encuentro con Margherita Coletta en su casa de San Vitaliano, cerca de Nola, provincia de Nápoles. Me acompaña don Mariano, sacerdote del movimiento y desde hace tan sólo dos semanas, párroco aquí. Es uno de esos días en los que la conmovedora belleza de Nápoles y del Vesubio aparece clara, limpia, grabada en el horizonte gracias al típico viento del invierno meridional.
Conocer a la viuda del sargento de la Brigada muerto en Nassiriya hace que ocurra lo mismo. De repente, todo aparece claro, duro, pero al mismo tiempo tangible, preciso en sus contornos. Desaparece la niebla, se esfuma la confusión, al menos por un momento. Su aire de mujer meridional originaria de Avola, provincia de Siracusa, proviene de la fe. Su atractivo se llama Jesús, dado que fue ella la que entró en las casas de los italianos leyendo el Evangelio. «Se os ha dicho: amarás al prójimo y odiarás a tu enemigo; pero yo os digo: amad a vuestros enemigos...», recalcó cuando los periodistas de los informativos entraron en su salón, después de que le confirmaran que, entre los diecinueve italianos muertos en Iraq, se encontraba también su marido Giuseppe. La sencilla lectura tocó y conmocionó a muchos. Después se supo que llevaba a las espaldas una historia durísima: la muerte de un hijo de cuatro años por una grave enfermedad y la de su marido por su compromiso en misiones extranjeras, precisamente en favor de los más pequeños. Sobre la mesa hay ahora una grabadora y el texto de la intervención de don Giussani con motivo de los funerales, transmitido en el informativo del 18 de noviembre, en el que citaba y valoraba a la viuda Coletta. La primera alusión de la conversación tiene que ver con amar a Jesús. «Muchos me hablan de madre Teresa o padre Pío, incluso de san Francisco; pero yo respondo siempre: “Ellos amaban a Jesús. Amaban a Jesús. Seguid las huellas de Jesús. Él lo sabe”».
¿Por qué precisamente esa lectura del Evangelio? ¿Cómo surgió?
No sé.¿Comprende usted cuando alguien dice que en ese momento está inspirado? Jesús quiso que en ese momento yo dijera eso. Yo misma me pregunto todavía por qué lo hice. Pero estoy segura de que Él lo quiso así, quiso mandar un mensaje. Con demasiada frecuencia la rutina nos hace olvidar el verdadero significado de la vida.
La decisión de elegir «Amad a vuestros enemigos» la tenía ya en mente...
Cuando llegaron los periodistas con las cámaras tomé el Evangelio. Estaba buscando otra frase en la Biblia, la que después imprimí al dorso de la fotografía de Giuseppe: «Bienaventurados los que sois maldecidos, rezad por los que os causan algún mal. Amad a vuestros enemigos, haced el bien y vuestra recompensa será grande». Después mi mirada se detuvo sobre la frase que dije y pensé que era lo mismo...
También dijo usted en esa ocasión que su vida y la de su marido se fundaban en el Evangelio...
Sí, fundadas sobre el Evangelio. Giuseppe, mi marido, lo hacía sin darse cuenta de que buscaba a Jesús. Buscaba a Jesús en cada niño que abrazaba, en cada persona a la que ayudaba.
¿En qué sentido dice usted que estaba fundada?
¿En qué sentido? Viviendo al servicio de los demás.
¿Cómo empezaron a tomarse en serio el cristianismo?
Poco a poco. Empecé a leer la Biblia, el Evangelio. Me surgieron preguntas. Todo surgió del porqué, de estas preguntas, de preguntarse por el significado de las cosas. No bastaba sólo vivirlas y ya está.
Pero, ¿hubo una parroquia, un grupo o un momento determinado?
No, no. Recuerdo que cuando Paolo (el hijo que perdieron a causa de una leucemia; ndr) cayó enfermo, ya había empezado este camino de fe, pero yo estaba muy confusa. Oía hablar de diferentes religiones: los evangélicos, los testigos de Jehová. Hubo un momento en el que me sentía muy rara. Nunca lo olvidaré, me metí en mi habitación, me arrodillé y le pedí a Jesús: «Ayúdame, haz que comprenda cuál es el camino que debo seguir». Desde entonces, ya no tuve ninguna duda. Y aprendí una cosa: uno debe volverse más sencillo, liberarse de las presunciones, dejar de pensar que todo lo que hacemos es obra nuestra. Al contrario, no lo es en absoluto. Él es quien lo hace todo, nos da los dones, a cada uno los suyos. Después hace falta que den sus frutos.
¿El encuentro con Jesucristo es un hecho personal?
Sí, totalmente personal. Para cada uno tiene lugar de manera distinta. Incluso aunque el Evangelio es el mismo para todos. Hay que seguirlo en la alegría y en el dolor. En la alegría es más fácil, pero en el dolor es más decisivo.
¿Y la Iglesia?
Es fundamental, no se puede separar una cosa de la otra. Él se manifiesta individualmente a las personas, pero la Iglesia es su única gran familia, la que nos da la fuerza y nos sostiene.
Le han hecho llegar el comentario de don Luigi Giussani que fue portada del informativo del Tg2 (informativo del segundo canal de la TV italiana, ndt) el día de los funerales...
Sí, lo leí. Es algo demasiado grande para mí. Es una comparación demasiado grande. Dante, la Virgen,... No, no. Me alegro de que un hombre tan importante lo haya pensado y escrito, pero yo soy algo muy pequeño. Me alegro de que Él se sirva de mí. Quiero llegar a ser lo que ahí se describe, quiero ser así: complacer a Jesús, ser como Él quiere que yo sea. Quiero ser esa. Estoy de acuerdo con cualquier cosa que me pida, porque estoy segura de que Él es quien me da la fuerza.
Hizo, en cualquier caso, una reflexión sobre su testimonio. El cardenal Ruini la citó en la homilía de las exequias, el Papa la abrazó,...
El testimonio no es mío, es de Jesús. Espero que la gente comprenda esto. No soy yo la que dijo esas cosas; ni siquiera soy yo la que las dijo de esa manera... El único mérito mío es el de amarlo, ese sí es mérito mío. Lo amo con todo mi corazón, con todo mi ser, aunque no Lo haya visto. A veces uno cree que ama lo que toca y lo que abraza: lo que ve. Sin embargo, no es así. La alegría que Él concede al corazón no existe en esta tierra.
Es algo de otro mundo amar a nuestros enemigos...
No, no. Es de este mundo. Él lo dijo para este mundo. Incluso lo dijo al final, en la cruz: «perdónales porque no saben lo que hacen». Es exactamente lo mismo.
Dios y la religión son nombrados constantemente en esta fase tan confusa del mundo... Me impresionó que, en el informe sobre la guerra, escrito un mes antes de la matanza y publicado ahora por el Washington Post, se barajara la hipótesis sobre el hecho de que el jefe de los terroristas de Nassiriya pudiera ser un teólogo, un profesor universitario...
No me sorprendió, a Jesús le mataron los sabios. los doctores de la ley que creían ser los líderes religiosos y ni siquiera se dieron cuenta de quién era Él... Satanás insinúa astutamente y nos hace creer que no existe, y atribuye todo lo malvado a Dios. El Mal se insinúa en las cosas de todos los días. Pero, cuidado, no vencerá jamás. Quizá alguna batalla, alguna escaramuza; pero la verdadera guerra no la vencerá nunca. Dios es verdaderamente grande..., incluso aunque haya permitido esto, la matanza, como permitió la crucifixión. El mal no es la última palabra.
La muerte es un misterio para todos. Usted ha estado investida dos veces por ella, primero con el calvario de su primer hijo, después con la matanza en la que murió Giuseppe. Y, sin embargo, no ha perdido la positividad de la vida...
La muerte... Cuando pienso en Giuseppe, no consigo imaginármelo con el cuerpo que tenía... Sé que está en el cementerio: voy, le rindo honores. Estoy segura del amor de Dios, de la resurrección. Pero me pregunto cómo seremos después. La muerte no me impresiona. Me falta la carne de Giuseppe, por supuesto. Me falta aunque sé que él ya no es así, pero me sigue faltando. Mucho. Me faltan sus caricias, su sonrisa, sus gestos. Pero lo que siempre está conmigo es la forma de ser de mi Giuseppe. Su alma, su alma la tengo muy cerca, aunque es igual de doloroso. Tener fe no significa no tener sentimientos, no llorar. Al revés, se sufre incluso más. Pero dentro tengo paz, no siento desesperación ni odio. Si amas a Jesús, lo abrazas todo. Amo a los demás, independientemente de su religión.
Leyendo cosas de él, viendo sus grabaciones, su marido no parecía un hombre de guerra...
No fueron a hacer la guerra, no estaban atrincherados en el desierto. No sé si tuvieron culpa de algo y no depende de mí juzgar; pero esos hombres querían mejorar la vida de la población, hacer carreteras, llevar electricidad, agua,... Los iraquíes no tienen nada. Mi marido siempre me contaba por teléfono que las condiciones de vida de la gente de allí eran terribles, mucho peor que las de Albania. Estaba contento de lo que hacía. Se dedicaba especialmente a los niños, iba a los hospitales pediátricos, distribuía ayuda, como los equipos de la Orden de Malta. En ocasiones me digo que si Giuseppe ha hecho sonreír, aunque sólo sea a un niño y ha muerto por ello, ha valido la pena. Para mí, ha valido la pena. Éste es el sentido de la vida.
¿Qué va a ser ahora de su vida? Tiene a su cargo a una niña de dos años...
No tengo respuesta para esta pregunta. Ahora no lo sé. Jesús ya ha dispuesto, y cuando lo considere oportuno me abrirá un camino nuevo. Yo sola no puedo.
¿Ha recibido muchas muestras de afecto?
Si, pero tengo que aclarar que lo del telediario no lo dije yo... Me siento en la obligación de hacerlo porque Jesús quería revelar algo a nuestra gente. Quiero dar las gracias a todos aquellos que me han llamado y escrito. No sé cuándo terminaré, pero quiero responder a todos personalmente, uno por uno. De todos modos a todos les digo lo mismo, les respondo lo mismo: demostradme vuestro afecto en vuestra vida. Cada uno en su lugar, en su respectivo deber. Gracias a todos. Y gracias de verdad a los compañeros de mi marido, tanto a los generales que han llorado conmigo, como a sus hermanos...
Quiero dar las gracias a todos los militares; sé que siempre podré contar con ellos.
Margherita Coletta nos deja de nuevo las siguientes declaraciones tras la captura de Sadam Husein.strong>
Corriere della Sera, 15 de diciembre
«Experimento tanta pena por su causa, y sin embargo rezo por él. No siento alegría ni felicidad, sino únicamente la conciencia de que se le ha asestado un duro golpe al terrorismo en Iraq. Ahora el Señor ayudará a quienes trabajan por la paz a capturar también a Bin Laden». Son las palabras de Margherita Coletta, viuda del brigada Giuseppe Coletta, asesinado junto con otros dieciocho militares y guardias civiles en Nassiriya el pasado 12 de noviembre. «Si Giuseppe estuviera vivo todavía, probablemente me habría telefoneado y habríamos comentado juntos la captura de Sadam. (...) He visto a Sadam en las imágenes de la televisión, en esas condiciones: un ex poderoso convertido en un zarrapastroso. Cuesta creer que sea un criminal. Ahora rezo por él. Ni siquiera hoy se puede sentir alegría. Han muerto muchos jóvenes, muchos americanos. Felicidad es una palabra muy grande: se ha pagado un precio demasiado alto por lo que ha sucedido allí. Por supuesto, me alegro de que haya sido capturado, es justo que haya sido así. Sólo espero que hoy los terroristas se sientan un poco menos seguros sin su jefe, un poco menos fuertes».
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